Esta historia está totalmente libre de spoilers de Dealthy Hallows. Empecé a escribirla antes de saber como termina la saga asi que cualquier parecido con el libro de J.K. es una casualidad aunque he redactado la trama siguiendo las pistas que ella dio antes de la publicación de D.H.
Saldrán los espejos de Sirius, la moto voladora, Víctor Krum, hará magia alguien que no la había hecho nunca y todos esos pequeños detalles que ella adelantó. Espero que os guste y como ya he leído el final podéis dejar spoilers en los rr.
CAPÍTULO 1: Una extraña visita
La calurosa tarde de verano llegaba a su fin y una suave brisa comenzaba a soplar refrescando el ambiente. El sol se había puesto hacía poco rato, después de brillar de forma despiadada durante todo el día y las largas hileras de casas de ladrillo rojizo de Privet Drive todavía conservaban el calor acumulado a lo largo de la jornada. La calle estaba desierta, todos los habitantes permanecían aún dentro de sus casas, en las que se habían atrincherado horas antes buscando un refugio en el que protegerse del calor abrasador.
Tras una ventana del piso superior del número cuatro asomó la cabeza de un muchacho de cabello negro y revuelto y oteó el cielo que empezaba a oscurecer. Durante unos segundos observó minuciosamente la calle vacía y las casas y jardines de los vecinos, después abrió la ventana y dejó que una hermosa lechuza blanca saliera volando al exterior. Mirando como la lechuza se alejaba el chico se apoyó en el alféizar y se pasó la mano por el pelo, despeinándose todavía más y permitiendo que la brisa del anochecer le refrescara. El gesto dejó al descubierto que bajo el alborotado cabello negro una cicatriz en forma de rayo ocupaba parte de su frente.
Al sentir la estimulante caricia de la suave corriente de aire una imperceptible sonrisa se dibujó en su rostro, en realidad Harry Potter tenía motivos para sentirse satisfecho. En el interior de su cuarto, amueblado por poco más que la cama y una alfombra bastante descolorida, se podían contar al menos una docena de libros desperdigados por todas partes, en las últimas semanas apenas hiciera otra cosa que no fuera leer y practicar y por fin empezaba a observar resultados.
Desde su regreso a Privet Drive, hacía poco más de un mes, se había encerrado en su habitación procurando molestar lo menos posible a sus tíos con su presencia; la familia Dursley por su parte había respondido al muchacho de la misma manera, evitándole siempre que podían y mostrándose bastante satisfechos de no tener que verle ni tratar con él la mayor parte del tiempo. De esta forma habían llegado a un mudo y tácito acuerdo temporal de no agresión que todos respetaban porque sabían que pronto se perderían de vista. Esa noche cumpliría diecisiete años y abandonaría esa casa para siempre.
Después del breve descanso Harry echó un vistazo a la habitación, sabía que su tía la limpiaría con desinfectante en cuanto él la desocupara pero igualmente quería dejarlo todo limpio. La cama estaba hecha y todas sus pertenencias guardadas dentro del baúl, excepto su escoba de carreras, la jaula de Hedwig y los libros que compulsivamente había estado leyendo a medida que la librería Flourish y Blotts se los enviaba. Abriendo la tapa de su baúl comenzó a guardar los libros para tenerlo todo listo cuando la Orden del Fénix llegara a buscarle para trasladarlo a un lugar seguro. En ese momento alguien llamó a la puerta y al abrir Harry se encontró con su tía Petunia, que parada en medio del pasillo sostenía una bandeja con un vaso de zumo y un par de bocadillos.
-Disculpa Harry, como no has bajado a cenar pensé que quizás tendrías hambre, te he subido algo para comer.
- Gracias – contestó Harry cogiendo la bandeja y posándola sobre la cama.
En otras circunstancias le habría sorprendido mucho esta muestra de amabilidad pero últimamente la conducta de tía Petunia no era la misma de siempre, él sabía que en el fondo se sentía ligeramente culpable y que no estaba muy satisfecha con el trato que durante tantos años diera a su único sobrino. Ella permaneció en el quicio de la puerta, asomada pero sin atreverse a entrar, con su largo cuello completamente estirado y disfrutando de una vista panorámica sobre el cuarto de Harry, y aunque el aspecto anormalmente pulcro de la habitación no pasó desapercibido para su ojo crítico de experta observadora no dio muestras de sorpresa al verlo todo recogido.
-Te marcharás esta misma noche ¿verdad? – preguntó aunque ya sabía la respuesta.
-Si – contestó Harry.
-Lo suponía. Pero quiero que sepas que puedes quedarte más tiempo, si eso es lo que quieres.
Estaba un poco incómoda, algo bastante lógico teniendo en cuenta que probablemente aquella fuera la conversación más larga que había mantenido con él en años. Pero quedarse en Privet Drive no era lo que Harry quería, si no fuera el objetivo prioritario en la lista negra del peor mago tenebroso de los últimos tiempos jamás habría vuelto a vivir con sus tíos, y ahora que la protección de la casa estaba a punto de expirar no tenía ninguna intención de quedarse allí ni un minuto más de lo necesario, estaba buscando una forma amable de declinar su oferta cuando antes tener tiempo de replicar algo ella continúo con lo que quería decirle.
-El…el que mató a tus padres, vendrá a buscarte ahora que eres mayor de edad, eso fue lo que dijo tu profesor el año pasado, Dumbledore, cuando estuvo aquí. Él habló de un hechizo que te protegía hasta hoy pero si es necesario…
Tía Petunia parecía no encontrar no encontrar las palabras y Harry lo comprendía, sus tíos habían pasado años ocultándole que él era un mago, fingiendo que el mundo mágico no existía; empezar a hablar de él con toda naturalidad no debía resultarle nada fácil así que esperó y siguió mirándola en silencio, animándola a seguir.
- Bueno, tú ya sabes que a mí no me gustan estas cosas…pero sí se trata de tu vida, él puede volver aquí y hacer un nuevo hechizo si eso te protege.
- No, no puede. El hechizo que me protegía era obra de mi madre y solo funciona hasta que cumpla los diecisiete y de todas formas, aunque ese hechizo tuviera algo que ver con él no podría renovarlo porque está muerto.
Tía Petunia palideció de golpe y su rostro adquirió una expresión de preocupación.
-¿También está muerto, Harry?, ¿ha sido… él? ¿El mismo que asesinó a tus padres?
- ¿Voldemort?, no, está vez no. Pero como si lo fuera, ha sido Snape, uno de sus seguidores.
Durante un momento ambos permanecieron en silencio, mirándose. Harry sabía lo que iba a decir a continuación, lo sabía desde que antes de que ella entrara en su habitación. Había leído todos los libros sobre Legeremancia y Oclumancia que había podido conseguir y había pasado horas y horas practicando. Para su sorpresa descubrió que a pesar del odio mutuo que ambos se profesaban Severus Snape, su antiguo profesor recientemente convertido en asesino, le había enseñado correctamente los principios a seguir; si durante sus clases Harry no había hecho ningún progreso se debía únicamente a su falta de motivación, al menos de eso no podía culpar a Snape.
Al recordar el asesinato de Dumbledore todavía sentía un nudo en el estómago, la rabia, la ira, el odio, burbujeaban en su interior cada vez que sus pensamientos le llevaban hasta Snape. Dumbledore había confiando en él y ahora estaba muerto. Le había asesinado a sangre fría y desde entonces Harry reviviera aquella noche en su cabeza cientos de veces, todavía podía ver el odio reflejado en el rostro de Snape mientras pronunciaba la maldición asesina.
Con un esfuerzo empujó toda su rabia hacia un rincón oscuro en su interior y olvidando lo que había sucedido en lo alto de la torre de Astronomía de Hogwarts volvió a la pequeña habitación del número cuatro de Privet Drice, en la que su tía reclamaba su atención. Harry sabía que no había terminado de hablar. A falta de otras personas con las practicar llevaba semanas leyendo la mente de los Dursley y ahora ya no tenían secretos para él. Harry estaba orgulloso de sus progresos aunque era muy consciente de que de practicar la Legeremancia con muggles, personas no mágicas, era un éxito relativo; cualquier mago estaría mucho más preparado para protegerse, y no digamos Lord Voldemort, todo un experto en la materia, pero por algo había que comenzar. A veces pensaba en lo útil que le habría resultado esta nueva habilidad durante los diez años que compartió con los Dursley sin saber que era un mago, se habría ahorrado muchas broncas de tío Vernon y muchos de los golpes que su primo Dudley le propinaba cada vez que podía alcanzarle.
Pero en ese momento tía Petunia estaba haciendo un descomunal esfuerzo y Harry se obligó a prestarle atención.
- Verás Harry, estos días he estado pensando mucho en todo en esto. Es evidente que corres un grave peligro y creo que estarías mejor si te quedaras aquí. Cuando Vernon y yo te acogimos en nuestra casa, después del asesinato de tus padres, prometimos alejarte de ese mundo, y no solo porque se trate de una aberrante anomalía… - Harry abrió la boca para discrepar pero a esas alturas pensó que no merecía la pena discutir, así que prefirió volver a cerrarla y dejar que su tía terminase, - sino porque era lo mejor para tu seguridad. Lily era mi hermana y a pesar de nuestras diferencias sentí su muerte, no me gustaría que tú termines igual. Tal vez, si te olvidaras de que eres un… - su tía se interrumpió, dudando como continuar ya que seguía resistiéndose a pronunciar la palabra mago - si prescindieras de tus…capacidades, entonces quizás él se olvidaría de ti. Podrías pasar desapercibido y hacer una vida normal, estoy convencida de que si renuncias a tu vida actual podría persuadir a Vernon para que te consiguiera un empleo en la fábrica de taladros.
Harry tuvo que reprimir una sonrisa, la idea de llevar una vida muggle con los Dursley y tener que trabajar con su tío en la fábrica de taladros hacía que la perspectiva de batirse con Voldemort en un duelo a muerte no fuese tan terrible.
-No tía, eso no le detendría, nada lo hará. Me perseguirá hasta que uno de los dos esté muerto. Te lo agradezco pero dentro de un par de horas esta casa dejará de ser segura, si me quedo aquí no solo yo correré peligro, vosotros también. Voldemort ya ha matado a muggles antes.
Este pareció ser un argumento lo bastante convincente para tía Petunia que no volvió a insistir pero antes de marcharse metió la mano en uno de los bolsillos de su mandilón y sacó un antiguo camafeo. Harry no pudo evitar recordar el medallón de Slytherin que debía buscar y destruir pero en seguida su tía lo apartó de esos pensamientos.
-De todas formas Harry hoy es tu cumpleaños, sé que nunca hemos sido muy generosos contigo pero permíteme que este año te haga un regalo. Esto era de tu madre, cuando éramos pequeñas a mí me gustaba mucho y ella me lo regaló el día que se marchó a aprender magia al colegio ese, el mismo al que tú vas. No lo he usado en todos estos años y creo que debería ser tuyo.
Esta vez sí que se sorprendió, no estaba tratando de leer la mente de su tía y estaba claro que el regalo no había sido en ella un acto tan premeditado como su estrategia para pedirle que se quedara a vivir con ellos. Estiró la mano y recogió el colgante emocionado. Podía haberle reprochado que no se lo hubiera dado en todos esos años pero la verdad era que el simple hecho de que no lo tirara a la basura solo porque pertenecer a su hermana era ya algo inaudito y Harry comprendió que a su manera aquello era una muestra de afecto hacia su madre y hacia él.
Iba a agradecérselo cuando algo distrajo su atención, había sido un sonido lejano pero la ventana todavía estaba abierta y tenía la completa seguridad de haber oído como alguien se aparecía al final de la calle. En un instante todos sus músculos se pusieron en tensión y Harry sacó la varita mágica que siempre llevaba encima. La señora Dursley dio un respingo y mirando con recelo la varita de madera se apartó asustada de su sobrino.
-¿Qué ocurre?, preguntó mientras Harry se aproximaba a la ventana.
-Hay alguien fuera, pero todavía es pronto para que vengan a buscarme.
- ¿Es alguien peligroso?
- No lo sé, - dijo Harry mirando por la ventana sin asomarse demasiado, si se trataba de un mortífago no quería ponérselo fácil.
En aquel momento vio como la luz de la última farola de la calle se apagaba y salió disparado hacia el piso inferior, alguien venía y fuese quien fuese él estaría preparado para recibirle.
Todas las luces de la calle se fueron apagando, una tras otra, cada vez que un extraño personaje alto y delgado situado al cabo de la calle presionaba lo que parecía un encendedor de plata. Cuando ya no quedó más luz que la de la luna y el reflejo que salía de alguna que otra ventana de las casas vecinas el anciano echó a andar, la brisa mecía su larga barba canosa. En el recibidor del número cuatro de Privet Drive Harry Potter esperaba con su varita preparada. Cuando el anciano llegó ante la puerta llamó al timbre y Harry entreabrió con cautela.
-Buenas noches, Harry - dijo el recién llegado clavando en él sus azules y penetrantes ojos.
Durante un segundo Harry no respondió, había reconocido al hombre en el mismo instante en el que abrió la puerta, pero aquella era la última persona con la que él hubiera imaginado encontrarse.
