Disclaimer: Todo lo que tenga relación con la saga Los héroes del Olimpo salió de la cabeza de Rick Riordan.
Aviso: Este fic participa en el reto Frank Zhang, del foro El Monte Olimpo
—Mamá esta vez podrías quedarte.
Emily Zhang se quedó quieta, sosteniendo una camisa pulcramente doblada frente a su bolsa de viaje. Suspiró, guardó la prenda y se volvió hacia su hijo. Frank estaba apoyado en el marco de la puerta, tratando de parecer totalmente casual, aunque en su fuero interno estaba a punto de perder los nervios.
Y Frank se alteraba más cada vez que pensaba en la razón de su inquietud. Hasta él creía que era una tontería.
—Frank, cielo. —Dijo su madre con ese tono suave que usas todas las madres— Ya hemos hablado de esto otras veces. Iré a Iraq y volveré para tu cumpleaños, ¿vale?
Emily se giró para terminar de preparar su equipaje, angustiando a su hijo sin saberlo. Frank trató de formar un argumento convincente, pero su mente se quedó completamente en blanco. Un escalofrío le recorrió la espalda al pensar en aquella corazonada que le movía.
Oyó cerrarse la cremallera y su madre se cargó la bolsa al hombro. Caminó hacia la puerta y se paró junto a él.
—No te preocupes, Frank.
Salió de la habitación y Frank la siguió hasta el vestíbulo, donde su madre cogía las llaves del coche. Frank saltó de peldaño en peldaño hasta detenerse en el primer escalón.
—Mamá, por favor. —Imploró— Solo esta vez. Quédate, por favor.
Emily suspiró pesadamente y se acercó a su hijo. Frank era dos cabezas más alto que ella, y subido al escalón parecía un gigantón imponente, con una cara rechoncha pintada con la inocencia. Le aferró las manos y le hizo bajar del escalón con suavidad.
—Frank, cariño —Musitó suavemente—, sabes que debo volver. Debo dirigir a mi pelotón. Pero volveré para tu cumpleaños. —Le acarició la mejilla con dulzura— Te lo prometo, cielo.
—Mamá. . .
—Compórtate como un hombre, fai. —Lo regañó su abuela.
Emily abrazó a su hijo, abrazó a su madre y salió por la puerta, preparada para combatir junto a su pelotón en Iraq. Frank escuchó el ronroneo del motor y, segundos después, percibió el sonido de los neumáticos alejarse de la casa.
—No te pongas a lloriquear, fai. Tu madre es una mujer fuerte.—Murmuró su abuela antes de marcharse a la cocina.
Frank suspiró pesadamente contra la quietud y soledad del vestíbulo. Dirijió la vista hasta la puerta, imaginando que podía ver marcharse a su madre tras ella.
—Ojalá este presentimiento tan solo sea miedo. —Musitó para el aire— Espero que vuelvas pronto de Iraq, mamá.
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