Hola a todos.
Bueno, esta es mi primero entrada oficial al fandom de DC, ya que todas mis historias han sido únicamente de MK por lo que no las colgué aquí.
Esta es una historia que realmente es basada en un sueño raro que tuve, que al despertarme me hizo preguntarme, ¿y por qué no?
Debo advertir que todas las parejas canon serán nombradas y ``triunfaran´´ en esta historia. Al principio puede parecer algo que no es, pero invito a darle una oportunidad, leer y comentar.
Sin más, espero que sea de su agrado.
Dislaimer: Los personajes de DC y MK no me pertenece, únicamente me atrevo a sacarlos de sus habituales rutinas y ponerlos en situaciones diferentes.
Capitulo 1: Sentimiento Inesperado
Era un lunes por la mañana cuando una alarma comenzó a sonar en una habitación donde una chica de cabello castaño revuelto comenzó a desperezarse mientras intentaba apagar la alarma que procedía de su móvil que ya marcaba las 8:00 a.m.
Al ver la hora pego un salto de la cama, realmente era mucho más tarde de lo que debería, al parecer la noche anterior no puso bien a alarma.
Se levantó lo más rápido que pudo y se digirió al cuarto de baño de su habitación para darse una ducha rápida y seguidamente vestirse deprisa, coger su mochica y salir de la habitación.
Esa chica no era otra que Aoko Nakamori, quien desde hacia años había sido enviada a una escuela interna por problemas familiares.
La joven prácticamente ya se había acostumbrado a la que ahora era su nueva vida, es más, prefería estar ahí, encerrada todos los días exceptuando los sábados a tener que estar en su verdadera casa conviviendo con su padre y la que desde hacía cinco años era su madrastra.
Corrió con fuerza por los pasillos de aquel internado. Saltando por los escalones que llevaban a la planta baja, donde estaba el aula al que debía entrar.
Tan rápido iba que no pudo evitar que al doblar una esquina se chocara contra otra persona, que dejó caer innumerables libros y algunos papeles más que ella. Con algo de torpeza volvió a ponerse en pie, y recogió todas sus pertenencias después de susurrar una leve disculpa.
Al quedar solo un libro en el suelo, extendió su mano para recogerlo, pesando que era el suyo de matemáticas, pero al posar su mano sobre el, la articulación de la otra persona hizo lo mismo, tocándose ambos, levantando la joven apresuradamente la cabeza, topándose con unos ojos zafiros.
Contuvo la respiración, deseando no ruborizarse, aunque bien sabía que su deseo no se había visto complacido, ya que sentía demasiado calor en sus pómulos. El chico que estaba frente a ella le dirigió una sonrisa, ayudando a que su rubor fuera aún más notorio. Maldijo en su fuero interno su timidez, así como también que el joven frente a ella fuera tan jodidamente atractivo.
— Kaito, ¿qué haces? — habló una voz desde detrás de ella. Giró la cabeza y pudo ver a una de sus profesoras, Ran Mouri, la encargada de enseñarles literatura, una mujer a la que sinceramente odiaba.
— Lo siento Ran — se disculpó el muchacho ojiazul, para después recoger el libro, y después de giñar un ojo a la castaña se marchó tras la otra mujer.
Aoko estaba algo confundida, pero aún así siguió su camino hacia clase, rezando para que su profesor de matemáticas no hubiera llegado todavía, pero para su desgracia, sus ruegos no fueron oídos y fue castigada a estar diez minutos en el pasillo.
A parte de aquello no hubo más problemas en la mañana, llegando finalmente a la hora de descanso en la que aprovechó para reunirse con su compañera de habitación, Akako Koizumi.
— Podrías haberme despertado esta mañana — habló nada más llegar a su lado bajo aquel árbol sin hojas.
— Lo intenté pero es difícil hacerlo cuando la persona en sí no se queda quieta — dijo sonriendo con sorna — Me gustaría saber con que soñabas para no parar quieta.
— Soñaba que un conejito de pascua me quitaba mi reloj mientras una bruja parecida a ti me tiraba bolas de fuego mientras corría por un campo de rosas — expresó riendo.
— Tonta…— pronunció queriendo parecer enfadada, pero le era imposible ocultar la risa que comenzaba a escapar de sus labios. Realmente parecía mentira que en sus primeras semanas juntas se hubieran llevado mal.
— Bruja — respondió con simpleza riendo juntas. Akako era como su hermana, la hermana que nunca tuvo y que siempre necesito.
Recostó la cabeza en sus piernas, sintiendo como ella acariciba los mechones de su castaño cabello.
— ¿Has llamado a Saguru? — interrogó mirando fijamente a sus ojos rojos, viendo como ella con una sonrisa triste negaba con la cabeza — Le extrañas, ¿verdad?
— Cada segundo — suspiró tristemente recordando a su castaño.
— Pronto volverá de Inglaterra, ya lo verás, después de todo seguro que él no deja de recordar a su amada pelirroja — dijo
La de cabellos rojizos se ruborizó completamente ante las palabras de su querida amiga. Sabía que Saguru era el primero en querer volver, pero no podía evitar desear con todas sus fuerzas volverlo a ver lo antes posible.
Un timbre sonó dando final al pequeño descanso, haciendo que las dos chicas se levantaran para ir a las clases que tenían a continuación, siendo la primera de dibujo.
Tomaron rápidamente sus carpetas y fueron hacia el aula de arte, su sorpresa fue que al llegar allí no se encontraron a su viejo profesor, sino a uno más joven, no mucho mayor que ellas, y que en esos momentos era rodeado por todas las chicas de la clase, mientras los chicos lo miraban con asco.
Aoko al principio no lo creyó, pero al ver como de nuevo su vista se posaba en ella no tuvo dudas, realmente aquel hombre era el mismo con el que se había chocado aquella mañana. Vio como una sonrisa pícara se plasmó en la cara de su nuevo profesor, haciendo que de nuevo sus mejillas se tiñeran de rojo, sin que esto pasara desapercibido para su compañera que la codeó sonriendo.
Rápidamente Aoko se dirigió a su sitio correspondiente intentando que su rubor se eliminase, pero cuando lo consiguió no pudo evitar el maldecir al llegar a su sitio. Estaba tan sorprendida que se le había olvidado que ella estaba sentada justo a un lado de su instructor. Tomó asiento y sacó sus materiales como buena alumna que era y esperó a que el escándalo finalizase, eso sí, ella no se libró de algunas palabras de burla de su amiga.
Finalmente, Kaito logró calmar a las masas, sentándose cada una en su sitio, dando así paso a las presentaciones.
— Hola, buenas tardes a todos. Soy vuestro nuevo profesor de dibujo y además, también de música. Espero que nos llevemos bien — saludó esbozando al final una sonrisa que hizo que más de una suspirara, mientras otras se ruborizaban y bajaban las cabeza…siendo de este último grupo Aoko la única.
— ¿Qué ha sucedido con el señor Mouri? — inquirió uno de sus compañeros curioso de saber la razón de la sustitución.
— Ha decidido dejar su puesto por un tiempo…O quizás para siempre — informó dejando a todos desconcertados — Bueno, el tema es que por hoy os dejaré que no hagáis nada, pero el próximo día empezaremos a trabajar, así que no olvidéis ninguno de vuestros materiales.
Después de aquello la hora siguió tranquila. Todos hablaban en pequeños grupo riendo de algunas bromas. Aoko y Akako no eran la excepción, habían decidido unirse a un grupo, donde lo más comentado era el nuevo profesor. Todos se habían sorprendido de la baja del señor Kogoro Mouri, quien antes de ser profesor fue policía, para después intentar ser detective, siendo esto último imposible para él. Finalmente estudió para ser profesor. Todos sabían que Ran, la profesora de literatura era su hija, y que en un pasado fue mandada allí por falta de recursos de ambos padres.
Aunque ese cambio era extraño, la mayoría de los alumnos creían que estaba bien, ya que al tener un profesor más joven, seguramente los trataría con mejor entendimiento.
Los días comenzaron a pasar asistiendo a sus nuevas clases de música y arte, siendo estas las que peor le salían a cierta castaña que pasaba los días en el aula de dibujo intentando hacer el trabajo que les había sido mandado, que era nada más que un dibujo de doble interpretación. A todos les costaba hacer aquello, pero más a ella, que sinceramente no tenía ni idea de dibujar. Sus esfuerzos y resultados no eran ignorados por su tutor, que aunque en ningún momento dijo nada, notaba que aquella alumna intentaba aquello con todas sus ganas sin resultados.
Fue un lunes a primeros de diciembre cuando al fin se atrevió a cruzar palabras con ella. Por alguna razón aquella chica le era extraña, era diferente al resto, ¿por qué? Esa respuesta no la sabía, estaba seguro de que la encontraría, pero necesitaba tiempo, ¿cuánto? Ni idea.
— Nakamori — la llamó viendo como ella lentamente levantaba su cabeza y fijaba su vista en él — ¿Necesitas ayuda?
La joven no pudo entonar palabra cuando otra chica sentada mucho más detrás levantó la mano con insistencia llamándolo a gritos. Kaito bajo la cabeza y bufó por lo bajo. Aquella chica, Sakura, era una de las más problemáticas del grupo, además de que jamás hacía nada, al menos en sus clases.
— Profesor — lo volvió a llamar con un tono cantarín que hizo que la vena de su frente se hiciera notar — Ayúdeme a mí, que no me sale.
— Siento decirte que no pienso ayudarte — contestó simplemente para sorpresa de la joven de pelo rubio y ojos verdes.
— ¿Por qué a mí no y a Nakamori sí? ¿Acaso ella es especial? — cuestionó mirando fulminantemente a Aoko que se hizo la desentendida.
— A diferencia de ti, Nakamori ha estado trabajando todos los días que llevamos de clase, sin embargó tú no lo has ni intentando, por eso no te ayudaré, al menos hasta que vea que lo intentas.
Sakura no dijo ninguna palabra más, simplemente giró su rostro, moviendo exageradamente aquella cabellera reluciente. El chico no le dio importancia y volvió la vista a Aoko, poniéndose a su lado para ver el folio en blanco con varias marcas de haber borrado seguidamente.
— ¿Qué es lo que no entiendes? — susurró suavemente haciendo que los nervios de la chica aumentaran.
— No es que no lo entienda, es simplemente que no me sale — explicó intentado no mirarle — No soy buena dibujando.
— Esto es simplemente práctica, si te parece bien podemos empezar a practicar cuando tengas alguna hora libre — pensó mientras observaba la rigidez de la castaña.
— T-Tengo horas libres todas las tardes de 19:00 a 20:00.
— Entonces a esa hora te espero en el departamento de arte e intentó que puedas hacerlo sin problemas — sonrió amablemente cuando al fin la chica le miró directamente al rostro.
El timbre sonó en ese momento para satisfacción de la ojiazul que no sabía como ocultar el rubor que ese hombre le provocaba simplemente observándola. Cogió sus cosas apresuradamente para irse después de musitar un ``Gracias´´.
Sabía que esa tarde tendría que volver a verlo y lo peor, estando ella completamente sola, por lo que la atención de él estaría completamente en ella. Le hubiera gustado declinar la oferta solo para librarse de que aquella mirada volviera a fijarse en ella, pero realmente iba demasiado mal en su asignatura, por lo que no podía decir que no, a menos que quisiera que su familia se presentara allí.
Las horas pasaron mientras ella seguía dándole vueltas a su cabeza sin saber que pensar, hasta que la hora de música llegó, teniendo que enfrentarse de nuevo a aquel que desde esa tarde sería algo así como un ``profesor particular´´. Le resultaba patético ser tan mala en esa asignatura hasta el punto de necesitar esa ayuda, solo Akako sabría de ello, pues no quería que las risas hicieran eco.
Kaito comentaba que dentro de dos semanas tendría lugar un concierto benéfico en aquella escuela y que por lo tanto debían prepararse, por ello la semana próxima les diría como se elegirían a las personas que tocarían algún instrumento o cantarían. Era el colmo, creía que ese año se libraría de nuevo, ya que Kogoro siempre elegía a Sakura dado que era la única interesada en conseguir protagonismo. Suspiró para después mirar que el reloj marcaba que dentro de unos minutos comenzaría su lección con ese joven que en esos momentos decía cuales serían las canciones del evento.
La hora llegó, y ese irritante ruido que marcaba la libertad volvió a sonar, pero ella no se fue, permaneció sentada ante la mirada del chico de ojos azules que esperaba pacientemente a que todos sus alumnos salieran de allí. Cuando le ofreció su ayuda se le olvidó que la hora antes tenía clase con ella, además de que él era el único que tenía la llave del departamento. Viendo que al fin todos se habían ido y que los pasillos estaban silenciosos se levantó de la silla en la que estaba, y ella al verlo le imitó dirigiéndose ambos en silencio hacia el lugar.
Ya dentro, ambos se sentaron y Aoko comenzó a sacar los materiales necesarios, pero la mano de él la paró, como lo hizo aquella mañana donde lo vio por primera vez. Alzó la vista y vio como sus ojos zafiros observaban con detenimiento los suyos.
— Hoy no te ayudaré con el dibujo — habló retirando la vista y sentándose frente a ella — Por hoy solo quiero que hablemos — sonrió gentilmente.
— ¿Por qué? — interrogó sin comprender su actitud.
— Eres la única alumna que aún hoy sigo sin saber como es y por qué está aquí — explicó viendo como la mirada de la joven se ensombrecía — Todos estáis aquí por algo que hicisteis mal en su momento, y aunque la mayoría se arrepiente, otros no. Pero tu caso es extraño, nadie, ni siquiera el director sabe que ocurrió contigo, lo único que se sabe es que fue tu padre el que te trajo aquí junto a una mujer que sabemos que no es tu madre, además de que él no quiso dar explicaciones ni detalles de ti. Alguno que otro profesor dice que eres una persona que aunque parezca inofensiva puede saltarte al cuello en cualquier momento — expresó recordando lo que Ran dijo aquel día cuando él mismo chocó contra aquella joven que estaba frente a ella — No suelo hacer caso a las opiniones de nadie, por eso quiero que tú me lo digas. ¿Qué clase de persona eres Aoko Nakamori?
— Suficiente — manifestó la chica levantándose de la silla, fijando su vista dolida en el castaño — No he venido aquí para ser interrogada por nadie, mucho menos por usted — dijo para recoger rápidamente sus cosas y salir de allí sin volver la vista atrás.
Kaito suspiró pesadamente, Ran ya le había advertido ese mediodía de que no intentase ni se interesase por aquella joven que únicamente le podría traer problemas, pero él, siempre aventurero se arriesgó a ello. Realmente esa joven era extraña, incluso cuando se fue mostró respeto hacia su persona, ¿qué habría hecho en el pasado para estar ahí? No lo sabía, pero pensaba averiguarlo.
Sonrió tontamente al ver el rumbo de sus pensamientos, ¿por qué le importaba tanto? ¿Podría ser porque ella le recordaba a él cuando era joven? Imposible.
Una figura femenina subía rápidamente las escaleras que llevaban al piso donde ella tenía su habitación. Sus ojos amenazaban con dejar caer lágrimas. ¿Por qué ese imbécil tenía que escarbar en sus heridas más profundas? Él no era nadie para meterse en su vida, ni él ni nadie tenía derecho a interrogarla, eso era algo que todos sus profesores terminaron teniendo claro, ¿por qué él no preguntaba antes de hacerle aquellas cuestiones?
Abrió y cerró rápidamente la puerta de su habitación. No quería que nadie viera como aquellas gotas saladas volvían a invadir su rostro. Llevaba años sin llorar, más específicamente desde aquel día antes de que la llevaran allí. Jamás se había achancado ante los problemas, ni siquiera en sus primeras semanas en aquel lugar, entonces…¿por qué aquellas palabras habían conseguido hacerlo? ¿Sería por qué ese hombre tenía importancia para ella? Imposible.
Los días pasaron, y con ellos una semana entera pasó sin que ella volviera siquiera a mirarle, y sin que él intentara arreglar nada, sabía que no debía haber hecho aquel acto imprudente, y ahora que lo había hecho no sabía como arreglarlo, por ello no debía volverse a dejar llevar por sus instintos y esta vez pensar bien las cosas antes de hacerlas.
Llegó el día en que le tocaría explicar la forma de elegir a los participantes del concierto, y fue entonces cuando su gran idea llegó. Era arriesgada, pero puede que efectiva, además, nadie podría cuestionarle por ello. Ese día cuando todos comenzaron a llegar fijó su vista en la de ojos zafiros que iba hablando con aquella pelirroja que decían que cantaba de maravilla. Cuando todos llegaron y se sentaron él se levantó de su asiento, decidido a empezar su plan.
— Buenas tardes — saludó siendo respondido por casi todos los alumnos — Os voy a explicar la forma en que elegiremos a los participantes del evento. Finalmente he decidido que se hará obligatoriamente una prueba de canto, y ya será libre el que quiera presentarse a otra prueba.
El silencio reinó por unos segundos, pero no tardó en desaparecer ya que las críticas no se hicieron callar. Nadie, o más bien casi nadie quería hacer aquella prueba, menos siendo de canto, eso era algo que ya se esperaba, pero la verdad es que en cierto modo debía hacerla también para cambiar un poco la costumbre de que siempre cantaran y tocaran los mismos. Finalmente a regañadientes todos tuvieron que aceptar, siendo evaluados durante la siguiente hora uno por uno sin que nadie a parte de Kaito pudiera escucharlos.
Uno por uno fueron entrando hasta que finalmente llegó el turno de la castaña. Realmente había escuchado voces muy bellas para el concierto, y ninguna pertenecía a las que siempre eran elegidas, pero por alguna razón, la única voz que quería oír era la de ella. Con sutileza y sin ser notado, encendió una grabadora que descansaba en la mesa, todo antes de que ella entrara.
— Aoko Nakamori — la llamó viendo como entraba con una actitud defensiva — Antes de que empieces quiero disculparme por lo del otro día, no tenía derecho a meterme en tus asuntos. Espero que puedas perdonarme y podamos empezar pronto con la ayuda para la clase de dibujo — dijo dejando sin palabras a la chica que finalmente asintió con las mejillas bastante ruborizadas, seguramente por el frío — Una vez arreglado, por favor elige una canción y canta por lo menos el estribillo.
— Disculpe profesor, pero no pienso participar en el concierto navideño, por ello veo una perdida de tiempo el hacer esto.
— ¿Acaso no quieres que tu familia te vea? — cuestionó levantándose de su asiento poniéndose justo delante de ella.
— Mi familia jamás ha venido — escupió con un tono dolido.
— Entiendo…Si no quieres participar no lo harás, pero necesito que hagas la prueba de todas formas. No te elegiré, lo prometo — aseguró con una mirada tierna que hizo que el color rojo de las mejillas de la ojiazul aumentara.
No puso más pegas y después de escoger una canción que para su parecer era la más fácil comenzó a cantar intentando no desafinar.
Realmente había escuchado voces mejores aquella tarde, pero sin duda la suya sería la única que se quedaría grabada a fuego en su memoria. Esa voz tan frágil y dolida hizo eco en lo más profundo de su ser, parecía tan desprotegida…Le daban ganas de abrazarla y protegerla de todo y todos, pero eso era algo que no le estaba permitido, ¿no?
Con todo aquel asunto aclarado, su ayuda a la chica comenzó, aunque no eran precisamente serios aquellos ratos que pasaban juntos. Ella a las tres clases comenzó a abrirse más a él al igual que él hacia con ella. Las bromas de vez en cuando los hacían reír. Estaban a gusto el uno con el otro, nada más era necesario. Estaba claro que esa extraña familiaridad no era sabida por nadie más que ellos, aunque había una chica que comenzaba a sospecharla desde aquel día donde el castaño defendió a la ojiazul, por ello, decidió comprobar su teoría aquel día frío a mediados de enero. Aquel día su profesor de educación física faltó por una excursión con chicos algo menores que ellos. Por casualidad, el que se encargó de vigilarlos fue Kaito, aunque Sakura bien sabía que no había sido obra del destino que él fuera el elegido para aquella labor.
Sin levantar sospechas dio la idea de que todos jugaran a voleibol, incluyendo a los chicos. Todos estuvieron de acuerdo, y después de obtener la aprobación de su vigilante fueron a los vestuarios a ponerse la ropa de deporte. Cabía decir que era bastante fresquita dado el tiempo que hacía, pero en el gimnasio hacia demasiada calor dado el aislamiento térmico.
Kaito no apartaba su vista de la castaña que nada más comenzar el juego no paraba de moverse por todo el campo intentando ser de utilidad a su equipo. No siempre le daba bien, pero la intención era lo que contaba.
Fue en cierto momento cuando la rubia sacó de uno de sus bolsillos un pequeño bote lleno de agua, y siendo vista por Kaito lo derramó justo en el sitio en que Aoko debía pisar. Antes de que él pudiera advertirla ella resbaló y cayó de cabeza al suelo, sin tener tiempo de poner las manos para evitar el golpe más fuerte.
No tardó ni medio segundo el levantarse y correr a socorrerla, apartando a todos los que se encontraban en su camino con urgencia, haciendo que la sonrisa de la chica de ojos verdes creciera mientras él viendo las heridas de la chica en las rodillas decidió llevarla a la enfermería. El suelo utilizado para hacer el gimnasio era muy duro, y las heridas aunque fueran leves debían de ser tratadas si no quería que se infectaran, pero antes de salir miró a la rubia.
— No creas que saldrás impune de esto Enomoto —advirtió viendo como la sonrisa gatuna de ella se agrandaba, finalmente salió de allí yéndose con la castaña entre sus brazos.
— Kaito — lo llamó una voz conocida con preocupación. Giró un poco la cabeza y vio a Ran corriendo hacia él — ¿Qué ha pasado? ¿A dónde llevas a Nakamori?
— A la enfermería, es mejor tratar las heridas aunque sean leves — sonrió para despreocupar a la de ojos violetas — Por favor, encárgate de la clase mientras tanto — pidió volviendo a seguir su camino, dejando a aquella joven con una mirada todavía más llena de preocupación en sus ojos, que en antaño habían lucido inocentes y que ahora lo miraban con seriedad.
Abrió la puerta con la ayuda de Aoko para ver que dentro de la sala no estaba la enfermera que a todas horas debía estar. Seguramente habría salido a dar una vuelta o a tomarse un café. Suspiró mirando a la joven que aún mantenía en sus brazos, al parecer debería curarle las heridas él mismo.
La colocó con delicadeza en una de las camillas que había, siendo esta la más alejada y también donde el aire caliente llegaba más fuertemente. Debía de tener cuidado o sino la chica se resfriaría. Tomó el recipiente que en su interior albergaban aquel líquido rojizo y después de mojar un algodón con él, lo restregó con sutiliza por la rodilla de la chica que se mordía el labio inferior para soportar el escozor sin quejarse. Realmente Kaito estaba teniendo cuidado, pero eso no hacía que la herida no doliera. Finalmente vendó la herida por el riesgo de infección. Acabado su trabajo se sentó junto a la chica acariciando su cabellera, haciendo que sus ojos zafiros y los de ella se conectaran.
— Lo siento — se disculpó ella bajando la cabeza — Si me hubiera fijado mejor no me hubiera caído.
— La culpa no es tuya sino de Enomoto que tiró agua en el suelo para hacerte caer — habló levantando su rostro delicadamente por el mentón viendo como aquellos ojos seguían denotando tristeza, un sentimiento que le gustaría borrar de ellos — ¿Por qué siempre estas triste? — interrogó sin poder resistirse. Necesitaba saber la razón de por qué aquella joven con hermosa sonrisa siempre tenía aquella mirada llena de tristeza.
— Y-Yo — murmuró extrañada.
El joven miraba hacia aquellos labios que parecían intentar formar palabras, pero únicamente conseguían decir sílabas sueltas. No pudiéndose resistir comenzó ha acercarse lentamente a aquellos labios, mientras la muchacha lo notaba, quedándose muda al ver como lentamente aquel hombre estaba a milímetros de sus labios. Cerró los ojos esperando ese contacto que nunca llegó, ya que al oír el sonido la puerta abriéndose ambos abrieron sus ojos y Kaito se separó de ella, dejándola sumida en el frío.
A continuación apareció aquella mujer de unos cincuenta años y de cabello azabache. Se acercó con preocupación a ella al ver la venda en su rodilla y algún pequeño raspón el la cara y brazos. Kaito al ver que ella estaba bien atendida se despidió con un simple adiós y se fue sin volver a mirar a la castaña.
Al salir de aquel lugar pudo ver al fin con claridad todo lo que acababa de ocurrir, así como también lo que casi había hecho. ¿Qué narices estaba pensando? Parece ser que directamente no estaba pensando cuando casi besa a la joven. Aquello podría hacer que le echaran de aquel trabajo, aunque eso era lo que menos le importaba, lo realmente importante era que a él le abrirían un expediente y a ella…quien sabe lo que le harían a ella.
— Kaito — articuló aquella voz que tanto conocía — ¿Te has encaprichado de Nakamori?
— Ran — la mencionó viendo la mirada de preocupación de ella — No digas estupideces, ¿cómo iba a…?
— Te conozco Kaito, llevamos años conociéndonos. Esa mirada que tenías lo decía todo — explicó jalándolo de su brazo hacia el pasillo — ¿Sabes lo que podría ocurrir si la gente se entera de ello?
— Claro que lo sé Ran — afirmó el castaño revolviendo su cabello más de lo que ya lo tenía.
— Dime que no ha pasado nada — suplicó haciendo que el chico la mirara directamente a los ojos.
— No ha pasado nada — aseguró. Realmente no había sucedido nada, casi pero no.
— Menos mal — suspiró aliviada y soltó al ojiazul — Vigila lo que haces Kaito, no te metas en un lío por uno de tus caprichos.
— Tranquila Ran, no pasará — la tranquiló dándole un abrazo. Aoko debía de ser realmente un capricho, no podía ser otra cosa, o más bien no debía de serlo, aunque bien sabía que se estaba mintiendo al negarse lo evidente.
Lo que la pareja no sabía, es que desde las sombras aquella castaña de ojos zafiros los miraba con las mejillas bañadas en lágrimas. ¿Acaso jamás podría dejar de sentirse así? ¿Por qué aquel hombre había jugado de aquel modo con ella? Miraba a Ran y veía que realmente su parecido con ella era mucho, por ello solo una respuesta se presentaba en su mente, una respuesta demasiado amarga para ella.
Después de aquel día Aoko no le miraba ni a él ni a Ran. Comenzó a faltar a las clases de arte y de música solo para no tener que enfrentarse a él. No podía hacer lo mismo con las de literatura, pero en ella varias veces dio a notar su enfado hacia su profesora. Puede que ella no hubiera sido la que hizo que Kaito hiciera aquello, pero sí la causante de que Kaito la hubiera utilizado.
Kaito no hizo nada al respecto, o al menos no delante de la castaña. No podía estar sin verla, era ridículo pero no podía refrenar aquella necesidad que era el verla y contemplar sus hermosos ojos azules durante horas. Su necesidad de ella era demasiada, la deseaba tener de nuevo a su lado, volver a escuchar sus risas, ver aquellas mejillas suyas tiñéndose de rojo, y también cumplir aquella misión que se impuso como propia de conseguir que aquellos ojos zafiro reflejaran alegría por él, solo por él.
Las semanas seguían su curso hasta llegar el trece de febrero, día en que el centro entero era decorado por los jóvenes para aquella fiesta que se llevaría a cabo aquel viernes catorce, el día de San Valentín. Él jamás había visto importancia en esta fiesta, y seguía sin hacerlo realmente, pero lo que si sabía era que quería que la castaña estuviera junto a él en la velada. Miraba por la ventana como los nubarrones oscuros llenaban el cielo mientras sus alumnos dibujaban el que era su siguiente trabajo; un diseño para la pieza de porcelana que debían hacer en el próximo trimestre. Aunque como desde hacía semanas, ella no estaba junto a ellos. Se preguntaba donde estaría durante aquellas horas, ¿se vería con alguien? Negó la cabeza con insistencia y cogió los auricurales de su bolsillo y los conectó a su móvil para después reproducir aquella pista que grabó aquella tarde de diciembre, escuchando una vez tras otra la voz dolida de Aoko, recordando así todos y cada uno de los momentos que habían compartido juntos, así como también la tarde de enero en que él lo arruinó todo cuando guiado por sus deseos estuvo a punto de besarla, suceso que de no ser por la enfermera del centro hubiera hecho. Al principio pensó en que aquello fue un golpe de suerte, ahora lo veía como la peor de las desgracias.
El timbre volvió a sonar despertándolo de su ensoñación viendo como los alumnos abandonaban la sala uno a uno, cerró los ojos con pesar. Esa hora la tenía libre, pero realmente no tenía ganas de moverse.
Una mano en su hombro hizo que abriera rápidamente los ojos viendo frente a él el rostro del director. Jii Konosuke, el que también en un pasado fue amigo de su padre lo miraba con seriedad, diciéndole sin la necesidad de palabras que tenían que hablar con urgencia. Pausó la reproducción y se quitó los cascos para después dejarlo todo sobre la mesa, viendo que el anciano ya había cerrado la puerta con pestillo y se había sentado en una de las sillas libres.
— Kaito, creo que tenemos la suficiente confianza para hablar sin tapujos, ¿o me equivoco? — manifestó posando su mirada en el castaño que afirmó con la cabeza — Dime, ¿hay algo que te molesta con Nakamori?
Los ojos del más joven se abrieron al verse descubierto por aquel hombre. ¿Acaso Aoko habría dicho algo? No, ella no había podido ser capaz de decir nada…Era imposible.
El carraspeó del mayor hizo que dejara sus pensamientos de lado, fijando su vista en la de él.
— No, no hay nada que me moleste — contestó desviando en cierto momento la mirada, haciendo que su acompañante suspirara pesadamente.
— Kaito, estudié psicología para entender mejor los gestos, es inútil que mientas — avisó masajeándose la sienes — Sé que entre tú y esa jovencita ocurre algo. No hace falta ser muy inteligente para saberlo. Sus constantes faltas a tus clases, tus miradas hacia ella y la forma en que ella ha estado desde que la llevaste aquel día a la enfermería son pruebas demasiado contundentes Kaito.
— Si ya sabe lo que ocurre no se por que me pregunta — musitó desviando su vista hacia la ventana.
— Porque quiero darte un consejo — confesó llamando la atención del chico — No quiero que desperdicies esta oportunidad por mantener tu puesto en este lugar.
— ¿D-De que oportunidad habla? — inquirió enrojecido.
— Se te nota a leguas que Nakamori despierta en ti cierto…interés que va mucho más allá de ello, ¿me equivoco? — solo recibió una negación — Si realmente sientes algo verdadero por ella, te aconsejo que no pierdas el tiempo y aclares las cosas antes de que alguien te la arrebate. Este es un consejo que alguien debió de darme años atrás, si lo hubieran hecho no hubiera perdido al amor de mi vida — suspiró sumiéndose en los recuerdos del pasado.
— Haber si he entendido bien, ¿usted me está diciendo que deje todo y vaya a declararme a Aoko? — cuestionó recibiendo una afirmación — ¿No habrá represalias hacia ninguno?
— No las habrá, y te aseguro que nadie sabrá de lo que ocurre, al menos hasta que tú dejes de trabajar — aseguró levantándose del asiento — La decisión está en tus manos, haz lo que te parezca mejor Kaito.
Y así el director salió de la sala viendo al chico que en aquellos momentos tenía una sonrisa de emoción en sus labios. Suspiró, realmente Kaito era demasiado parecido a Toichi,
La mañana de aquel viernes Kaito fue a dirección, y allí presentó oficialmente su dimisión a Jii que con una sonrisa la aceptó y le pidió que se quedara a la fiesta y que durante ella intentara arreglar las cosas.
Realmente aquella celebración no fue demasiado, simplemente era una simple escapada de la realidad amarga de casi todos los que estaban allí. A pesar de no ser una gran celebración como la de Navidad, todos se divertían, pero una persona no estaba allí. El castaño suspiró, al parecer no podría arreglar las cosas con ella.
Aquel lugar lleno de gente lo estaba asfixiando, por ello se decidió a salir al exterior, aquel lugar que seguramente en aquellos momentos estaría solo, pero su sorpresa fue cuando vio a su amada allí, sentada en uno de los escalones de aquella pequeña escalera que dirigía al patio.
Se acercó sigilosamente por detrás, sentándose finalmente a su lado, aunque nada más ser visto por ella, la chica intentó ponerse en pie e irse, pero él lo impidió tomando su brazo, haciéndola caer en sus brazos. Vio la sorpresa, la tristeza y la rabia reflejadas en sus hermosos ojos azules, y antes de que ella dijera algo la abrazó con fuerza, con anhelo, llevaba demasiado tiempo queriéndola tener así para él.
— Por favor no te muevas — suplicó posando su cabeza sobre su hombro — No quiero que te vuelvas a alejar de mí, ¿entendiste?
— Déjame en paz — habló con un tono lleno de amargura — ¡No soy un juguete ni segundo plato de nadie! — exclamó dolida intentando deshacerse de aquellos brazos que la tenían rodeada.
— ¿Quién ha dicho que lo seas? ¿A qué te refieres? — interrogó extrañado sin dejarla separarse de él.
— Si tu querida Ran te ha rechazado no vengas ahora a mí, ¡suéltame! — aulló con ojos húmedos.
— Escúchame — demandó tomándola del mentón para que lo mirara — Entre Ran y yo no hay nada, solo somos amigos de la adolescencia nada más.
— Si, y ahora yo soy tonta y nací ayer — inquirió con ironía.
— ¿Qué tengo que hacer para que me creas? — cuestionó viendo la desconfianza de ella — ¡Solo te quiero a ti Aoko! ¿Enserio crees que si quisiera a Ran estaría aquí pidiendo tú atención en lugar de intentar ganármela? — preguntó viendo que ella seguía sin creerle — ¡Acabo de dejar este trabajo para estar contigo niña tonta! — gritó finalmente viendo al fin como una reacción se formaba en su rostro, una de sorpresa.
— ¿C-Có-Cómo que has…?
— He presentado esta mañana mi dimisión formal — añadió acariciando el rostro de la chica — ¿Qué más pruebas quieres?
— ¿E-Entonces no te gusta Ran?
— Claro que no, Ran es como una hermana para mí, nada más — aseguró viendo la mirada conmovida de ella — Quiero estar contigo Aoko, solo si tú también deseas estar conmigo.
— ¡Claro que quiero idiota! — aseguró dejándose refugiar en sus brazos que la abrazaban con cariño y le daban calor — Yo t-te amo Kaito.
— Y yo a ti Aoko, y yo a ti — reveló tomando de nuevo y con más delicadeza el rostro de la joven entre sus manos y finalmente la besó, esta vez sin enfermeras que lo interrumpieran.
No fue un beso de mucha duración, ya que duró pocos segundos, pero eso fue suficiente para él. Sabía que no debía presionar a la chica con aquella nueva situación de ambos, y no pensaba hacerlo. A fin de cuentas una relación no se estructura en un día.
