¡Hola hermosas! Bienvenidas a mi mas reciente creación, espero que les guste y la disfruten tanto como yo la disfruté escribiéndola.

Muchísimas gracias a mi hermosa beta: Cecil Pierce, que ya es la segunda vez que me ayuda corrigiendo mis errores, aprendí mucho gracias a sus pequeños consejos, ¡la amo!

Estaré al tanto de sus lindos reviews, los cuales amo leer (sí, amo muchas cosas, lo sé). Ya saben, pueden dejarme felicitaciones, consejos y amenazas (? xD cualquier cosa de mis bellas lectoras será bien recibida.


Mi vecino es un stripper

Capítulo 1

Era obvio que el otoño estaba cerca, el viento era frio y las hojas ya empezaban a teñirse en tonalidades marrones, amarillas y rojizas. Suspiró mirando el reloj, su amiga llegaba tarde, de nuevo.

El sol ya se había escondido y las primeras estrellas brillaban en lo alto del cielo.

Se abrigó más en su chaqueta sintiendo como su largo cabello se enredaba por la ventisca que la envolvió en un remolino de hojas secas. Odiaba el frío, y el que estuviera en un mini vestido con apenas unas medias de nylon cubriendo sus piernas no ayudaba mucho. En ese momento no podía amar más sus botas que le llegaban hasta poco más arriba de las rodillas.

Se preguntaba en que momento habían pasado los meses, aun no terminaba de asimilar que una de sus mejores amigas se casaría en solo unas semanas más. ¡Era una locura!

Alguien gritó su nombre, sacándola inmediatamente de sus pensamientos.

—¡Sango, llegas tarde! —se quejó caminando hacia su amiga que se acercaba corriendo en su dirección.

—Lo sé, lo siento —se disculpó casi sin aliento abalanzándose sobre ella para darle un fuerte abrazo—. Me alegro de que hayas podido venir.

—Si. No podría perderme esto por nada —le sonrió—. ¿Está todo listo?

—¿Tú que crees? —preguntó alzando una ceja— Llevo organizando esto semanas enteras. ¡La vamos a pasar genial! —exclamó tomándola del brazo y guiándola hacia la avenida principal

Se subieron al primer taxi que frenó.

—Al club "Seventh Heaven" —le indicó Sango al chofer—. Las demás están en camino —respondió antes de que Kagome siquiera preguntara.

—Genial.

Debía confesar que estaba nerviosa, era su primera vez en ese tipo de club.

Cuando el taxi las dejó en la puerta no supo cómo reaccionar, el lugar tenía un enorme cartel de neón en forma de nube con las palabras "7th Heaven" inscriptos en él, las ventanas estaban cubiertas con cortinas negras y en la puerta había un chico alto, apuesto y en traje que les daba la bienvenida a las damas que entraban por un largo y oscuro corredor. Sin quererlo sus piernas empezaron a temblar y sintió como sus mejillas y todo su cuerpo se calentaban.

—Buenas noches —saludó el muchacho acercándose a ella, que seguía allí clavada en mitad de la acera mientras Sango pagaba el taxi— ¿Vienes en busca de un poco de diversión, nena? —preguntó con una voz sensual, mientras tomaba una de sus manos para llevársela a los labios.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Kagome cuando los labios suaves y fríos de ese muchacho depositaron un ligero beso sobre sus nudillos.

—Yo…

¡Oh, Dios! ¿Qué debería decir en una situación así?

—¡Vienen un buen momento señoritas! —exclamó felizmente— ¡Esta noche las damas tienen tragos gratis con su entrada!

—¡Genial! Me alegra oír eso —dijo Sango con una sonrisa traviesa en los labios.

¿En qué momento había llegado junto a ella?

—Me llamo Yamato, si necesitan cualquier cosa siempre pueden acudir a mí —sacudió el flequillo que caía sobre su frente y les guiñó un ojo.

Sexy….

Sango enganchó su brazo y la arrastró hacia el interior. Se acomodaron en una mesa en el centro del salón, justo delante del pequeño escenario, inmediatamente un joven con zapatos, pantalones de vestir y un pequeño lazo en el cuello como únicas prendas se presentó ante ellas.

—Bienvenidas a Seventh —saludó amablemente—, ¿las señoritas desean tomar algo?

—Oh, yo no… —susurró Kagome, cohibida por los fuertes músculos que se marcaban en sus brazos y abdomen.

—Queremos dos cosmos, por favor —dijo Sango rápidamente, sonriendo y guiñándole un ojo al camarero.

Él asintió y regalándoles una sonrisa de dientes perfectos se alejó.

—¡Oh, Dios! —jadeó Sango— ¡Mira ese trasero!

Kagome no pudo evitar reírse.

—¿Qué diablos pasa contigo? —le preguntó con menos seriedad de la que habría querido, no podía dejar de reírse por lo bajo— Estas comportándote extraña hoy.

—Supongo que es por la excitación del ambiente —admitió avergonzada mientras se abanicaba con las manos en un intento nulo por bajar el calor de sus mejillas.

Kagome supo a qué se refería, a ella también le estaba afectando ese ambiente pero trataba de mantenerse serena. Estar rodeada de chicos apuestos y con poca ropa no ayudaba demasiado, todos ellos parecían bellas estatuas de héroes griegos tallados en mármol por los mismos dioses.

Ok, no. Sacudió la cabeza tratando de sacarse esos sombríos y pervertidos pensamientos.

—No te contengas —le susurró su amiga, agarrándole la mano por encima de la mesa—. Esta noche es nuestra, somos libres de dejarnos llevar por nuestros deseos.

—¿Qué clase de discurso raro en ese? —se burló, aunque en el fondo aquellas palabras habían despertado algo en ella.

Su amiga se limitó a sonreírle y dar un vistazo para nada discreto por el cuerpo del camarero que las había atendido y que volvía con sus tragos.

—Aquí tienen sus cosmos. Si desean algo mas sólo levanten sus preciosas manos y vendré corriendo.

Ok, eso era demasiado. ¿Acaso ese era un host club o algo por el estilo?

—Aaah… tenia tantas ganas de decirle: "tú y yo, aquí y ahora", o algo por el estilo —suspiró derrotada su amiga.

—¿Qué pasó con eso de "no te contengas, esta es nuestra noche"? —se burló.

—Miroku —suspiró—. Lo amo, y no podría engañarlo por más bueno que esté ese camarero.

Kagome notó como clavaba sus uñas en la mesa, y supo que se moría de ganas, pero no lo haría.

—Eres grandiosa, Sango —murmuró admirada—. No es usual ver a mujeres tan masoquistas.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó a la defensiva.

—Bueno… son pocas las personas que se exponen al peligro por voluntad propia —la expresión en el rostro de su amiga le decía a gritos que no entendía lo que quería decir—. No importa, ¿brindamos?

Su amiga la miró raro por un segundo, pero inmediatamente levantó la copa.

—Porque esta noche sea inolvidable —evocó Kagome.

—Porque esta noche te lleves a casa a alguno de estos lindos chicos —se burló Sango, chocando copas con ella.

—¡Oye! Eso no es justo —se quejó mientras su amiga le daba el primer sorbo a su bebida.

—Nada en esta vida es justo. Aprovecha por las dos, tú que puedes hacerlo sin sentir culpas —le dijo guiñándole un ojo.

Kagome bufó y tomó de su copa. ¿Qué diablos se suponía que significaba eso?

Las luces bajaron y el suave y rítmico sonido de un saxofón inundó el lugar. Las luces de colores cegaron a Kagome, o quizás lo que la cegó realmente fue la visión de un muchacho alto y de tez pálida que se plantó arriba del escenario, apenas a unos metros de ella, mientras movía sus caderas al ritmo de la música.

Sin poder evitarlo deslizó la mirada por sus fibrosos músculos, que se tensaban y relajaban conforme se movía, tuvo que acariciarse los labios con la yema de los dedos para cerciorarse de que no estaba con la boca abierta y babeando.

Aunque lo intentaba, apartar la mirada era casi imposible, y no tardó mucho en dejarse caer en la tentación que ese pecaminoso hombre transpiraba arriba del escenario. No reaccionó cuando de un solo tirón se deshizo de la chaqueta de oficial de policía que vestía, y tomó su mano para subirla al escenario.

—Me dijeron que esta noche una novia vino a visitarnos —anunció al público.

Ella no entendía que sucedía, y rápidamente buscó con la mirada a su amiga, encontrándose con que no estaba sola, sino que las demás habían llegado en algún momento del show.

—Lo siento señorita, pero tendré que detenerla— informó el falso policía.

Todas las mujeres en el club gritaron emocionadas, aturdiendo aún más a Kagome.

Dócilmente se dejó guiar hasta una silla ubicada más atrás sobre el escenario. Los reflectores iluminaron a la pareja mientras el muchacho obligaba a Kagome a poner las manos en el respaldo de la silla y le separaba las piernas con los pies para la requisa.

—No pareces emocionada —le murmuró el joven.

Fue ahí que recién tomó conciencia de la situación en la que estaba.

—No soy la novia —atinó a decir, moviéndose incomoda mientras él recorría su cintura con los dedos.

—¿Entonces qué es esto? —preguntó tocándole la cabeza.

Ella deslizó los dedos por su cabello hasta encontrarse con una tiara con un velo en lo alto de su cabeza.

—Mataré a mi amiga —chilló.

Los gritos del público femenino que se arremolinaba a orillas del escenario ahogaron sus quejas.

—Relájate y diviértete —le susurró al oído antes de succionarle levemente el lóbulo de la oreja.

—¡Basta! —se quejó mirándolo incrédula por lo que acababa de hacer.

Aun sentía la humedad de sus labios en su oreja, y era una sensación inquietante, al igual que ese escalofrío que recorrió su espalda por aquella caricia.

Antes de decir algo más tenía a aquel apuesto y atrevido muchacho acariciando sus curvas por encima de la ropa, cuando quiso quejarse y exigirle que la soltara éste de un movimiento rápido se sentó en la silla con ella sentada a horcajadas en su regazo.

—Pero qué… —murmuró intentando estirar su falda para que nadie viera su ropa interior.

Buscó apoyo en los hombros del policía semidesnudo cuando éste se hizo a un lado para mirar a las mujeres del público. No supo que gesto hizo, porque él sujetaba su cabeza hacia un lado, pero todas las mujeres chillaron nuevamente.

—Esto está yendo demasiado lejos —murmuró mortificada cuando él empezó a moverse debajo de ella en un movimiento de caderas ondulantes.

—Ya casi terminamos nena, aguanta un poco más —respondió aquel stripper que estaba sacándola de sus casillas al usarla como una muñeca para su espectáculo.

De otro rápido movimiento se levantó con ella a cuestas y la llevó hasta el brillante caño de metal incrustado en el techo justo en el centro del escenario.

—Agárrate fuerte —le susurró.

Kagome se aferró fuertemente a sus hombros cuando él entrelazó las piernas en el caño y los hizo girar a ambos por el mismo. Los músculos de sus brazos se tensaron por el esfuerzo de sostenerlos a ambos de aquel metal tan resbaladizo.

Cuando empezó a escalar por el caño ella tuvo que ahogar un grito.

—¡Nos vas a matar! —chilló abrazándose a él sin importarle nada más que su seguridad, ya ni le importaba que fuera un completo extraño, ni el pequeño detalle de que, además, estaba semidesnudo.

—¡Oh! ¿Así que te preocupas por mí? —preguntó altanero.

No podía verle el rostro, pero por el tono de su voz sabía que estaba disfrutando aquello.

—No quiero morir a manos de un stripper —corrigió.

—Estarás bien, yo te cuidaré. Agárrate del caño.

—¿Estás loco? Me voy a morir si resbalo.

—¿Confías en mí?

—Claro que no. ¿Por qué debería confiar en alguien que se desnuda para vivir?

—¡Auch! Ese fue un golpe bajo. Vamos, agárrate del caño que los brazos se me están cansando.

Resbalaron un poco, y ella asustada hizo lo que le pedía.

—A la cuenta de tres yo bajaré y tú me seguirás.

—¿Qué?

—¡Tres! —sonrió, dejándola a su merced sujeta con brazos y piernas de aquel metal brilloso.

Quería gritar lo mucho que lo odiaba, pero todas sus fuerzas se concentraban en no caerse desde aquella altura. En ese momento odiaba sus hermosas y calentitas botas bucaneras, que no servían para nada en una situación así. Apretó los muslos lo más que pudo alrededor del caño, en un intento por no cargar todo su peso solo con sus débiles brazos.

Resbaló lentamente por el caño, hasta llegar a una altura segura. Él la esperaba abajo, con una sonrisa vanidosa pegada en su rostro. Y apenas pudo alcanzarla con los brazos la despegó del caño para cargarla como si de un bebe gigante se tratara, o lo que bien podría decirse "al modo nupcial".

—Te odio —le confesó, aun temblorosa.

—Sólo tomé venganza por lo que me dijiste —le susurró, con su rostro sonriente completamente imperturbable.

Caminó con ella hasta el frente del escenario donde las mujeres gritaban y estiraban los brazos en un vano intento por tocarlo, y allí, en frente a todo el mundo, le dio un apasionado beso que le quitó todo el aire, y provocó que todo su cuerpo se paralizara sin saber cómo reaccionar.

—Bien señorita, creo que está limpia, puede retirarse —dijo al acabar con el beso.

De un salto bajó del escenario, y la acomodó en su silla, mientras todas gritaban y aplaudían.

¿Qué diablos había sido eso?

—Cuídate gatita, la próxima vez no seré tan bueno contigo —dijo una vez arriba del escenario, guiñándole el ojo— Buenas noches damas —se despidió haciendo un gesto de despedida con la cabeza.

Levantó su chaqueta del piso y desapareció detrás de otro stripper que subió al escenario disfrazado como Tarzán, un disfraz que sin duda no dejaba mucho a la imaginación.

—¡Maldito bastardo! —chilló una vez logró asimilar todo.

Sus amigas, que miraban divertidas como Tarzán se balanceaba en unas telas que colgaban del techo, la miraron sin saber que sucedía.

—¿Pasa algo Kagome?

—Nada, no se preocupen —dijo ante la mirada preocupada de sus amigas— ¿En qué momento llegaron chicas?

Intentó cambiar desesperadamente de tema, pero la mirada de Sango le decía que no la dejaría estar. Siempre había sido demasiado transparente con sus sentimientos, y eso le molestaba.

—Justo cuando subías al escenario —respondió una.

—Rin casi se desmaya cuando te vio allí arriba —estalló en carcajadas.

—¡No te rías Ayame! —exclamó avergonzada.

Así era Rin, siempre se avergonzaba por todo. Era tan tímida… ¿Cómo diablos habían logrado llevarla hasta un lugar así?

—Me sorprendió bastante que te prestaras para eso —comentó aun sonrojada.

—Así que hasta Kagome tiene su lado salvaje, ¿he? —la molestó Ayame con un gesto pícaro que la hizo reír.

—Hablando de eso… ¿Lo disfrutaste? —preguntó Sango en un intento sutil por sacarle información— Arriba del escenario parecía que no, pero tu expresión cuando te dejó con nosotras fue todo lo contrario.

—¿Tan mal te caemos Kagome? —bromeó Ayame.

—No, en absoluto. No es agradable que un sujeto que ni te conoce te toquetee así.

—Hummm… ¿Y porque no lo detuviste si era así?

Eso se preguntaba ella misma. ¿Acaso se estaba volviendo una maldita bipolar?

—La presión social, ya sabes… —respondió desviando la mirada en un intento porque no descubrieran su mentira.

—¿Qué tal besa?

Todos se giraron a mirar sorprendidas a Rin, jamás se habrían esperado esa clase de preguntas de ella. Kagome no se esperaba una cosa así, sintió el calor subir a su rostro y supo que estaba sonrojada.

—¿Quién disfrutaría algo así? —intentó evadir la pregunta formulando otra.

—Parece que tú —festejó Sango, con sus otras amigas coreando lo mismo.

—¡No! —se quejó avergonzada y furiosa— Que alguien te bese por la fuerza no puede ser nada bueno.

—Ay Kagome, tú sí que eres aburrida. Aprende a disfrutar de los pequeños placeres de la vida chica —le reclamó Ayame sacudiendo los hombros en un acto que le resultó hasta simpático.

No dijo nada, en un abrir y cerrar de ojos todas se habían ido hasta la orilla del escenario donde Tarzán golpeaba su pecho mientras las mujeres metían billetes en el borde de su tanga. Asco…

Se levantó de su asiento y se dirigió hasta el baño. Bueno, más bien a intentar encontrar el baño.

Vamos, el club ni siquiera era tan grande y ya estaba completamente perdida. Estaba en un largo corredor donde sólo habían cortinas de terciopelo rojo en lugar de puertas, por curiosidad asomó la mirada en uno de ellos, solo para descubrir como un hombre casi desnudo besaba de un modo exagerado a una mujer con pinta de ricachona, incluso creyó haber visto a sus lenguas peleando. Ver aquello la perturbó y apartó la vista rápidamente.

—Oh, mira a quien tenemos aquí —escuchó una voz detrás de ella— ¿Qué haces espiando lo que no debes gatita?

Rápidamente se giró hacia aquella voz.

—¡Tú! —dijo apuntándolo con el dedo.

Estaba tan furiosa con él que no sabía ni que decir, sólo quería abalanzarse encima de él y golpearlo hasta que fuera a parar al hospital.

—¡Oye! Es de mala educación señalar a la gente, ¿sabes?

Ella suspiró agotada, tratando de calmarse antes de cometer alguna locura.

—Odio las alturas, ¿cómo fuiste capaz de dejarme allí sola?

—Tenía todo bajo control gatita, mi jefe me despediría si una clienta se lastima a causa mía.

Kagome se mordió la lengua antes de decir algo que pudiera lamentar luego…

—No… no me llames gatita —gruñó, ese sujeto estaba sacándola de quicio—. Mi nombre es Kagome.

—Oh, lamento si no me sé el nombre de una clienta nueva —murmuró rodando los ojos—. Lo siento nena, pero no puedes estar aquí, más te vale que pagues un baile privado o que te vayas de una vez antes de que alguien más te descubra husmeando donde no debes.

—¡Que me llamo Kagome! —chilló enfurecida.

Se escuchó un fuerte ruido, como de alguien peleando y forcejeando. El muchacho empujó a Kagome dentro de un cuarto vacío, y la arrinconó en un sofá posicionándose arriba de ella.

—¿Qué haces? ¡Aléjate de mí! —grito asustada empujándolo con todas sus fuerzas.

—¡Calla! —le exigió tapándole la boca.

En ese momento se escuchó un grito femenino, posiblemente de la mujer que estaba en el cuarto en el que Kagome había espiado. Pasos iracundos caminaron hasta la habitación que ocupaban ellos y una mano grande y fuerte apartó las cortinas tan bruscamente que las descolgó de su soporte.

—¡Tú maldito! Es a ti a quien buscaba —gruñó acercándose amenazador hacia ellos.

—Lo siento señor, estoy ocupado por si no lo notó —le dijo en tono de burla

Aquel hombre clavó los ojos en Kagome, que lo miraba con el horror que sentía dibujado en su mirada.

—¡Vete! —le exigió— Tengo asuntos que tratar en éste.

Kagome hizo el intento de incorporarse y huir de allí, no quería ser testigo de un asesinato.

—¡Vamos hombre! No ahuyentes a mis clientas —se rio divertido, girándose hacia Kagome y sonriéndole mientras acariciaba su cabello.

Ella lo miró fijamente, notando el peculiar color de sus ojos gracias a la luz clara que los iluminaba. Algo en esos ojos dorados le decía que todo estaría bien siempre y cuando se mantuviera tranquila y no cometiera locuras.

—¡Cabrón! ¿Tienes la osadía de atreverte a ignorarme? —bufó el otro sujeto haciendo tronar sus nudillos— Ven aquí basura, trapearé el piso con su lindo trasero de stripper.

Depositó un beso en la frente de Kagome y se plantó delante de ella, enfrentando al otro sujeto.

—Gracias por el cumplido cariño, pero este no es un club gay, así que no atiendo a hombres.

—¡Maldito! ¡Te mataré!—gruñó enojado arrojándole un puñetazo directo en el rostro.

—¿Oh, sí? —se burló.

¿En qué momento lo había esquivado? Kagome estaba sorprendida de su velocidad y agilidad, se había perdido sus movimientos en el momento en que cerró los ojos para no mirar como lo golpeaban.

—¿Pero qué demonios? —se preguntó confundido girándose hacia el muchacho de ojos dorados— ¿Cómo hiciste eso? —preguntó anonadado.

—¿Qué cosa? —le sonrió altanero— ¿Esto? —susurró en su oído apareciendo como por arte de magia en sus espaldas.

Antes de que el sujeto pudiera reaccionar, aquel muchacho de una sola patada lo hizo rodar hasta el otro extremo de la habitación.

—Oh, lo siento. ¿Fui muy duro contigo? —preguntó con voz inocente acercándose e inclinándose sobre el cuerpo inerte del otro hombre.

—¡Maldito! —gruñó éste, tratando de aguantar el dolor e incorporarse.

—Yo que tú no lo haría —dijo sujetándolo por el cabello y obligándolo a mirarse a escasos centímetros de su rostro— Ahora, dime qué diablos quieres de mí, ¿por qué me atacaste?

—Es tu culpa —dijo simplemente, tosiendo un poco—. Tú me quitaste a mi novia, por tu culpa ella me dejó.

—¿Disculpa? —preguntó confundido inclinando la cabeza hacia un lado.

Aquel gesto se le antojó algo tierno a Kagome, pero la situación no era para nada la indicada para pensar en aquello. Ella estaba observando todo sin atreverse a respirar siquiera, la pelea había acabado en cuestión de segundos.

¿Quién diablos era ese stripper? ¿Y cómo podía ser tan fuerte para derrotar a alguien de 2 metros y tan fortachón como aquel sujeto que estaba tirado en el piso?

—Mi novia… tú la engañaste, la enamoraste y la obligaste a irse de mi lado.

—Yo que recuerde no hice algo como eso —le dijo frunciendo el ceño.

—Sakura…. Sakura me dijo que se había enamorado de otro hombre y que no podía seguir conmigo —murmuró dolido—, cuando le exigí que me diga un nombre me dijo que había sido de ti… Sinceramente jamás pensé que se había enamorado de un stripper.

—¿Sakura Hamasaki? —preguntó alzando una ceja, el otro hombre asintió— ¡Diablos viejo!

Lo soltó y se levantó, pasándose la mano por el pelo para apartar el flequillo que le cubría la frente, caminó un poco indeciso por la habitación.

—Lamento tener que decírtelo, pero es mejor así… tu novia era una zorra.

Kagome ahogó una queja por tratar así a una mujer, pero era asunto de ella así que decidió no meterse donde no la llamaban

—¡No trates así a Sakura! —gritó el hombre enojada poniéndose en pie con un poco de dificultad.

—¡Oye viejo, yo solo soy sincero contigo! Sakura venía a verme aquí a menudo, cuando la conocí me dijo que era soltera y se me insinuó infinidad de veces, pero ella no es mi tipo, ¿sabes?

—Sakura no es ese tipo de chica, ella nunca pisaría un lugar como este —la defendió apoyándose contra la pared para no caerse.

—Oh, créeme que lo hacía. No había ni un viernes en que ella no estuviera presente— lo miró con lástima—. En serio lo siento, pero tu novia era una mentirosa. Yo nunca estuve con ella, si te cambió por otro sujeto no fue por mí.

—¡Mentiras! —gritó tapándose los oídos y con la voz quebrantada.

—Creo que estas siendo muy cruel —susurró Kagome, no aguantando más y acercándose a consolar a ese gran hombre que estaba a punto de llorar arrodillado en el piso.

—Sakura no me haría eso, ella me amaba —murmuraba para sí mismo.

—Tranquilo —lo calmó Kagome, acariciándole la cabeza con algo de temor—, seguro que Sakura no quería herirte… tal vez terminó contigo por error.

Kagome no era bueno en cuanto a cuestiones amorosas se refería, e incluso ella sabía que lo que estaba diciendo era totalmente ilógico. Pero, un poco de bálsamo para curar las heridas del corazón no podía ser tan malo, ¿cierto?

—¿Qué crees que haces? —preguntó el joven de ojos dorados, hablándole al oído, lo que le causó un estremecimiento en todo el cuerpo— Que le digas esa clase de cosas no es para nada bueno, ella le terminó consciente de lo que hacía. Punto.

—¿Tú lo crees? —preguntó esperanzado el otro hombre que la miraba con lágrimas en los ojos.

—No —la cortó el stripper antes de que ella respondiera— Oye, lamento lo que te pasó y todo, pero deberías superarlo de una vez y conseguirte una buena chica que te valore —dijo, haciendo un gesto de desagrado al decirlo.

—Pero, Sakura….

—¡Dios! —gruñó golpeando la pared— Si yo fuera Sakura también te dejaría, ¡no puedes ser tan patético!

Kagome lo apuñaló con la mirada, ¿por qué no podía tener un poco más de tacto?

—Estoy en el trabajo, y no soy psicólogo —se defendió a un reclamo que Kagome no había hecho.

—¡No eres quien para decirme eso! ¡Sólo eres un sucio stripper! —le gritó el otro hombre.

—Mira, arregla tus problemas tú solo… Nosotros nos vamos —tomó a Kagome del brazo y la obligó a levantarse.

—¡Oye! —se quejó ella.

—No deberías involucrarte en cosas que no te incumben —le susurró empujándola hasta el pasillo.

—No deberías haber sido tan malo con él, ¿qué no ves que está sufriendo?

—Sí, sí, lo lamento mucho por él y todo, pero no es algo que tenga que ver conmigo —le respondió fríamente—. Y yo… odio a esa clase de mujeres —susurró con un hilo de voz.

—Así, ¿cómo?

Él no respondió, y la guió hasta el salón principal nuevamente.

—¿Dónde diablos estabas Kagome? —preguntó Sango preocupada cuando llegó junto a sus amigas de nuevo.

—Yo… fui al baño —había perdido la noción del tiempo, ¿se había ausentado mucho?

—Tardaste demasiado, ¿estás mal del estómago? —pregunto Rin

—No, estoy absolutamente bien. Es que estaba muy lleno —mintió, con todo el alboroto ni siquiera donde estaba el baño.

Kagome se acomodó en su asiento, sintiéndose algo pensativa, aquel muchacho de ojos dorados era cada vez más enigmático para ella. Es decir, tenía una sonrisa amable y encantadora, pero en ocasiones sus actitudes lo contradecían y podía comportarse duro y frío.

—¡Oh, un nuevo espectáculo está a punto de iniciar! —aplaudió emocionada Ayame cuando todos los reflectores iluminaron el escenario y subieron 4 hombres disfrazados de bomberos.

Todas gritaron fuertemente, a Kagome le estaba cansando tanto alboroto y excitación flotando en el ambiente.

—¿Qué sucede? Te ves aburrida.

—¿Tú de nuevo? —preguntó confundida, él había desaparecido apenas llegaron al salón principal.

—Sí, por tu culpa y la de ese sujeto no llegué a tiempo para mi actuación y como castigo ahora me tendrán de mesero el resto de la noche —bufó molesto.

—Lo lamento —se disculpó avergonzada, quizás si no se hubiera perdido no habrían tenido que pasar por todo eso para empezar.

—Te traje otro cosmo, va por mi cuenta. Lamento que hayas tenido que soportar a ese tipo y su patética escena por mi culpa.

—Muchas gracias —murmuró sorbiendo un poco— Oye, ¿puedo preguntarte algo? —desvió la mirada de esos enigmáticos ojos dorados por temor a que viera la burla en ellos por lo que estaba a punto de decir.

—¿Qué es?

—¿Cuál es tu nombre? —soltó— Es decir, sabes el mío y no me parece justo que yo no sepa cuál es el tuyo —explicó nerviosa.

Tomó valor y lo miró directo a los ojos, su mirada divertida la hizo avergonzarse aún más.

—Tienes razón —le dijo aguantando la risa—. Me llamo Inuyasha, pero no se lo digas a nadie, es un secreto.

Continuará...


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