...
Tú y yo frente al abismo
-:-:-:-:-:-:-:-:-
Parte 1
Gilgamesh y Enkidú
...
Es una mañana fría, la nieve cae acumulándose por todo el jardín de la mansión.
-¿Que no piensas levantarte flojo?
Por toda respuesta te envuelves más en las cobijas.
-Hyoga.
-Déjame en paz, porque no puedes ser como las personas normales que gustan del calor de sus mantas, quedándose más tiempo en sus camas, en lugar de salir al frío.
-Me vas a salir con que no te gustan los días fríos.
-En este momento sólo quiero disfrutar de mi cama.
-Está nevando de nuevo. –Digo mientras contemplo los copos caer.
Cuando era pequeño detestaba la nieve, como huérfanos, como niños que vivíamos en la calle, la nieve era una maldición que nos recordaba lo precario de nuestra situación. Tan fría que nos hería los pies por la falta de zapatos, tan fatal que nos golpeaba los pulmones hasta hacernos toser sangre. Lo único bueno del orfanatorio eran la caldera y las paredes que nos protegían de la inclemencia de un día nevado.
Ni siquiera cuando tuve zapatos y abrigo disfrute la nieve. Los niños del orfanato jugaban en ella y yo solo recordaba los días que pase en la calle y las preocupaciones de Ikki por protegerme.
Así que no guardaba ningún recuerdo hermoso sobre la nieve hasta ese día, en el que te vi sonreír por primera vez. Había nevado tanto que esta nos llegaba a las rodillas y tú, que venías de una tierra congelada sonreíste al verla.
Llegaste al orfanato de los Kido como el niño más triste de todos, más con las nevadas y con el invierno llegaron tus sonrisas. Fue entonces cuando empecé a amar la nieve. Y es que no puedo evitar sonreír con añoranza, cuando te recuerdo agazapado apretujando la nieve en tus manos, juntando tus bolitas para guerrear con Seiya.
Antes odiaba la nieve, ahora me es imposible detestarla cuando es una parte de ti y es que no sé por qué, pero todo de ti me es indispensable como el mismo aire.
-Estuviste leyendo toda la noche. –Digo cuando descubro el libro de "La epopeya de Gilgamesh" en tu buro. –Por eso no te quieres levantar.
-Me gusta ese libro.
-Lo sé, te he visto leerlo muchas veces, tantas que hasta me conseguí una copia para leerlo también.
Por fin asomas la cara fuera de las cobijas.
-Ya levántate.
Pero en lugar de eso me sonríes, y me haces espacio en tu cama. No lo resisto, tengo que aceptar.
-Eres un perezoso. –Te regaño.
-Lo dice el que se acaba de acomodar a mi lado. –Tras una pausa. -Ya leíste el libro.
-Solo el principio, me aburrió… lo encontré tan gay que me sorprendió que te gustara ese tipo de literatura.
Hyoga dejó escapar un largo suspiro, lucía un poco avergonzado.
-Que tiene de malo el amor entre hombres. Lo que Gilgamesh siente por Enkidú, siento yo por ti.
En mi mente recorro lo poco que leí del libro, Gilgamesh es muy claro, ama a Enkidú. Entonces siento mi cara arder y del shock por la revelación doy un brinco y termino cayéndome de la cama.
Todavía no caigo en cuenta de lo que ha pasado cuando tus carcajadas me devuelven a la realidad. Y te miro, te ríes de mí tanto que las lágrimas se han escapado de tus ojos y no puedes ni respirar.
-¡Eres un niño, por cualquier cosa te espantas! –Me dices, entre risas.
-¡Cualquier cosa! –Digo enfadado. -¿Qué clase de broma es esta?
Y tus risas se detienen.
-No es una broma, lo digo en serio.
Mi rostro sorprendido por la fuerza de tus palabras provoca tus risas de nuevo, y otra vez me enfado.
-No puedo evitar reírme cuando me doy cuenta que eres todo un niñote. Tú crees que soy gay y por eso te espantaste. Pero no lo soy y aunque lo fuera, no eres mi tipo, te encuentro bastante feo.
-¡Pues tú no eres tan atractivo que digamos!
-Y sin embargo me amas igual que Gilgamesh ama a Enkidú.
No contesto. No puedo hacerlo. Desde que éramos niños he sentido una obsesión por ti que no soy capaz de entender.
-A ver niñote, no comprendiste lo que leíste. Gilgamesh es un semidiós, no existe otro hombre como él. Nadie su poder y por eso se volvió un tirano, entonces los dioses crean a otro hombre igual que él. Alguien capaz de negarse a su voluntad. Por eso Gilgamesh presiente el amor que va a sentir por Enkidú. Amor que se revela al conocerlo y al enfrentarlo, porque por primera vez, había otro como él, ya no estaba solo en el mundo.
Ante esa explicación sonrió, al fin entiendo este sentimiento que tengo por ti. Hay otro como yo, entonces no estoy sólo. Aunque tengo a Ikki, el jamás va aceptar una igualdad entre nosotros, para él, el mundo no funciona así, aunque me reconoce como un caballero fuerte, a sus ojos sigo siendo el pequeñito de cuatro años que dependía totalmente de él.
Con Hyoga no es así, el me ve como su igual y sabe que caminare al mismo paso que él.
Por eso desde que te vi supe que no me encontraba sólo en este mundo.
Escucho a Hyoga luchar por respirar, no puede dejar de reírse de mí.
-¿Cómo pudiste creer que Gilgamesh y Enkidú soy gays? Si Shamat nada más se quitó la ropa y sedujo a Enkidú.
-Si las declaraciones amorosas venían por parte de Gilgamesh.
-Por favor, ya con otorgarse el derecho de primae noctis nos enteramos que se metió con todas las mujeres de su pueblo. Solo se salvó Shamat por ser la mujer de Enkidú.
-¡No llegue a esa parte! Además con tanta declaración de que lo amará como se ama a una esposa, y que le gustará como le gusta una mujer, uno se confunde.
-No culpes a los antiguos por no poder expresar lo que Gilgamesh siente por Enkidú. Si lo hubieras leído todo en lugar de sacar conclusiones apresuradas habrías entendido el libro. Por primera vez Gilgamesh podía tener un amigo, porque Enkidú, podía negarse a sus deseos. La amistad solo puede darse en la igualdad con alguien que es capaz de decirte que no.
-¿Esperas que algún día te diga que no?
Por fin dejaste de reírte.
-Recuerdas que una vez te conté de mi amigo Isaac.
Tus ojos se entristecieron, es algo que te causa mucho dolor.
-Sí. El murió por salvarte.
-Nunca fui sincero con él, sabía que si le decía lo que pensaba, se decepcionaría de mí. Eso no pasa contigo. Aunque sepa que la respuesta sea no, te lo puedo contar.
Cerraste los ojos, te sumergiste en los recuerdos de Isaac y en la culpa que sientes.
-Hyoga, tú ya me dijiste que no.
-¿eh?
-Cuando luchamos contra Ikki, yo creía que si el descargaba en mí toda la furia que tenía se calmaría. Pero no lo permitiste, a pesar de que esos eran mis deseos. Ni siquiera cuando detuve tu puño y te suplique por mi hermano paraste. Te opusiste completamente a mí. Estabas en lo correcto y yo estaba equivocado. Teníamos que luchar con él, porque solo así descargaría todo ese dolor que llevaba. Lo que quiero decir Hyoga, es que no me dejaste tomar el camino de un mártir. Espero que nunca suceda pero si algún día escoges un camino como el que había elegido, me opondré a ti con todas mis fuerzas.
Y me sonreíste.
-Lo sé.
