¡Eeeeeli! ¿Estamos bien?
¿Verdad?
Parte 1/3
Basada en: "Play date" de Melanie Martinez.
PRIMERA PARTE
"WE'RE JUST PLAYING HIDE AND SEEK"
Ay, qué dicha la mía. Tengo el placer de relatarles esta linda historia.
Linda para mí, obviamente.
Buttercup y Butch mantenían una relación bastante comentada por quienes estaban a su alrededor. No por tóxica, abusiva ni nada que se le pudiera parecer, es solo que las relaciones abiertas no eran vistas de la misma manera que una relación "formal" y oficial. No sé si me están entendiendo.
Estaban "juntos" pero eso no era un impedimento para que se involucraran con otras personas.
Buttercup fue la que sugirió ese tipo de relación cuando, a los diecisiete años y luego de tener su primera vez, se dio cuenta de que no quería estar atada siempre a una sola experiencia. Tampoco quería eso para Butch.
Su concepción inicial era que quería conocer más tipos de hombres para después poder centrarse en una sola relación formal. Butch, en tanto, solo le hizo caso a su idea porque era la única manera de mantenerse cerca de ella.
Estudiaban en la misma universidad, pero no la misma carrera, por lo que sus facultades quedaban en las alas opuestas. Mientras que Butch estudiaba química, Buttercup estudiaba leyes. Las facultades de ciencias y humanidades suelen quedar bastante lejos las unas de las otras.
–Butter –dijo Bubbles tocando la puerta de la habitación–, Blossom dice que el desayuno ya está listo.
–Ya salgo.
Terminó de colocarse los zapatos toscos y salió de su habitación. Junto a sus hermanas, formaban parte de una fraternidad de supuestamente cinco miembros, pero las otras dos chicas, Robin y Kristen, solo llegaban a dormir, debido a que estaban recuperando clases que perdieron y se atrasaron, por lo que solo estudian en la biblioteca y llegan a la hora de la cena.
Jamás se les ve durante el día, pero todas saben que viven ahí.
Blossom se encargaba del desayuno la mayoría de las veces, sino era Bubbles, pero la cena se la dejaban a ella, Buttercup, porque cada día salía con una receta nueva que probar y qué mejor que sus hermanas y amigas para ser los experimentos.
–¿El viernes viajaremos a Townsville? –preguntó Blossom antes de darle un sorbo a su jugo de naranja.
–Sí –respondió Buttercup–, eso le habíamos dicho al Profesor. Además, el sábado tenemos esa cosa –le restó importancia– con el alcalde…
–¿La declaración pública? –pregunta Bubbles.
–Esa cosa –afirma Buttercup.
–Espera –interviene Blossom dejando el vaso sobre la mesa, frunció un poco el ceño y miró extrañada a Buttercup–, ¿tú no ibas a juntarte con Butch el viernes?
–Sí, ¿por qué?
–¿A qué hora?
–¿Esto es un interrogatorio?
–Con Bubbles nos iremos a eso de las siete –dice tajante.
–A las siete me tendrás de vuelta en la fraternidad, lista para irme con ustedes.
–¿Segura?
–Segura.
Bubbles se sentía bastante extra en esas conversaciones donde Blossom, poco menos, buscaba darle una reprimenda a Buttercup. Y es que a la líder de las PPG no le gustaba la relación que mantenían Butch y Buttercup, porque estaba lejos del estándar al que ella estaba acostumbrada.
Pero nunca le decía nada ni trataba de influirle para que dejara esa relación, después de todo, era problema de Buttercup, de nadie más.
Y Buttercup se aprovechaba de la situación para hacer enojar a su hermana.
–Bien, entonces a las siete. Ni un minuto más, ni un minuto menos –declaró Blossom.
–Aquí me tendrás, hermanita querida –se burló Buttercup y como si fuera muy inocente, le sonrió.
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Fíjense en esta situación:
Buttercup estaba despertando en otra habitación, pero no es como si hubiera dormido de un día para otro, sino que solo fueron un par de horas.
Miró la hora, todavía quedaban quince minutos antes de las siete, pero no estaba apurada. No, porque ese día era martes, no viernes, y bien sabía que los martes la primera en llegar era Blossom a las siete y media, luego llegaba ella a eso de las siete con cuarenta y cinco, con la excusa de sus tutorías.
Claro, además de recibir apoyo académico, recibía apoyo sexual.
Su tutor, un tal Jonathan que no vale la pena describir, era el encargado de ello.
–Ah, despertaste –dice el rubio ese–. ¿Te quedas a comer?
–Olvídalo –responde Buttercup sentándose en la cama, miró a su alrededor en busca de su sostén–, debo irme a mi fraternidad.
–Como gustes –suspira–. De todos modos lo decía porque mi novia no vendrá esta tarde.
–Ah, y como la ingenua de tu novia no viene, quieres tenerme en tu cama un rato más –se burla–. Qué iluso eres si crees que voy a ser un consuelo. Recuerda que tú eres mi pseudo consuelo.
–No tienes por qué decirlo de esa forma –fingió tristeza.
–Ya, deja que me vista. Butch ya está por llegar.
–¿Él te llevará a tu fraternidad? –se extrañó.
–Sí, como siempre.
Buttercup se había puesto la camiseta y ya se estaba abrochando el botón del pantalón.
–¿No sospecha? –Buttercup lo miró incrédula–. ¿Qué?
–Butch sabe que me acuesto contigo –dice con un tono de obviedad–. A diferencia de ti, yo no le soy infiel.
–¿Cómo es eso?
–No tengo por qué darte explicaciones, ¿o sí?
Jonathan guardó silencio, sabía que no le convenía tener una discusión con Buttercup si quería seguir manteniendo lo que quería tener.
–Nos veremos la próxima semana, ¿verdad? –preguntó el chico.
Buttercup le sonrió, caminó hasta él y le besó la mejilla.
–De momento, sí.
No dijo nada más y salió del departamento del tutor. Bajó por las escaleras y, cuando se encontró en la calle, antes de que siquiera pudiera acercarse a la parada de bus, el auto de Butch apareció, y el chico le sonreía desde adentro mientras le bajaba el volumen a la música.
–¿Te llevo, preciosa?
–Qué imbécil eres.
Nada más se subió, iba a besarle pero el corrió la cara, dejándola con los labios estirados. Solo para molestarla.
–¿Crees que me podrás besar luego de que quizás qué cosas hiciste con esa boquita? –molesta Butch.
–Ah, jódete.
–Jódeme.
Buttercup le dedicó una mirada de reproche, pero al chico le pareció lo más divertido del mundo. Pasó su lengua por el aro negro que tenía en el lado izquierdo de su labio y se encogió de hombros.
–Solo fue una sugerencia.
–Siguen en pie nuestros planes del viernes, ¿verdad? –preguntó ignorando por completo lo que dijo el chico antes.
–Sí, ¿por qué? ¿Los quieres cancelar?
–No, es solo que debo estar a las siete en la fraternidad. Mis hermanas dicen que a esa hora nos iremos a Townsville.
–Bien, pues estarás antes de las siete.
–No es necesario que sea antes.
–Sí, sí lo es. Mira, te pasaré a dejar, y después me iré a divertir con un par de chicas que conocí el fin de semana pasado en el club.
Buttercup se quedó en silencio.
La naturalidad con la que hablaba Butch le molestaba, por completo. Y era una ridiculez, en verdad, porque ella hacía lo mismo, hablaba de sus otras parejas sexuales como si nada frente al chico sin considerar sus sentimientos ni nada por el estilo. Pero cuando él lo hacía, sentía que tal vez, y solo tal vez, ese tipo de relación abierta era un poco difícil de llevar cuando los sentimientos entre ambos empiezan a crecer, incluso cuando no queremos que pase.
Pero, vamos, quién mierda ha podido controlar al cien por ciento sus sentimientos, y no, no hablo solo de los sentimientos románticos.
¿Ya ven? Nadie, y si los llegase a haber, son contados con los dedos de una mano.
–Ah –dice Buttercup–, pues, que lo pases bien.
–Gracias, preciosa. Claro que no será tan maravilloso como estar contigo, pero bueno.
–No empieces con eso, Butch –se queja–. Ya te dije que si quieres estar conmigo, será en una relación abierta. Sin exclusividad, sin sentimientos, sin nada más…
–No es necesario que lo digas.
Buttercup Utonium es sino una de las personas más estúpidas que ha pisado el planeta, y todo por sus ideas y arrebatos que no le permiten pensar antes de hablar. Ella llega y suelta toda la mierda, no lo raciona, y después se está quejando en la soledad de su habitación por lo idiota que es.
Es que sí, lo es, admitámoslo.
–Entonces, el viernes te tendré toda para mí –molesta Butch luego de estacionar frente a la fraternidad.
–Hasta antes de las siete –recalca ella.
–Hasta antes de las siete –repite–. Nos vemos mañana.
–Nos vemos.
Iba a salir del auto cuando Butch la toma del brazo y la acerca a él para darle un beso en la boca.
–Ahora sí, esa es una despedida.
–Imbécil –sonríe, niega con la cabeza y sale del auto.
Butch ni siquiera esperaba a que entrara para marcharse. A pesar de que en un principio lo hacía, Buttercup le pidió que no lo hiciera; ahora mismo, se maldecía por habérselo pedido.
Avisaré por mi cuenta de instagram (floorvioleetta) cuando esté por publicar la segunda parte.
Por leer y su apoyo, ¡muchas gracias!
