Fandom: Final Fantasy VI (Square-Enix)

Personajes: Kefka Palazzo y Terra Branford

Prompt: Holding hands

+ Manos frías +

La operación se había puesto en marcha desde primera hora en la mañana, con el requerimiento de la presencia de todos los soldados cuya deber era el de ocupar la vigilancia diaria de una prisionera en concreto, apartada del resto cuyos destinos a corto plazo conducían al mismo desenlace, la muerte. Tanto prisioneros de guerra como traidores, una vez sonsacado lo que era de interés, lo demás en ellos carecía de valor, sin embargo el caso de ella era diferente, ella siempre poseería algún valor. He ahí, la operación de traslado a ejecutar.

Bien aseado y con el uniforme impoluto, el oficial Palazzo acudía presto a su puesto, tratándose del principal encargado del grupo, toda la responsabilidad del fracaso o triunfo del deber que compartían recaía en sus hombros más la implicación de perder el contacto con ella, siendo el verdadero motivo que hacía su sangre hervir con sólo pensar en el suceso de algún fallo. Reuniéndose con los soldados a fin de revisar una última vez el plan general y en caso de ser necesario, agregar soluciones secundarias a pequeñas complicaciones. Aún habiéndose mejorado complementos en el uniforme y las piezas de armadura que lo revestían, contando con el primero de la que se convertiría en la caballería Magitek a la cabeza los otros hombres estaban seguros de que él podría hacerle frente solo, al contrario que ocurrió con su anterior superior al mando.

Terra, la pequeña cautiva dormitaba sobre la suave tela que las mantas que la cubrían ofrecía en contraste con la dureza del suelo bajo su recostado cuerpo. Siendo en su estado de somnolencia que hallaba algo de calma. Desafortunadamente ya nunca felicidad. No obstante siempre que el sonido de pasos acercándose llegaba a sus afinados oídos, impulsada por un instinto claramente más animal que humano, sus grandes ojos se abrían mientras en el oscuro silencio su corazón bombeaba sangre ligeramente apresurado. Efectivamente el siguiente sonido, el metal de las llaves encajando en el agujero de la cerradura afirmaba la preocupante presencia de los intrusos en su espacio antes incluso de que hablasen.

A diferencia de las sirvientas que antes acudían para atender sus necesidades más básicas como el aseo, la alimentación y el cambio de pañales, los soldados nunca mostraban un mínimo de gentileza en sus actos. Agarrándola de uno o ambos brazos, prácticamente la conducían arrastras hasta otro lugar en el que debía desprenderse de la poca ropa que siempre llevaba encima mientras recibía más cantidad de gritos ordenándola echarse encima el helada agua en el interior de un cubo cercano y frotar su tembloroso cuerpo con una tableta de jabón. Luego regresaban a la celda en la que le esperaba la vestimenta que lucir en el trayecto hasta las instalaciones científicas.

Aquello era horrible pero no se diferenciaba mucho de como eran tratados otros encarcelados cuyas maldiciones y quejas resonaban por toda la zona, la gran mayoría si no todas siendo voces masculinas. Lo que verdaderamente inquietaba a la niña era ser dejada a solas con Kefka, algo que el rubio siempre solicitaba. Irónico siendo el soldado en comportarse justamente de modo inverso, deshaciéndose en sonrisas, diciendo su nombre e interesándose en su bienestar, incluso haciendo promesas esperanzadoras, sin miedo a acortar el espacio entre ellos para acariciar su mejilla o apreciar el tacto de sus largos y revueltos rizos del color del sol. La mano en usar descubierta y fresca contra el calor que desprendía su piel.

El viento helado que les daba contra la cara apenas se diferencia de los pocos grados que poseían las mazmorras mientras cruzaban la ciudad hasta la otra punta, zona en la que se encontraba situado el gran mecanismo de locución en transportarles hasta el destino fijado. Fallando en sus intentos por atravesar las gruesas telas de los chambergos protegiendo sus cuerpos o las capas de tejido en que había sido envuelta la pequeña rosadas asemejándose a un poncho fijadas gracias a la incorporación de un broche. Cortesía proveniente del hombre en caminar por delante de ella, en medio de otros dos cuyo tono de verde indicaba su rango a compañeros. Detrás otros dos militantes no le quitaban ojo tampoco, asegurándose de que sus pies dentro de sus pequeñas botas siguiese el ritmo. Trayecto largo que Terra aprovechaba en observar las edificaciones que les rodeaban consciente de la fuerte presencia militar en cada calle. Raro era el balcón que no poseyese una bandera rubí expuesta.

Jadeante, la pequeña se vio forzada a detener sus paso al ser eso mismo hecho por los soldados delante. Dos pares de brazos colocados sobre sus pequeños hombros, tensos al instante de sentir su presión. Desorientada, miró tanto a derecha como izquierda. Alrededor apenas se vislumbraban ciudadanos, las pocas personas que paseaban siendo soldados patrullando la estación. Si su corazón ya estaba turbado latiendo fuertemente contra su pecho bajo las diferentes piezas de ropa, el agudo ruido ganando intensidad al mismo tiempo que el tren ganaba velocidad previa llegada lo alarmó doblando la cantidad de latidos, su angelical rostro reflejando dicho pánico mientras se agitaba en inútiles intentos por librarse de las manos enguantadas que la retenían y así ser libre para huir del causante de semejante y amenazante sonido.

Fue en cambio, notando el alboroto detrás que al darse la vuelta, Terra cesó en sus intentos como paralizada por los ojos de potente claridad que se fijaron en ella. Uno de los cruzados brazos anteriormente siendo flexionado para posar su mano cerrada bajo su barbilla. Curvándose la comisuras de sus labios, una sonrisa se formó en su rostro, inclinándose con sutileza, viéndola más cerca. Sorbiendo por la nariz, ella le devolvió la mirada en silencio.

-Mucho mejor. -El oficial comentó asintiendo y levantando una fina ceja, extendió el brazo antes doblado para ofrecerle su mano. -¿Entramos juntos? -

Las grandes puertas que daban al interior abriéndose mientras Terra al principio indecisa tomaba la decisión de conceder su mano. Algo de vapor siendo liberado que no tardó en fundirse con el aire perdiendo su color grisáceo como densa bruma.

Inspirando con los ojos cerrados, Terra alargó su brazo produciéndose así el contacto de ambas manos. Siempre sería mejor que ser introducida a fuerza de empujones. La mano del oficial la estrechó con delicadeza antes de entrar y ya dentro caminar en busca del asiento que ella le pareciese mejor, los soldados a pocos pasos atrás. Debido a la poca presencia de otros viajeros no sería difícil localizarles a pesar de la longitud de cada vagón. Juzgando sus vestimentas, obreros o científicos. Encontrado el lugar que ocupar, la niña fue acomodada primero, al instante siguiente Kefka fue quien se sentó a su lado. Cerca, muy cerca. Sucediéndose el repetir del espantoso pitar que anunciaba el retorno a la moción de la alargada maquina fue Terra quien buscó la mano del soldado apretándola en su intento por controlar su horror. Cerrando los ojos. Por mucha magia que poseyese no dejaba de ser una niña él otro pensó girando su cabeza para mirar su bonita cara antes de devolver el apretón.

Al final, el trecho transcurrió con ambos soldado y niña cogidos de la mano. Una extraña y quizás falsa sensación de seguridad haciéndola olvidar la carencia de calidez. El día del oficial Palazzo mejorando que aguardó impaciente el viaje de vuelta intuyendo que lo mismo podría ocurrir…