Hola~ Voy a colgar un one-shot dentro de unos momentos, pero antes, esta locura que está presente conmigo desde hace años.
Va dedicado a todos los que dejaron reviews en: Estoy celosa y Tarta de Mandarinas. :') Me han hecho muy feliz.
One Piece © Eiichiro Oda (#Respect)
Un acto de piratería
—Prólogo—
Era aburrido, mirar el mar, siempre el mismo panorama, ni si quiera podía ver cuando habían problemas, su madre le había pedido quedarse fuera. Al igual que a su hermana, ambas eran "las princesas" del barco, un apodo que a su hermana le hacía gracia y a ella en un momento le había gustado. Se sentía bien tener dinero y saber que podrías dedicarte a lo que quisieras, triunfarías de todas formas porque estaba escrito tu destino. Eso era lo que pensaba cuando aún asistía a la escuela e iba en el barco de su madre en vacaciones, eso era lo que pensaba cuando no estaba enterada de nada.
Estaba aburrida, cansada, sin ganas de nada. En ese momento ni si quiera tenía pensado levantarse de donde estaba, es decir, ya estaba fuera de su cama, pero en un rincón de la habitación sentada en el suelo. No tenía frío, tenía puesto ese pijama que la abrigaba de cualquier cambio de temperatura. El dinero lo puede comprar todo. Estaba abrazando la almohada rellena de plumas que su madre había ordenado poner en la habitación de las dos princesas. Esto es ridículo. Habían mandado a encerrarla, afuera se seguían escuchando choques de espada y los cañones disparando. Debería haberme quedado en casa. Cada año se desanimaba más de acompañar a la mujer de cabellos rojizos, quien debía de ser la reina del barco. La reina para otra de nuestras sirvientas. El sonido afuera cesó y se escucharon gritos de victoria, los marinos habían ganado. Otra vez.
No pasaron más de dos minutos para que alguien tocara a su puerta, no desde el pasadizo, sino la del baño. Sus cuartos estaban conectados por un baño en común.
—Pasa.
Nojiko entró con una sonrisa satisfactoria, y parecía haber tomado un baño, ya se encontraba cambiada… Estoy empezando a odiar los vestidos.
—Se terminó, es hora de desayunar.
El desayuno para ellas era importante, o así lo veía su hermana mayor, porque era el único momento que compartían con su madre.
—Me iré a dar una ducha—dijo poniéndose de pie.
— ¿Pasó algo?—preguntó antes de que se dirigiera al baño. La había detenido evitando que cerrara la puerta de este—, has estado rara.
Ella negó con una sonrisa y haciendo un cero con su pulgar e índice se encerró en el baño para su terapia habitual. Una ducha de agua fría… Había comenzado a odiar el agua caliente desde que se enteró que no dejaron a un marino bañarse con agua caliente cuando estaba resfriado. ¿Qué tenía de indisciplinado si sólo era una vez a las quinientas?
Luego de unas largas dos horas, salió envuelta en una toalla y otra de estas envolviendo sus largos cabellos anaranjados.
—Creí que nunca saldrías—bromeó la mayor sentada en uno de los sofás.
—Pues aquí estoy—dijo sonriendo forzadamente.
No la tomen a mal, no odiaba a su hermana, odiaba el hecho de que ella disfrutara tanto de tanta injusticia, ellas principalmente no debían de estar teniendo esa atención.
—Me tomé la libertad de escoger tu atuendo de hoy—dijo tomando de su taza, que de seguro había pedido a alguna señorita que las atendía.
Ella asintió cansada, al menos no tendría que molestarse en escoger algo que ni siquiera tenía ganas de usar.
Ambas salieron cuando Nami se encontró lista, se dirigieron al comedor en donde ellas compartían el desayuno con su progenitora. Quien estaba en una ventana mirando en la dirección contraria, sus cabellos se movían por la brisa que entraba por el pequeño espacio abierto. A diferencia de lo habitual, tenía puesto un vestido como el de ellas, se veía bellísima a ojos de la menor, se veía como una verdadera Reina.
—Madre, estamos aquí—anunció su hermana haciendo una leve reverencia, ella entonces recordó que debía hacer lo mismo.
—Buenas días, mis niñas, ¿durmieron bien?—preguntó aún sin dar la vuelta.
—Fue agradable—dijo ahora ella, siempre se turnaban para dar las respuestas, así las habían eduado.
—Nami, feliz cumpleaños—dijo ahora mirándola a ella, se había girado con la elegancia que le correspondía.
Ella recordó que era cierto, cumplía veinte años ese día y sólo lo había recordado en ese momento. Ni su hermana se lo había mencionado, tal vez para darle un sorpresa o algo así… No, ella creía que la persona al mando debía ser la primera en saludarla. Debió suponer que era una fecha importante cuando la encontró vestida de igual forma a ellas. Además de aquellos adornos florales que adornaban el pasillo, no tenía que leer quien los enviaba, porque era demasiado obvio después de tener aquel anillo den el dedo anular.
Sin embargo, estaba cansada, de muchas cosas.
Cansada de las costumbres que tenía que seguir.
Cansada de escuchar que se casaría con un buen hombre porque así lo había elegido.
Cansada de los horarios que tenía que seguir por ser una señorita de clase.
Cansada de ser sumisa ante cualquier orden de su madre.
Cansada de estar desayunando con modales que ella se preguntaba de qué le servirían si ella moría en ese instante.
Porque podía pasar, hasta ahora no había pasado porque estaba siendo parte de una flota de la segunda vice-almirante de La Marina. El Gobierno Mundial los respaldaba de igual forma, razón por la que solían ser atacados de forma constante. Y si en una de esas peleas su madre no salía victoriosa como de costumbre, no habría vuelta atrás para nadie en ese gran barco. Ya que eran conocidos por acabar con cada uno de ellos, sin piedad, sin lástima y sin corazón.
Se preguntó cuándo su madre se había convertido en esa persona sin corazón, cuándo había dejado de lado el ser pasional a ser lógica. Ser aburrida como lo era ahora.
— ¿Qué deseas hacer hoy, Nami?
Se lo pensó dos veces, antes de contestar sinceramente pero no de manera arrogante.
—Me siento a gusto con cualquier actividad, sólo espero llegar al siguiente puerto para disfrutar de la estadía.
Ambas mayores sonrieron, era algo que ella diría.
—Lo entiendo, discúlpame si me pierdo unos minutos en el transcurso del día—pidió tomando de su taza y cogiendo la servilleta de tela—. Debo de hablar con el Vice-Almirante Smoker de la sexta división.
Me lo esperaba.
—Entiendo perfectamente, pierde cuidado madre.
Y así daba por finalizada la charla de la mañana. El desayuno había concluido.
Sus problemas no eran demasiados, dejando de lado que se quejaba de todo, sólo tenía que seguir tres reglas:
1. Respetar los horarios
2. Respetar su compromiso
3. No relacionarse con piratas
Quién le podría decir que aquella misma noche iba a romper las tres reglas al mismo tiempo.
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