Disclaimer: Ningún personaje me pertenece. Son todos propiedad de Gosho Aoyama, mangaka y creador de Detective Conan.

AL LÍMITE

1. This place is Death

― Joder... A estas alturas, Kudo, no entiendo cómo seguimos vivos.

― Y que lo digas ― musitó él, cargando su pistola y asomándose por la columna donde se habían escondido. Se oyeron varios disparos, las balas se estamparon contra la pared que tenían detrás. Shinichi retrocedió con rapidez ― ¡Ha estado cerca!

Heiji sonrió a su lado. Colocó su dedo en el gatillo y disparó hacia atrás, justo como había hecho segundos antes su compañero. Escuchó un grito.

― Le has dado ― aseguró Shinichi sin inmutarse ―. Bien, parece que has mejorado tu puntería ― añadió mientras se levantaba ―. Cúbreme.

Shinichi salió de su escondite dispuesto a acabar con aquellos narcotraficantes. Detrás de él, Heiji disparaba a todo aquél al cuál su compañero no podía dar. Pero una bala le alcanzó.

― ¡Mierda! ― exclamó el moreno. Apretó con fuerza la herida que le habían hecho en el estómago, mientras que con la otra mano seguía disparando.

― ¿Estás bien? ― preguntó Shinichi casi al otro lado de la estancia.

― ¡Continúa! ¡No te preocupes por mí! ― bramó el otro.

No hizo falta mucho tiempo para atrapar a todos los criminales. Eran pocos y, además, novatos. Fue Shinichi el que les puso a todos las esposas, pues Heiji estaba demasiado ocupado pensando en frenar su hemorragia.

― Idiota ― pronunció el de Tokio al acercarse a su amigo ―. ¿Cómo va?

― No es... tan... grave... ― jadeó él.

― ¿Qué no es grave? ― repitió el otro ― ¡Estás sangrando mucho!

Heiji apoyó su espalda contra la pared, fría, que tenía detrás. Sonrió con melancolía ― Eso... es una vieja herida... que se ha vuelto a abrir...

Shinichi chasqueó su lengua contra su paladar mientras quitaba las balas de su pistola. Ambos se miraron con complicidad.

― Por suerte para ti, ya he pedido ayuda ― anunció el de ojos azules. Heiji asintió con los ojos cerrados en un intento de aliviar el dolor ―. Y encima te pones a recordar...

― Como si tú no lo... echaras de menos ― le recriminó él, abriendo sólo un ojo.

― El que, ¿la buena vida? ― preguntó divertido y alzando una ceja. El otro soltó una carcajada.

― Llámalo así.

Los demás agentes llegaron en seguida al almacén abandonado a las afueras de Nueva York que les había indicado el japonés. Cuando llegaron, sólo hizo falta cargar a los culpables en los coches policía y llevarse a Heiji al hospital.

Great job, guys ― pronunció Jodie en la sala de espera de quirófanos mientras se acercaba a Shinichi, que se levantó nada más verla ―. ¿Cómo está el agente Hattori? ― dijo, esta vez en el idioma del chico.

― Estable ― aclaró él ―. Acaba de salir de la operación, que ha sido un éxito. La herida era mucho menos profunda de lo que creían. Le darán el alta en una semana.

OK! Aunque no es muy buena noticia, que digamos ― se lamentó ella, arrugando sus finas cejas ―. Hay un montón de casos por resolver... Y tú no trabajarás con nadie más que no sea él.

― Ése es el trato ― recordó él hundiéndose de hombros.

― En ese caso, tendrás que quedarte en el cuartel, pero aquí, en New York. Y ayudar con el papeleo.

― Perfecto.

― Entendido, nos vemos mañana a las ocho. Puedes tomarte el resto del día libre, ¡nos apañaremos sin ti! ― guiñó un ojo llena de energía. A Shinichi no dejaba de sorprenderle el ánimo de su superior. ― Dile a Hattori que se recupere. Good bye!

A los pocos minutos de que Jodie se marchara los doctores vinieron a avisar a Shinichi de que ya podía visitar a su compañero. Cuando llegó delante de la puerta que le habían indicado, la abrió con cuidado.

― ¡Visitas! ― oyó desde la cama ―. Pasa, pasa.

― ¿Qué tal?

― Mucho mejor. Era una tontería de herida, pero se han empeñado en que me quede una semana ― explicó refunfuñando, causando la risa de su amigo ―. Pero vamos, para que no me eches de menos, le puedo pedir a Jodie que me saque de aquí antes... ― continuó, bromeando.

― Ni hablar ― le interrumpió él, aún más contento ―. Jodie me ha dejado la tarde libre ― el moreno abrió los ojos con envidia ―, y el tiempo que no estés, yo me lo pasaré en la oficina.

― ¿¡Qué! Venga ya, cuando a ti te hirieron... Ah, espera, aquella vez nos hirieron a los dos ― ambos estuvieron riendo largo rato, hasta que a Heiji le empezaron a doler los puntos. ― En fin, en cualquier caso, supongo que será lo mejor... ¿Crees que lo ha hecho adrede? ― se oyó una risita.

― ¿Hacerme quedar en el cuartel y así poder aprovechar para revisar todos los informes de casos que puedan estar relacionados con ellos? ― enfatizó la última palabra.

― Me lo tomaré como un sí.

Se quedaron en silencio. Shinichi no pudo evitar girarse y observar a través de la ventana que había en la habitación. Divisó la Estatua de la Libertad a lo lejos: Nueva York le traía demasiados recuerdos. Frunció el ceño.

― Siempre te pones así cuando venimos aquí ― comentó Heiji, que también se había puesto a disfrutar de las vistas de la ciudad. Shinichi le miró. El otro sólo añadió, riendo ― ¿La buena vida?

― Supongo que sí ― confirmó él, volviéndose otra vez hacia el paisaje ―. Los últimos meses, antes de irnos...

― No me lo digas: pura pasión. ― se mofó el de ojos verdes, interrumpiéndole.

― Serás idiota. No. ― dijo, con tono despectivo ― Bueno... sí. ¡No hables de eso! En fin, que en los últimos meses, antes de irnos, me di cuenta de quién era y para qué estaba aquí...

Hubo una pausa.

― ¿Y bien? ― quiso saber Heiji. Shinichi se giró otra vez a mirarle.

― Tú también la echas de menos. ― contestó el otro ignorando la pregunta del moreno, que arrugó el ceño.

Heiji apartó la mirada con un movimiento brusco. Se pasó una mano por la cara, casi desesperado.

― No sé lo que va a pasar conmigo. No... ― chasqueó la lengua ― No podía asegurarle nada... Maldita sea, ¡ya han pasado tres años!

― ¿Y si le gusta otro?

Hubo otra pausa. Heiji le miró confundido.

― ¿Eso por quién lo dices exactamente? ― la pregunta hizo sonreír con amargura a Shinichi ― Aprovecha bien esta semana de investigación, Kudo. Lo deseas tanto como yo.

― Claro. Te mantendré informado ― volvió a su normal faceta pensativa ―. Ah, menuda mierda. Y tendré que quedarme en Nueva York toda esta semana ― Miró a Heiji con falso rencor ―. Me la debes.

― Te debo un montón de cosas. Aunque supongo que queda pagado con lo de mantenerte en secreto durante más de un año, jugándome la vida por ello.

― También es verdad. En fin, creo que yo me voy ya. No he comido nada y son las cinco de la tarde.

― Pues que aproveche. Ya nos veremos. Llámame cuando sepas algo, sobretodo.

Shinichi cruzó la puerta del hospital con las manos enfundadas en los bolsillos. Llevaba su chaqueta más gruesa e incluso una bufanda, y seguía teniendo frío. Se metió en el primer restaurante de comida rápida que encontró, planeando dónde dormir durante, al menos, una semana, puesto que su apartamento estaba en Boston.

No le hizo falta ni buscar a conocidos que viviesen allí. El teléfono sonó en su bolsillo derecho.

― Kudo. ¡Ah, hola! Sí, estoy muy bien, gracias. ¿Y tú? Ajá. Sí, da la casualidad. ¿Qué? ¿En serio? Oye, ¿y cómo lo has sabido? ¿Qué...? Ya, supongo que en realidad no me extraña... ¿Seguro que no es una molestia? ¿Sí? ¿Hoy mismo? ¡Genial, ahora me paso por tu casa! ¡Muchas gracias, de verdad!

Anotó en una servilleta la dirección con el bolígrafo que siempre llevaba encima.

To 75th St. with Amsterdam Ave, please ― pidió al conductor del taxi, que en media hora llegó a su destino. El japonés bajó de un salto del coche. Llevaba una bolsa con algo de ropa que siempre se traía a sus casos. Llamó al timbre.

Hello?

― Eisuke, soy yo. Shinichi Kudo.

― ¡Te abro!

Supongo que nunca se la habría imaginado así. La vivienda de Eisuke Hondo era bastante espaciosa, muy iluminada y blanca, y tenía un aspecto sumamente limpio. Las estanterías y muebles en general eran de colores muy claros y de formas muy rectas. Aunque el chico era torpe y descuidado, su apartamento estaba completamente alineado en un perfecto orden.

― ¡Cuánto tiempo! ― exclamó al ver al detective, con una enorme sonrisa. El otro se sorprendió al verlo. Se había cortado el pelo: ya no le tapaba las orejas, y se había cambiado las gafas redondas y grandes por unas más pequeñas y con cristales rectangulares. Sin duda, tenía un aspecto mucho más serio ― Pasa, pasa. Estaba... ¡Ah! ― se golpeó la pierna al cerrar la puerta.

― ¿Estás bien?

― Sí, sí, ya sabes... Me pasa a menudo... ― bromeó él, aunque con cara de dolor.

― Supongo que hay cosas que nunca cambian ― comentó Shinichi con tono amable. Eisuke logró incorporarse.

― Como decía, estaba preparando tu habitación. Mira... ― Shinichi le interrumpió.

― Eh, Eisuke. En serio, muchas gracias. Seguro que Jodie te ha torturado para que pudiese quedarme aquí. No sabes cuánto lo siento.

― Qué va, hombre. Recuerda que el FBI me ayudó con lo de Hidemi, no pasa nada por devolver el favor. Ahora trabajo para la CIA, además.

― Ya. En fin, te lo repetiré otra vez: gracias ― Ambos sonrieron ―. Cuánto hace... ¿desde aquello del hombre en llamas, que no nos vemos?

― Sí, me parece que era ese caso... ¡más de un año, compañero! ― le dio un golpecito en la espalda a modo de riña ―. ¿No has pasado por Nueva York desde entonces?

― Si te digo la verdad, normalmente evito venir aquí ― le confesó, con una mueca que pretendía ser una sonrisa en la cara. Eisuke le miró con los ojos serios.

― ¿Por ella? ― Shinichi se sorprendió. No pensaba que él le fuese a sacar el tema. ― Vamos, piensa que ya queda menos. ¿Para qué viniste aquí, sino?

― Lo sé, tengo que acabar con esto de una vez. Por suerte estos días podré avanzar algo... Porque, ¿cómo va vuestra búsqueda?

― Todo lo que sabe la CIA lo tiene el FBI.

― Perfecto ― se animó y sonrió sintiendo que sus tiempos de instituto reaparecían. Podría investigar un caso por su cuenta ―. Gracias otra vez.

― Bien, ahora sí, te enseñaré dónde dormirás. No es un lugar muy espacioso y me temo que tampoco cómodo ― Shinichi le interrumpió diciendo que no se preocupara ―. Por cierto, yo trabajo todos los días a casi todas horas... Como tú, me imagino ― los dos rieron ―, así que tendrás bastante independencia.

― Claro, genial.

― Sólo te pido que no provoques que destrocen mi casa. Ya sabes, por si te metes en un lío... ― bromeó. El invitado no tuvo problemas en aceptar la condición.

― Haré lo que pueda ― sonrió ―. Bueno, voy a instalarme. Y a dormir... ―añadió, masajeándose las sienes.― Llevo demasiados días sin dormir bien...


N. de la Autora:

¡Hola! Necesitaba escribirlo, lo siento. No dejaré los otros fics atrás. Lo juro.

Bien, este fic será mi "final" de DC. ¡Espero que os guste! Ya habéis visto que Shinichi y Heiji están en EEUU, y trabajan para el FBI... ¿Qué hacen allí? Bueno... Tendréis que seguir leyendo. Ah, como esto está pasando en tierras americanas, he puesto diálogos en inglés... He intentado que sea bastante poco, y creo que se entienden sin necesidad de traducción. Pero si hay problemas, decídmelo.

Y si seguís mis otros fics... Ya sabéis que me encanta poner referencias de cosas que me gustan... Esta vez no iba a ser menos. La dirección que le da Shinichi al taxista, que es donde vive Eisuke Hondo, es ni más ni menos que... ¡la dirección de Ted Mosby en How I Met Your Mother! (o eso encontré en internet...)

Por cierto, ¿está claro por qué Nueva York le trae recuerdos justamente a Shinichi verdad? ^/^ ¿Y la vieja herida que se le ha abierto a Heiji... en el estómago? ¡Lo dejo ahí!

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