Naruto y sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto

Regalo para Lybra98 ¡Feliz cumpleaños! :D


PRÓLOGO


—Onoki-sama, ¿Qué hay tras esa puerta?

El Sandaime levantó una ceja, sorprendido por la pregunta de su nuevo y joven discípulo. La puerta no destacaba de entre las demás, aunque tras la misma hubiera, a diferencia de las otras, un ANBU bien armado y diversas trampas y sellos que deberían detener a cualquiera que lograse pasar tras el ANBU. Deidara estaba muy posiblemente sintiendo su chakra, de ahí su curiosidad.

—Es un secreto, Deidara —le contestó su tono de voz amable pero firme. No quería mentirle, pero tampoco explicarle. Era una información que aún no necesitaba.

El niño lo miró entre frustrado y decepcionado, pero no hizo más comentarios. Varios días después, Onoki se arrepentiría de haber avivado la curiosidad de su alumno. Su obstinación a estas alturas, era conocida y ahí estaba, vencido por un niño de seis años.

—Unas valiosas reliquias que han pertenecido a Iwagakure desde hace siglos —le dijo al fin para hacerlo callar.

—¿Reliquias? ¿Qué es eso?

Tal vez no fuera tan mala idea el decirle. Lo motivaría a fortalecerse y tomarse el entrenamiento en serio.

—Objetos tan poderosos como peligrosos. Pergaminos prohibidos que encierran técnicas con un poder temible.

Deidara se quedó en silencio por un rato, su imaginación disparandose de forma bastante obvia con lo que él le acababa de decir.

—¿Puedo verlos?

—No. Es un lugar prohibido.

—Pero tú eres el Tsuchikage, tú puedes permitirlo.

—¡Pues no lo permito! No es lugar para un niño de todos modos.

En los siguientes días, Deidara no le dirigió la palabra ni una sola vez. En su presencia, permanecía de brazos cruzados mirando al suelo, y aunque cumplía todas sus órdenes y estudiaba duro para pasar el examen de chuunin en un par de años, cada vez que le hablaba, sólo obtenía silencio. ¿Cómo podía un niño tan pequeño ser tan terco, más que él incluso?

La batalla de voluntades duró semana y media, hasta que Onoki le ordenó que lo siguiera, y Deidara sonrió ampliamente por primera vez en días.

—Con eso podríamos vencer a Konoha fácilmente. ¿Por qué no los estamos usando? —comentó, de camino a la cripta.

—Esa es una pregunta complicada —murmuró Onoki deshaciendo un sello más, la luz azul formando extraños símbolos se extinguió cuando él efectuó los sellos adecuados—. Este gran poder, viene también con un gran sacrificio. Hay que pensarlo muy bien antes de tomar la decisión, porque no hay vuelta atrás.

—¡Pero tú usaste uno! ¿Cuál fue tu sacrificio?

Quizá no le estaba dando un buen ejemplo a su joven alumno. Él tuvo que hacerlo, era Tsuchikage y se debía a la aldea con su vida. Convertir el kekkei genkai que poseía de forma natural en kekkei tota le otorgó un poder destructivo inimaginable. Muchos enemigos huían automáticamente cada vez que se sabía que él estaba en la batalla, porque todo lo que tocaba su elemento polvo, desaparecía, ya fueran personas, plantas, animales u objetos. Las partículas que formaban sus cuerpos separadas las unas de las otras.

—Mi esperanza de vida se prolongará unos años. Mi cuerpo envejecerá, aún más, sobrepasando el límite de lo natural, y yo deberé sufrir las consecuencias de su deterioro hasta que la hora me llegue.

Los pocos a los que se lo había contado siempre decían que vivir más era algo bueno. No sabían lo que era vivir sufriendo en un cuerpo caduco. Deidara asintió, pero no hizo comentarios, aunque Onoki sólo necesitaba ver su expresión para saber que estaba impactado, incluso horrorizado.

—La gente suele pensar que vivir más es mejor. ¿No piensas tú también eso?

—¿Qué tiene de bueno vivir siendo tan viejo y arrugado? Tú has dicho que vas a sufrir.

—Por eso te dije que todo gran poder viene con un sacrificio.

La conversación parecía haberlo hecho cambiar de opinión sobre el poder que contenían los pergaminos. Quizá eso también era una ventaja, le quitaría la idea de la cabeza. En ocasiones, él se arrepentía de haber hecho el pacto. Otras no, pero Onoki estaba seguro que si hubiera alguna manera de revertir a su estado anterior, no lo haría.

Para compensarlo, lo dejó explorar la cripta a su antojo, examinar cada uno de los artefactos y armas legendarias y le hizo leerle el efecto de los cinco pergaminos prohibidos, incluida la explicación sobre las palabras que no conocía. Fue uno en concreto que más le llamó la atención, y sabiendo de la ocupación artesanal de su familia, no le extrañó. Bombas capaces de moverse por sí mismas, controladas por su creador. Una técnica tan mortífera como demandante, que a diferencia de la suya, tendía a llevarse las vidas de los poseedores demasiado pronto, pues convertía tu mismo cuerpo en un arma de un solo uso.

—Algún día tendré esta —dijo, con una naturalidad perturbadora.

—No si puedo evitarlo —respondió el Tsuchikage.

A Deidara no le gustó esa respuesta.

Se lo llevo de allí arrastrando, pensando que había sido una mala idea llevarlo allí. Por mucha ambición y potencial que mostrase, aún era un mocoso que no tenía ni idea de nada. Lo envió a un par de misiones de rango C con su yerno Kitsuchi para mantenerlo ocupado. Al día siguiente entrenarían sobre taijustu, y Onoki no pensaba dejarlo descansar hasta que no estuviera pidiendo clemencia.


...


La política de acumulación de poder del Sandaime Raikage fue entre otras muchas cosas uno de los detonantes de la tercera guerra ninja. Ay cuidaba como un tesoro las relaciones con los países vecinos, mientras que las naciones lejanas sufrían atropello tras atropello. La única diplomacia que conocía era la de la punta del kunai. Protegida tras un istmo con un microclima hostil, y unos impresionantes acantilados que rodeaban casi toda la península, Kumogakure se sentía lo suficientemente valiente como para secuestrar shinobi con kekkei genkai útiles o asesinar a personas clave de otras aldeas para debilitarlas.

Onoki estaba demasiado ocupado con Konoha, no tenía recursos para hacer pagar a Kumo el haber matado a Roshi tras el intento de secuestro fallido. Debió poner medidas, después de todo, unos años atrás casi tuvieron éxito al secuestrar a la portadora del Kyubi, en posesión de Konoha y recientemente también lo intentaron con la del Nanabi, aprovechando que era la única bestia en manos de una nación menor. De poco les sirvió que la cascada oculta se hubiera pronunciado neutral en el conflicto, Ay era tan ambicioso como paranoico, y siempre tergiversaba los hechos para hacer a todos creer que una invasión estaba a la vuelta de la esquina. Cada gran nación contaba con al menos un jinchuuriki. La posesión de los mismos mantenía el balance de poder en el mundo, por eso era que Iwa no podía permitirse perder a ninguno de los dos. Kumo ya poseía a dos de ellos, a pesar de que el segundo más fuerte se les descontrolaba de vez en cuando, convirtiéndose en un arma de doble filo.

Pero Roshi había muerto. Tras sorprenderlo con la guardia baja, los ANBU atacantes descubrieron para su desgracia, que el mecanismo del sello no era tan simple como ellos pensaron. Roshi activó el fuuinjustu de autodestrucción de emergencia. El biju de las cuatro colas tomó posesión del cuerpo y los masacró, matando en el proceso a varios jonin de Iwa que intentaron reducirlo. Ahora estaba bajo control, pero más furioso que nunca. Y lo peor, el cuerpo de Roshi no aguantaría más que un par de días antes de que el sello se deteriorase del todo y tuvieran que esperar años para poder invocarlo otra vez.

Ese problema iba a hacer que se le cayera el poco pelo que le quedaba en la cabeza. El cuatro colas fuera de servicio, y Konoha poniéndolos en un aprieto cada vez más grande...

Mientras organizaba las misiones del día, tarea más estresante de lo habitual por tratarse de tiempos de guerra, no paraba de mirar por la ventana por si veía venir a su yerno y su nieta. Se supone que un Jinchuuriki debe ser elegido de entre los familiares del Tsuchikage para asegurar su lealtad a la aldea. Han había sido el hermano de Mu el Niidaime, pero Roshi había sido su mejor amigo de la infancia. No eran familia, pero él luchó por la aldea más duro de lo que el Jinchuuriki del Gobi jamás lo hizo. No tenía por qué hacer las cosas de acuerdo a la tradición si no quería. Kurotsuchi era aún muy pequeña. Y aunque en términos de crear un vínculo con el biju era lo mejor, Onoki no quería que ese fuera el camino para su primera nieta, que a penas sabía gatear. ¿Debía dejar que la protección de su familia influyese en la respuesta? Tal vez no, un Tsuchikage ponía primero a su aldea, pero le hubiera gustado que al menos la niña hubiera podido elegir por sí misma si eso era lo que ella quería.

La puerta de su oficina se abrió. Nadie había llamado antes, así que Onoki dedujo acertadamente que era Deidara. Él nunca lo hacía. El niño parecía contento, aún llevaba puesta la llamada cola de gato que se usaba para entrenar en velocidad y sigilo.

—Uma-sensei ha dicho que puedo comenzar con la cola de veinte metros —dijo orgulloso.

Impresionante, teniendo en cuenta que los chicos de su edad e incluso algunos mayores que él aún estaban usando la cola de gato de diez metros.

La herramienta constaba de un pantalón con una cola de gato en la parte de atrás y un cascabel en la punta. Al correr, la cola debía quedar suspendida en el aire horizontalmente, de forma que el cascabel no tocase el suelo. Cuando un estudiante conseguía lograrlo, se le entregaba otra cola más larga. Onoki ya podía ver que su discípulo no iba a ser genin por mucho tiempo, algunas de sus habilidades estaban casi rozando el nivel de chuunin.

Como siempre, tras el entrenamiento intensivo, Deidara estaba fatigado y no se ponía demasiado caprichoso. Dio un sorbo a su té verde, mientras Deidara le contaba todo lo que había hecho con el anciano instructor cuando Kitsuchi entró en la oficina con su hija en brazos.

—Sandaime-sama, Kurotsuchi no ha heredado el kekkei genkai, ya le han hecho las pruebas, aunque como era de esperar su sistema de chakra será fuerte —anunció.

Deidara sabía perfectamente que estaban hablando del cuatro colas y de quién sería el próximo Jinchuuriki. Había pasado demasiado tiempo en aquella oficina, y escuchado demasiadas conversaciones, muchas de ellas confidenciales. Desde el secuestro de Roshi, su maestro no había hablado de otra cosa. Mientras su maestro discutía con Kitsuchi, este dejó a Kurotsuchi en el suelo la cual se puso a gatear, curioseando los alrededores.

Si acababa siendo la nueva jinchuuriki, se haría muy fuerte y tendría poderes únicos en el mundo. Deidara estaba incluso algo envidioso.

—Sé que cuanto más joven, mejor... Pero ella es aún un bebé —comentó el padre—. ¿No hay una alternativa?

—Es cierto. Pero recuerda nuestro compromiso con la aldea —respondió el Tsuchikage—. Se dice que el Kazekage usó a su propio hijo, nacido a los siete meses de gestación como recipiente para el Shukaku. Si él lo ha soportado, Kurotsuchi lo hará. Es mi nieta.

Sabiendo que su maestro detestaba cuando lo interrumpía, Deidara tomó la punta de la cola de gato y agitó el cascabel en el aire, intentando llamar la atención de la niña. Kurotsuchi no tardó en darse cuenta y cuando estaba a punto de agarrarlo, él retiró la mano, haciéndola enojar. Qué lentos eran los bebés. Se rió cuando consiguió hacer que se pusiera roja.

—Sandaime-sama —murmuró Kitsuchi observando la escena—... ¿Cómo de leal crees que pueda serte el niño?

—Es ambicioso, quizá demasiado —respondió él, bajando la voz—, pero también extremadamente talentoso. Estoy seguro que podría doblegar al cuatro colas mejor que nadie, y ganaría afinidad elemental al fuego, lo cual paliaría los efectos negativos de su elemento tierra.

—¿Crees que se mantendría leal?

—Sé como hacerlo. Pero implicaría ciertas cosas por las que no estoy dispuesto a pasar. Deberíamos corregir ciertos aspectos de su personalidad ahora que es joven. Es tan obstinado...

—Oh, vamos, como si tú no lo fueras —bromeó su yerno.

—Este niño me gana, créeme.

—¿Y su madre? ¿No crees que podría no estar de acuerdo?

—Su familia no es de tradición shinobi. Tendrá que acatar con la decisión. La cual, me comprometeré a que sea la mejor para Iwagakure.

Deidara sabía que estaban hablando de él, pero no conseguía oír lo que decían. Mientras jugaba con Kurotsuchi en el suelo, intentaba pillar alguna palabra pero le fue imposible. Incluso se había desconcentrado de su juego con la niña, que había conseguido atrapar por fin la cola de gato.

—Deidara —dijo su maestro en ese instante—, dijiste que querías ser un shinobi muy poderoso.

—Seré el más poderoso —contestó, por algo entrenaba duro todos los días.

—¿Qué te parecería, obtener un poder al que muy pocos privilegiados en todo el mundo tienen acceso?

—El del cuatro colas... —dijo.

Pero según sabía, ese poder iba a ir a la bebé que estaba frente a él. ¿Será que no era apta para ser jinchuuriki? De ser así, lo que le estaban pidiendo era un favor. Deidara pudo ver que lo estaban intentando ver como un privilegio, cuando en verdad era al revés. Sonrió.

—No sé. ¿Qué ganaré a cambio?

Ambos hombres se miraron confundidos, habiendo esperado que Deidara dijera que sí a la primera.

—¿Qué es lo que quieres?

—Lo haré a cambio del pergamino prohibido —dijo, quería ese poder más que nada en el mundo.

El otro día le oyó decir a Onoki que si no encontraban un portador pronto, el cuatro colas se perdería. De ese modo, obtendría ambas cosas, el pergamino y el poder del biju. Si no aceptaban lo que pedía, no pensaba hacerlo, tendría que esperar a robar el pergamino por sus propios medios, pero aún era joven y no sabía demasiado. Ese día estaba aún muy lejano.

—¡No! —gritó Onoki—. ¡No tienes ni idea de lo que estás pidiendo! ¿¡Por qué no puedes dejar de decir tonterías!? ¡Esos pergaminos no son para tomárselos tan a la ligera! ¡Son peligrosos!

—Pues entonces no lo haré —respondió, encogiéndose de hombros.

Onoki sostuvo la mirada a su alumno. Ni bien se decía a sí mismo que iba a atarlo en corto, él iba y ponía esa condición. ¿De quién fue la idea de tomar de discípulo a un niño tan precoz como insolente?

—Si accedes a convertirte en el portador del cuatro colas, te daré permiso para usarlo cuando te gradúes como chuunin —dijo.

—¿¡No me mientes!? —exclamó, se veía en verdad sorprendido, como si no se esperase eso.

Así de desesperado estaba Onoki, dejando ganar el pulso a un crío. Él. El Tsuchikage.

—No te miento. Pero recuerda que te advertí muchas veces, cuando comiences a experimentar las consecuencias de tus decisiones.

No fue una derrota amarga. No del todo. Al menos, había conseguido salvar a su nieta de una vida demasiado dura. Ni Han ni Roshi lo tuvieron fácil. Deidara podría con eso, estaba seguro de ello. Lo que le preocupaba era el kinjustu. Uno llevaba las de perder cuando trataba con un bakuton seirei, los entes sellados en los pergaminos siempre se aseguraban que el contrato les fuera favorable a ellos. Onoki podía dar fe de ello. La inconsciencia de Deidara le iba a costar caro, pero tal vez necesitaba aprender esa lección.


Sabía que debía haber ido directa al punto, porque este mes ha sido muy movido. Peroooo, cuando se me ocurren ideas no me gusta no usarlas. Este será un fic sobre Dei como Jinchuuriki de Son Goku, el cuatro colas.

El siguiente ya será de Dei como adulto. Debía darle una razón para que se quedase leal a Iwa, ya que en el canon es ninja renegado. En mi headcanon, él se fue porque nunca comprendieron su arte, y Onoki no aceptó que robase el kinjustu. Aquí, Onoki se ve forzado a dárselo, y Deidara ya no tiene razones para irse.

Serán tres capítulos. Habrá peleas :DD Y Tobidei por supuesto :D :D

Lybra, espero que te haya gustado este prólogo, y que esté yendo por buen camino. Dei de chiquito es lindo y quería empezar el fic así con él.

¡Nos vemos muy pronto!