Titulo: The Swing
Autor: Anders Svartalfurinn
Traductor: Alisevv
Pareja: SS/HP
Resumen: Severus está esperando que su amigo regrese al parque infantil, Harry quiere averiguar todo sobre Lily, y los sanadores de San Mungo no saben cómo explicar la condición de Snape.
Advertencias: Esta historia es slash, es decr, relación chico/chico. Contiene spoilers de HPDH(HPRM). Quedan advertidos.
Hola a todos. Esta historia es un one shot, pero realmente largo, así que, con la autorización de la autora y para facilitar mi ritmo de publicación, voy a dividirlo en varias partes, probablemente 5 o 6. Espero lo disfruten.
La dirección de la historia original la pueden encontrar en la bio de mi perfil
Una nueva recomendación de Undomiel24. Mil gracias, cariño, por tener un gusto por las historias tan impecable^^
The Swing
El Columpio
Parte I
Un viento implacable giraba a través de las hojas sobre el terreno, aullando sobre los tejados y arrastrando el humo que la chimenea de una gran fábrica arrojaba hacia el cielo. Los negros gases no tenían oportunidad. Como un hilador autoritario, el viento los torcía en ovillos de aire, finas volutas que pronto se convertían en parte de las nubes. El cielo era una manta, tejido intrincadamente en todos los tonos de gris, colgando bajo sobre la ciudad, y amenazando con desgarrarse.
El chico en el columpio desafiaba el frío y el viento. Arriba y abajo, arriba y abajo. Se mecía, más y más alto. Tierra, tejados, chimenea, el mundo se disolvía en patrones de gris, simples hilos, indistinguibles de otros. Cerró los ojos.
Su nombre era Severus, por lo que sabía. Su madre le había dicho que regresara a casa antes que empezara a llover. Su padre lo había amenazado con una buena paliza si arruinaba sus ropas de nuevo. No era el miedo a su padre lo que le tenía fuera ese día. No era cobarde. Su mamá era una bruja, y él era un mago, medio Prince. No le importaba su estúpido padre muggle.
Abrió los ojos. Tierra, tejados, chimenea… más y más alto. Era mago y no era cobarde. Saltó.
Estaba volando. Semejante a un par de alas, su muy largo abrigo lo mantuvo en el aire por un par de segundos. Aleteó atravesando el espacio, riendo; y a diferencia de las hojas, no tuvo la misericordia del viento. Con un movimiento de sus brazos, aterrizó al lado de la hilera de columpios. Sus pies se enredaron con el dobladillo de su abrigo y cayó a tierra.
Como si lo imitaran, los columpios oscilaron adelante y atrás, sus cadenas crujiendo y chirriando. Su abrigo se rasgó en la costura, y deseó tener una varita para poder repararlo. Levantándose, miró los columpios, y éstos se empezaron a mover más rápido. Ahora recordó por qué estaba ahí. Estaba esperando a su amigo. Había olvidado quien era su amigo, y ni siquiera sabía cuándo habían dicho que se reunirían nuevamente, pero estaba seguro que regresaría al parque infantil. Decidió esperar un poco más. Una gruesa gota de lluvia salpicó en su cabeza.
ººººººººº
Harry reía. El columpio lo llevaba más y más alto. Igual que un excitado dragón bebé, la chimenea de una fábrica lanzaba nubes blancas al cielo. Su mamá se balanceaba a su lado, pero antes que pudiera alcanzarla, el columpio lo impulsaba hacia atrás. Los arbustos que rodeaban el patio de juegos estaban en plena floración y el césped era verde. La luz del sol, reflejada en los tejados, le hacía parpadear. Se impulso hacia arriba una vez más.
A su lado, Lily gritó con alegría. Ella dejó ir el columpio, volando más alto todavía, planeando en el aire y cayendo suavemente sobre sus pies. Harry no prestó atención a Petunia regañando o a los arbustos donde sabía que se estaba ocultando Snape. Sus ojos estaban fijos en Lily, siguiendo cada uno de sus movimientos. La observó levantar una flor marchita, convertirla en brote y hacerla florecer nuevamente. Oscilando levemente adelante y atrás, con los pies plantados en el terreno, observó el desarrollo del pequeño drama, y como su mamá abandonaba el parque infantil en pos de Petunia. Cuando estuvo fuera de la vista, salió del terreno una vez más, sin prestar atención al alicaído chico que trepaba al columpio a su lado.
Más y más alto… césped verde, tejados brillando al sol, la chimenea resoplando.
Harry esperaba que la escena se disolviera cuando, de repente, notó una alteración en el cielo. No era el movimiento habitual que indicaba la transición de un recuerdo a otro. El cielo sobresalía como una manta extendida sobre un cuerpo en movimiento. Una agitación, y la alteración comenzó a alargarse. Una nariz pecosa irrumpió a través del cielo, una boca roja y la punta de una barbilla.
—Harry— gritó la voz de Ginny—. ¡Sal de allí!
El joven tuvo que aferrarse a las cadenas del columpio, para no ser arrastrado por la fuerte tormenta provocada por la intrusión de Ginny. Espero hasta que su rostro desapareció y la tormenta hubo cesado. Estonces, salió del Pensadero y aterrizó torpemente en la habitación de Ron, donde la chica pelirroja estaba aguardando.
—¿Qué ocurre?— le preguntó.
—Pensé que querrías saber— explicó Ginny, sus ojos fijos en el sitio donde las manos de él hurgaban en su camisa.
Con vergüenza, Harry metió la camisa dentro de sus vaqueros.
—¿El qué?— indagó.
—Encontraron a Snape.
ººººººººº
San Mungo estaba tan atestado como siempre. Cuando Harry entró al área de recepción, una vieja bruja, de cuya cabeza brotaban unos horrorosos tentáculos verdes, gritó:
—El—Niño—Que—Vivió—Dos—Veces.
Entonces, un aplauso atronador se expandió libremente.
Le alegró que el sanador Smethwyck ya estuviera esperándolo en el escritorio de información y se apresuró a seguirlo a su tranquila oficina, alejada varios pasillos del tumulto del vestíbulo de entrada.
—Señor Potter, es un placer conocerlo— comentó el medimago, señalando una silla en frente de su escritorio—. Usted se ganó, sabe— continuó con una alegre sonrisa que iluminaba su afable y ligeramente regordete rostro—, toda esa atención. Todo el mundo mágico lo adora. ¿Por qué no disfrutarlo?
Harry sacudió la cabeza y tomó el asiento ofrecido.
—Gusto de conocerlo también. Estoy aquí para ver a uno de sus pacientes, Severus Snape. ¿Cómo se encuentra?
El rostro de Smethwyck se tornó serio.
—Para ser honesto, el paciente es un misterio para mí. ¿El Auror Shacklebolt me dijo que usted fue testigo de los acontecimientos que lo condujeron a su actual condición?
—Lo vi morir, sí. Quiero decir, pensé que estaba muerto. Cuando regresé a la Casa de los Gritos más tarde, su cuerpo no estaba. ¿Cómo pudo sobrevivir a la mordida de una serpiente como ésa?
—Encontramos no uno, sino dos bezoars, en su garganta y estómago, y también había ingerido más antídotos para venenos de los que nuestro experto en pociones hubiera escuchado nunca. Debió ser brillante en su especialidad. Si logra recuperarse totalmente, me aseguraré que San Mungo le ofrezca un puesto fabricando pociones.
—¿Entonces, todavía está en peligro?
Smethwyck, quien había estado sonriendo con admiración mientras elogiaba las habilidades de Snape, frunció el ceño.
—Su vida está fuera de peligro— informó, pero su ceño se profundizó—. Tuvo suerte de seguir vivo cuando fue encontrado. El Auror Shacklebolt no me dio más detalles, ¿pero supongo que usted está en conocimiento de todo sobre el rescate?
Harry repiqueteó con los dedos, impaciente.
—Tenía un traslador que lo transportó a la casa de su infancia. A los Aurores les tomó tres días romper todas las protecciones, por eso no pudieron traerlo antes. ¿Qué le ocurre?
El rostro del sanador no estaba hecho para mostrar demasiadas emociones en conflicto y se tornó inexpresivo. Ahora parecía a una de esas ilustraciones de la luna llena en los libros infantiles.
—La condición del paciente no tiene sentido para mí— explicó—. Su cuerpo está completamente curado. No habrá daño a largo plazo por el veneno de la serpiente o la fuerte pérdida de sangre.
—Eso es bueno— Harry observaba con nerviosismo la expresión del rostro del sanador.
Smethwyck asintió enérgicamente.
—Lo es. Debo hacer hincapié en ello. En cuanto al estado de su mente… No soy experto, pero incluso el medimago Strout está confundido sobre eso.
—¿El estado de su mente? No está loco, ¿verdad?
—Nosotros no usamos esa palabra— dijo el hombre—, y no puedo decirle cómo está. He visto víctimas de la maldición Cruciatus y eran más receptivas que él. Incluso una persona sometida al beso del Dementor balbucea cosas sin sentido, muestra señales de vida. El Profesor Snape no es nada parecido.
—¿A qué se parece?— Harry frotó sus manos a lo largo de los apoyabrazos de su silla.
—Nunca he tenido que enfrentar un Inferi, gracias a Merlín, pero Severus Snape es exactamente lo que imagino debe ser un Inferi. Es un hombre muerto, un cadáver respirando.
—¿Puedo verlo?
El sanador asintió, y Harry se levantó.
ººººººººº
Snape estaba sentado con la espalda hacia la puerta. Sólo los grasientos mechones de cabello que colgaban por el respaldar de su silla daban indicio de su identidad. La silla estaba frente a una pequeña ventana, y era como si el hombre estuviera observando el atardecer, un resplandor de fuego sobre la ciudad.
—Las enfermeras siempre le dan la vuelta— explicó Smethwyck en una voz baja poco natural—. No pueden soportar su mirada.
—Perfectamente comprensible— Harry intentó sonar animado, pero su voz salió aguda, como la de un vaso reventando contra la pared vacía de una habitación.
—Déjeme darle vuelta para usted— susurró el sanador, y dio un paso dentro del cubículo.
—Espere— tocó su hombro para detenerlo—. Yo puedo manejarlo.
Cautelosamente, intercambiaron posiciones. El espacio era tan pequeño que Harry tuvo que treparse a la cama para alcanzar la ventana. Se agachó frente a Snape y tomó una de sus manos entre las suyas. Era cálida y viva. El hombre lucía extraño vestido con la bata blanca del hospital, e incluso más cetrino de lo habitual. Sus ojos estaban abiertos de par en par; Harry pudo ver el sol anaranjado reflejado en ellos y parpadeó.
—Profesor— musitó—. Es bueno verlo con vida.
El silencio sólo fue roto por los sonidos amortiguados de la sala adyacente, pies que se arrastraban y puestas cerrándose. Snape miraba por la ventana con los ojos vacíos.
Desearía que pudiera escucharme— continuó el chico—. Hay muchas cosas de las que quiero hablar con usted.
El joven se alzó de su posición en el piso y se reclinó contra la ventana, ocultando el sangrante cielo. Los ojos del enfermo eran un negro vacío.
-Quiero agradecerle. Gracias por mantenerme a salvo siempre.
El otro no se movió ni parpadeó. Sólo sus regulares pulsaciones denotaban que estaba vivo.
—Espero que en algún momento podamos hablar sobre mi mamá, sobre Lily. Quizás podríamos convertirnos en una especie de… amigos.
Al quedarse sin palabras, Harry apretó una mano de Snape. Los ojos negros eran indescifrables túneles oscuros a los que no se les veía el final. Había varias puertas, todas diferentes entre si. Conducían a habitaciones vacías, vastos espacios que no contenían nada, y siempre que Harry se acercaba a una de ellas, se cerraba con un fuerte estruendo. Más lejos en el túnel, a través de una enorme puerta negra, decorada con un rústico alambre de púas, Harry tuvo el destello de unos ojos rojos en un rostro similar a una serpiente. Detrás de una puerta con la pintura blanca desconchada y una ventana rota, pudo ver una pareja peleando. Todavía más adelante, una puerta con todos los colores del arcoiris aleteó excitada cuando él se acercó, como si lo incitara a traspasarla. Del otro lado, la lluvia caía a torrentes, y estaba tan oscuro que difícilmente lograba ver. Después de unos momentos, reconoció el parque infantil de los recuerdos de Snape. El chico en el columpio, Snape, movió su mano con entusiasmo en señal de saludo, saltando y acercándose a Harry. Con su cabello y abrigo empapados y goteando, se veía incluso más grotesco que en el pensadero.
—¿Eres mi amigo?— preguntó, inclinando la cabeza y parpadeando para quitar las gotas de sus ojos.
Harry sacudió la cabeza y en ese momento regresó a la habitación de hospital, ante él, los imperturbables ojos de Snape.
—Por supuesto— dijo al sanador que estaba esperando a la entrada del cubículo—. Creo que ya sé qué le pasa. Perdió sus recuerdos.
ººººººººº
Ahora estaba lloviendo en serio, y Severus maldecía el hecho de que no había ido a casa en largo tiempo. Sabía muchos insultos, algunos tan ordinarios como maldición, jódete o mierda, que sus padres utilizaban todo el tiempo, y algunos especiales como por las bolas de Merlín, que su madre sólo se atrevía a usar cuando su padre estaba en el bar.
—La maldita mierda de Merlín— repitió cuando examinó la costura de su abrigo una vez más. No había nada que hacer, su padre usaría su correa sobre él y luego lo enviaría a su habitación sin cenar. Su mamá le llevaría las sobras después. Ella mostraría en sus ojos una desesperación que para él sería mucho peor que todos los castigos de su padre.
Lo siento, mamá, lo siento— musitó, sentándose en uno de los columpios y empujando para elevarse. Tenía que cerrar los ojos contra el viento y la lluvia. Cuando los abrió de nuevo, vio una borrosa figura bajo un castaño, junto al cajón de arena. Debería haber confiado en que su amigo no lo dejaría solo en su sufrimiento. Saludando con la mano, saltó del columpio. La figura era un chico, de su edad o quizás un poco mayor. Llevaba lentes y su cabello negro era un desastre. Si Severus hubiera llevado su cabello así, sus dos padres lo hubieran castigado.
Era tonto preguntar, pero deseaba asegurarse antes de confiar en el muchacho.
-¿Eres mi amigo?— indagó.
El otro sacudió la cabeza y se alejó corriendo. Esta vez, cuando Severus lanzó un insulto al aire, se escuchó un trueno en la distancia.
ººººººººº
Al día siguiente, Harry viajo via floo, directamente al consultorio del medimago Smethwyck, quien le presentó a la sanadora Olive Hornby, experta en Legerimancia y Occlumancia.
—Es un caso extraordinario— comentó Hornby, una vieja bruja de tez oscura y cabello gris, peinado en un severo moño—. El paciente es un especialista en Occlumancia. Debe haber cerrado su mente antes de caer en su actual estado. Una pared de acero fue todo lo que encontré cuando usé Legerimancia con él. Fascinante.
—Es extraño— replicó Harry—. Ayer, miré sus ojos y fue como si usara Legerimancia. Vi al Profesor como si fuera un muchacho, en un entorno que yo conocía de los recuerdos que me dio antes de… cuando lo vi la última vez en la Casa de los Gritos. Pero estaba completamente solo y el clima era terrible. Todo era gris. Me preguntó si era su amigo, y yo pienso que me estaba confundiendo con mi madre, Lily, una amiga de niñez.
Ambos sanadores lo observaron con ávido interés. Una sonrisa cruzó la cara de luna llena de Smethwyck, y los ojos oscuros de Hornby brillaron.
—De hecho, fascinante— dijo la medibruja—. Lo que vio no fue un simple recuerdo, o no hubiera sido capaz comunicarse con el paciente… o mejor dicho, con una manifestación del subconsciente del paciente.
—¿Subconsciente?— repitió Smethwyck, frunciendo el ceño—. ¿No es una teoría muggle?
—Los muggles tienen fascinantes conceptos sobre la psiquis, la mente. Es un campo nuevo para nosotros, y tiene sentido aprender de su experiencia.
Una sombra oscureció los rasgos de Smethwyck.
—No tiene sentido— argumentó—. Mi antiguo asistente tenía también esas ridículas ideas. Casi mata a un paciente con ellas.
Hornby levantó una mano.
—Ya conocemos todo sobre el pobre comportamiento de Pye, nos lo has recordado con bastante frecuencia. Pero no deberíamos discutir eso aquí y ahora— se giró hacia Harry—. Señor Potter, su conexión con el Profesor Snape parece ser muy cercana, para que lo reconozca incluso en este estado y le permita penetrar en su mente.
—Se lo dije, creo que me confunde con mi madre.
Ahora, ambos sanadores sonrieron, aún cuando la sonrisa de Smethwyck parecía forzada
-¿No podría, simplemente, regresarle sus recuerdos? Así se recuperaría completamente.
—Lo dudo— contestó Smethwyck—. No es una práctica poco común que un mago o una bruja extraigan sus recuerdos. Nunca escuché que hubiera complicaciones al hacerlo.
—Olvidas las excepcionales circunstancias, mi querido colega— terció la medibruja—. Si una persona pierde demasiados recuerdos mientras sufre un daño físico severo, podría conducir a una condición como la que muestra el Profesor Snape. No podemos saberlo. Nunca hubo un caso semejante.
Se encaró a Harry, sonriendo con sus brillantes dientes blancos. Debió tener una intimidante belleza siendo joven.
-Absorber los recuerdos es un proceso consciente. Su propietario debe recibirlos activamente de vuelta. No sabemos si el paciente sea capaz de hacer eso. Podemos intentarlo, pero no podemos prometer éxito.
ººººººººº
Snape estaba de cara a la puerta esta vez, saludando a sus visitantes con su mirada vacía.
—Hola, Profesor— dijo Harry—. ¿Alegre de verme de nuevo?— mostró un matraz sin tapa con los recuerdos de Snape y asió su mano—. Los cuidé mucho. Gracias por dármelos. Apostaría que se va a alegrar al verla otra vez.
El pulso del enfermo era regular, sus ojos completamente abiertos. Los recuerdos plateados cayeron en su cabeza, gruesos como la niebla matutina que caía sobre el lago de Hogwarts en los días de otoño—. ¿No quiere que ella regrese?— continuó Harry—. Yo desearía haber podido conocerla así.
El Gryffindor ni siquiera supo cuánto tiempo había pasado cuando la sanadora Hornby tocó suavemente su hombro.
—No funciona. Está demasiado perdido para aceptarlos.
Los recuerdos ya comenzaban a disolverse en los bordes. Temiendo perderlos, Harry los regresó rápidamente al matraz.
—¿Qué podemos hacer?— preguntó.
—No hay nada que se pueda hacer— sentenció Smethwyck.
—¿Por qué no intenta contactarlo de nuevo, Señor Potter?— sugirió la sanadora Hornby.
Era difícil concentrarse mientras los sanadores le observaban, y Harry se preguntó cómo los ojos de Snape podían ser tan negros, y si tenía irises o todo eran unas enormes pupilas, unos hoyos negros que lo succionaban.
Estaba en el túnel nuevamente, sólo que esta vez, todas las puertas estaban cerradas. Se apresuró a avanzar, buscando la entrada al parque infantil. El camino pareció más largo esta vez, más escarpado y sinuoso. Cuando alcanzó finalmente la puerta multicolor, descubrió que estaba cerca, demasiado. Trató de abrirla pero estaba cerrada. No lograba abrirla, sin importar cuanto empujara y gritara.
—Déjame entrar— gritó—. Déjame entrar. Soy yo, tu amigo.
La puerta abrió con un chasquido, apenas lo suficiente para que Harry se deslizara hacia dentro. Del otro lado, rugía una tormenta eléctrica. El estrépito de los truenos y la fuerte lluvia lo obligaron a retroceder, pero cuando quiso regresar a la puerta, ya no estaba. El destello de un relámpago iluminó el parque infantil, y Harry pudo ver a Snape parado ante él, bajo un gran árbol.
—No eres mi amigo— dijo entre dos truenos—. Los amigos no se alejan corriendo.
—Siento haberlo hecho. Tuve que irme. Había olvidado algo. Pero ya estoy aquí.
Era inquietante cuanto se parecía el joven a un Snape más viejo cuando alzaba una ceja.
—¿Estás seguro que no tienes mejores cosas que hacer en esta encantadora tarde que estar aquí, conmigo?— preguntó, el disparo de un relámpago acentuando sus palabras.
Harry sonrió abiertamente.
—¿Podríamos ir a otro sitio?— sugirió—. ¿No conoces un lugar un poco más seco?
—Acompáñame.
Lo siguió, chapoteando entre charcos, césped húmedo y fango. Cuando alcanzaron el refugio de una parada de autobús, a dos calles de allí, la tormenta había cesado y la lluvia se había convertido en apenas una llovizna.
—¿Cómo te llamas?— preguntó Snape, sacudiendo la cabeza como un perro mojado.
—Harry. Harry P… Harry Evans.
—Encantado de conocerte, Harry Evans, yo soy Severus. El apellido de mi padre es Snape, pero mi madre era una Prince— estrecharon sus manos y Harry contuvo una sonrisa al ver la seria expresión del delgado rostro del otro—. ¿Eres un mago?— continuó interrogándolo.
El Gryffindor asintió.
-Me lo imaginaba.
—¿Cómo podías saberlo? Los magos y brujas no lucen muy diferentes de los muggles.
—No sé— Snape se encogió de hombros—. Pero tuve razón— sonrió—. Aunque es extraño, nunca escuche que hubiera gente mágica por aquí.
—Mis padres eran del Valle Godric. Están muertos.
—Lo lamento.
Harry movió la cabeza.
—Ey, estás jodidamente mojado— comentó, tratando de evitar otra ducha de gotas del cabello de Snape.
—Tú también estás jodidamente mojado— replicó, aunque dejó de moverse como un animal empapado.
Por mucho rato, ambos permanecieron allí, temblando por el frío y sin saber qué decir o hacer. Finalmente, el de ojos negros rompió el silencio, frotando sus brazos.
-Es muy estúpido que no podamos tener una varita.
—Espera— pidió Harry. Debería haber pensado en un hechizo de aire caliente antes. Pero, cuando buscó su varita, sólo encontró su brazo desnudo. Mirándose a si mismo, notó que era mucho más pequeño, y sus ropas no eran las propias. Llevaba una franela con brillantes flores color naranja, una chaqueta de pana, y uno vaqueros con bota de campana. El rostro que lo miraba desde el reflejo del panel de vidrio de la parada de autobús era el de un niño.
-Por las bolas de Merlín— exclamó. Debía lucir como un idiota, a juzgar por la amplia sonrisa de Snape—. Tengo que irme. ¿Quieres que nos reunamos de nuevo?
—Claro—. Aceptó el otro—. En todo caso, ¿dónde te estás quedando?
—Con unos parientes muggles de mi mamá— contestó Harry—. ¿Mañana? ¿Mismo lugar, misma hora?
Asintieron uno al otro y Harry regresó al pequeño cubículo de San Mungo. Snape, en su silla, lucía tan deprimente como su entorno, y Harry tomó una rápida decisión.
—Me lo voy a llevar conmigo— dijo a los sanadores. Las sonrisas de ellos nunca titubearon.
Continuará ….
Bueno, hasta aquí la primera parte de esta historia, ya me contarán qué les parece
Un beso enorme y hasta la próxima actualización.
