Los personajes de Tangled: The series, no me pertenecen, solo la historia. ¡Porque esta pareja necesita apoyo en español!

¡Arriba el Cassandra x Varian!


— DEJAME AYUDARTE A OLVIDARME —

1


Cassandra no ama a Andrew, ¿por quién la toman? Ella no es la típica niña tonta que se enamora a primera vista, porque está totalmente convencida de que eso no existe, casi tanto como Varian lo esta de que la magia solo existe en cuentos de hadas. No, de hecho ella es muy inteligente, en toda su vida su sexto sentido nunca le falló y ahora este le decía que el tal Andrew no era de fiar. Lo sentía en el escalofrío que le recorrió en la espalda nada más le vio y esté comenzó a coquetearla. Por supuesto nunca admitiría en voz alta que ella era de las que creían en sensaciones y supersticiones, Eugene no se cansaría de burlarse de ella si se enteraba. De todas formas, le siguió el juego, aprovechó que el extraño no la conocía realmente y fingió caer rendida a sus brazos. Vería que pretendía el hombre y de paso se divertiría un poco. Coquetearle era solo un juego que no significaba nada para ella.


Varian se sentía especialmente feliz ese día, mientras se dirigía al palacio de Corona, en busca de Rapunzel. La necesitaba única y especialmente a ella (bueno, a su pelo) para probar su nuevo invento.

Su vena de alquimista, como siempre, no había podido estarse quieta. El joven se había hecho con algunos extractos de aquellas rocas negras puntiagudas que le inspiraron para crear el Cassandrium. Le había prometido a las chicas que no le contaría nada a nadie sobre ellas y la reacción que provocaban en el cabello único en su especie de la princesa y lo estaba cumpliendo bastante bien, ya que él no era Eugene, menos mal, pero ellas no le hicieron prometer que no las investigaría para descubrír que ocultaban. Así que aprovechó ese vacío para conseguir lo que quería y aun así seguir siendo un buen amigo. Sí, cuando se trataba de alquimia Varian podía ser realmente muy pillo, como cualquier otro chico de su edad.

Aunque no lo demostraba, el cabello de Rapunzel le había traído de cabeza desde la primera vez que lo vio ante él. Tan largo, tan indestructible y supuestamente mágico. ¡Bah, que cosas, la magia no existía...! ¿O sí? Después de todo la noble princesa de Corona no mentiría, ¿por qué iba a hacerlo? Realmente, la existencia de ese pelo aparentemente imposible, pero que existía, le había hecho dudar seriamente y por primera vez de su convicción férrea de que la magia no era real. Ahora tenía una duda muy grande dentro de sí. Si la magia existía o no, él quería, más bien necesitaba para su salud mental, saberlo con certeza. Y la respuesta se hayaba en esas rocas.

Todavía guardaba los resultados de las pruebas que le hizo a Rapunzel cuando ella y Cassandra acudieron a pedirle ayuda. Gracias a la suerte no se perdieron con la explosión. Varían estaba orgulloso de lo resistentes que eran sus máquinas... bueno, algunas. Esas lecturas le mantuvieron con los ojos y la boca bien abiertos en shock durante bastante tiempo, pero no supo como logró reponerse y utilizar la información para cambiar los polos en las rocas que fueran los mismos que guardaba dentro de si el cabello de la princesa. Sí, había descubierto que el pelo de Rapunzel y las rocas eran un nuevo tipo de imán nunca antes visto. Se lo habría dicho a todo el mundo y de seguro se habría hecho famoso, si no fuera por su promesa. Y eso era infinitamente más importante. ¿Con qué cara miraría a Cassandra y a la princesa, entonces, quienes habían confiado plenamente en él? No, fallar a su palabra no era una opción. Eso era un ejemplo sobre lo buen amigo que era el chico, otro ejemplo de ello era el hecho de que se había desvelado por semanas para crear con las rocas que había tomado unas tijeras especiales, creadas especialmente para cortar la melena de titanio de Rapunzel. No sabía si funcionarían, por eso necesitaba a su amiga para comprobarlo. Y si de verdad servían, bueno, le ahorraría a la joven muchas incomodidades, y eso es lo que los amigos hacían por otros.

El chico custodiaba celosamente la tijera de roca negra contra su pecho por los pasillos del lugar, saludando a cada criado y soldado que se encontraba por el camino. Puede que la exposición de ciencias de hace semanas no hubiera salido completamente a pedir de boca, pero al menos ahora la gente sabía que Varían no era el monstruoso brujo que pensaban, si no un inocente chico de 14 años que de ninguna manera deseaba ser destructivo. Solo eran gajes del oficio. Además era amigo de su querida princesa y si no querían que Rapunzel se pusiera triste, mejor era no hacer entristecer a ninguno de sus amigos, por muy pintorescos y extraños que estos fueran.

— Varian —al escuchar su nombre de la voz del Capitán de la Guardia, el chico se paró en seco y se giró a ver al imponente hombre que se le acercaba. Tragó saliva de forma que, deseaba, fuera imperceptible. Ese hombre le imponía mucho respeto y también algo de miedo por su trabajo, pero sobretodo por ser el padre de la chica que le gustaba—. Ese es tu nombre, ¿Varian, verdad?

— Sí, señor —contestó el chico haciendo una leve inclinación de cabeza, mordiéndose el labio inferior para no añadir "aunque puedo llamarme como a usted más le guste, señor". En serio que debería aprender a tranquilizarse más en presencia de ese hombre.

— ¿Qué traes ahí, chico? —le cuestionó el hombre, señalando su invento.

Oh, claro. Debió suponer que era obvio que le preguntarían, después de todo ver al chico número uno en lo que a causar destrucción se refería en todo el reino, recorriendo los pasillos de palacio con unas tijeras, no debía de ser muy tranquilizador. Varian estiró los brazos y le mostró las afiladas tijeras de un negro brillante al Capitán de la Guardia Real, casi con reverencia.

— ¿Unas tijeras?

— U-un regalo para la princesa, señor —ante la ceja alzada del hombre, el alquimista procedió a explicarse—. Son unas tijeras especiales pensadas para cortar únicamente su cabello. Las he hecho yo.

Pasaron unos segundos de silencio en el que el hombre se meso su bigote, decidiendo entre si confiar en él o no.

— ¿Y funcionan?

— Eso es lo que espero.

Asintió, conforme, al ver el brillo de determinación en los ojos azules del más joven. Aunque varias destrucciones habían sido culpa suya, ese chico era amigo de su hija y el hombre confiaba lo suficiente en el juicio de su querida Cassandra.

— La princesa Rapunzel no se encuentra, salió a dar un paseo por el pueblo hace dos horas.

— Gracias, señor —agradeció Varian con otra inclinación de cabeza, mientras se disponía a dar medía vuelta con energías renovadas.

No porque quisiera poner la mayor distancia posible entre él y el Capitán, no, para nada.

— Ve con cuidado —le pidió el hombre mientras le despedía con un brazo.

"Me agrada este chico —pensó para sí, mientras retomaba su guardia en el sentido contrario por el que había ido Varian—. Nunca se rinde"

"Si Rapunzel ha salido sola, lo más probable es que la encuentre en la plaza, cerca de la tienda de Atila" —pensaba el chico, con una gran sonrisa dibujada en su cara.

Y si no estaba allí, pues solo tenía que preguntar, ya que a nadíe le pasaba desapercibida la presencia de la princesa de Corona, siempre llendo descalza y con esa melenaza rubia... ¡Ya no podía con la expectación de probar su invento!

Entonces, una risa femenina le fastidió sus planes. Si no se escuchaba con atención, podría parecer una como cualquier otra, pero la realidad era que jamás había oído una risa igual, recatada pero libre a la vez, y por alguna razón ese sonido le encandiló. Era la risa perfecta. Y algo en su interior le decía que le pertenecía a Cassandra. Conocía demasiado bien su timbre de voz, ya que muchas veces había fantaseado con ella animándole y diciéndole cosas lindas al oído. Por supuesto que eso nunca pasaría en la realidad, ¡Cassandra era una chica tan fría! Era por eso que siempre le faltaba valentía para confesarle que le gustaba desde que le salvó de la explosión... Bueno, por eso y porque temía hacer el ridículo, después de todo ella tenía 18 años y muy a su pesar solo le veía como un niño, estaba seguro. Además, lo reconocía, era la primera vez que se enamoraba y no tenía ni idea de como reaccionar ni como sobrellevarlo. Pero por soñar uno no pierde nada y estaba seguro de haberle lanzado las suficientes indirectas como para que el más tonto del pueblo pillase lo muy colado que estaba por sus huesos, así que ella ya debería de haberlo notado. El hecho de que Varian sea el único al que ella permitía que la llamase "Cassie" sin echarse a su garganta debía significar algo, ¿verdad?

Varian siguió el sonido de aquella angelical y a la vez ruda voz hasta la entrada del Gran Comedor, sí, sin duda provenía de ahí. La puerta se hallaba cerrada pero con una mano él consiguió abrirla... solo un cuarto. Porque a través de la rendija, lo que vio le había dejado totalmente estático en el sitio, incapaz de reaccionar. Cassandra llevaba puesto su vestido azul de dama de compañía, ese que la hacía ver más femenina de lo que en realidad era, más alcanzable, aunque en ese momento no estuviera acompañando a Rapunzel. Pero eso no signicaba que estuviera sola. No, para nada. Un hombre que Varian no había visto en su vida la acompañaba. Se veía tan alto, tan fuerte y tan seguro de si mismo, que el joven alquimista sintió una pequeña puntada de celos. Puntada que se transformó en dolor intenso en cuanto no pudo apartar la vista del rostro de Cassandra, quien miraba a ese extraño con una sonrisa bellísima y un inestimable brillo en los ojos. Sonrisa y mirada que el atractivo desconocido le devolvía, como si ambos compartieran una conexión de lo más especial. Ninguno de los dos se dio cuenta de que tenían compañía.

"Está enamorada —le dijo una voz mordaz en su interior, mientras veía a la chica de sus sueños tomarse de la mano con ese desconocido. Para cuando los rostros de ambos se juntaron en un beso, la vista de Varian se nubló a causa de las lágrimas. Ni siquiera se había dado cuenta de cuando había comenzado a llorar— y no de ti, perdedor enclenque"

Incapaz de seguir viendo más, apartó bruscamente la mirada, pero aun así sus oídos seguían funcionando cuando, totalmente abatido, se dejó apoyar en la pared del pasillo y escuchó la voz de ese hombre llamar a su amiga Cassie. ¡Cassie! Se dobló llevándose una mano al corazón herido, sintiendo la desazón del desengaño corroerle por dentro. Dolía tanto, se le hacía tan difícil respirar.

— Te amo, Andrew —seguia escuchando, y eso ya fue el fin de su cordura—. Estaremos juntos para siempre.

Andrew. Así se llamaba ese maldito suertudo.

Todo se borró de la cabeza de Varian. Las tijeras que había hecho con tanta dedicación y cariño para Rapunzel de repente ya no tenían ninguna importancia para él. Se le resbalaron de su temblorosa mano cayendo con estrépito al suelo, a la vez que su creador echaba a correr, incapaz de ver por donde iba, incapaz de pensar en un sitio en el cual poder refugiarse de lo que acababa de presenciar, porque ya se había quedado tatuado en su mente. Otra derrota más que añadir a su interminable lista de fracasos.

— ¿Qué ha sido eso? —Andrew se separó bruscamente de Cassandra al escuchar el ruido de las tijeras estrellarse contra el suelo, para quedarse mirando a la puerta entreabierta.

La chica aprovechó que él no la estaba mirando para hacer una mueca de sospecha. ¿Por qué tan nervioso, hombreton?

— Vamos a ver.

Ambos salieron al pasillo, solo para encontrarlo totalmente vacío.

— Que extraño... —comentó el hombre mirando hacía el horizonte y no eencontrar nada más allá de vacío.

Mientras, al moverse Cassandra chocó contra algo y miró al suelo.

"¿Qué hacen aquí estas tijeras? —pensó extrañada mientras las recogia. Pero al tenerlas cerca de su rostro, sus ojos se abrieron en shock— Este material... ¡Son las rocas negras!"

Rápidamente las escondió tras su espalda, no sabía de donde habían salido, pero no podían significar nada bueno.

Andrew se dio la vuelta demasiado tarde como para notar algo, Cassandra simplemente le sonrió como si nada ocurriera.


Las piernas de Varian comenzaron a fallar en medio de todo el griterío de gente que pasaba por la plaza de Corona. Abatido y sin más fuerzas, el chico se sentó al borde de una fuente, cabizbajo y abrazándose a si mismo. Las lágrimas ya no caían, se había obligado a dejar de llorar, pero no había hecho el esfuerzo por borrar las marcas que habían dejado las primeras en su rostro.

"Vamos, venga ya, Varian, ¿qué esperabas? —se reprendió a si mismo en su mente— En el fondo ya lo sabía, ¿cómo iba a corresponderme? Es estúpido, ¿a santo de qué una chica triunfadora como ella iba a perder cuatro años de su vida esperando a un patán bajito y enclenque que tiene que ser salvado de sus propias invenciones como yo? Solo sé crear desastres, nadie va a quererme nunca. Nunca"

La misma Cassandra se lo había dicho cuando le salvó la vida por segunda vez, en lugar de brindarle protección al hombre del cual ella era guardaespaldas.

"No te hagas ilusiones, chaval" —le había dicho. ¿Pero cómo no hacérselas? De entre el hombre al que debía proteger a todo costo y él, Cassandra ni tan siquiera tuvo que pensárselo dos veces para tomarle a él en brazos y alejarlo del peligro.

Y luego le había tratado de manera tan comprensiva, incluso había alagado su trabajo y le permitió llamarla Cassie, afianzando así su relación... que aunque era de amistad, por algo siempre se empieza. Y eso era muy especial, porque él era el único ser sobre la Tierra que tenía permitido tomarse esa confianza con ella... Pero ahora sabía que eso era una mentira.

Cassandra le había mentido, indirectamente, pero lo había hecho.

Su heroína era una mentirosa. Y él un tonto inocente.

"Papá tenía la razón —pensó hundiéndose más en si mismo—. Enamorarme de ella solo ha valido para hacerme daño. ¡Da asco!"