Las campanas sonaban y una pequeña niña lloraba sin consuelo alguno. Las luces entraban al lugar a traves de las ventanas enrejadas y eso causaba el dolor de ojos de la pequeña. Los ojos celestes ya casí se enrojecían cuando alguien entro a la habitación.
—Cálmate, estoy aquí.
Esas palabras y esa protección calmaba al pequeño ser de su agonía, de su dolor interno.
—Yo te protegeré, pequeña.
Entonces gritos se oyeron de los pasillos y la pequeña sintió una ahogadora angustia al oír tal desorden. Un hombre bastante musculoso y de piel aceitosa entro a la habitación con una lanza apuntando directamente al corazón de la bebe.
—¿Qué haces aquí?—Le reclamo el hombre musculoso, molesto—Alejate de ella, es un ser repugnante, es peligro.
—Es sólo un bebe. Están siendo demasiado crueles con ella.
—Es un trato justo, ella sólo causa disturbio. Ni siquiera merece seguir con vida.
—La vida es un derecho, no un privilegio. Idiota.
La bebe sólo oía la escena sin realmente entender mucho. De un momento a otro la persona fue arrastrada a otro lugar por el hombre y la bebe quedo sola llorando sin consuelo existente.
La bebe ha crecido. Ya es una hermosa señorita de 13 años en la aldea del sonido. Toda su miserable vida ha sido cuestión de utilidad de la aldea del sonido en guerras y propios deseos morbosos. Esta chica ha sido corrompida por la maldad del deseo y egocentrismo de su propia aldea.
Se encuentra recostada en la litera de su celda, observando con celos la ventana a los niños jugar. Ellos tienen su misma edad, sólo son gennin jugando a un torpe juego de guerra, creyéndose superhéroes . Ellos no lo son, ella lo es. Ella ha salvado secretamente a la aldea del sonido de cada amenaza que se la impuesto en el camino, y con soberbia y obligación ella a matado a cada posible enemigo. Sin embargo, se siente tan utilizada, ella sólo es una esclava.
Oye como lentamente alguien abre la puerta. Ella solo atina a abrazar sus rodillas y observar de quien se trata. Ve a un hombre bastante corpulento y con una piel morena. Sonreía tétricamente hacia nuestra protagonista.
—Aria-san...—susurro el, mirándola.
—¿Qué quieres?—cuestiono firmemente ella, mirando con desprecio al hombre.
—La aldea de la arena amenaza con su kyubi a destruir nuestra aldea.
—¿Qué quieren?—recalco ella, cortante.
—Serás enviada a destruir la aldea de la arena—sentencio el, seguro. Ella relajo sus tensiones de rostro.
—No.
El hombre se sorprendió de la severidad de la chica, pero antes de articular algo la miro a los ojos, cometiendo su peor error. Cayo en su jutsu mental.
—Dolor...—susurro ella, causando esos sentimientos en el. El hombre empezó a gritar y retorcerse en el suelo, sin embargo para ella ese sufrimiento no era suficiente—Angustia...—el volvía y volvía a gritar más y más fuerte sin un límite, lo que dibujaba una pequeña sonrisa en ella.—El gran final, muerte...
—Pie-dad...—rogó el hombre en su lecho de muerte. Ella solo río como sí se tratara de un buen chiste.
—¿Piedad?¿Te atreves a pedirme piedad?¡Tu y todo el mundo están destinados al dolor que yo sentí!—grito ella, totalmente rencorosa—¿Duele? Ese ardor punzante en el pecho que parece eterno. Esa espina clavada en tu corazón que abre el vacío que sientes. ¡¿Duele?! Ese dolor eterno y rechazo que te lleva a una total locura y odio y venganza, lo único capaz de reponer lo que fue un corazón.—gritaba ella, sin consuelo alguno más que mostrar su dolor—¡¿Duele?!
Entonces el hombre murió. Aria tomo el cuerpo del hombre y sin ninguna expresión empezó a anotarlo contra las rejas, así rompiéndolas y salpicando sangre a su ropa. Ya con las rejas rotas ella salió cuidadosamente del lugar en el cual había estado encerrada toda su vida.
Corrio tan rápido que nadie pudo divisar la figura que veían pasar como una luz. Aria no era tonta, ella comprendía como era el mundo y lo que sucederían si la veían. Ella era distinta al resto. Logro rápidamente salir de su aldea e intento Abrir sus alas, pero alguien había tapado su rostro. Alguien con una sobrenatural fuerza la sostenía, y planeaba a soltarla.
