Seducido.
Nosotros seducimos a la
Oscuridad con dolor y nos
Separamos como dos naves
Que se cruzan solo una noche.
Finalmente estaban ahí, frente a frente, mirándose a los ojos una vez más luego de tantos años. A pesar de la vergüenza y el temor Dumbledore sintió como una caricia calida en el corazón al ver que a pesar de la magia oscura, a pesar del reinado de terror, a pesar de todo, Gellert aun era Gellert.
La misma sonrisa altiva y burlona, el mismo peinado fresco y atractivo, aun dorado a la luz del sol. Si, incluso la misma varita, aunque ahora, luego de conocer todo lo que Grindelwald había hecho para conseguirla, así como para conseguir todo lo que tenia, luego de conocer los secretos que había tenido para con él, no estaba seguro de poder tenderle la mano igual que antes.
Dumbledore esbozo una sonrisa melancólica, había temido tanto ese encuentro y ahora que estaba ahí le parecía la cosa más natural del mundo. Ya nunca podrían sentarse a conversar sobre una tumba, pues si bien Gellert seguía siendo el mismo mago ansioso de poder, orgulloso y carismático él, Albus, ya no era el mismo. Había cambiado tanto desde aquella mañana de principio de vacaciones hacia casi medio siglo...
Jamás olvidaría la clara luz de la mañana que hacia cuando lo vio por primera vez. Los ojos del chico, de un azul muy claro, casi gris, lo miraban con una curiosidad casi infantil, y una sonrisa a medias burlona, a medias altiva, adornaba su rostro y le daba luminosidad. Sin embargo, había algo en ese chico, un no se que, dirían los franceses, imposible de definir que lo hacia increíblemente atractivo.
La buena y vieja señora Bagshot hizo las presentaciones con rigurosa etiqueta.
-Oh, Albus, querido, te presento a mi sobrino nieto Gellert, Gellert Grindelwald.- se volvió al muchacho rubio- Gellert, este es el chico del que te hable, Albus Dumbledore.
-Encantado.- sonrió, inclinándose un poco para tenderle la mano.
-Igualmente.- respondió Dumbledore, dándosela mientras se preguntaba que tanto habría contado de él la señora Bagshot.
Quizá fuera efecto del ángulo y la luz cristalina de aquella mañana, pero a Dumbledore le pareció que la mirada del chico era muy límpida y penetrante, inquietantemente penetrante.
-El pequeño Gellert esta tomando unas vacaciones por motivos de salud Albus, el va en el quinto año en Durmstrang, apenas, pero es muy inteligente, y estoy segura de que tendrán muchísimo de que hablar.
Mientras la anciana hablaba Dumbledore miraba de arriba abajo al chico, sin malicia, como preguntándose como podría ser pariente de la flemática ancianita, inglesa hasta la ultima fibra de su ser, ese chico de expresión tan pícara. Gano su simpatía con la mirada, entre exasperada y divertida que le lanzo cuando su tía abuela dijo eso de "el pequeño Gellert".
Dumbledore le sonrío y nació una complicidad entre ellos. Me hago cargo, parecía decirle Dumbledore con su sonrisa franca y su mirada azul; a mi también me harta un poco todo esto, pero que quieres que haga.
La señora Bagshot seguía hablando, pero Dumbledore estaba muy concentrado en terminar de examinar al chico. Era casi tan alto como el, muy esbelto y con unas piernas larguísimas enfundadas en unos pantalones de montar color crema, pero en contraste llevaba unos botines cafés y una tunica corta color azul cielo, y del bolsillo de esta asomaba su varita mágica.
Sin saber porque miro con curiosidad su varita, y el chico se dio cuenta, la empujo con un fino dedo al interior y esta se perdió de vista, como si el bolsillo del chico tuviera un encantamiento agrandador. Le miro el rostro, y concluyo que era un chico muy guapo, con la cara en forma de corazón, grandes ojos claros, nariz elegante, boca un poco desdeñosa y rasgos finos. Tenía la piel tan clara que sus cejas finitas y lineales, muy rubias, se perdían a la luz directa del sol.
El cabello, muy rubio, descendía en suaves ondas disparejas las mas largas de las cuales rozaban sus hombros, y entonces se fijo que llevaba un pañuelo atado descuidadamente al cuello.
El pañuelo atado con imperfección, mas el peinado desordenado hicieron a Dumbledore preguntarse si no seria aquel chico demasiado fatuo, pues sabia de magos que se pasaban horas frente al espejo intentando lograr el ese look fresco y desenfadado, tan de moda entre magos y muggles.
-¿Si Albus?- la voz de la señora Bagshot lo volvió a la realidad- ¿Tendrás un poco de tiempo libre o he de llevar al pequeño Gellert a aburrirse a mi club de bordado?
Grindelwald abrió mucho los ojos, como aterrorizado, y su sonrisa se hizo mas burlona. ¡Sálvame de esta!, parecía decir su expresivo gesto. Dumbledore rió y negó con la cabeza.
-Por supuesto que sí señora Bagshot. Aberforth esta de vacaciones y le encanta jugar con la niña. Me ocupare encantado de su sobrino nieto.
-¡Te lo agradezco tanto Albus! Al pobre Gellert le aconsejaron los sanadores tomar el aire benéfico del campo, pero una vieja bruja como yo ya tiene el aire apolillado.
Grindelwald se hecho a reír, tapándose la boca con una mano y mirando divertido a su tía abuela.
-No diga tonterías señora Bagshot, aun es usted una bruja fuerte. -se despidió con una inclinación de cabeza y se volvió a su invitado- Entonces, señor Grindelwald, ¿le apetecería dar una caminata o prefiere montar?
-Preferiría montar, me encantan los caballos.- respondió le rubio y a Dumbledore no le sorprendió.
-Sígame entonces, por favor.
Grindelwald se despidió dando un sonoro beso a su tía abuela en la mejilla y hecho a correr detrás de Dumbledore. Lo analizó; parecía ser un buen tipo, uno o dos años mayor que él, cuando mucho, bastante alto y delgado, calzado con zapatos picudos negros clásicos y vistiendo una túnica larga hasta los tobillos color azul marino, sin capa, pues era una mañana fresca, no fría. De no ser por el cabello caoba, destellante de reflejos rojizos a la luz del sol, largo mas debajo de la cintura, sostenido por una cintita azul marina casi al terminar, Grindelwald habría considerado aburrido el look de Dumbledore.
Pero también los ojos, intensamente azules y vívidos desmentían que el joven fuera un tipo aburrido. Tenía la boca larga y la nariz un poco aguileña, los pómulos elevados y marcados y todo su rostro tenía cierto aire augusto, raro en un chico inglés, como si más que un sencillo joven campirano fuera un antiguo señor brujo, apuesto y poderoso.
Aquello gusto a Grindelwald y sonrió mas ampliamente; ahora solo faltaba averiguar que había adentro de esa cabeza levemente bermeja.
Llegaron a un establo donde, junto a un montón de cabras baalantes movían sus colas lustrosas cuatro caballos.
-Bueno, escoja usted.- Dumbledore señalo con ademán displicente los caballos.
Grindelwald rió. Dumbledore, un poco fastidiado porque lo hubieran mandado a cuidar de un simple, se puso la mano sobre la cadera y preguntó:
-¿Qué es tan gracioso?
-Que me trates de usted en vez de "pequeño Gellert".- dijo, y se hecho a reír de nuevo.
Dumbledore también rió y le devolvió el chiste:
-Bueno, si lo prefieres te puedo tratar de "pequeño Gellertcito".
-¡No, por Agripa!-exclamo levantando las manos y moviéndolas mientras negaba con la cabeza.- Poco ha faltado para que mi tía abuela me ponga a jugar con soldaditos de plomo. ¡No, por favor! Pero trátame de tu, ¿vale?
-Vale.- sonrió Dumbledore y le tendió la mano.
Pero el chico se la cerro y cogiendo su puño por la muñeca le enseño a chocarla con su puño, como saludo.
-¿Es el saludo de Durmstrang?-pregunto.
-Aja, esta bien, para empezar. Luego podría enseñarte otros saludos más secretos y más interesantes.-dijo con aire despreocupado, montando el caballo escogido, casi blanco.
-¿Oh, si?-respondió Dumbledore con el mismo aire- Quizá podría ser que yo te enseñara a ti un par de saludos misteriosos.
-¿Ah, si?-Grindelwald arqueo mucho una sola ceja.- ¿Cómo cual?
-Pues, empezaríamos con algo sencillo, como el saludo secreto de los Buscadores de las Reliquias.
La sorpresa de Grindelwald fue tanta que cogió la mano del joven.
-¿Las Reliquias de la Muerte?
-Ajá.- contesto mirando despreocupado alrededor y comenzó a cabalgar. - En este pueblito campestre las Reliquias de la Muerte son tópico de todos los días.
-¿De veras?-Grindelwald lo miraba con unos ojos enormes.
-Oh, si.- Dumbledore disfrutaba del asombro del chico- Justo en ese cementerio esta enterrado Ignotus Peverell.
-¡Nooo!-exclamo Grindelwald con un asombro que para nada parecía fingido.
-¿Te gustaría verla?
-¡Me encantaría!-salto el chico y se adelanto a Dumbledore, pero luego, con un sonrojo encantador volvió a ponerse detrás de su guía.-Tu por delante.- le dijo y cuando Dumbledore volteaba al frente lo vio sacar la lengua por un ladito de la boca, rápidamente mientras miraba hacia arriba.
Aquella mañana ambos se descubrieron fervientes creyentes y buscadores de las Reliquias. Dumbledore descubrió que el chico no era ni pedante ni fatuo, si no todo lo contrario. Tenia una inteligencia agilísima y un sentido del humor que le encantaba, y cuando sacaron las varitas y se pusieron a jugar con ellas Dumbledore admitió admirado que pocos graduados de Howgarts estaban a la altura mágica de aquel chico que aun era un estudiante.
Grindelwald por su parte se dio cuenta de que aunque por una desgracia familiar ese joven estaba muriéndose de aburrimiento en el flemático pueblito era la mente más rápida y la varita más diestra que había conocido hasta el momento, comparable solo a él mismo. Y era además un joven muy agradable.
Hablaron horas y horas frente a la tumba de Peverell, dejando que los caballos pastaran entre las lápidas, y cuando el sol del mediodía hacia ahogarse de calor a Grindelwald regresaron a tomar un refrigerio a la casa. Y entonces pasó algo desagradable.
Aberforth estaba ordeñando a las cabras con muy mal gesto cuando regresaron, y la mirada asesina que les hecho les congelo la risa que les bailaba en los labios.
-¿Te diviertes Albus? Claro, como no te vas a divertir si tienes con quien lucirte.
Dumbledore hizo un mohín y desmonto. Miro fijamente a su hermano menor, que apenas le llegaba al hombro, con el pelo castaño corto y desgreñado, la ropa sucia y desgarrada y pecas en los antebrazos fuertes y desnudos.
-Lo siento Aberforth, no pensé que te molestara si te encargaba a la niña un ratito.
-No me molesta. A diferencia de ti, a mi me gusta pasar tiempo con Ariana.
-No empieces de nuevo...- lo interrumpió abochornado, mirando con disculpa a Grindelwald- Tenemos un invitado, Gellert Grindelwald, es sobrino nieto de la señora Bagshot.
Grindelwald, que ya había desmontado se adelanto con la mano extendida. Aberforth lo miro de arriba abajo y resoplo.
-Me da lo mismo que sea el hijo de Merlín. Tu obligación esta con Ariana, no en andar atendiendo invitados. Ariana come, ¿sabes? Y no es capaz de prepararse un sándwich.
El muchacho cogió su cubeta de leche de cabra y salio dando un empujón a Grindelwald, luego de haberlo dejado con la mano tendida.
Grindelwald tenía muy arqueadas las cejas y un gesto de molestia se revelaba en su expresiva faz.
-Es mi hermano menor.- suspiro Dumbledore- Es un poco... antisocial.
-Me lo imagino.- contesto frunciendo la nariz- Lo que no me imagino es como puede ser hermano tuyo.
-¡Jaja! Yo tampoco me lo imagino, a veces.- se rasco la nuca- Bueno, ¿tienes planes para la noche?
-Cenar con la tía abuela Bathy, en mamila, supongo.- y puso una cara muy seria.
Dumbledore se rió de su chiste y le dijo:
-Entonces quizá me aparezca a acompañaros, para que me apartes una mamila.-sonrió- Nada me gustaría mas que invitarte a cenar pero a la niña la ponen nerviosa los extraños...
Grindelwald lo miro curiosamente y luego asintió.
-Bueno, me desaparezco entonces.- y realmente se desapareció de ahí, dejando asombrado de nuevo a Dumbledore.
Continuara...
