Ningún personaje me pertenece, son propiedad de Lucasfilm.

N/A: Hola, algunos datos que necesitan saber antes de comenzar a leer.

Han y Leia son padres solteros, respectivamente. Rey es hija de Leia y, en esta historia, Ben y Kylo son personas diferentes (Gemelos) hijos de Han.

No hay diferencia de edades, Rey y los gemelos tienen 16 años al comienzo del fic.

Sé que habría sido más prudente hacer a Ben y Kylo hijos de Leia, ya que ella es la melliza en la historia real. Por eso Luke aparecerá como hermano mayor y no como gemelo de Leia.

Sin más por el momento, disfruten la historia.


—Puedes pasarme la ropa, cariño.—Pedía Leia apuntando con su dedo la vieja cómoda de su madre.

Rey estaba sentada sobre una de las muchas maletas que había empacado ese día. Caminó hasta el mueble y tomó las prendas. Había estado deliberadamente callada durante todo el mes, desde el día que su querida madre confirmó la mudanza con su novio.

Ella no tenía ningún problema con Han, ella tenía un problema con dejar atrás su casa, su vida, a sus amigos. Pero no quería ser ella la responsable de interferir en la felicidad de su madre. Ya se sentía lo suficientemente culpable de ser la causa por la qué su padre las dejara cuando se enteró del embarazo de la, entonces, muy adolescente Leia Organa.

—¿Todo bien?—Pregunto por milésima ocasión en el mes. Leia sabía que su hija no era del todo sincera cuando le respondió que estaba entusiasmada de viajar a las lejanas regiones de Corellia.

—Claro que si mamá. ¿Preparo comida para el viaje?—Preguntó Rey fingiendo su sonrisa y cambiando el tema que sabía se le venía encima.

—Rey...—Leia tomó su mano antes de que se alejara.—...Podemos posponerlo y esperar a que...

—¡No!—Rey se apresuró a responder. Aunque no tratara de hacerlo evidente los ojos de Leia se contraían cuando pedía posponer esta mudanza.—Estoy bien mamá. Es sólo... necesito hacerme a la idea ¿Si?. Voy a dejar a mis amigos y es difícil...

—Puedo hacerlo cuando estés en la universidad, será más sencillo para las dos.

—No mamá... hagamos esto juntas. Quiero que seas feliz con Han.

Leia sonrió tomando la mejilla de su joven hija.—No te merezco.

Hace diez años que Leia salía con Han Solo, un maestro de ingeniería mecánica en la universidad de Corellia. Y no fue hasta el invierno pasado que Han le pidió que se mudaran juntos. El primer problema fue determinar donde vivirían si en Alderaa o en Corellía, la respuesta no fue difícil; en Corellia Han tenía su empleo, por demás, bien remunerado, y para su suerte las oficinas de Relaciones Públicas donde trabaja Leia tenían sucursal en aquel estado, así qué pidió su cambio en el momento que Rey aceptó mudarse con ellos. Claro que no podía dejar a su hija con dieciséis años viviendo sola.

El viaje por carretera era de, al menos, un día, pues el camión de la mudanza viajaba detrás de ellas; Leia estaba obsesionada con el control, necesitaba guiar cada aspecto de su vida, y un camión de mudanzas no iba a ser una excepción.

Rey disfrutaba del sol en su piel con los vidrios abajo. Pararon ocasionalmente a estirar las piernas y comer en paraderos. El viaje en si fue divertido, pero conforme se acercaban a Corellia el corazón de Rey y Leia palpitaban con contradictorias emociones.

Han las esperaba sonriendo en la puerta de su casa, Rey pasó una semana aquí hace casi seis años, jamás pensó que regresaría para quedarse a vivir.

El enorme camión de mudanzas se detuvo detrás del carro de Leia, ella se bajó sonriendo, estaba radiante cuando caminó hasta los brazos de Han.

Rey la observaba desde el asiento del copiloto, de alguna forma sentía que bajando del carro se volvería todo absolutamente real. Cuando ya no pudo prolongar más su estancia bajó y, dando un saludo a la distancia, caminó hasta la parte trasera del camión de mudanzas para comenzar a bajar sus cosas.

Cajas y cajas repletas de recuerdos.

—Déjame ayudarte con eso, niña.—Han tenía una forma particular de dirigirse a la gente. Su tono era tan despreocupado y casual. Como si mudarse con él fuese la actividad muy cotidiana.

—Gracias señor Solo...—Rey dejó la caja descansar sobre los brazos de Han.

—Dime Han...—Suplicó con una sonrisa en sus labios— Me haces sentir como si fuera tu maestro.

—Está bien.—Él se mantuvo de pie observando detenidamente el rostro de Rey, de inmediato ella se sonrojó y bajó la vista—... Han.

—¿No están los gemelos?—Preguntó Leia de repente al notar que sólo estaban ellos tres, el conductor del camión y los dos hombres que ayudarían a bajar las cosas.

—No...—Respondió suspirando Han—... Recordaron que tenían una salida al mar este fin de semana.

Una mueca se dibujó en el rostro de Rey, no recordaba a los gemelos con especial entusiasmo, el verano que pasaron aquí hace años fue el más aburrido de su vida, los chicos Solo, a pesar de tener la misma edad que Rey, eran muy herméticos entre ellos, la única actividad que hicieron los tres juntos fue sentarse a ver una película, media película en realidad, Rey se quedó dormida antes de llegar al primer tercio de la misma.

Rey siempre pensó que ellos no aceptaban la relación de su padre con su mamá, y esta "salida tan repentina a la playa" no era más que la confirmación de su desprecio por esta mudanza.

—Puede subir la cama al primer cuarto a mano derecha.—Han le daba indicaciones a los encargados del camión.—...Esa será tu habitación, Rey.—Se dirigió a ella ahora que llegaba a la puerta con una de sus maletas en las manos.

—¿No era esa la habitación de Ben?—Preguntó Rey un poco asustada.

—Lo era, ahora los chicos comparten la habitación al final del pasillo.

—Espero que eso no ocasionara algún problema.—Murmuró la chica preocupada.

—Para nada, niña. Ellos insistieron.

Han sonreía, pero muy en el fondo Rey sabía que eso era falso, apenas convivió con ellos pero fue suficiente para saber que los chicos no iban a ceder así de sencillo.

Este era por demás el día más largo en la vida de Rey, llegó a la casa de los Solo a medio día y para las cuatro el camión se estaba alejando. A pesar de haber subido tantas veces para acomodar sus cosas, una vez que todo quedó listo, de nuevo bajo a la estancia y se plantó en la puerta de entrada. Todo era nuevo ahora, todo la asustaba.

Leia se sentía como en casa, ella rápidamente se adaptó. Rey entendía que su madre era feliz estando cerca de Han y no había nada mejor para ella, pero Rey aún no encontraba su lugar en esta casa.

—¿Vas a quedarte aquí todo el día?—La voz de Han la sobresaltó. Actuaba como si la encontraran haciendo algo malo.

Ella no respondió, sólo se quedó en silencio observando sus propios zapatos.

—Es tu casa también.—Han colocó su mano en la espalda de la chica.

—Gracias.—Respondió observando la sincera sonrisa en los labios de Han.

—Vamos, preparemos algo para comer.

Han Solo era el hombre más dulce que había conocido, la trataba siempre con mucho respeto, desde que su madre se lo presentó. Para Rey fue una verdadera pena escuchar la historia sobre su ex-esposa; murió muy joven en un accidente, los gemelos tendrían tres años entonces.

El desorden en la cocina y la poca comida en el refrigerador de la daban una pista a Rey sobre lo que significa ser un padre soltero con dos varones. Cerveza de raíz y gaseosas, un huevo y aderezos, era todo lo que había en la nevera.

—Creo que es mejor hacer compras.—Dijo Leia cerrando la pequeña puerta.

—Traeré las llaves del carro.—Han caminó por detrás de la barra y salió de la cocina.

—¿Puedo darme un baño antes?—Preguntó Rey cuando quedaron sólo su madre y ella.

—Claro que si. ¿Recuerdas donde está el baño?

—¿Está abajo?—Rey asomaba su cabeza fuera de la cocina tratando de recordar.

—Tienes una ducha en tu habitación.—Han apareció de repente con las llaves en la mano—Y se supone que un contratista vendría esta semana para preparar el baño de los chicos, pero no lo hizo. Espero que no sea una molestia compartir el baño con ellos. Por ahora.

Rey en un acto reflejo volvió su vista directo a su mamá.

—Eduqué bien a ese par, pero si te sientes incomoda siempre puedes utilizar el baño en nuestra habitación.

—No, está bien. Gracias.—Se apresuró a responder. Ella no quería ser una molestia.

Rey subió los escalones lentamente, a donde volteara veía el rostro de los gemelos; eran idénticos, en las fotos no encontraban algo que pudiera distinguir a uno del otro, pero si seguían siendo los mismos niños que recuerda uno de ellos era más sereno que el otro. Si su memoria no le fallaba Ben era el tranquilo.

Su habitación no quedó igual a la que tenía en Alderaan, su cama ahora estaba alineada a un costado de la ventana, su ropero estaba empotrado en la pared, la puerta del baño estaba frente a su cama. El baño era espacioso, pero era un desorden tras otro, al igual que en la nevera, crema de afeitar seca en el tocador, pasta de dientes mal abierta, los cepillos dentro de un viejo vaso y gel, mucho gel para el cabello. Ella no imaginaba dejando sus cosas aquí. Salió de regreso a su habitación y tomó las cosas que utiliza para la ducha; una esponja, sus jabones y tratamientos para el cabello, trató de bañarse lo más rápido que pudo, no quería sentirse muy invasiva, pero por mucho que le molestara pensarlo ahora este también era su baño y tendría que aprender a dejar a caminar de puntillas en su propia casa.

Bajó en menos de diez minutos. Su madre estaba detrás de Han dando un ligero masaje a sus hombros.

—¿Lista?—Preguntó Leia caminando en dirección a su hija.

Rey continuaba seria, sólo respondió afirmando con su rostro.

Compraron frutas, verduras, carnes rojas y blancas, un variedad de pastas que Han no tenía ni idea de como pronunciar, quesos, pan, en fin una despensa que abarcaba más allá de las gaseosas y cerveza. Antes de llegar a la caja a pagar Han salió disparado y regresó cuando estaban pasando los últimos productos por la banda.

—Tenemos que celebrar—Dijo mostrando una botella de vino.