Disclaimer: Rurouni Kenshin y sus personajes son propiedad de Nobuhiro Watsuki. Sin embargo los OC's son de mi autoría.
Advertencia: un poquito de lenguaje soez, lemon ligero.
«Y las nuevas imágenes cambiaran sus corazones y sus formas.»
Rei Ayanami ― Evangelion
Valor de la distancia
Misao se encontraba trabajando en perfeccionar una nueva técnica con sus kunais y shurikens. Ésta, consistía en moverse a una velocidad suprema al tiempo en que lanzaba las dagas y ninja estrellas a un blanco; lo que a esa velocidad era bastante dificultoso.
El follaje del bosque armonizaba perfectamente con el entrenamiento de la chica, sin embargo era ajena a que alguien la observaba.
Aoshi divisaba cada movimiento de Misao sin pretender inmiscuirse en ello, de manera casual se topó con aquella escena, así que aprovechó el momento para ver cuánto había mejorado su protegida. Se fijó en que la técnica como tal era buena, pero era la manera en que Misao la realizaba lo que le daba un toque maestril al fusionarlo con movimientos rápidos en los que podía hacer ataques de cuerpo a cuerpo hacia su oponente. Sólo le faltaba un pequeño ajuste, y que con unos pocos entrenamientos más, estaría listo.
Misao se detuvo. probablemente él hizo un sonido sin darse cuenta y la chica lo notó.
Ella se dio vuelta hacia donde él estaba y lo vio.
Se sorprendió al verlo allí, pero a la vez le alegró profundamente, ya que para Misao Aoshi nunca estaba demás.
Dejó lo que estaba haciendo, guardó sus armas y se dirigió hacia Aoshi.
—¿Qué hace aquí, señor Aoshi? —Inquirió ella de manera natural.
Aoshi hizo un gesto propio de él, la miró por unos segundos y luego dijo:
—Sólo pasaba por aquí, te he visto y me he detenido un momento. —Explicó sin más.
—¡Entonces me miraba! ¿Qué le pareció? ¿Estuvo mal, bien... excelente? —Exclamaba y preguntaba emocionada de que Aoshi le diera su punto de vista ante sus destrezas.
—Sigue entrenando. —Fue todo lo que dijo él en cambio.
Empezó a caminar de regreso dejando a Misao con pajaritos en su cabeza.
Los Oniwabanshū estaban por tomar una misión, por eso tanto entrenamiento por parte de Misao, pero también para tratar de impresionar a Shinomori.
Misao estaba teniendo una conversación con Okina, éste le hablaba sobre el asunto de Aoshi; quería hacerle ver a la chica que el ninja no iba a cambiar su modo de verla y que era hora de dejar correr ese punto, que debía vivir más por ella misma.
—¿Por qué estás tan preocupado por eso, Okina? —Ella enarcó ambas cejas dándole poca importancia al asunto—. Lo dices como si...
—Misao —la interrumpió—, tal vez creas que estas son tonterías de viejo, pero te lo estoy diciendo por tu bien, no quiero que sufras —siguió seriamente y mirándola a los ojos—. Sé que lo quieres, pero ya ha pasado tiempo, y debes comprender Misao que si nada ha cambiado, es porque no eres lo que él está buscando —fue directo.
Misao cambió su gesto y tomó más que serio el asunto.
Abrió un poco sus ojos, se quedó callada un minuto. Luego sonrió y dijo: —Lo sé, Okina, siempre lo he sabido, pero eso no quiere decir que yo vaya a dejar de hacer lo que he venido haciendo desde que tengo conciencia de ello, porque créeme, lo he intentado, como no tienes idea; he tratado de sacarlo de mi corazón y de mí, pero no puedo, no puedo. Así que sólo me queda amarlo desde lejos si es todo lo que puedo esperar, porque con sólo tenerlo a mi lado me basta. Además... él volvió siendo mejor de lo que era. Confío plenamente en que no hará algo que nos dañe, Okina.
Ella seguía sonriendo ensímismada en la imagen de un respetado Aoshi que se presentaba en su mente.
Okina suspiró, y por alguna razón las palabras de su nieta, lo hicieron entender, entenderla más como ser humano que como un abuelo preocupado por su pequeña nieta.
Quizá para otros Misao seguía siendo la misma niña alegre, parlanchina y hasta inmadura. Incluso él hasta hace un momento pensó que era así, hasta que sus palabras lo hicieron rectificar y darse cuenta que Misao había madurado, quizá no lo mostrase con cotidianidad, pero la chica tenía un temple que muchos quisieran tener, y una pureza que la hacía brillar ante el mundo.
—Entonces no hay nada más que yo pueda hacer, si esa es la decisión que has tomado, por ahora la respeto, pero si las cosas se complican, voy a tener que intervenir. —Culminó el anciano sin intención de ser contrariado.
Ella lo miró de la forma más adulta conque ninguna otra vez lo había hecho.
—Sé cual es mi posición en todo esto.
Y con esas palabras dieron por terminada su reunión.
Era muy noche, y a la intemperie se encontraba una Misao muy pensativa en relatividad a la conversación que tuvo con su abuelo. Y es que a pesar de haberle dicho lo que dijo, ella sabía que si su adorado Aoshi nunca le daba atención que ella que ella anhelaba, su corazón tendría por siempre una grieta que jamás podría cicatrizar.
Sentada en la hierba, con su traje habitual de ninja, admiraba las estrellas y luceros que adornaban el cielo azul marino. Alargó su brazo y dibujó la silueta de una constelación para susurrar: —Inalcanzable...
Y fue en ese momento en que tomó una decisión, ella seguiría amándolo, pero ya era hora de crecer, ya era tiempo de hacer cosas para sí, para alcanzar algo más. Adquirir ese algo que hacía falta en su vida, y sólo podría hacerlo si dejaba de girar su mundo y vida al rededor de Aoshi Shinomori.
Los Oniwabanshū tenían su misión dentro de Kioto, y así salieron al rededor de éste a investigar. Al parecer había una banda de delincuentes con planes de atacar casas nobles y robar tanto como pudiesen, pero lo peor no era eso; sino que querían secuestrar cada hija de cada casa que asaltasen, con el fin de quedarselas o pedir una gran cantidad de dinero por ellas.
Si lograban obtener las pistas necesarias y recolectar toda la información que necesitaban, frustrarían los planes de tan viles hombres.
Lo mejor de haber vuelto Aoshi, es que ahora trabajaba para el equipo de Kioto junto con Misao, además de que el equipo de Tokio estaba erradicado debido a las muertes de los cuatro miembros. Hasta ahora no sabían hasta cuando, pero esto hacía que las misiones fueran mucho más efectivas.
—Nos dividiremos en parejas —hizo saber la Okashira del grupo, Misao—. Kuro, tú irás con Omasu. Shiro, tú conmigo. Okon y el señor Aoshi.
Okina no iba a participar en esta misión de forma directa. Su tarea aquí era otra.
—Entendido —Asintieron al tiempo en que aceptaban el reparto los miembros.
A excepción de Aoshi, quien por alguna razón parecía que algo le molestaba.
Tomó a Misao por el brazo y se alejó hasta cierta distancia, los demás conversaban. Seguramente sobre la misión.
—¿Qué haces? Se suponía que tú y yo íbamos a trabajar juntos. En eso quedamos —le reclamó tan sereno como podía el ex líder del Oniwabanshū.
Misao no iba a dar paso atrás, había tomado una decisión y era hora de poner en marcha su plan.
—Decidí que la situación requiere de que las parejas se distribuyan de esta manera, usted no es ningún novato, incluso podría trabajar solo. —Fue la explicación que dio Misao.
Aoshi Shinomori podía ser un hombre de pocas palabras, pero si había algo que él sabía, era cuando Misao ocultaba algo. La taladró con sus helados orbes azules, y ella no decayó ante éste, sostuvo los orbes azules de su tutor con una mirada verdiazul semejante.
Esto era lo más difícil que había hecho la chica desde hace tres años.
—Bien —dijo soltándola. Pero dentro de él, sin que Misao lo supiera estaba de lejos dejar las cosas tal como ella quería.
Misao vio como el hombre que amaba se dirigía con pasos seguros hacia sus otros compañeros, dejándola con una duda en su cabeza.
La duda que se instaló en Misao era tan normal como el aire que se respiraba. Si bien sus cavilaciones y hasta sus propias palabras se podían ver como paradójicas al haber actuado de una forma en momentos antes de hablar con Okina y luego de otra tras su pequeño discurso, hasta llegar una conclusión que se podía tomar como inversa a su manera de pensar, expresar y actuar.
El punto era que, era notorio su enamoramiento por Aoshi, sin embargo éste, no parecía notarlo o al menos dar una muestra de saberlo. Lo que para otros era patente.
Al separarse e irse cada pareja por su lado para hacer su primera investigación en cuanto al caso, Misao iba un tanto distraída por la anterior situación. A su lado Shiro, quien iba corriendo y saltando con los típicos movimientos de un ninja, la miró de reojo.
En el Aoiya una pequeña reunión entre la líder de una de las ramas ninjas más letales Japón y un ex líder, era la situación aquí presente.
Un arreglo se iba llevar acabo en relación a la próxima misión, que se había reducido sólo a estos dos, por petición del mismo Shinomori, a quien por supuesto Misao no le iba a dar negación alguna.
—¿A qué se debe esta reunión privada, señor Aoshi? —Quiso saber la muchacha con afán.
Desde que se lo había pedido, su cabeza no paraba de pensar en lo referente, sin embargo esta vez, no le dio permisiva a sus habituales pajaritos preñados, porque habían estado estructurando el tema de la misión.
—Más que privada, es por realizar de mejor manera el éxito del trabajo —expuso éste sin miramientos—. He llegado a la conclusión de que, para la esta primera pesquisa, debemos trabajar en conjunto, por lo que será mejor que vayamos juntos.
Misao comprendió su punto, pero, se suponía que los equipos estaban ya cuadrados.
—Se suponía que iríamos en división, de hecho usted y Okina quedaron conforme a lo que habíamos llegado, ¿qué lo hizo cambiar de parecer? —Indagó con cierta esperanza de otra cosa muy distinta a la labor.
Aoshi, con su característica altiveza y serenidad, no iba a dar por completo el detalle sus motivos, pero sí revelaría un punto de valor.
—Sé que tus habilidades son buenas, Misao, pero es bastante grande el número de la banda a la que nos enfrentaremos, si por alguna razón te vieses atrapada por ellos, nos harías ver débil como organización; teniendo en cuenta que eres la Okashira. —Culminó dejando a la chica descolocada.
Eso le dolió a Misao, más como líder y miembro que como mujer, porque al menos como mujer, siempre había sabido que, a pesar de que se había ganado el respeto de sus compañeros, seguía siendo una chica, y los hombres por muy alto que le dieran ese respeto y confianza, nunca daban el verdadero crédito, creía de acuerdo a los que había llegado a conocer. Pero como ninja, esto le afectaba. ¿Cuándo había fallado ella? Está bien, no siempre había ganado en las luchas, pero poco a poco había ido mejorando. Si bien, siempre se tropezaban con baches en el camino, nunca habían sido obstáculos irremediables. Si se atravesaba algo los quitaba y listo.
—¿Qué se supone que significa eso, señor Aoshi? —Preguntó ella sin querer mostrarse alterada.
Aoshi no dio muestra de ademanes que aligeraran las palabras que de su boca salieron.
—Que si yo voy contigo, la situación sería distinta, con la experiencia de ambos, esto nos da ventaja —dijo el pelinegro con total confianza.
El hombre que parecía que siempre tenía un problema de comunicación, en esta reunión estaba haciendo un uso de un vocabulario bastante extenso para su gusto y característica, no obstante esto era más por su propia creencia, pero la carencia de sutileza en ello, era lo que empeoraba aún más el asunto ya que debajo de aquello, sencillamente buscaba hacer lo que siempre había hecho con esa chiquilla, protegerla.
La verdad es que Misao no logró dar bien con todo, pero Aoshi tenía mucha más experiencia, y ella misma sabía que no se podía comparar con él, por lo que no le quedó de otra más que aceptar y reorganizar la estructuración anterior.
De paso, le mostraría al hombre que la crió, que no por ser más joven y carecer de toda las experiencias que él tenía acumuladas, volvía vulnerable a los Oniwabanshū.
Ella era Misao Makimachi, una chica indetenible cuando algo se le metía en la cabeza.
Misao sacudió su cabeza como si así pudiese despejarse de todo; incluyendo al hombre que nunca había alcanzado a verla.
Se enserió y divisó la gran mansión en la que debería realizar su espionaje. Sus contratantes les habían hecho saber que supuestos tipos extraños habían alquilado aquella mansión, por lo que intentaron saber quién era el que la alquilaba, pero no pudieron dar con el nombre de nadie. Luego de eso, Okina hizo una breve investigación, y sí, era verdad que hombres forasteros habían alquilado aquella propiedad, pero tampoco pudo dar con datos sobre éstos.
Volvió su rostro hacia su compañero y en un cabeceo le hizo la señal para empezar con aquello. Shiro asintió, tan pronto como entendieron sus ademanes se hizo la separación.
Era momento de la infiltración.
Estos bandidos no eran de bandidajes comunes, valga la redundancia. Tenían más poder de lo normal en cuanto a su sistema de operación.
En los detalles que les dieron de su expediente, se creía que había gente poderosa detrás de aquello. Pero, ¿por qué unas personas con poder harían algo así? No concordaba, pues aquel plan de robo se veían tan ordinario como cualquier otro.
Misao se dispuso a saltar por la parte de atrás de la casa donde había una cantidad mediana de arbustos. Notó que habían varios hombres dentro de la casa, ya que por una ventana se podía ver claramente a éstos. Probablemente una reunión.
Con la agilidad de una comadreja se dispuso a acercarse más para escuchar la conversación. Llegó hasta la ventana, la cual estaba semiabierta y las voces llegaban perfectamente a los oídos de la chica.
—... No, esta misma semana será, no hay tiempo que perder —decía un hombre con voz autoritaria.
Debía ser el líder. Misao quería asomarse para ver su rostro, pero sería estúpido por su parte ya que se estaría poniendo en riesgo y así la misión.
—Pero señor, pensé que descansaríamos hasta la semana próxima. Usted mismo dijo que iba a ser así —se escuchó otra voz. Debía ser unos de los que actuaban directamente en el robo.
—No pongas en objeción lo que te dice nuestro señor. Si él quiere que sea esta misma semana, esta semana será —dijo otra voz, un lame botas quizá, o tal vez un hombre con estrecha amistad hacia el que parecía ser el líder de aquello.
—Kira tiene razón, no me contradigas. Además lo pensé mucho mejor, y para como se están poniendo las cosas, es mejor actuar rápido. Una fuente me hizo saber que los malditos nobles se han alertado en cuanto a nuestros planes de robarlos, seguramente contratarán gente para que nos descubran, sin embargo aún estamos unos pasos adelante.
¿Entonces si habla así de los nobles es por que él que no lo es, o sólo es una manera de expresarse? Se preguntaba Misao poniendo atención a todo.
Una ola de voces se hizo escuchar y no se entendía bien qué era lo que decían. habrían al menos quince hombres en aquella habitación.
—Cállense, malditos. Pongan atención, háremos lo estipulado. Entráremos a la casa Takeda en dos días. Robaremos todo y nos llevaremos a sus hijas, al parecer tienen cinco putitas. Suficiente para nosotros, las follaremos y luego veremos qué hacemos con ellas, o las matamos después de follarlas. —Hizo saber el de la voz autoritaria con escabrosidad.
A Misao aquello le dio rabia. Apretó los dientes y le dieron ganas de adentrarse por la ventana y matar a cada uno de esos imbéciles tan perversos.
Se hizo un bullicio de celebración. Un sí para el dirigente. Entonces tendría que informarle a los demás que debían actuar rápido y cazarlos cuanto antes.
Un gruñido animal le hizo voltear hacia un lado. Un perro negro con centelleantes ojos que se denotaban ambarinos al ser de noche se disponía a atacarla. Se quedó estática por dos segundos, luego con sumo cuidado empezó a alejarse de la ventana. Pero el canino le dirigió unos ladridos en forma de amenaza y obviamente los hombres de adentro los habían escuchado.
—¿Qué pasa? —Escuchó Misao que preguntaba el hombre de voz autoritaria.
—Creo que hay alguien afuera —dijo al que habían llamado Kira.
—Entonces hay que acabar con esta rata asquerosa y entrometida —propuso el supuesto líder.
Misao se puso aún más alerta y cuando los hombre abrieron por completo la ventana ella ya no estaba allí, pero el perro la había seguido y así también una serie de ladridos. Los hombres se disponían a salir gritando: —¡Está por el jardín, hay que atraparlo!
Misao se detuvo un momento y le lanzó al perro una pequeña porción de comida, éste, por instinto animal la atrapó en el aire. Se trataba de comida especialmente hecha para estos casos; dormía a cualquier persona o animal que la comiese. En poco tiempo el perro estaba como ido, Misao salió de allí como alma que lleva el Diablo, y para cuando los hombres quisieron divisarla, ya ella estaba demasiado lejos.
—¡Demonios! Se escapó el maldito. —Se quejaba el aparente líder.
—¡Eso estuvo cerca! —Exclamó la chica para sí misma cuando se detuvo ya lejos de la mansión.
En eso llegó Shiro.
—¿Estás bien? Escuché el griterío mientras estaba adentro en el sótano. —Preguntó y seguidamente informó.
—Sí, no te preocupes. Fue sólo un perro que me vio y se puso como loco, los tipos lo escucharon y se alarmaron. Pero pude obtener la información, ¿tú conseguiste algo?
—De hecho, algo se queda corto. Estos tipos tienen allí al menos una cantidad de armas, dinero y drogas para abastecer todo Kioto —le hizo saber Shiro.
—Entonces espera a saber qué es lo que quieren hacer con los Takeda. —Le comentó Misao.
Él se quedó viéndola de forma interrogativa mientras que ella le dijo: —Vámonos. En el Aoiya pondremos a los demás al tanto, y ellos que nos digan qué lograron averiguar.
Shiro asintió y así partieron a su base.
Aoshi, en su singular serenidad, soberbia y reservada hablanza escuchaba con atención a los detalles de sus compañeros ante la pesquisa nocturna que habían ido a realizar, y qué habían recolectado cada pareja.
El asunto iba sobre los Takeda, alguna rama perteneciente a los Takeda de Tokio, sin embargo éstos, estaban lejos de parecerse al despreciable Kanryū Takeda, para quien Aoshi en su momento como Okashira había trabajado. Su posición de alcurnia los dejaba de primeros en la lista de los ladronzuelos.
Misao explicó claramente que a ellos eran quienes querían perjudicar primero, así como también les dio los detalles sobre la conversación que hubo en la junta, y el único nombre o apodo que salió: Kira.
—... eran muchos, alrededor de quince hombres conté en la habitación, pero seguramente habrían más dentro del lugar, ¿no es así, Shiro? —Preguntó Misao a Shiro quien había entrado a la casa.
Éste, asintió y dijo: —Sí, habían otros. No sé con exactitud cuántos en total, pero habían cinco hombres la parte delantera de la casa, además de los empleados que tienen, quienes son dos mujeres nada más. —Explicó el ninja.
Seguidamente de eso, Shiro dio explicación de las armas, los estupefacientes y el dinero que mantenían resguardado en el sótano.
Por otra parte, el dúo de Kuro descubrió que los hombres habían estado rodando a altas horas de la noche por las calles, y que aunque no socializaban mucho con la gente, se paseaban libremente por el lugar en horas del día.
Fue el turno de Shinomori en dar a conocer su recolección, y en cuanto éste empezó a hablar la cosa se puso peor. Dijo que los sujetos provenían de Okinawa, huyendo por todos los delitos que habían suscitado, los cuales habían sido desde robos hasta viles masacres por placer. El sadismo que mostraban ante sus actos y el que aún la policía no los hubiese atrapado les había dado más confianza entre sí, por lo que habían acabar con ellos en esta misión, ya que era una oportunidad que quizá no volvieran tener. Fue breve pero directo.
Todos asintieron a ello, inclusive Misao quien a pesar de los últimos desacuerdos no iba juntar del todo los hechos con la misión y que ésta, se viese afectada.
Okina reveló que el alquiler de dicha la morada que habitaban era por un mes, lo que daba a entender, que la semana que llevaban allí había sido para recolectar a su victimarios y crear su plan.
Así que finalmente acordaron reunirse de inmediato el siguiente día con la nobleza del Kioto y naturalmente poner sobre aviso a los Takeda, a quienes ya le tenían una forma de protección para que los planes de los enfermos ladrones, no llegaran a su cometido.
Para cuando se dieron cuenta, la noche era más avanzada de lo que creían, no obstante Okon y Omasu prepararon algo rápidamente ya que la salida les había abierto el apetito a todos. Y cuando terminaron de comer, Misao, Kuro y Shiro se encargaron de fregar los trastes. Al final todos se fueron a dormir, pero había una persona que no podía conciliar el sueño.
Misao había contado al menos ya cincuenta vueltas en aquel futón, así que decidió levantarse.
Salió al jardín trasero con la melena flotando a su alrededor, ya que se había desecho de su siempre acompañante trenza. Descalza y arropada sólo por una ligera Yukata que Omasu y Okon le habían regalado el año anterior, se dispuso a sentarse en la orilla de piso.
Sus piernas quedaron flotando ante la posición, aprovechando mirar al cielo mientras sus manos se encontraban una sobre la otra. Esto le daba un aspecto vulnerable, y sobre todo, al detallar la mirada que enviaba al cielo nocturno.
Se puso a pensar en el pasado, cuando era cuidada por Aoshi, y entre tantas cavilaciones llegó a la conclusión de que seguramente no estaba entre sus planes el cuidar de una chiquilla como ella, pero a pesar de todo lo hizo, y muy bien. Fue rememorando los hechos siguientes a eso, sonrió al evocar imágenes de locuras y amistad con su grupo. Así como también los recuerdos que guardaba de Kenshin, Kaoru y de los demás. Se sentía tan agradecida por cada cosa que ellos habían hecho por ella, con cada uno de ellos.
Pero había algo, faltaba algo, y sin saber la razón una lágrima brotó de su ojo derecho deslizándose lentamente por su mejilla.
Una ráfaga de viento la azotó y un aroma a sándalo invadió sus fosas nasales.
Enseguida se limpió la mejilla.
—¿Qué haces tan tarde aquí afuera? —Escuchó que él le preguntaba.
No quería voltear. No quería volverse y encontrar a la persona que le enseñó tanto durante sus primero años de vida y luego se fue. A la persona que fue a buscar y finalmente regresó. A la persona que más amaba en el mundo y sin embargo él, él no la veían con una segunda intención. Tan sólo como a alguien quien cuidar, tan sólo como a una niña y ya.
Respiró hondo y encontró su voz.
—Los asuntos sobre la misión no me dejaban dormir —mintió—. Fue por ello que salí aquí a despejarme un poco.
No lo miró a la cara.
Él llegó a su lado y por inercia ella volteó.
Aoshi se sentó a su lado. Manteniendo distancia.
—¿Por qué? —Inquirió.
¿Por qué? No tengo idea qué puedo responder.
Al no obtener una respuesta Aoshi se volteó a mirarla sabiendo que si ella no decía nada, era porque el asunto no era tan pequeño como ella quería hacerlo creer. Si había alguien a quien le gustaba hablar era a ella. Hablaba a cada minuto, por los codos y con cada oportunidad que se le presentase, sin embargo allí estaba; sin querer darle la cara y ocultándole lo que realmente le pasaba.
No iba a forzarla a hablar, si ella no quería decirle, él por ahora respetaría eso.
Se quedaron lo que pareció una eternidad ahí, no se miraron, no se hablaron, tan sólo estando. No lejos, pero tampoco cerca. Había una brecha.
Realmente habían pasado sólo unos minutos, quizá unos diez, quince, tal vez veinte. Así que Aoshi se levantó, con intención de seguir su sueño.
—Ve a dormir, Misao. No permanezcas más tiempo fuera. —Dijo, casi entrando.
Ella al escucharlo, hizo un pequeño movimiento con la cabeza. Al siguiente minuto se levantó y se fue su habitación.
Se metió en el futón y se abrigó con las mantas, pero tenía la sensación que algo en su corazón se estaba resquebrando. Y dolía, por más que intentara que no, lo hacía. Su pecho se sentía oprimido, era como si su corazón fuese una persona y éste fuese ahorcado sin piedad. Sin querer su nombre se les escapó de sus labios y para cuando menos se lo esperó, el sueño la venció.
Aoshi había notado la tristeza en rostro de Misao, a pesar de que ella intentaba esconderlo. El rastro de una lágrima estaba aún en su mejilla, con la luz de la luna llegando a cada rincón era imposible no notarlo.
Hubiera querido hacer preguntas, hubiera querido ayudarla. Pero él no sabía cómo, así como tampoco era bueno con las palabras.
Cuando salió de allí, algo dentro de él, sólo un poco, empezó a deshelar.
La mañana llegó y como siempre, un buen desayuno los acogió. Esta vez fueron Kuro y Shiro quienes se encargaron de ello y Okon y Omasu de la limpieza de los platos. Así Misao podría ir junto con Okina y Aoshi a reunirse con la nobleza y ponerlos en alerta.
No pasó desapercibido para los habitantes del Aoiya el trato de Misao con Aoshi, a quien de cualquier manera posible intentaba evitar, hablándole sólo cuando era requerido y sin siquiera tratar de llamar su atención.
En cuanto se reunieron con los nobles residentes de Kioto, le hicieron saber algunas cosas, lo que relativamente ellos tenían que saber, ya que no era bueno tampoco darles toda la información. Tuvieron una charla privada con el matrimonio Takeda y les contaron el asunto, éstos al escuchar cada palabra quedaron impresionados y un poco angustiados, pero ellos les hicieron saber que harían lo que estuviera en sus manos para que eso no sucediera, no obstante tenían que acatar al pie de la letra sus órdenes. El matrimonio aceptó, por su bien y el sus hijas.
El día avanzó con rapidez, pero sólo el hecho de ser verano lo hacía ver que transcurría con lentitud, ya que el calor que hacía era un poco irritable.
Los Onmitsu volvieron al Aoiya con el resto de sus compañeros quienes habían atendido todas las tareas domesticas mientras ellos estaban fuera.
Un apetitoso almuerzo calmó las ansias de sus estómagos. En cambió no las dudas ni los anhelos del corazón de la Okashira.
Estructuraron por completo el plan que pretendían llevar a cabo ahora que tenían la confirmación de los Takeda, pulieron algunos puntos que se tornaban débiles y al final de la tarde estaba todo cuadrado.
Una vuelta por la mansión que alquilaban los ladronzuelos les hizo saber que sus planes seguían siendo los mismos, así como también ahora sabían que eran veintiuno los hombres que habitaban el lugar, dejando de lado a las dos mujeres que por trabajo allí se encontraban.
De noche Okina dejó saber que había que darles una vuelta los Takeda para ver que las cosas estarían sin contrarrestos para el día siguiente, fue por ello que a Misao no le quedó de otra que salir con Aoshi a hacer la labor.
Cuando llegaron a la mansión de éstos, lo hicieron con sumo cuidado, no tenían que dejarse ver por nadie. Lograron entrar sin mucha dificultad, y pudieron confirmar que los Takeda habían hecho exactamente lo que ellos le habían aconsejado, incluso ya se habían ido de la casa.
Dieron una última requisa por todo el lugar y salieron de allí.
Cuando iban ya lejos, Aoshi preguntó algo que nunca llegó a pensar en preguntar.
—¿Te dignarás a mirarme a la cara de nuevo?
Misao lo escuchó claramente, y al hacerlo se detuvo de manera abrupta. Él también se detuvo y con toda la serenidad que lo caracterizaba la enfrentó.
—Dime, Misao. ¿Qué es lo que te sucede para que me rehuyas como la peste? ─Preguntó taladrándola con la mirada.
A ella el corazón le dio un salto, y por mucho que quisiera que las cosas fueran como antes, ella sabía que ya no había retorno, no había marcha atrás.
—No es nada, señor Aoshi. Le aseguro que no es nada. —Respondió con todo el coraje que reunió y se dispuso a seguir su paso después de haber dicho las palabras.
Aoshi la miró alejarse y al igual que siempre se guardó las palabras que en ese momento debió haber sacado a flote.
El regreso al Aoiya fue lo peor, porque tenía que acomodar esa mueca que traía pegada al rostro y convertirla en alguna sonrisa o gesto de felicidad que la Misao «normal» de siempre traería.
Todos habían notado que algo le pasaba a Misao, las chicas querían preguntarle, pero había algo que no las dejaba hacerlo, como si supieran que el preguntarlo pondría peor aquello.
Okina, él sabía que la cuestión estaba relacionada con Aoshi, sin embargo había pospuesto la conversación para después de la misión.
Misao entabló una natural charla con sus compañeros, que si habían habido muchos clientes en Aoiya cuando no estaban, que si esto, que lo otro. Pero toda aquella cháchara barata y sobreactuada no había hecho más que ponerla en evidencia.
Y mientras Misao daba por todas las formas posibles de esquivar a Aoshi, éste por alguna e irónica razón de la situación, no perdía de vista cada movimiento que ella hacía. El que Misao se estuviera alejando de esa forma tan repentina sí le afectaba. Quizá para alguien que sólo se fijaba en la coraza más no en lo que había dentro, no le veía la lógica a ese punto. Él había vuelto, y al haberlo hecho sabía que había cometido muchos errores. Errores que hirieron a Misao, errores que ella le perdonó, y que de alguna u otra forma estaba el hecho de que él ya se había acostumbrado a estar con ella, por ella y para ella. Sólo que era muy lento, terco y tozudo para ver realmente de qué iba todo aquello.
Si bien era Misao la que lo había seguido siempre, la situación se fue en reversa al volver, porque cuando hizo su regreso lo que siempre anteponía a todo era la seguridad de la chica; estando en movimiento a través de ella.
Cenaron, en un incomodo ambiente, que por cierto algunos quisieron tratar de hacer como si no existiera, como si esa nubosidad gris que se sentía fuera algo imaginario.
Para relajar las cosas se entabló conversación sobre la misión, y en cuanto se dispusieron a hablar de ello, la atmósfera cambió un poco, disipando la nube grisácea, aunque no por completo.
Esa noche Misao fregó los trastes, sola. Lentamente, como si quisiera ocupar su mente para distraerse. Hasta que llegó la hora de dormir, y no pudo hacer nada más que controlar los sollozos que quería dejar salir.
Cuando los primeros rayos de luz llegaron, ya ella estaba más que despierta, fue entonces cuando se puso a cavilar, le dio mil y una vueltas a su cabeza. Si iba a cambiar para mejorar, lo principal era dejar a esa niña atrás.
El amanecer completo llegó, y para sorpresa de todos, el rostro de Misao no se veía con esa semblanza de tristeza.
Canturreó conversaciones como siempre, habló lo que no había hablado las últimas horas, y por sobre todo, saludó a Aoshi, no fue en búsqueda de llamar su atención como casi siempre era el motivo, pero el simple hecho lo dejó peor que el trato que le estaba dando anteriormente; como si estuviera pasando de él.
Listos para la labor del día se dividieron, nada de dúos, la cuestión iba en solitario. A excepción de Okina el único que se quedó en en restaurante-base, la cual serviría de resguardo ese día y durante la noche para los Takeda y sus hijas.
En las pesquisas anteriores habían hecho las cosas de noche, o como cuando Okina salía a recabar información dejándolos en el Aoiya a la espera, por lo que el lugar no se había tenido que quedar solo o cerrar. Algo bueno era que esos hombres nunca rondaron el sitio.
Con una ronda mañanera bien lista se reunieron en el punto de encuentro: la casa de los Takeda.
—¿Cuáles son las noticias del día? —Le preguntó Misao a Kuro y Omasu quienes llegaron juntos.
—Realmente nada impactante, pero que una de las mujeres que trabajaba en la mansión que alquilan renunció y están en búsqueda de alguien para la plaza libre.—Contestó Omasu.
Se mencionaron otras cosas, pero con menos importancia, luego de forma elegante Aoshi dio su parte.
—Ese tipo, el que dijiste que nombraron Kira —empezó Aoshi—, es bastante peligroso. Me pasé cerca de un restaurante de «alta categoría», dijeron su nombre y enseguida él se volteó, estaba con dos tipos más, de su mismo grupo. Es un hombre con el pelo rubio brillante, muy inusual. Creo que de ahí lo de Kira, quizá sea un alias.
Si Aoshi había mencionado que era peligroso, era porque en algo se había fijado, y es que el que fuera tan falto de habla no se aplicaba a fijarse en la gente cuando quería.
El informe de Aoshi ayudó mucho en la situación.
Los demás no consiguieron nada, a excepción de Misao que se fue directamente a espiar la mansión donde estaba residiendo los criminales. Misao le informó a su grupo que efectivamente como Aoshi había dicho, faltaban tres miembros, y los restantes estaban diciendo que faltaba menos para el ataque, estaba el tipo de la voz autoritaria, y aunque esta vez pudo ver el rostro de los demás hombres, no pudo divisar al sujeto que se presumía como líder. La conversación que tuvieron fue muy extensa, e incluso hablaron de la droga que tenían almacenada, las armas y el dinero, las cuales iban a ser movidas luego del robo para enviarlas a otro sitio. No dijeron dónde, pero sí hablaron de la hora en la que pretendía meterse en la casa de los Takeda.
Un hombre de dentadura podrida informó que a los Takeda se les habían visto con algunas valijas, por lo que Misao se asustó un poco, pero luego se le pasó cuando el tipo dijo que habían otras personas y al parecer no era una mudanza sino que allí le traían cosas de valor.
Algunas de las cosas que les habían dicho a los Takeda, era que tenían que estar a la vista de la gente. Nadie se podía enterar que no estaban habitando la casa, mucho menos darle indicios a los criminales de que algo sabían, por ello debían actuar con naturalidad.
Antes de las diez de la mañana ya habían regresado al Aoiya, por lo que éste empezó a dar su labor de siempre.
A las hijas de los Takeda se les preparó donde quedarse, asimismo también a sus padres, y aunque quizá estaban acostumbrados a una alta gama de comodidades y servicios, éstos no lo demostraron, sino que al contrario agradecieron a Okina, a Aoshi y sobre todo a la Okashira por lo que estaban haciendo por ellos.
La noche llegó y con ello el comienzo de la emboscada.
De forma repentina una fuerte lluvia azotó la noche de cada rincón de Kioto, por lo que los charcos y la humedad habían abarcado todo el lugar.
Expectantes, los Onmitsu aguardaban la llegada de los criminales que asediaron el lugar con el fin de llevar a cabo un desvalijamiento y un secuestro.
Con unas pocas lámparas y velas encendidas dentro de la casa Takeda para que se viera natural, cada quien sabía lo que tenía que hacer.
Sus oídos estaban más agudizados que nunca, incluso cada uno podía escuchar la respiración del otro. En lo que pareció la espera más larga de sus vidas, hasta que finalmente un sonido captó su atención advirtiéndoles la llegada los bandidos.
El primer sonido fue proveniente de una ventana, a los que se sumaron una serie de pasos y siseos, finalmente una arremetida violenta contra la puerta principal dejó ver un grupo de hombres que destilaba la maldad en sus ojos.
—¡Pero miren a quienes tenemos acá! ¡Si son los Oniwabanshū en persona! —Dijo un hombre alto con una cicatriz en el ojo izquierdo y a quien Misao le reconoció de inmediato la voz.
Entonces sí estaban al tanto de nosotros, se dijo la líder en su fuero interno.
—¿Creían que no sabíamos o no nos enteraríamos que ustedes, un grupo tan afamado por estos lugares podrían tratar de intervenir? —Preguntó el sujeto sacando una Katana y apuntándolos a todos, pero finalmente deteniéndose en Misao.
—Y aún así has venido —dijo Misao retándolo.
El tipo sonrió y ladeó la cabeza para luego negar dos veces.
—Una niñita tonta y cuatro cocineros no se acercan a un reto, sin embargo tengo mucho interés en el amigo aquí presente. —Dijo señalando a Aoshi—. Tengo entendido que desde muy joven ha hecho hazañas sorprendentes, así como también me he enterado que abandonó su propio grupo y casi mató a uno de los suyos. —Comentó con malicia.
Si bien los hombres sabían de ellos, entonces quizá sabían que los habían estado espiando, y quién sabía qué más.
Aoshi no parecía importarle algo de aquello, sólo lo miró con desprecio mientras se mantenía cerca de Misao sin hacer algún movimiento.
—¿No piensas decir nada? Así que es cierto eso de no hablas mucho. Bueno, tendré que empezar yo —avisó queriéndose ver cómico—. ¡Maten los cocineros y capturen a la chica! —Ordenó a los hombres que vinieron con él—. Y tú, tú vas pelear conmigo, te voy cortar esa lengua a la que no le das...
El hombre no terminó la frase, y para cuando quiso saber qué rayos pasaba, todo estaba revuelto. Shiro, Kuro, Okon y Omasu peleaban con sus lacayos, mientras que a él, Misao le había dado una patada en la boca tan rápido que ni siquiera pudo verla.
—Será mejor que no subestimes a tus oponentes, maldito bastardo. No soy ninguna niñita, y para que lo sepas, el trabajo en el Aoiya no nos hace menos.
El tipo se limpió la boca y le dio una mirada a Aoshi, éste como siempre, se mostraba frío y sereno. Pero sus ojos buscaban a alguien más.
—¿Qué o a quién esperas? —Quiso saber el tipo quien siempre había dado las órdenes.
—¿Dónde está el otro tipo, el tal Kira que estaba contigo? —Le preguntó Misao mientras noqueaba a un sujeto que pretendía atacarla por la espalda.
—¿Para qué lo quieres saber, acaso te gustaría que folle? Créeme yo puedo hacerte el favor —respondió en cambio el despreciable sujeto.
Habían muchos hombres ya en el suelo, y según los que ellos habían contado faltaban tres con exactitud.
Al Aoshi escuchar lo último que el tipo le dijo a Misao, se movió superlativamente rápido y sin ningún tipo de remordimiento le atestó una patada en el estómago.
El tipo se quedó doblado por el dolor y la impresión al tiempo en que Aoshi le decía a Misao: —Hazte cargo, voy por los que faltan.
Misao un poco descolocada asintió, no obstante Aoshi tenía razón, faltaban Kira y seguramente también los que lo acompañaban durante la mañana.
Aoshi no pretendía dejar sola a Misao en aquella situación, y aunque sus deseos como tutor iban a por su protección, el simple hecho de dejarla allí recalcaba aún más ese punto, el sentimiento. Muy pocas veces le mostraba que confiaba en sus habilidades, ya era hora de hacérselo saber, y por ello partió hacia la mansión donde seguramente estaría el tal Kira haciendo lo que él intuía.
Mientras que los demás se encargaban de los tipos restantes, Misao se enfrentaba al hombre de la cicatriz.
Con certeros movimientos había esquivado los ataques del criminal, sin embargo su oponente tampoco se había quedado atrás y pronto mostró que tenía habilidad para la lucha cuerpo a cuerpo. Se acercó con astucia hasta ella y le atestó una cortada en el muslo derecho. Ella hizo una mueca y se alejó por un minuto, se lo pensó bien y cuando estuvo lista se le encimó. Una lucha agresiva se desató, Misao le dio un fuerte golpe en la cara que hizo que su mano le doliera, no quedándose atrás, el sujeto le dio unos cuantos golpes por la zona de las costillas, en algún momento ella quedó debajo de éste y el tipo la aprisionaba con su cuerpo.
—¿Tienes unas últimas palabras antes de morir, niña? —Le preguntó burlonamente mientras le mostraba la Katana dirigiéndola lentamente hacia cuello.
Misao entrecerró los ojos y le respondió:
—Sí... vete al infierno, bastardo. —Y con esas palabras le enterró una de sus Kunais en el pecho.
En cuanto lo hizo buscó la manera de zafarse del encierro corporal en que estaba, la herida que le hizo a su oponente se lo permitió, pero cuando se levantó se dio cuenta de que todavía seguía vivo.
—¡Misao! ¿Estás bien?—Le preguntó Shiro llegando a su lado.
Misao volteó y se dio cuenta de que habían derrotado a los demás hombres dejándolos inconscientes, más no muertos.
—Estoy bien, Shiro.
Y aunque su herida punzaba un poco, realmente era nada para otras ocasiones.
—Debí matarte desde el principio, perra —le hablaba el despreciable sujeto.
Los demás llegaron a su lado.
—Ni siquiera pudiste conmigo, y aún así pretendías ir por el señor Aoshi. Eres un inepto. Yo esperaba más habilidades de todo esto. Son sólo unos imbéciles, unos ladrones ordinarios —le hizo saber Misao.
Era verdad, no esperaba que aquello fuera tan fácil.
—Jajaja, —se carcajeó—. Te aseguro que el imbécil no soy yo, preciosa —le dijo el sujeto.
—¿Cuál es tu nombre? —Inquirió de pronto Misao.
—¿Mi nombre? ¿A estas alturas te preocupas por mi nombre? Bien, ya que me estoy muriendo te lo diré —escupió sangre y se acomodó un poco—. Soy Konmaru, Konmaru Kōbe.
No le sonaba de nada. Pero entonces cayó en cuenta de que Aoshi había ido solo a buscar al tal Kira.
—Vámonos, debemos llegar a la mansión donde están las armas y lo demás. —Dijo Misao rasgando su gi y haciéndose un torniquete en el muslo.
Aoshi se había dado cuenta de aquello desde el principio.
Cuando llegó al sitio notó que habían alrededor de treinta hombres vaciando la casa, así como también el que los comandaba.
—¿Has venido a detenerme? —Preguntó el hombre de cabellera rubia cuando divisó a Aoshi en el lugar.
—Así que tú te quedas con el botín completo —comentó Aoshi.
—No pretendas saber qué es lo que pasa aquí, Aoshi Shinomori.
—Entonces explícalo —dijo Aoshi achicando los ojos.
—Está bien. Ya para qué seguir escondiéndolo si de todas formas vas a morir aquí. Resulta que llegamos aquí por casualidad, y bueno decidimos hacer unos cuantos robos y largarnos, pero, siempre un maldito pero, ¿verdad? Algunas notas nos empezaron a llegar, informándonos sobre ustedes, incluso ofrecían una enorme cantidad de dinero para que los sacáramos del camino, pero mi jefe dijo que él no le iba a limpiar el camino a nadie, que dinero a montones ya lo obtenía por sus propios medios, pero a mí me pareció que era bueno tomar la oferta, en cambio no dije nada. Así que empecé a trazar mi propio plan para convertirme en el líder, y qué mejor oportunidad que esta que ustedes me daban para concretarla. Decidí hacerle creer al jefe que mientras él los enfrentaba yo estaría allanando otro lugar solo, el jefe se tragó todo demasiado rápido ya que soy su hombre de confianza, aunque debería decir era, porque eso ya quedó en el pasado. Contraté hombres nuevos para llevarme el cargamento, y supongo que tú debes haber asesinado a mi antiguo jefe y ahora estás aquí, aunque si me dejas decirte algo, el que prácticamente hacía todo era yo, de ahí la fama de nuestra banda.
Supones mal, escoria.
Aoshi no dijo nada, no contaba con el hecho de alguien estaba intentando sacarlos del camino, y aunque era muy natural por todos los enemigos ganados que tenían gracias a su labor, no pensó que esta vez hubiera algo de esto implicado. Pero el punto de traición se le vino desde el momento en que lo vio en el centro de Kioto, y luego cuando no se presentó con el sujeto de la cicatriz en el ojo que efectivamente sí era el líder, no le quedó duda alguna.
Kira sacó una escopeta y apuntó a Aoshi.
—Adiós, Shinomori —dijo apuntándolo, con ademán de apretar el gatillo.
Aoshi fue veloz y sacó sus Kodachis, cuando el disparo reventó los demás hombres se dieron cuenta de la situación y naturalmente corrieron a brindarle ayuda a su jefe.
Aoshi en una danza de lucha se quitó de encima fácilmente a los insignificantes hombres, no matándolos, pero dejándolos inconscientes, entre esos los mismos que lo acompañaban por la mañana. Divisó a Kira cuando intentaba propinarle un corte, y aunque se suponía que con la prohibición del porte de espadas nadie debería de llevar una, aún habían personas haciéndolo.
El arte de espada que usaba Kira no era mediocre, aún así tenía sus debilidades. Acercándose demasiado, el hombre de cabellera rubia firmó su sentencia de muerte.
Una Kodachi impregnada de sangre, un hombre desangrado, una treintena de hombres inconscientes y un cargamento letal que se había quedado sin dueños.
¿Quién era la persona que quiso deshacerse de ellos a través de esa banda de ladrones?
Lo bueno de las cicatrices era que siempre sanaban, por más profundas que fueran. Sí, era cierto; algunas llevaban más tiempo, otras eran sencillas y se curaban de inmediato.
Misao eso lo sabía por experiencia.
Los bandidos fueron puestos bajo custodia de la ley, pues la policía se hizo cargo del resto cuando el grupo Oniwabanshū ya había hecho la parte importante. Así mismo los Takeda regresaron a su hogar, felices y agradecidos con cada Onmitsu, prueba de ello fue que cada integrante presentó su gratitud ante todos, uno por uno. Los demás nobles del lugar que habían acudido a ellos también quedaron satisfechos con el resultado. Cuando los Oniwabanshū aceptaron la misión fue por el hecho de ser protectores de la paz y su visión de justicia, al principio les pereció raro que no llamasen primero a la policía en vez de a ellos, pero finalmente entendieron que el miedo y la inseguridad de aquellas personas los hacía creer que alguien del gobierno estaba implicado en ello, así que al final terminaron aceptando.
La herida de Misao fue tratada por un médico del lugar, éste le dijo que mientras mantuviera la herida limpia y ésta no se infectase sanaría rápidamente. Fue limpiada y vendada, el doctor le dio un ungüento para que cicatrizara más rápido y no quedara tan notoria. Ella acostumbrada a aquello asintió despreocupada. Realmente no era eso lo que le inquietaba. Las golpes en las costillas no fueron graves, pero que tratara de no recibir próxima o seguidamente ese tipo de asaltos, porque ahora sólo las tenían contusionadas, pero si era atacada nuevamente en el mismo lugar podían romperse fácilmente. Eso tampoco le inquietaba, aunque sí trataría de que eso no llegara a suceder, porque en una ocasión tuvo una misión en un pueblo aledaño y el tipo al que se enfrentó era enorme, gracias a su agilidad y rapidez pudo ganar, pero no sin antes llevarse unos furiosos y dolorosos golpes que rompieron sus costillas, que menos mal luego sanaron, pero sin embargo le dolieron bastante.
La zona torácica estaba amoratada, y le dolía, además de estaba hinchada, se le recetó una bebida de hierbas que ayudaría en el proceso de recuperación. Así que cuando el doctor le indicó que no levantara objetos pesados e hiciera actividades extenuantes, sus compañeros dijeron que la harían cumplir aquello, quisiera o no.
Más tarde Aoiya se daba una conversación referente a la información que recibió Aoshi de parte Kira antes de enfrentarse.
—¿Sabes quién puede estar detrás de todo esto? —Le preguntó Misao a Okina.
Sólo estaban Misao, Okina y Aoshi mientras los demás atendían el restaurante.
El anciano de inmediato negó con la cabeza. Misao le dio una mirada a Aoshi y éste se la devolvió. Fue algo automático, pero en cuanto la mirada se volvió más profunda de lo que quería, la desvió.
—Investigaré, mientras tanto no te arriesgues con misiones que puedan llevarte una trampa. —Le dijo Aoshi a Misao.
Ella fijó su vista de nuevo en él, pero esta vez un poco molesta.
—Creo que estoy lo suficientemente acta como para lidiar con esto, señor Aoshi. No creo que debamos dejar las misiones de lado sólo porque algún imbécil está por ahí tratando de eliminarnos, si nos tiene en la mira lo único que hay que hacer es averiguar quién es y eliminar el problema de raíz. —Le habló como nunca antes lo había hecho.
—Recuerda que también debes sanar tus heridas —le hizo saber su tutor.
—Ya lo sé, sanarán pronto y me pondré al día con los deberes —seguía a la defensiva.
Okina se dio cuenta de esto y decidió intervenir.
Los cambios de humor de Misao eran cada vez más extraños.
—Ambos tienen razón en parte, así que lo mejor será que trabajen en ello, juntos. Pero por ahora, Misao, debes descansar —al decir la parte final Misao quería objetar, pero realmente tenía sentido lo que dijo el anciano.
—Entonces yo comenzaré en ello —dijo Aoshi sin afirmar o negar la propuesta.
Cuando Misao y los demás llegaron a la mansión donde residían los criminales, no les pareció extraño encontrarse con aquella escena, pues Aoshi solo, podía incluso acabar con grandes luchadores de diferentes artes sin miramientos.
Aoshi limpió la kodachi con la manga de su traje y guardó ambas. Se acercó a sus compañeros y se fijó en que estaban un poco golpeados pero nada grave, pero aún así no le pasó desapercibida la herida que llevaba Misao en el muslo. La sangre había manchado el pedazo de tela que ella usó para vendarla.
—Hay noticias. —Dijo sin dar indicios a qué se refería—. Debes que tratar esa herida —prosiguió acercándose a Misao.
Ella retrocedió y se cruzó de brazos.
Sus compañeros veían aquella escena con desconcierto después de haber visto a Misao tantas veces en el pasado tratando de llamar la mínima atención del pelinegro, y en cambio ahora parecía querer alejarse de él cada segundo.
—Estoy bien, no es nada grave. —Dijo a la defensiva.
Y en su cabeza corrían pensamientos, cavilaciones que le hicieron ver aquello de manera errónea.
Seguro que está molesto porque me dejó sola y me han herido, y por lo tanto me he de ver débil siendo la líder. pensó
Él no dijo más nada sobre eso, pero entonces se dispuso a darles un adelanto de lo que le habló Kira, y naturalmente ellos se sorprendieron.
Al llegar les reveló todo.
—Me parece bien, Aoshi. Ahora por favor te pido que me dejes a solas con Misao —dijo Okina a lo que Misao se extrañó.
Aoshi obedeció y salió de la habitación.
El té que se les había servido al principio se había acabado, y tal vez fuera por la adrenalina de la noche anterior, porque su sistema se sentía distinto, con ganas de golpear algo, con ganas de desquitarse haciendo algo.
—¿Qué es lo que te sucede, Misao? —cuestionó el anciano.
La reacción de Misao fue genuina.
—No entiendo de qué hablas, Jiya. —Respondió extrañada.
El anciano notó que era cierto y continuó.
—Creo que me entendiste mal la última vez que hablamos, Misao. He notado que estás evasiva y hasta agresiva con Aoshi. ¿Tiene que ver eso con lo que te dije? En ningún momento quise que te lo tomaras de esta forma en que te estás mostrando, sabes perfectamente que yo sólo deseo tu bienestar.
—No es así. Yo... sé qué fue realmente lo que me dijiste, esto no es por ello. Es por mí, es porque me di cuenta de que ya es hora de seguir adelante. Sé que te dije que yo seguiría amándolo, y no mentí, pero tomé una decisión y no creo poder desistir, no puedo desistir de ella.
Okina suspiró y cerró los ojos por un momento, luego con paciencia y la sabiduría que le daban los años dijo:
—Ay. niña, escucha con atención: el corazón es una parte vital para nosotros los humanos, en él se guardan sentimientos y emociones que pueden darnos felicidad, pero también destruirnos. El tuyo siempre ha sido bueno, comprensivo y valiente, no lo llenes de oscuridad sólo porque te sientes de esa forma, como si no fueras amada. Eres amada, sólo que de distintas formas, sé que no completa lo que en verdad tú quieres, pero no puedo hacer algo para cambiarlo, no está en mis manos aunque realmente anhelo que seas feliz y encuentres a alguien.
—Mi corazón no se está volviendo oscuro... bueno sé que últimamente he estado comportándome... rara. Pero no es eso, Okina. Te lo juro —le explicó tratando de hacerle entender pero no explicando como tal qué era lo que pasaba.
—Bueno, medita las cosas. Ve al templo en algún momento, puede ayudar a aclararte —Fue lo que dijo Okina finalmente.
Ella asintió y salió de ahí.
Okina al quedarse solo murmuró: —Jóvenes testarudos.
Misao entró a la cocina y Shiro y Omasu discutían por una receta que intentaban para el restaurante, sin embargo no se ponían completamente de acuerdo. Kuro atendía la clientela y con ayuda Okon. Ella estaría ayudando, pero ellos le dijeron que no la dejarían hacer nada.
Se quedó viéndolos un momento y entonces decidió ir en ese instante y poner en práctica lo que le aconsejó Okina.
Salió del Aoiya para adentrarse en el templo.
Al principio fue muy difícil poder concentrarse, todo tipo de ideas y conversaciones consigo misma no la dejaban hacer lo que realmente fue a conseguir. Luego se dejó ir, su mente se quedó en blanco por un largo rato, hasta que imágenes desde su corta edad empezaron a aparecer. Era imposible no encontrarse primero con Aoshi en cada una de ellas; eso le provocó varias emociones, desde felicidad y gratitud hasta llegar a un profundo deseo, el deseo de ser amada. Y fue entonces cuando volvió a desconcentrarse. Se sentía molesta, molesta consigo misma por no poder ganarle a ese sentimiento visceral que sentía. Realmente ella no quería olvidarlo o erradicarlo, tan sólo quería controlarlo.
Aquello era tan confuso, abrió los ojos y suspiró frustrada. Hizo una reverencia en respeto y salió de allí peor de lo que entró.
La pobre muchacha se debatía en una lucha consigo misma, en una lucha contra algo más fuerte que ella.
«Nuestras ilusiones no tienen límites; probamos mil veces la amargura del cáliz , y sin embargo, volvemos a arrimar nuestros labios a su borde.»
René de Chateaubriand
¡Hey!
La verdad, pues sentí que este fanfic necesitaba una edición inmediata. He recopilado los 8 capítulos en un Two-shot; cuatro y cuatro.
Creo que ha quedado un poquito mejor, porque estaba un poco inconforme con el primer posteo, y como ya está listo, les daré tiempo de leer y luego subiré el otro.
Infinitas gracias por leer.
Saludos,
Gene.
