—¿No estás listo todavía? —cuestionó Chloé, luego de que haya tardado tres horas en arreglarse.
—Me pongo las zapatillas...
—No lo puedo creer, aun no estás listo—refutó Chloé, indignada—. ¿La película ya no va a empezar?
No le gustaba que le hagan esperar, aun si ella lo hace.
—Tu tardaste tres horas—espetó Nathaniel.
—Exacto—dictaminó—. Tuviste tres horas para ponerte las zapatillas.
Su novio sonrió levemente, ella y su lógica.
—Por cierto—empezó, mientras se ataba los cordones—. ¿Vas a ir así? —dedicándole una mirada a su persona.
—¿Tiene algo malo mi ropa? —preguntó mirando su vestimenta—. Si no me cambio...—empezó y Nathaniel comenzó asustarse, otras tres horas más y como iban...llegarían a la función de medianoche.
—No, no me refiero a eso—dijo—. Estas perfecta—Ella era una obra de arte—. Me refiero— apuntó a su cara.
Chloé se dirigió rápidamente al espejo, al mirarse, verificó que no se había corrido.
—Te maquillaste.
—Obviamente.
El chico, suspiró. No importara cuanta veces, le decía que era hermosa sin el maquillaje puesto, ella no dejaba que el mundo la viera bellamente natural.
—Chloé...—suavemente—. Lávate la cara y vamos.
Ella abrió la boca horrorizada, como si su novio hubiera dicho una blasfemia.
—No—denegó con fuerza—. Tarde dos horas para verme asombrosa, lo que me estas pidiendo es... ¡Ridículo, absolutamente, ridículo!—exclamó. No podía ver que tenga coherencia.
—Vamos al cine no hay necesi...
La muchacha lo interrumpió.
—Mira —objetó—. Pintar cuadros es tu arte ¿Cierto?—él asintió—. Genial, pintar mi cara es mi arte y si no puedes respetar mi arte... —declaró—. No puedes tener mi corazón.
—¿Eh?
Chloé volvía a pasos rápidos a la habitación. De inmediato Nathaniel fue tras ella, encontrándose la puerta en su cara, al justo cerrarla.
—Hey, ¿Te enojaste?
Chloé frunció el ceño. Sus brazos estaban cruzados, detrás de la puerta ¡Pues, claro que estaba enojada!
—Chloé, sin maquillaje te ves bonita—dijo—. ¿Lo sabes, verdad?
—Claro que lo sé, tonto tomate—espetó abriendo la puerta para clavar sus ojos azules en los turquesa de él—. Pero, me gusta maquillarme, me hace sentir segura y mucho más hermosa de lo que soy. Amo ponerme rímel, base, lápiz labial, delineador, sombra, corrector... —hizo una pausa, dejando de nombrar los tipos de producto que usa—. Tu pintas en lienzos —argumentó Chloé—. Yo lo hago en mi cara...
Quería que entienda, ella ama maquillarse. No era baja autoestima o lo que se le ocurra, le gustaba hacerlo, le gustaba verse en el espejo y comprobar su resultado final.
—Y lo haces hermoso—dijo Nathaniel viendo la linda cara de su novia y que el maquillaje resaltaba más esa belleza—. Te ves hermosa, Chloé —los dos, sonrojándose levemente por el halago dicho.
—Tardaste en decirlo—replicó, intentando disminuir la vergüenza—. Ya lo sé—sonriendo de forma ladina—. Pero, aun así quiero que me lo digas.
Él sonrió.
—¿Vamos? —la rubia, preguntó.
Nathaniel afirmó sin dejar de mirarla. Porque, a pesar de que Chloé cada día se pintaba, dándole retoques, mejorando la obra que ya era su rostro. Ella, ya era una obra de arte.
