Desde aquel fatídico día en el que todo estaba perdido y el mundo destrozado, una persona, una valiente mujer, se antepuso ante todo y luchó contra viento y marea para conseguir su objetivo final. Shepard combatió hasta el último segundo, dando incluso su vida, para poder salvar a la galaxia de los temibles segadores. Tras la imponente, inmensa y agotadora batalla el mundo entero admiró con profunda devoción lo que la soldado había conseguido. La mezcla entre alegría y tristeza por haber perdido a la mejor combatiente embriagaba a todo ser viviente, incluso a los más pequeños. Había sido una heroína para todas las razas aunque algunas aún se resintieran por ciertas decisiones que hubo tomado. Muchísimos la admiraban y cantidad de crías desearían ser como ella cuando fuesen mayores. Era un ejemplo a seguir y nunca sería olvidada, el muro conmemorativo dentro de la Normandía y su tripulación se encargaría de ello.

Las noches le pesaban y cada vez se le hacían más y más largas. El que peor llevó la perdida de la comandante fue sin duda el turiano y cada día se le notaba más en el rostro, en sus acciones, en su estado de ánimo, en absolutamente todo. "No hay Shepard sin Vakarian", era lo que se repetía una y otra vez hasta la saciedad y hasta que el mismo agarrotamiento y cansancio acumulado le hacían dormir acongojado por las noches. A mitad de una de ellas despertó, alterado por culpa de las imágenes de la mujer de su vida muriendo entre sus brazos. Podía sentirla, oír su voz quebradiza, ver su sonrisa manchada por su propia sangre y notar como su mano rozaba su áspera piel antes de caer inerte al suelo.

Garrus se levantó de golpe de la cama y dio un par de vueltas con las manos tapando su rostro. Fue al pequeño baño del que disponía su camarote y se echó agua fría intentando así alejar la horrible sensación que la pesadilla le había dejado en el cuerpo. Sus garras temblaban sobre el lavabo y su tez, más blanquecina que de costumbre, reflejaba lo enfermo que se encontraba a cada segundo que pasaba sin ella. Restó en aquella postura por unos minutos hasta que dejó escapar un resentido gruñido y salió de allí. Daba vueltas sin parar, sin saber qué hacer, deseando que su mente y sus recuerdos dejaran de torturarle, hasta que por el rabillo del ojo vio un montón de papeles en blanco sobre la mesa y cantidad de colores desperdigados por ésta. Shepard había sido la única persona en saber que al turiano le gustaba pintar y que al final había conseguido aprender. "Es una buena vía de escape para la rabia y la frustración. No todo son peleas, Vakarian".

Con la voz de Shepard haciendo eco en su mente y casi de forma inconsciente se sentó en la silla y echó mano del color rojo. Cerró sus ojos y suspiró con fuerza, tranquilizándose y volviendo a imaginar a su comandante junto a él. Sus manos, temblando y a pesar de tener solo tres garras, fueron capaces de comenzar a pintar. Tiñeron de color cobrizo el blanco del folio hasta darle forma. Sin saber cómo las líneas iban rejuntándose, bañando la hoja hasta crear una bella imagen. El rostro de Shepard sonriente, esa pequeña pero orgullosa y feliz sonrisa. Garrus no pudo aguantarlo más, el nudo en su garganta y la fuerte presión en su pecho le hicieron romper a llorar en silencio mientras todo su cuerpo temblaba con violencia y su garra apretaba el fino pincel con fuerza. Sus amargas lágrimas cayeron y se mezclaron con la pintura todavía sin secar, pero aun así, el dibujo no se echó a perder; nunca lo haría, llevaba a Shepard en él.