Septiembre, parte 1.

Viernes, 6:24 de la mañana. En el dormitorio 74 del Colegio W, pabellón de los chicos, aún duerme alguien a pesar de que las clases empiezan a las 7 en punto.

En la habitación hay una litera vacía, y una cama individual donde Arthur duerme plácidamente. Por la costumbre, su mente sabe que casi es hora de despertar, así que de momento está en su último sueño. Es uno de sus sueños más comunes, más como un recuerdo de su infancia. Se ve a sí mismo jugando en las afueras de su casa cerca del bosque, y desde el otro lado del río un niño de cabello largo y rubio lo invita a jugar. Entonces escucha la alarma, y despierta. Lentamente levanta el brazo hasta la cómoda, para apagar el aparato. Se sienta y se da cuenta de que su compañero de cuarto no está, lo cual es inusual, entonces mira la hora. Pánico.

Se levanta en el acto y abre su armario; mientras se pone el uniforme divisa en las puertas del mueble una foto suya de pequeño, con otro niño, el mismo del sueño. Al ponerle atención, una sensación de ira le aprieta el estómago, y piensa: "Imbécil, me atrasó la alarma."

Una vez se termina de vestir, sale al pasillo y cierra la puerta con llave. "Debo llegar a la sala del consejo antes de las clases… Dios, voy a matar a ese peludo…" En ese momento, un chico bajito que lleva una cámara fotográfica se acerca y saluda cortésmente.

―Muy buen día, Arthur.

―Oh, buenos días, Kiku…

―Como siempre, puntual, Tenemos un consejo estudiantil muy responsable―dijo Kiku con una sonrisa, mientras seguían caminando.

―Para nada, voy tarde…―respondió Arthur un poco desanimado, no le gustaba verse mal frente a su amigo, pero tampoco le agradaba la idea de mentirle―. Yo debería decir que los encargados del periódico son responsables, ¿vas a tomar fotos?

―Exacto, a esta hora algunos clubs deportivos aún entrenan.

―Pero, ¿no estás tú también en un club deportivo? ¿Por qué no toman fotos los otros encargados?

―Ah… Ludwig y Feliciano están en una etapa… complicada…―poco a poco el semblante del muchacho se ensombrecía.

―Debe ser problemático trabajar solo, ¿necesitas ayuda?

―Oh no, Alfred y Gilbert me ayudan a veces. Además, me parece que tú necesitas más ayuda que yo…

―Estar en el consejo no es para tanto… lo único difícil es tratar con el peludo ese―agregó al final con un poco más de rabia de lo esperaba, y recordó su situación― ¡Me tengo que ir, nos vemos!

―Nos vemos― respondió Kiku sonriendo mientras agitaba la mano en despedida hacia el muchacho que ya se perdía de vista.

Al llegar a la sala, abre la puerta y se encuentra más personas de lo normal ahí, a pesar de la hora. Además, juegan a los naipes.

― ¡Cómo tardaste, Artie!― dijo Alfred viendo hacia arriba― Te he traído un mensaje de la directora…

―Hey, jefe― lo saludó Antonio, a forma de burla.

Gilbert hizo un ademán y Francis solo sonrió, sin molestarse en levantar la mirada.

― ¿Desde cuándo la sala del consejo es un casino?― preguntó Arthur, cruzado de brazos.

―Tranquilo, cejas― interrumpió Gilbert, sonriendo― Como tardabas tanto, nos aburrimos, solo pasábamos el rato.

― ¡No es mi culpa! Un idiota me atrasó la alarma― respondió Arthur, mirando amenazadoramente a Francis, quien luego de sentir la atención sonrió descaradamente.

― ¿Se te pegaron las sábanas, cher?―dijo Francis, importándole poco el enojo de Arthur.

― ¿Y qué hicieron ahora?―dijo Arthur dirigiéndose a Alfred, ignorando de forma olímpica las sonrisas burlonas de los otros tres idiotas. Alfred se vio interrumpido por Antonio.

―Tu novio está en problemas de nuevo―dijo el muchacho, pasando por alto la mirada que Alfred le dirigió por interrumpirlo. Arthur soltó un jadeo alarmado, como esos que sueltan las señoras cuando un niño hace algo peligroso en los pasamanos del parque. Todos rieron. Nunca iba dejar de ser graciosa la forma en que Arthur reaccionaba.

― ¡No es mi novio!―dijo por fin, sin aliento.

― ¡Exacto! ¿Quién querría ser novio de este cejotas tsundere?

― ¡Retráctate! Yo no soy… ¡eso!―dijo Arthur indignado. A pesar de que no tenía ni idea de lo que Francis decía, estaba seguro de que era una ofensa.

― ¿Podemos dejar el tema de los tsunderes?―intervino Antonio, con menos energía que antes―. Son mi punto débil…

Arthur suspira, y de nuevo se dirige hacia Alfred. ― ¿y qué hicieron ahora?

―No lo sé―respondió Alfred encogiéndose de hombros―La directora mandó a Francis con esto.

Alfred saca un sobre con el sello del Colegio. Arthur lo abre, saca una carta y la lee. Luego suspira, guarda la carta, y la pone arriba del escritorio. Todos lo observan callados, esperando a que explote. Pero en vez de eso, Arthur habla calmadamente ― ¿Qué demonios hiciste ahora, idiota?

― ¡Estoy seguro de que esta vez no hice nada!―responde Francis alterado.

― ¡Nada!―se ríe Gilbert mientras habla―Nada, solo follarte a la hija de la directora.

―Qué vulgar, ¡es un acto de amor!―se defiende Francis, emitiendo un ruido algo parecido al anterior jadeo de Arthur. Todos lo miran desconsolados.

―Además, solo estaba coqueteando con ella―añadió el muchacho.

―Si la directora mandara una sanción por cada persona a la que se folla, lo habrían expulsado desde el primer año―dice Arthur hacia los demás, sin prestar atención a Francis.

―Pero ahora no se trata de cualquier persona―observó Antonio.

― ¡Solo fue algo fugaz! ¡No estén celosos por favor!

―Cállate, barbudo. Tú de verdad no entiendes que esa barba es lamentable―añadió en voz baja, dejándose llevar por el tren del pensamiento. Y como siempre, Francis se fue junto con él y dijo un vacilante "¿Lo crees?" mientras buscaba un espejo. Por un momento todos se quedaron callados, viéndolos.

―Por eso mismo. La directora sabe que es algo fugaz y quiere alejar a su hijita de tus garras―dijo Gilbert, rompiendo el silencio en tono burlón.

―Sea como sea, ahora tiene otro de éstos―intervino Alfred, mientras agitaba el sobre en el aire― para su expediente.

―No me importa en lo más mínimo si lo expulsan, pero me estás causando problemas aquí―gruñó Arthur, mientras movía algunas hojas en los cajones del escritorio. Francis se recargó en la madera.

―Ya sabes que sin molestarte no vivo a gusto― sonrió, e inmediatamente Arthur refutó.

―Ya están de nuevo…―dijo Gilbert justo cuando el timbre sonó. Él y Antonio, impacientes, pedían a Francis y Arthur que se apresuraran.

―Qué inusual que ustedes de todo el mundo quieran ir a clase―se sorprendió Arthur.

― ¿No es obvio?―dijo Antonio, sonriendo. Cuando Arthur pregunta de qué hablan, ellos solo se ven con un brillo malicioso en los ojos.

―Hoy irán al bosque con la profesora de Arte, ¿lo olvidaste?―dijo Alfred mientras salían del salón. Arthur se quedó en blanco, y al ver las mochilas de Gilbert y Antonio, recordó.

― ¡Mi mochila!―pero antes de que saliera disparado hacia los dormitorios, Francis lo tomó del brazo.

―Aquí la tengo, ¿No eres nada sin mí, eh?

Arthur le quitó bruscamente su mochila de las manos. ― ¡Es tu culpa que la olvidara! ¡Me atrasaste el reloj!

―Pero no puedo creer que la olvidaras si estuviste toda la noche preparándola, apenas pude dormir por que tenías la luz prendida.

Mientras ellos discutían, los demás iban hablando sobre temas aleatorios hasta los salones de clases. Cuando llegaron al aula 2 de tercer año, Alfred se despidió de todos y se fue a su aula de primer año. Al entrar, la profesora les preguntó por qué tardaron tanto y prácticamente solo a Arthur le dio el sermón.

Por eso no le gustaba llegar tarde a las clases. Además de que no le gustaba ser impuntual, los maestros lo veían como la peor falta que pudiera causar alguien, solo por ser el presidente del consejo estudiantil. Mientras se libraba por fin de la profesora, podía sentir a los tres idiotas burlándose justo detrás de él. Entonces Arthur vio a Lukas sentado casi al fondo del aula, perdido en sus pensamientos, e inmediatamente fue hacia él. Su semblante hasta ahora tenso se relajó un poco, y Francis no pudo evitar notarlo. Mientras estaba distraído, llegó Elizabeta junto a él.

―Está haciendo más amigos, eh―dijo la muchacha de repente, haciendo saltar a Francis por la sorpresa―.Ya no te necesita, Francis.

―No es como que me importe―respondió cortante una vez se calmó. La chica puso los brazos en su cadera, mientras suspiraba.

―Pareces una tetera, Eliza―interrumpió Gilbert, solo para ganarse un golpe repentino a señal de advertencia de parte de la chica.

―Ya sé que desde siempre su relación ha sido establemente inestable pero no pueden estar toda la vida discutiendo…

Ante esto, Francis se tapó los oídos y vociferó un "¡la, la, no escucho!".

―No siempre discuten, sabes… déjalos ser―dijo Antonio en defensa.

―No me interesa estar en buenos términos con el cejotas, si a eso te refieres, Eliza― habló Francis, para no escuchar otro sermón de su compañera. Desde lejos, Arthur se unió a la discusión.

― ¿Qué dijiste de mí, peludo?

― ¡Qué maleducado! ¿No te dijeron en casa que no te debes meter en las conversaciones ajenas?

―Pues estaban hablando de mí, ¡puedo meterme en su conversación si quiero!

Mientras ellos discutían por encima de las otras conversaciones, todo el grupo se encaminó a la puerta delantera del Colegio para subir al autobús. Las instalaciones estaban a casi dos horas del lado Oeste del bosque, que es a donde irían pues es lo más cerca. Entonces, la ciudad quedaba a unas cuatro horas del Colegio, si se iba rápido, pues se tiene que rodear todo el bosque.

Ya en el autobús, todos hablan sobre lo que harán el fin de semana si es que están libres. Arthur se sienta casi al frente con Lukas, mientras Francis se sienta hasta atrás con Gilbert y Antonio.

―No dejas de ver al cejas, Francis. ¿Ocurrió algo?

― ¿No lo entiendes, Toño?―interrumpió Gilbert como siempre, sonriendo― ¡Pasó la línea!

― ¡No he pasado ninguna línea!

En todo el camino la profesora Irene les repitió una y otra vez en qué consistía su visita, y que tuvieran cuidado con la pequeña cascada en que terminaba el río que pasaba por el bosque. Esa mujer era en verdad muy excéntrica. Ya en el bosque, el grupo solo se adentró un poco en la espesura de los árboles y al llegar a un bonito lugar amplio con espacio suficiente para todos, se acomodaron en la hierba y en los árboles.

― ¡Bien, muchachos! Disponen de un escenario espléndido y una atmósfera tranquila, ¿no es magnífico el bosque?―habló la profesora sin ocultar su entusiasmo―Ahora, si esto no les complace pueden avanzar un poco más, pero si dejo de verles los cabellos estarán en problemas. ¡Dejen sus sentimientos plasmados en esas hojas, vamos, empiecen ya!

Francis miraba como Arthur apartaba la vista de su cuaderno de vez en cuando, inquieto. "Se muere por ir más adentro" pensó Francis "Estaba muy emocionado por esta visita, como si no pudiera dejar los papeles el fin de semana y venir…"

Entonces recuerda cuando Arthur pasaba horas riendo y hablando aparentemente solo, aunque él afirmase que hablaba con sus amigos. "Será mejor que me asegure de que no se mete en problemas".

¿Se enteraron de que Simon encontró a un niño solo en el bosque?―dijo un pequeño Gilbert, mientras subía al pasamanos.

Es mentira, Gil… sólo un loco como él entra tanto en el bosque―respondió Antonio, que estaba sentado en lo más alto del pasamanos. La risa de Francis se escuchó desde un columpio cercano.

Ya en la tarde, se escuchaban muchos niños corriendo y riendo en el bosque. Ahí jugaban, era el campo de batalla. Con espadas de cartón y arcos mal hechos se defendían, todos eran buenos amigos. Pero nunca iban muy dentro del bosque, porque a veces, se escuchaban ruidos tenebrosos y había historias de que cerca del río se aparecían espíritus malos. Por eso nadie creía a Simon, quién afirmaba haber visto un niño cerca del río.

Mientras escapaba, Francis se alejó un poco más de lo que debería, y la curiosidad lo atacó. Despacio, se adentró más en el bosque. Ya que aún era de día, no le daba tanto miedo, se sentía valiente y fuerte con el arco que le hizo su abuelo.

Ya se arrepentía de haber confiado por al menos un segundo en lo que decía Simon, cuando escuchó un ruido de ramas y el corazón se le encogió. Se acercó a un arbusto y el alivio lo invadió al ver a un niño acurrucado en sí mismo, temblando.

¿Estás bien?―preguntó por fin al niño, causando que se levantara por la sorpresa y se alejara de él considerablemente― ¡No te haré daño! ¿Simon te asustó, verdad? Es que no tiene tacto…

¡No me asusté de nada!―gruño el niño, su voz más aguda de lo que Francis esperaba.

¿Por qué estás aquí, solo?―preguntó Francis al cabo de un rato.

No estoy solo. Estoy con mis amigos―respondió el niño haciendo un ademán hacia… nada. "Amigos imaginarios" pensó Francis, pero no dijo nada, pues quería dar una buena primera impresión.

Ah… ¿y dónde vives?

Al otro lado del río―respondió el niño luego de examinar cuidadosamente la expresión de Francis, como quien quiere ver si el contrario es de fiar o no.

Oh―Francis recordó que alguna vez su abuelo le habló sobre la familia que tenía la mitad de su patio en el bosque―A nosotros no nos dejan ir tan lejos… ¿cuántos años tienes?

Huh… siete―el niño levantó los dedos suficientes para contar "siete" pero de una forma poco común, y de nuevo Francis decidió que era mejor no decir nada. Sin embargo, no pudo evitar asombrarse por lo que afirmaba aquel niño.

¿En serio? ¿Igual que yo? Pero… eres muy bajito―y midió la altura del niño contra la suya. Le llegaba más o menos a la nariz.

¿Y qué? Voy a crecer―respondió en tono poco amable. Pero Francis ignoró su descortesía, reconociendo que él tampoco había sido muy educado que digamos.

¿Cuándo los cumpliste?

Huh… hace poco…

Ah, menos mal. Yo ya casi tengo siete años con tres meses―dijo Francis orgulloso.

¿Y qué?―respondió más enojado el niño.

Pues que… nada, olvídalo―de nuevo decidió callarse, y no volvió a hablar hasta que hubo formulado bien una pregunta de forma cortés― ¿Vienes aquí siempre? ¿No es aburrido jugar solo?

Pero al parecer se había equivocado, pues el otro respondió en el mismo tono de molestia―Ya te dije que no estoy solo.

Le empezaba a molestar la actitud del niño, pero no iba a rendirse tan rápido. Así que se puso a pensar una forma de seguir hablando con él, una forma de voltear el marcador.

¡Ya sé! Puedes jugar con nosotros.

El otro puso sus ojos verdes como platos y apenas pudo hablar, mientras tartamudeaba―No… no quiero―se las arregló para decir al final.

¿Te da miedo?―el niño se puso colorado y, de nuevo, apenas se las arregló de alguna forma para contestar.

¡Claro que no!

Vamos, no seas tímido―Francis no podía evitar sonreír―pero necesitarás un arma…

¡No necesito nada!

¡Le puedo decir a mi abuelo que te haga un arco, como el mío!

¡No molestes a tu abuelo con eso!

No importa, después de todo ya no trabaja y se aburre, ¡va estar encantado! ¡Iré ahora mismo a decirle!

Antes de que el niño pudiera responder, Francis ya había desaparecido entre los arbustos. Pero no pasó ni un minuto cuando volvía por donde mismo, sin aliento.

¡Qué maleducado soy! Me llamo Francis, ¿cómo te llamas?

Soy… Arthur…―respondió el niño, como en modo automático.

Bien, Arthur, mañana vendré. A esta hora, a este mismo lugar. Aquí estaré―y de nuevo, se fue, dejando a Arthur sin palabras.

Al salir del bosque, se encontró a Gilbert y Antonio que estaban buscándolo. Pero fue a su casa sin explicarles. Al día siguiente, tuvo problemas encontrando el lugar donde vio a Arthur. Al llegar, ahí estaba el niño, sentado y riendo con quién sabe qué.

¿Esperaste mucho?

No te estaba esperando. Yo siempre vengo aquí―contestó el niño antes de que Francis terminara, como si lo hubiera estado ensayando.

Y entonces, Antonio lo sacó de su ensoñación.

―Sí que te concentraste… ya es hora de almorzar―dijo el muchacho mientras intentaba ver el dibujo de Francis, pero éste no lo dejó.

―Pues Gilbert se concentró tanto que se quedó dormido…

Ambos rieron, mientras veían a Gilbert acurrucado en la raíz del árbol en que estaban. Cuando Francis volteó a donde estaba Arthur, el chico ya se había ido.

― ¿Y el cejas?

― ¿Eh? Ni idea… hace rato estaba ahí.

Francis tomó su mochila y le dio a Antonio dos cajas de almuerzo. ―La tuya y de Gilbert.

― ¿Vas a buscarlo?―dijo Antonio más como afirmación que pregunta.

―Sí, ya vuelvo.

―Recuerda lo que dijo Irene sobre la cascada esa…―y Francis ya desaparecía entre los arbustos, pues justo eso le molestaba.

Arthur había estado muy entusiasmado por ir al bosque, seguro para ver a sus "amigos", y Francis sabía que a veces incluso el cejón perfeccionista se dejaba llevar por sus sentimientos. No muy lejos, encontró a uno de los amigos raros de Arthur.

―Lukas, ¿dónde está Arthur?

―Hm… lo perdí de vista―dijo tranquilo el muchacho, como era usual en él. Francis no esperó a que continuara y siguió su camino, pues se estaba preocupando.

"Va hacer una tontería, puedo apostarlo" y entonces escucha una voz a lo lejos, exclamando algo, sin poder distinguir si era de dolor o de sorpresa.

Se sintió como el más grandísimo tonto amante del drama cuando vio que solo era Arthur, sentado junto a un árbol riendo y hablando feliz, pero completamente solo. Se quedó buen rato lejos, sin interrumpirlo, pues hacía mucho no lo veía tan feliz y casi olvidaba que Arthur también se divertía a veces. Era común verlo sonreír mientras leía algún libro en su habitación o estando cerca de personas que le agradaran, pero no recordaba la última vez que vio al muchacho reír de esa forma.

De repente, Arthur voltea hacia él y junta las cejas hasta llegar a su expresión de siempre.

―Asustaste a mis amigos―dijo a Francis, luego añadió volteando a los árboles―No pasa nada, está conmigo.

―Estaba seguro de que correrías directo a la cascada que mencionó Irene.

―Es "profesora Irene" para ti.

―Dirás que es "profesora" para TI, porque no parece molestarle que le hable de esa forma.

Arthur rodó los ojos al ver la sonrisa que había puesto Francis. Prefería no seguir con el tema.

―Y es obvio que recuerdo lo de a cascada. No soy idiota, puedo cuidarme solo.

―Ah claro que sí, pero… olvidaste tu almuerzo―Francis sacó de su mochila una caja y se la dio a Arthur, para luego sentarse junto a él y empezar a comer su propio almuerzo.

― ¿Viste a tus amigos?

―…No te importa, no preguntes.

―Uy, perdón, solo intentaba iniciar una conversación.

Arthur lo vio detenidamente, como analizando sus intenciones. Ese muchacho de verdad no cambiaba en sus hábitos. Quizá dedujo que Francis mentía, porque no dijo nada y empezó a comer.

― ¿Recuerdas cuando―dijo Francis de repente―te di aquel arco? El primero.

Arthur siguió comiendo, y masticando lentamente. "Claro" pensó Francis, sin insistir "es su favorito, no va a dejar de comerlo solo para contestar". Pasó poco tiempo cuando Arthur volteó y sonrió, no con la sonrisa burlona que dirigía a Francis y sus amigos todo el tiempo, sino con la sonrisa que ponía cada vez que Alfred y Matthew intentaban mentir sobre el buen sabor de su comida.

―Sí―dijo. Después de eso, ni Francis ni él dijeron algo más hasta que terminaron de comer.

Francis empezó a ir todos los días sin falta al lugar donde vio a Arthur, después de despistar a sus amigos. Le llevó el arco, le enseñó lo mejor que pudo a manejarlo, y resultó que Arthur era muy bueno en ello a pesar de ser un pequeño arco de diseño pobre.

Uno de esos días, Gilbert y Antonio lo siguieron.

¡Entonces era verdad lo que dijo Simon!―gritó Antonio, sorprendido, al ver a Arthur con Francis.

¿Por qué no nos lo dijiste?―Gilbert se estaba acercando, y Arthur le dio con una flecha justo en el pecho. Francis soltó una carcajada.

¡Soy un buen maestro, eh!―dijo Francis, apuntando a Antonio con una flecha.

¡De buen maestro no sé!―gritó Gilbert, entre risas, mientras levantaba su espada a medio romperse― ¡Pero este niño me las va pagar!

Cuando Arthur se acostumbró a los amigos de Francis, poco a poco se acercó más a donde todos jugaban. Hasta que su mamá le dijo que dejara de escaparse por el patio y saliera por la puerta delantera al parque, como una persona normal. Así, Arthur conoció a sus vecinos en un verano antes de entrar a la escuela primaria.

―Deberíamos irnos, Irene seguro está como fiera esperándonos.

Pero para su suerte, la profesora estaba tan emocionada con la visita que ni se dio cuenta de que algunos de sus alumnos se fueron más lejos de lo prometido.

Luego de terminar sus dibujos, el grupo subió de nuevo al camión y regresaron al colegio. Los fin de semana las cocineras del colegio no estaban, así que los alumnos podían bajar a la ciudad de compras o ir a su casa si estaba cerca, así como usar la cocina ellos mismos y prepararse su propia comida.

―Entonces, ¿de verdad crees que vamos a dejar escapar esta oportunidad? Dinos qué hacías con el cejas solitos en el bosque―dijo Gilbert en tono meloso mientras iban por el campus, camino a su salón de clases.

―Ya te lo dije, quería quedar bien y hacerse el héroe, pero no tuvo nada qué rescatar―rió Antonio.

Francis no comentó nada, estaba ido en sus pensamientos y sus amigos respetaron su espacio. Sabían que cuando Francis quería pensar y se quedaba en silencio, era mejor no molestarlo.

Ya en la tarde, después de clases, Arthur regresó a su dormitorio. No pasó mucho tiempo cuando alguien entró por la puerta sin avisar.

― ¿Qué haces aquí?―preguntó por la sorpresa, apartando la vista del libro que leía.

―Vivo aquí, por si no sabías―respondió Francis, detrás de él iban sus insufribles amigos.

Arthur no dijo nada mientras veía como los muchachos se ponían cómodos en la habitación.

―Y bien, jefe, ¿qué harás este fin de semana?―dijo Antonio sonriendo de forma nada agradable.

―Lo de siempre, Toño―empezó Gilbert, pero Arthur lo interrumpió.

―No más que ustedes, estoy seguro. No crean que olvidé aquel castigo que aún está vigente.

―Ehhh…―se quejó Antonio― ¡pero de ese castigo hace casi un mes! ¿Cómo es que nunca olvidas nuestros castigos?

―Yo nunca olvido ningún castigo.

―Sí, claro… a tus amiguitos les perdonas todo, ¿por qué a nosotros no?―dijo Gilbert.

―Tonterías―Arthur, que se estaba poniendo colorado, centró su atención en su libro.

Antes de que Gilbert se burlara de Arthur y lo hiciera enojar, Antonio tomó la palabra.

―Como sea, entonces… ¿vamos a participar en el concurso de talentos, verdad?

Arthur se quedó en shock por un rato― ¿Cómo es que sabes de eso? ¡Nadie debe saberlo hasta dentro de un mes!

―Tenemos un fiel amigo en el consejo…―dijo Gilbert, pero antes de que Arthur gritara a Francis, éste se defendió.

― ¡Yo no les dije nada! Nos escucharon hablar y no tuve otra elección más que decirles.

Parecía que Arthur se iba ahogar con todo lo que ya tenía preparado para gritar, así que antes de hablar se tranquilizó un poco.

―Ya que ustedes se enteraron antes, les prohíbo que participen en el concurso, pues sería una gran desventaja para los que no lo saben―antes siquiera de que terminara, los muchachos ya estaban protestando―Además, los miembros del consejo no podemos participar, es lógico.

―Pero tú eres el jefe de todos, algo podrás hacer…

― ¡Claro que no! Es deshonesto, todos van a estar en contra.

Los muchachos dejaron de insistir y voltearon hacia abajo, decepcionados. Arthur nunca pensó que se iban a rendir tan rápido, y no pudo reprimir el sentimiento de culpa.

―Aunque…―empezó hablar sin muchas ganas, pero al ver que los rostros de los otros se iluminaron, él también se sintió feliz por alguna extraña razón―No podemos participar, pero podríamos hacer alguna… apertura al evento…

― ¡Sabía que no podías ser tan malo, cejas!―dijo Gilbert feliz, y le guiñó un ojo a Antonio, pues su plan fue un éxito. A veces tratar con Arthur era simplemente muy fácil.

―Pero… ¡pero solo si piensan hacer lo que yo creo que quieren!―dijo Arthur tartamudeando, mientras se ponía rojo, y nadie pudo evitar reír levemente.

― ¡Qué recuerdos! Sin embargo antes eras lindo…―suspiró Antonio.

―No sé… es que como era tan pequeño, supongo que eran lindas sus rabietas―comentó Gilbert.

― ¿Por qué hablan de mí como si fuera un bebé? ¡Somos de la misma edad!

―No opino lo mismo, a diferencia de ustedes, a mí me tocó estar más cerca del pequeño demonio y―Arthur interrumpió a Francis con un siseo.

― ¡Como sea! Ahora váyanse y déjenme leer.

― Vamos, si quieres estar a solas con Francis solo dilo―se burló Gilbert.

― ¿Ah, sí? ¿Y por qué no te vas tú con Ivan?―los chicos a veces olvidaban que Arthur sabía perfectamente con qué atacarlos.

―Él no tiene nada que ver con esto―respondió Gilbert con rencor, el tono burlón por fin escapando de su voz.

―Oh, disculpa… ¿aún te duele que terminaran? ¡Entonces deberían volver!―para cualquiera, Arthur quizá lo estaba llevando muy lejos, pero en ellos era usual siempre estar discutiendo con argumentos más hirientes de lo común.

―Ivan y yo nunca tuvimos nada―Gilbert intentaba a duras penas refutar.

―Sí, claro, lo que digas―rió Arthur, y Antonio lo interrumpió.

―Te estás pasando, Arthur.

― ¿No soportan unas simples bromas? Ah, es que te compadeciste de tu amigo porque hace poco tuviste problemas con tu grosero novio―Arthur parecía divertirse mucho, pero al ver que ninguno de los muchachos en su habitación respondía, decidió seguir leyendo.

―Dios, qué atmósfera tan molesta, ¿de verdad se sienten mal por eso? Es el pasado―dijo Francis, intentando arreglar la situación.

―Como tú te acostarías con cualquier persona que tenga criterio suficiente como para ello, es fácil decirlo―respondió Antonio, ya dispuesto a seguir con la conversación. Al notar que sería un diálogo serio, muy raro entre ellos, todos pusieron atención.

―Lo que pasa es que te desesperaste con Lovino. Su actitud no es fácil, eso lo entiendo bien―Francis vio de reojo hacia Arthur, quien no se dio cuenta. Antonio rió, y suavizó el ambiente.

―No, no… no me he peleado con él. Como Feli ahora no se despega de Lud, Lovi tampoco se separa de ellos, está celoso―todos se mostraron sorprendidos. Aunque difícil de creer, ellos en verdad no sabían mucho de sus vidas privadas. Además estaban seguros de que Antonio había metido la pata y Lovino lo dejó o algo así.

―Ahh, te entiendo… algo así pasó con Ivan―empezó Gilbert a relatar.

Natalya desde pequeña estuvo enamorada de Ivan, quien la veía solo como su hermana. Cuando Ivan empezó a salir a escondidas con el albino molesto, ella decidió recurrir a medidas drásticas. Como en el pasado Toris había mostrado interés en ella, decidió pedirle de favor fingir una relación. Después de un tiempo, el muchacho aceptó, y el plan funcionó perfecto. Ivan se alejó de Gilbert, pero al darse cuenta de que solo eran de esos celos que sientes por los hermanos y no por un posible romance, regresó con él. Sin embargo éste decidió que era mejor terminar lo que inició como algo fugaz y que lamentablemente se prolongó más de lo esperado.

― ¡Ya recuerdo! Eso fue el año pasado, ¿cierto? Y luego de eso Toris y Feliks empezaron salir―comentó Francis, siempre al tanto de los chismes.

―De eso no tengo idea―Gilbert se encogió de hombros.

Y así pasaron la tarde de ese viernes, comentando en forma aleatoria lo que había pasado últimamente entre su grupo de conocidos. Cuando llegó la noche, Gilbert y Antonio se fueron a sus dormitorios antes de que se quedaran dormidos en el piso. Francis ya se preparaba para dormir, y Arthur aún seguía leyendo sin intenciones de detenerse.

―Deberías dormir―dijo Francis―Ayer casi no dormiste por preparar tu mochila.

― ¿Por eso te levantaste más temprano de lo que debiste a atrasarme la alarma? ¿Para que pudiera dormir un poco más?

Arthur esperó en silencio la respuesta, pues quería formular esa pregunta desde que salieron del bosque. Francis solo sonrió y se acomodó en su cama.

―Mañana…―habló Arthur de nuevo―Mañana prepárame aquella comida para el desayuno…

―Como ordene su majestad―bromeó Francis antes de fingir que dormía. Quizá sus amigos tenían razón y Arthur si era algo lindo, de vez en cuando.


Lo siento, al final cambié el tipo de narración... espero no se note mucho el cambio.

Hola, soy Abby, y si terminaste de leer esto estoy muy feliz. Espero me ayudes a improvisar con cualquier tipo de comentario.

Como toda buena Hetard, pero mala internauta (pues por alguna razón nunca encuentro lo que busco), decidí darme una dosis de mi propia Alteración de Universo para Gakuen Hetalia.

En un principio esta historia fue planeada para que fuera un cómic, pero decidí escribirla a falta de tableta gráfica. Espero hacerle justicia. Por lo mismo, algunos personajes no aparecerán en este escrito, pues quiero usar solo los que tengan nombre oficial o al menos sugerencias y es más fácil cuando alguien los ve en dibujito.

Por cierto: ''Simon'' es Dinamarca. Solo lo menciono a él pues me parece que será el único en duda.