N/A: Los personajes le pertenecen a Yūsei Matsui y yo no gano nada haciendo esto, por desgracia. Y por desgracia también, este es mi primer fanfic del fandom. A ver qué tan mal está.
Porno
Godai bostezó mientras de desperezaba, y miró a su alrededor: la oficina de detectives estaba vacía, rebosante de silencio, y sólo iluminada por la luz del sol que se colaba por los ventanales.
El delincuente se rascó la cabeza con la punta de las uñas, recién levantado y por una parte, todavía dormido. Cuando parpadeó un par de veces, recordó que la chiquilla se había ido hace un rato a su casa, a saber sabe qué cosa, y el bicho raro del imbécil de Neuro había desaparecido de pronto al medio día, para su gran suerte, porque la noche anterior se había metido una puta resaca que aún no se lograba quitar y que el tiempo parecía hacer aumentar la intensidad de su jaqueca.
Por el color anaranjado oscuro del cielo, Godai podía adivinar que ya estaba anocheciendo. Se levantó del sillón bostezando aún y se dirigió al escritorio de Neuro. La computadora se encontraba apagada y todo perfectamente ordenado, como si nadie hubiese estado ahí.
—Este tío me ha escondido de nuevo los cigarrillos… —buscó entre los papeles del primer cajón de la derecha, pero no encontró nada parecido a una caja de cigarrillos de las que él compraba, sin embargo, al fondo y debajo de todos esos papeles, parecía haber algo más interesante que el tabaco en sí.
Él reprimió una exclamación de asombro. Sus mejillas estaban rojas, como tomates, y sus ojos brillaban intensamente.
—Joder. Yo que pensaba que este tipo era un puto cabrón insensible —gimoteó lastimosamente—. Esto es… ¿una revista porno?
—Así que así se llamaba, Esclavo número dos. Si no fueras un estúpido humano, quizás te lo agradecería.
La voz de Neuro se hizo escuchar por la sala. Cuando Godai no lo encontró en ninguna parte, miró hacia el techo y, efectivamente, el demonio se encontraba de cabeza a su lado, mirando atentamente la revista que hojeaba con ninguna expresión o gesto en particular. Maldijo. Él estaba cachondo y el otro parecía estar viendo paisajes verdes en lugar de tetas con pezones tan grandes que parecían no ser reales y que según su opinión, debía de tocar algún día.
—¿Ahora ves porno en lugar de resolver misterios?
Neuro rió quedadamente, y bajó de un salto al techo. Se limpió el polvo de su traje azul con unos golpecitos.
—Hn. Aunque tu cerebro de cucaracha no lo comprenda aún explicándolo dos veces, estoy resolviendo un enigma. Y no es sólo eso. Estás demasiado excitado como para pensar.
Godai carraspeó enojado.
—¿Y luego? ¿Por fin descubriste que eres un puto adicto a la pornografía además de un sádico cabrón? Pues no quiero decepcionarte —gruñó enfadado—, pero eso nunca ha sido un misterio.
—Me sorprende que puedas hacer una frase de más de dos palabras, esclavo número dos —lo cortó Neuro, mordaz. Sus grandes ojos verdes relampaguearon con diversión—. Te subestimé. Pensé que Yako era la única cochinilla capaz de comprender lo que digo aquí. Un poco, al menos. Lo que veo es que piensas más rápidamente cuando eres humillado, y el bulto de tu entrepierna crece. Interesante.
Ambos bajaron la vista. Godai se sonrojó.
—Vete a comer mierda —espetó, y tiró la revista al suelo.
Neuro lo miró irse sin ninguna expresión en particular, y al cerrarse la puerta, en sus labios se formó una línea recta.
—¿Qué le pasará a Yako si ve esto? —el demonio no pudo evitar sonreír maquiavólicamente.
Explorar a los humanos comenzaba a hacerse una actividad divertida.
