Disclaimer: Mystic Messenger le pertenece a Cheritz.


1. cielo violeta.

Sin duda alguna, había muchas cosas que Saeran Choi no llegaba a comprender, aunque se pasara un buen tiempo tratando de analizarlas en detalle hasta llegar incluso al punto de que su cabeza comenzaba a molestar. Ahí se detenía, porque instintivamente recordaba aquellos dolores punzantes e inaguantables al interior de su cráneo —provocados por aquellas drogas que consumió esperando ser parte de un paraíso que no hizo más que burlarse en su cara—, y se asustaba. Pero como las incógnitas seguían allí intactas, no pasaba mucho hasta que se encontraba nuevamente tratando de encontrarles respuesta porque, simplemente, no podía evitarlo.

No era más que un bucle que estaba lejos de encontrar su punto final.

Desde pequeño estuvo envuelto en enigmas que lo abrazaban por detrás y era como si le susurrasen en el oído, pero no por ello estaba acostumbrado a ellos —¿por qué su madre no dejaba de beber? ¿Por qué la mujer que le dio a luz se la iba quitando poco a poco a través de ligaduras y palizas? ¿Por qué su padre debía pasar de ellos sin ni siquiera dar alguna muestra de apoyo aunque fuese en secreto? ¿Por qué se tuvo que distorsionar tanto la partida de Saeyoung? Y sobre todo, ¿para qué había nacido?—. Era increíble como un montón de enunciados interrogativos podían carcomer tanto la existencia de alguien desde adentro. Como si estuviese podrido.

Pensó que tras dejar atrás el Mint Eye y volver a tener a su "molesto" hermano pululando a su alrededor observándolo con la ternura enmarcada en sus ojos —esos ojos que poco a poco comenzaban a recordarles los suyos propios, ocultos aún tras sus lentillas celestes que estaba pensando en abandonar— podría por fin comenzar a despejar su mente. Recuperaría esa paz añorada que lo embargaba cada vez que elevaba su nariz y sus orbes se empapaban del hermoso azul del cielo.

¿Quién diría que incluso lo único que le doblegaba en calma pronto comenzaría a atormentarlo dulcemente generándole nuevas confusiones? Debería alejarse del ventanal, ir hacia donde Saeyoung lo llamaba, probar los bocadillos de desayuno que su novia le ofrecía.

Pero no podía.

No podía porque estaba amaneciendo, y el cielo justo había captado su atención cuando se había convertido en un espectacular lienzo de tonalidades violetas que en poco daría paso al cielo azul que tanto disfrutaba. Sin embargo, por alguna razón, no quería que ese momento llegase. No quería que el cerúleo ganase terreno, se encontraba demasiado cautivado por aquellos morados que saludaban su mañana.

Por aquellos morados que le recordaban a esos ojos.

Esos ojos. Los mismos que observó por primera vez cuando Saeyoung decidió realizar una fiesta invitando a todos los miembros del RFA para celebrar el hecho de que le pediría matrimonio a su novia, la chica que él mismo había engañado para llevar al departamento y que, de alguna manera, se ganó el corazón de su hermano y poco a poco entraba en el suyo a modo de aceptación. Durante esa instancia, Saeran no podía evitar sentirse incómodo, rodeado de gente que no hace mucho deseaba destruir y que aún le faltaba camino por recorrer para manifestar que fuesen amigos. Se sentía algo perdido al ver la confianza y cercanía con lo que le trataban, hablándole como si fuera lo más normal del mundo e incluso sacándose una foto todos juntos con la idea de enmarcar la familia. Porque eso eran ahora, una verdadera familia como la que siempre había añorado, pero que aún debía asimilar ya que había sido tan rápido que parecía un sueño. Seguía pensando que la gente tiende a entregarse con facilidad, y eso él lo sabía perfectamente; lo tenía a flor de piel a través de tinta negra recordándole que el ser humano es ingenuo.

Entonces,

¿era por esa misma razón que Yoosung Kim, ese muchacho de aparente presencia infantil, le estaba sonriendo a tal punto que sus emociones se traspasaban a sus grandes orbes violáceos?

¿Sí? ¿No? ¿Quién era el ingenuo? ¿El chico por entregar sus emociones a través de los iris o él por recibirlas anonadado?

El menor de los Choi se había percatado que el rubio tenía un cierto aire melancólico tras su sombra, pero sus ojos —esos ojos que no le recordaban a los suyos como los de su hermano, pero era como si contuvieran dos universos de amatistas en su interior. Profundos, paradójicos, tan brillantes como el cielo— le transmitían una alegría sincera, una alegría que Saeran no estaba acostumbrado a recibir de los demás. Era cierto que todos los presentes le observaban con simpatía hablándole con la clara intención de volverse cercanos, pero Yoosung… era como si Yoosung hubiese tomado todas sus tristezas y cabos sin atar y las hubiese arrojado lejos, sólo para introducir a Saeran en su vida con la calidez de su sonrisa.

Era imposible que esos ojos fuesen artificiales y huecos, y era prácticamente imposible que Saeran comenzara a sentir calma al fijar su vista en ellos. Prácticamente, pero sucedió bajo la ignorancia de Yoosung, que no se había enterado de nada y sólo daba vueltas por ahí hablándole a los demás sobre banalidades, hablándole a Saeyoung sobre banalidades o hablándole a él sobre banalidades. Y Saeran Choi, lejos de dar fin a las interrogantes que pisaban su sombra, había comenzado una nueva sumatoria gracias a dos pequeños cielos que se encontraban ocultos en el rostro de un muchacho teñido que era amigo de su hermano.

Sonaba tan estúpido, tan incomprensible, tan real.

Saeran dejó escapar un suspiro silencioso. Había perdido la cuenta de cuantas veces Saeyoung había pronunciado su nombre, y ahora alargaba las letras patéticamente como si estuviese lloriqueando. Algo mencionaba sobre que el café se iba a enfriar y que así sabía pésimo, y que se comería todas las tartaletas (que estaban dulces muy dulces) si no se sentaba pronto a desayunar. También que no había pan, que no se preocupara. La chica a su lado dejó escapar una risita sin pronunciar palabra, aunque Saeran sabía que igualmente estaba aguardando con calma a que despegara su vista de las alturas.

Podrían esperar hasta el infinito si quisieran, y el café podría enfriarse con libertad. Qué más daba. Ahora el firmamento estaba lejos de ser azul, pero le gustaba. Le gustaba en demasía.

¿Pero por qué? ¿Porquéporquéporqué?

Ah, no. Pronto comenzaría a doler.

Se sorprendió al sentir una mano posarse sobre su hombro derecho, y con pesar giró rápidamente la cabeza hacia aquella dirección para observar al culpable por instinto. El cielo le llamaba a gritos, que difícil era tener que desviar su atención. Se encontró de frente con la punta de la nariz de su hermano, y si ascendía un poco con su mirada dorada que transmitía interés y suavidad al mismo tiempo. ¿Y si los suyos, aún claros y fríos, seguían siendo la antítesis a los que Saeyoung irradiaban? No se había tomado el tiempo de corroborarlo y temía que fuera cierto porque esos ojos no merecían ser observados con odio. Aun así Saeran se tomó unos segundos para poder apreciarlos mejor, pretendiendo no parpadear; Saeyoung sólo ponía expresión interrogante sin recibir respuesta. No supo en que momento había entreabierto los labios, pero antes de que se diera cuenta ya había hablado en un murmullo que por poco se pierde en el aire.

—Son diferentes —y por poco agrega «los tuyos y los suyos», pero no lo hizo.

—¿Uh? ¿De qué hablas?

—Son más hermosos —y calló. Obviamente no hablaba de los ojos dorados.

Saeyoung puso cara de no comprender nada, pero no tuvo tiempo de preguntar porque su hermano había vuelto a alzar el rostro hacia la ventana. A lo mejor se refería al cielo, aunque el plural «son» le hacía ruido. Como sea, es humano, puede equivocarse.

Dejando escapar una exhalación con una sonrisa amena, colocó una de sus manos en su cintura y con la otra señaló la mesa.

—Saeran, entiendo que el cielo se vea precioso, pero el café… —empezó. Sin embargo, recordó algo de pronto y sintió la necesidad de expresarlo. Activar la Seven Wiki de algún modo—. Oh. ¡Eso me recuerda! ¿Sabían que en realidad el cielo no es azul? —al notar que Saeran le echaba un vistazo de reojo, se mordió la lengua orgulloso al captar su interés—. Es violeta. Pero como el ojo humano es más sensible al color azul que al violeta, lo vemos de ese color. Siempre nos ha gustado observarlo, ¿no es así, hermano? Pero es como si siempre nos estuviese engañando. Hasta el cielo es un travieso, ¿no lo crees?

Y soltó una carcajada, aunque rápidamente se arrepintió de lo que había dicho. Hablar de engaños era un tema sensible, y aún no sabía si pronunciar la palabra podría causar algún tipo de estrago a pesar de la lucha de ambos por superarlo. Observó a Saeran con cautela, pero este, lejos de reprocharle, le observaba de vuelta con el semblante estupefacto.

Violeta. El mundo de Saeran Choi se había detenido en ese mismo instante.

—¿El cielo es…? —repitió casi de forma autónoma. Todavía estaba procesando la información, y sentía como su nueva maraña de interrogantes poco a poco comenzaba a desprenderse y a caerse a pedazos sobre el suelo de madera.

—Violeta —finalizó el pelirrojo mayor—. Como… Hmm… —«Como esos…» Saeran quería hablar pero no podía, su voz se había atascado. Saeyoung, por su parte, se había llevado la mano a la barbilla tratando de encontrar la perfecta comparación por gusto propio. De un momento a otro golpeó su puño contra la palma de la mano contraria y alzó el índice en un signo de victoria—: ¡Como los ojos de Yoosung!

Click.

Era una revelación que acallaba murmullos con signos de pregunta.


N/A: Últimamente esta parejita me ha subido y bajado como quiere, desatando mi Zenbestia(? interior. Escribo estas cosas para tener paz mental y controlarme un rato.

pd. Agradezco de corasaun a thebesttokouhai Kasumi-Keiko11 por ser la personita que prácticamente generó mi gusto por el Yooran cuando yo sólo babeaba por Saeran (porque podría dar mil razones de por qué le tengo un cariño E-N-O-R-M-E). El tema de como la inocencia pseudoinfantil de Yoosung podría ayudar a sanar las heridas de Saeran fue lo que me abrió los ojos.