¡Hola! Aquí os traigo los premios de Halloween que hice este año nwn. ¡A disfrutar!


Datos:

Título: Tarro de magia.

Ranking: M+

Temática: Halloween. Con lo cual todo está relacionado con esta fecha.

Temas: Terror, romance, Lemon, Lenguaje Soez.

Parejas: Diversas.

Cantidad: Tres OS.

Estado: Completo. (Subiré los tres os el mismo día)


º Tarro de magia º


Este OS es el premio otorgado por Imaginación fanfiction en el concurso de Halloween 2015.


ºSangriento Halloweenº

Ryosaku


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Ganadora:

ladykagurasama


Era una condenada tortura. La dichosa pajarita. ¿Por qué demonios había aceptado ir vestido de ese modo a la dichosa fiesta de Halloween? ¿Y por qué diantres estaban los astros en su completa decisión de fastidiarle la noche?

Dio una patada a la rueda de la moto, maldiciendo entre dientes. Nunca tuvo que dejarse convencer por nadie. Estaría muy feliz sentado en el sofá de su casa, viendo cualquier partido de tenis y bebiéndose una lata de su bebida favorita.

No que estaba tirado en la calle, con la dichosa moto estropeada y su novia a punto de bajar, seguramente, con la ilusión de ir a fiesta juntos. A juego.

Volvió a tirarse de la pajarita hasta arrancarla y abrirse los primeros botones de la camisa. Vestido de príncipe… mandaba huevos. Él no era un condenado príncipe de cuento. Por más que su novia estuviera jodidamente guapa con el traje de princesa que le había visto comprar, a escondidas y rehuyendo de que lo atrapara para ir de compras.

La idea era sencilla y a la vez práctica, pero todo al fondo de la alcantarilla.

Escuchó la puerta abrirse al chirriar y una cabeza asomarse.

Sakuno Ryuzaki, su novia, movió una mano invitándole a acercarse. Ryoma frunció el ceño y caminó, con la capa removiéndose a su espalda, hasta su altura. Sakuno le miró emocionada.

—Estás muy guapo…— farfulló. Luego, como si se diera cuenta de lo que había dicho, enrojeció y balbuceó lo siguiente—: N-necesito que me ayudes, por favor.

Ryoma enarcó una ceja y entró cuando se lo permitió.

Estaba vestida con un precioso traje plateado, quizás porque sabía que era su color favorito. Le sentaba la mar de bien, con los hombros desnudos, el escote, la gargantilla terminando en una gota de falsa cuenca entre sus senos. Sin embargo, estaba holgado en la cintura y la parte de los brazos.

—Necesito que me lo cierres.

—¿Cerrarlo? — cuestionó sin comprender.

Ella asintió y tras lamerse los labios, le dio la espalda.

Una perfecta uve desde sus hombros hasta el comienzo de sus nalgas, que tan solo una fina tela de tanga cubría. Seguramente porque las princesas antiguas no llevaban ropa interior de la de ahora, aquello le hizo algo de gracia y, desde luego, le provocó un escalofrío placentero.

Se quedó mirando la espalda, la perfecta curva, la forma de la columna, el lunar en su omóplato. Sin darse cuenta, llevó la mano hasta el lugar y acarició con los nudillos. Sakuno dio un respingo y miró por encima de su hombro desnudo, con las mejillas enrojecidas.

Subió por su piel, descendiendo de arriba abajo, hasta notar la tela del tanga y subir hasta la gargantilla. Se inclinó besando la piel expuesta.

—¡Ry… Ryoma-kun! — exclamó.

Él enarcó una ceja, subiendo hasta su mejilla.

—¿Qué?

T-tenemos que ir a una fiesta…— murmuró, mordiéndose el labio para reprimir un suspiro—. Llegaremos tarde.

Ryoma lo sopesó, mirando el cierre del vestido con cierta tristeza.

—Bueno, es un vestido que nadie ha visto.

—¿Qué quieres decir? — cuestionó confusa. Él mordisqueó su cuello.

—Sirve para el año viene.

Y presionó las manos en su cintura, pegándola contra él. Pese al vuelo del vestido, estaba seguro de que sentiría sus razones, bastante obvias gracias a la dichosa maya azul que cubría sus piernas y remarcaban sus partes íntimas.

Sakuno soltó un gemido asegurando su intento de hacerse notar. Sin darse cuenta, levantó su trasero lo suficiente, como en una invitación, aunque su boca continuó con los pretextos de una divertida noche donde ella podría lucirse con ese vestido ante babosos estúpidos en busca de un buen revolcón. Aunque con su novia no, desde luego.

Y de todas maneras, iban a hacer lo mismo en la fiesta, tarde o temprano. ¿Qué mejor que en la intimidad y disfrutando de ella?

Y era Halloween, por Dios. Las cosas no podían irle peor que haberse quedado tirado, obligado a asistir a una fiesta. Aunque su novia podría ser capaz de hacerle andar toooodo el tramo hasta la fiesta, con una erección dolorosa que se marcaba gracias a la dichosa maya que cubría de cintura para abajo.

Sin embargo, Sakuno no estaba por la labor de dejar pasar a su pareja esa penuria. Se volvió, sonriente y tímida y le acarició los labios con los dedos.

—Eres demasiado…— murmuró—. Es Halloween. Debemos de salir.

—Exacto. Es Halloween— zanjó él con un beso.

Luego todo fue sus manos enredándose en su ropa, descendiendo con lentitud el vestido, disfrutando de la visión de su desnudez y ese dichoso tanga que excitaba más que si llevara puesta una hoja como Eva.

Cubriéndose como si fuera la primera vez, Sakuno parecía todavía una princesita a la que el príncipe va a comerse totalmente. Se lamió los labios, sintiendo como la boca se le hacía agua ante el recordatorio de su sabor.

Se quitó la dichosa camisa, queriendo sentir sus manos en su cuerpo. Quería que se aferrase a él como si no hubiera mañana, disfrutar de sus uñas clavándose en su carne, que le desgarra mientras ella la profanaba sexualmente.

Se deshizo de las mayas y la miró fijamente. Se acercó a ella y la tomó de la mano, besándosela. Si era una princesa, que fuera hasta el final. Subió por su brazo a base de besos hasta su cuello, buscando sus labios y pegó sus cuerpos, beneficiándose del calor femenino, hincando su erección en ella, demostrándole lo que era capaz de crear.

Y ella se aferró a su espalda y arañó su carne, disfrutando del contacto de su duro cuerpo, con el corazón latiéndole a mil por hora en el pecho, las mejillas encendidas y notando como el recogido que tantas horas le había costado hacerse, caía por su espalda hasta el comienzo de sus nalgas, libres de las ataduras gracias a los dedos masculinos que liberaron sus hebras de la prisión de las horquillas.

Sacudió la cabeza y le permitió pasó a su cuello, dejando que sus dientes jugaran con la gargantilla y que su lengua trazara el camino hasta el centro de sus senos, justo en el camino de la graciosa cuenca final de la gargantilla. Del mismo modo, sus dientes buscaron sus pezones, arrodillándose a medida que exploraba su cuerpo mientras ella lo abrazaba, movía su cuerpo contra él, y su corazón empezaba a latir con fuerza en sus oídos.

Lentamente, la boca masculina se cerró sobre su húmedo sexo. Se perdió en los rincones de sus formas y atrapó el botón divertido del lugar que la llevó al clímax incompleto. Jadeante, se encogió contra él, que besaba su ombligo, disfrutándola, recostándola contra el sofá hasta que unió sus cuerpos en medio de los estragos del placer, sin poder contenerse más.

Amaba poseerla.

Una y otra vez. Dentro de ella. Profundo. Hasta lo más recóndito de su ser. Sin cesar. En una danza inigualable de pasión y deseo. Enterró sus dedos en los cabellos, buscó su mirada y se perdió en ella, en sus mejillas rojas, en sus besos. En sus gritos y nombres de amante. En el sudor de su cuerpo.

Finalmente, el placer desgarrado saliendo desde lo más hondo de su ser, hundiéndose en ella, dejando que lo envolviera el cálido abrazo de su sexo. Y en torno a ello, la cúspide de su propio momento. Su nombre envuelto en cálida satisfacción entre sus brazos.

Y como un buen amante, se recostó sobre ella, besándola y acomodando su cuerpo a medida que el cansancio de un buen y satisfecho sexo demandaba en ella. Con una sonrisa de satisfacción subió hasta el baño, desnudo, disfrutando del fresco del ambiente.

Nada más entrar al baño notó algo extraño y encendió la luz, confuso.

En la pared, pintado con sangre, letras de terror.

Feliz Halloween. Feliz entierro.

Abrió los ojos de par en par, girándose, tropezando con el charco que pisaba. Se miró las manos, manchadas de sangre. Al tropiezo, la puerta se cerró y justo sobre esta, letras de sangre.

Soy el rey del infierno, cadáveres del averno.

La puerta se abrió lentamente y tras ella, la joven que momentos antes había dejado en el sofá, con una sonrisa siniestra cruzando su rostro. En su mano derecha un cuchillo. Las muñecas manchadas de sangre y el precioso vestido arrastrando.

Levantó el cuchillo.

Debimos de salir, Ryoma-kun.

Pero él nunca saldría de ahí. Jamás.

Ese fue su entierro.

Y cuenta la leyenda, que cada día de Halloween, una joven mujer camina por aquella misteriosa casa, arrastrando un vestido de plata, desnuda, con una gargantilla de cuencas. Una cuenca cada año.

Un joven menos en el pueblo.


ºFinº


Solo diré... al menos Ryoma tuvo sepso êvê.

¡Nos vemos en el siguiente con

RyosakuRyo!