La prometida de Manta Oyamada.

Shaman King pertenece a Hiroyuki Takei...lo demás es mío.

1.- La misteriosa limosina negra.

Era un día como cualquier otro para Manta Oyamada; como cualquier otro, pensaba ligeramente aburrido en la sala de la pensión Asakura. Aunque para otros no sería un día normal convivir con un shaman y varios espíritus, pero para el ya era una costumbre, que a veces le sorprendía un poco el mundo normal. Y parecía que este también era un día de tantos, con una discusión de tantas entre Anna e Yoh, o mejor dicho uno de tantos sermones de Anna a Yoh, que ahora parecían más sofocantes con aquel clima caluroso. Las vacaciones terminaban, por lo que el chico pasaba la mayor parte del día con sus amigos.

-Te he dicho miles de veces que debes voltear la ropa antes de lavarla...(N. de A.: Nah...se que no sonó muy bueno ese regaño, pero es de los típicos que atentan contra mi persona en mi casa XD) ¿¡Que acaso todavía no lo comprendes!? –decía una Anna harta y enojada.

-Ya lo sé Annita –replicaba su prometido tomando una naranja y jugando con ella- Pero es que toma más tiempo, si de todos modos la ropa se lava volteada o no –rió, recibiendo a cambio un coscorrón en la cabeza.

-No es gracioso –dijo la chica en tono de sargento, dirigiéndose súbitamente a Manta- Y tú enano, será mejor que ya prepares el desayuno ¬¬ ¡o te irá peor que Yoh! –anunció mientras subía a su cuarto. Tanto el shaman como su amigo la vieron alejarse, el primero con una sonrisa de felicidad en su cara, y el otro con una expresión de resignación.

-Ay Yoh, a veces no sé como le haces para soportar a Anna con lo mandona que es –suspiró el rubio tomando de un estante una olla para el arroz. Ya conocía demasiado bien la casa, con sus 16 años, ya próximos a ser 17, que concordaban con su altura, que era ya la de un adolescente de su edad. (al fin XD)

-Bueno Manta, la conozco desde que somos niños, y como es mi prometida es lo mejor; no hacer nada para enfadarla empezando desde ahora ¿no? –respondió Asakura sonriendo.

-Si pero..si yo tuviera una prometida así que estuviera diario conmigo –el chico tragó saliva aterrado- No creo que seguiría con vida para contarlo. –Su amigo rió.

-Vamos, no es tan malo después de todo. Yo quiero mucho a mi Annita, y sé que ella también n_n

-Pues que manera tan extraña de demostrarlo –susurró Oyamada acercando la olla con arroz y agua al fuego. A su vez, Yoh colocaba una tetera en la estufa, preparando el té verde que tanto le gustaba a Anna.- Oye, Yoh...

-¿Si?

-Aunque estés ligado a Anna por el compromiso del matrimonio y la descendencia y todo eso, aún así tienes permiso para poder tener una que otra cita con alguna chica que no sea tu prometida ¿verdad? –preguntó el muchacho mirando a su amigo, que seguía con la misma expresión en su cara.

-Eso ya lo sé Manta, pero prefiero no hacer nada, porque de ser así Anna me pondría el doble de entrenamiento T_T

-Ya lo creo ^^U

-Pero además, no estoy interesando en ninguna otra chica que no sea mi querida Anna –dijo el shaman sonriendo animadamente. El otro joven asintió, comprendiendo que los sentimientos de Yoh hacia Anna eran demasiado fuertes para que alguien más los destruyera, además de que también la sacerdotisa quería a su modo a Asakura, aunque fuera de uno muy extraño y dominante. Todo esto Oyamada lo sabía.

-Sabes, Yoh...creo que a veces te tengo un poco de envidia

-¿Envidia? –repitió el chico extrañado del tono melancólico en el que el rubio había hablado.

-Bueno....es que aunque Anna se enoje contigo, o te quejes de lo dura que es contigo...se llevan muy bien; más que antes.

-Es cierto...de unos años para acá Anna se ha vuelto más...no exactamente dulce, pero ya no es tan fría como antes, aunque no quiera admitirlo-dijo el chico de pelo castaño pensativamente, con la tetera en mano.

-Supongo que conforme pase el tiempo se irán llevando mejor...-murmuró Manta, soltando un suspiro. Había veces en las que le gustaría mucho tener una mejor amiga, tal vez una novia, o algo así. Pero contaba con muchos buenos amigos como Yoh, así que rara vez pensaba en eso, enfocándose más en sus estudios, en su familia o en sus amistades.

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-Vaya, llega justo a tiempo –dijo Keiko Oyamada atisbando por una de las cortinas de su espaciosa casa, ligeramente emocionada. A su lado, su hija Mannoko intentaba ver lo que su madre observaba, empujando una de las cortinas contiguas. Desde ahí pudo ver una limosina que parecía carroza fúnebre a su parecer, negra y con vidrios polarizados, estacionándose enfrente de su lujoso hogar, en espera de que la reja que conducía a la mansión Oyamada la dejara entrar.

-Dile al guardia que abra la puerta Fuuko –ordenó la Sra. Oyamada conteniendo su alegría. La sirvienta obedeció, y tanto Mannoko como Keiko miraron de nuevo hacia la limosina, que no dejaba revelar el misterioso ocupante que albergaba.

-Mami...¿quién es? –preguntó la chica, al lado de Keiko.

-En muy poco tiempo lo sabrás –le respondió su madre sonriendo enigmáticamente. La muchacha la miró ansiosamente; a sus 11 años quería saber varias cosas del mundo, y a veces sentía que le eran negadas.

-Odio cuando dices eso –refunfuñó dirigiéndose a su alcoba, desde donde se dispuso a examinar la misteriosa limosina negra. Desde arriba, notó que el vehículo se detenía a la entrada de la mansión Oyamada. Uno de los tantos mayordomos de la familia rápidamente acudió a abrir la puerta, de la que salía una chica. Mannoko alzó una ceja sorprendida...¿sería una nueva criada? ¿o una visitante? La muchacha siguió contemplando a la joven, cuyas maletas ahora eran transportadas por personal de la mansión. Definitivamente no era la hija de algún amigo de su papá, pensó la hermana de Manta saliendo de su cuarto y dirigiéndose hacia las escaleras, para poder espiar un poco más.

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-Gracias por la comida –dijeron al unísono Anna, Yoh y Manta, cada uno empezando a desayunar aquel sábado. Todavía la itako seguía ligeramente molesta, pero eso al parecer no alteraba el pequeño ambiente de tranquilidad que se respiraba en la casa a aquellas horas de la mañana. Fue el teléfono el que rompió aquella escena, tomando a todos por sorpresa.

-Yo voy –dijo Manta casi al mismo momento en el que el teléfono sonaba, mas el largo brazo de Anna se interpuso en su camino. Los dos jóvenes voltearon a verla confundidos; ella no dijo nada, solamente se levantó y salió de la estancia hacia el pasillo, en donde cogió el teléfono, esperando que aquel extraño presentimiento que hacia unos segundos le había llegado, fuera de verdad una corazonada y no un sobresalto rutinario.

-Anna Kyouyama –musitó la sacerdotisa al descolgar la bocina, esperando unos segundos en los que una voz femenina se oyó.

-Keiko Oyamada –respondió la voz con exacta formalidad que la de la muchacha.- ¿Es aquí la pensión Asakura?

-Así es...¿está buscando a...?

-No...no exactamente a mi hijo –susurró la mujer apuradamente, sorprendiendo ligeramente a la rubia- Tú eres Anna..verdad?

-Sí...¿por qué?

-Me han hablado de ti –dijo Keiko sentada tranquilamente en una poltrona en la sala de la mansión Oyamada, examinando a hurtadillas a la muchacha que se encontraba sentada enfrente de ella, en el sofá. Mannoko también se encontraba en un extremo de éste, sin dejar de mirar a la recién llegada.

-¿Ah si? –Anna apretó con más fuerza la bocina. Esa corazonada no había sido normal después de todo.

-Sí...-continuó Keiko tras unos segundos- Anna...espero que no sea mucha molestia que no le comentes a Manta sobre esta conversación, ni que lo menciones en la misma.

-Claro –contestó la itako desconcertada, hablando unos minutos después- ¿Se le ofrece algo? –preguntó cortésmente, mirando discretamente hacia donde estaba su prometido y su amigo, que seguían con su desayuno.

-Si...-dijo la mujer sonriendo tranquilamente- El caso es que...

-...

-Anna...bueno, tú....¿tu estás comprometida con Yoh, no es así?

-Sí, desde que tenemos 10 años nuestras familias decidieron que nos casaríamos...

-Claro –corroboró la madre de Oyamada sonriendo- Es costumbre en lugares como Isumo para mantener la descendencia...

-Si, es muy importante allá –dijo, esperando que la mujer no indagará más en aquel asunto. No le creería nada sobre los shamanes, ni quería inventar algún pretexto rápido.

-Es que...-Keiko se oía indecisa.

-...

-Bueno Anna...aunque tu no me conozcas ni yo a ti, creo que necesito tu ayuda.

-¿Mi ayuda? –repitió la muchacha; eso era una novedad.

-Eres la única persona que sé que tiene un prometido...

-¿Y eso que tiene que ver? –inquirió frunciendo el cejo...¿Qué eso era una encuesta sobre parejas comprometidas a temprana edad o qué?

-Me gustaría que conocieras a una persona...-Keiko desvió su mirada del auricular unos segundos antes de seguir, sonriendo un poco más- Sí...si no es mucha molestia.

-No –dijo Anna sin pensarlo- Pero...¿a quién?

-Necesito que sea un secreto entre nosotras –murmuró la mujer en voz baja- Y que no se lo digas a nadie...al menos no hasta que sea oficial.

La itako siguió con el ceño fruncido, una expresión meditabunda en su rostro, y uno de sus brazos cruzados; el otro, todavía aferrando la bocina.

-¿Y se puede saber por qué yo? –cuestionó tranquilamente.

-Porque...-Keiko río ligeramente- porque eres la única chica que sé que está comprometida con alguien...y tu ayuda puede ser muy indispensable en lo que se viene.

-¿En serio? ¿Por qué?

Desde el otro lado se oyó un suspiro ligeramente impaciente.

-Mira...porque esta persona...creo que ustedes dos tendrían bastantes cosas en común, por lo que he oído de Manta sobre ti...

-...

-¿Te importaría venir a desayunar hoy a nuestra casa para que conozcas a esta persona? –preguntó Keiko amablemente, observando su reloj.

-Pues...-Anna se irguió, ya algo desesperada de tantos rodeos por parte de la madre de Manta.- ¿Por qué quiere que vaya yo a su casa y que conozca a esa persona?

-Porque...-el tono de voz de Keiko disminuyó hasta ser casi inaudible...

Lo que si se escuchó, en cambio, fue la voz de Anna...

-¡¿QUÉ?! –exclamó totalmente conmocionada, cayendo de rodillas enfrente del aparato; tanto Manta como Yoh oyeron su grito, por lo que se apresuraron a auxiliar a la sacerdotisa, a quien encontraron en estado de shock junto al teléfono, aferrando la bocina fuertemente. La chica volteó a verlos a su vez, sorprendida y luego enfadada, mandándolos de vuelta a la cocina a base de patadas. (XD) Pasado esto, cogió el teléfono de nuevo, tratando de respirar a un ritmo normal.

-¿Cómo es posible? –cuestionó con los ojos bien abiertos.

-Bueno...-dijo Keiko como si no fuera la gran cosa- También en nuestras familias se acostumbra a hacer esto. Es por eso que quiero que conozcas a esta persona, para que le des información sobre mi hijo; creo que tu prometido echaría todo a perder –sonrió la mujer sin ser descortés.

-En eso podría tener razón –aceptó Anna, mirando sus adoloridas rodillas.- Pero...sigo sin creerlo...nunca me lo imaginaría en su familia...

-Todo puede pasar –refutó la madre de Oyamada, cambiando el tema- Entonces...¿vienes a desayunar, Anna? Hay más cosas que debo de explicarte a ti y a esta persona, y creo que tomará algo de tiempo para que se conozcan y todo eso.

La muchacha parpadeó, consciente que era una pieza clave en lo que se avecinaba, sin perder su frialdad.

-Está bien –contestó indiferente.

-Muy bien; entonces te esperamos –respondió Keiko colgando al instante, sonriendo para si misma, su hija y la invitada, dejando a Kyouyama frente al auricular con expresión reflexiva.

Cinco minutos después, la itako irrumpía en la cocina, en donde los jóvenes que se encontraban en esta la observaron con algo de miedo; ella no les devolvió la mirada. Colgando de su brazo estaba su bolso rosa, mostrando unas rodillas raspadas y una mirada pensativa.

-Tengo cosas que hacer –anunció tranquilamente a punto de salir de la estancia- Llegaré tarde; no me esperen.

-Si Anna –recitaron Yoh y su amigo sumisamente.

-Por cierto...-recordó al momento en que salía de la cocina al pasillo- Manta, quédate con Yoh hasta que vuelva.

-¿Pero porqué...

-Por que yo digo –ordenó fríamente- Alguien tiene que ayudar con los deberes domésticos y hacerle compañía a este despistado ¬¬ -agregó mirando tétricamente al rubio, que asintió temblando, a la vez que la chica salía. No quería sufrir el mismo destino que hacia unos minutos, en los que la prometida de Asakura los había golpeado a el y al chico de ojos obscuros solo por asomarse al pasillo para ver si estaba bien por ese grito. Las mujeres son raras, pensó, sintiendo un escalofrío de pensar que Anna le pudiera leer la mente.

-¿Y ahora que le pasó? –preguntó Oyamada sorprendido al recoger el intacto desayuno de su amiga.

-No lo sé, pero debe ser por algo importante –respondió el shaman pensativamente.

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-Te estábamos esperando –dijo Keiko Oyamada mientras Anna traspasaba el elegante recibidor de la mansión, en donde un mayordomo se encargó de recibir su sandalias y su bolso.

-Eso lo sé –respondió altivamente escondiendo su asombro ante tanta suntuosidad, así como misterio por saber más de lo que le había dicho la madre de Manta. La mujer sonrió, avanzando hacia la rubia.

-Pasa –contestó conduciendo a la joven hacia un hermoso jardín en la planta baja, en donde se apreciaba un pequeño comedor al aire libre, repleto de diversos alimentos para el desayuno, tanto el tradicional arroz cocido como hot cakes americanos, y en donde estaban instaladas Mannoko y la recién llegada; la primera examinando a la segunda con excesivo escrutinio, mientras que la otra muchacha parecía aburrida.

La itako pronto se acomodó ante una de las elegantes mesas, en espera de alguna palabra por parte de las demás presentes.

-Sírvanse todo lo que quieran –dijo Keiko sonriendo como buena anfitriona- Al fin y al cabo, hay demasiadas cosas que platicar, así que el tiempo sale sobrando. ¿Qué esperan? –preguntó sonriendo más, ahora de un modo complaciente.

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-¿Estás seguro de que lo último que teníamos que hacer era abrillantar el pasamanos de la escalera? –preguntó Manta Oyamada agotado, apurando de un trago su fría limonada, recargado contra una de las puertas de la pensión Asakura, justo en la que daba al pequeño jardín japonés. Su amigo asintió riendo, tendido cuan largo era sobre el pasillo, sus pies colgando al jardín, al igual que los de su amigo.

-Descuida Manta –sonrío pacíficamente- Con todo lo que hicimos hoy Annita no tendría motivo para enojarse con nosotros ^-^

-Si...-respondió el muchacho suspirando largamente- Eran demasiadas labores para que las hicieras tu solo –murmuró pensativo, absorto en contemplar las estrellas que poco a poco se descubrían en el cielo.- Por cierto...¿no sabes a dónde fue Anna? –preguntó.

-No –contestó el otro con los ojos cerrados- A veces suele hacer ese tipo de cosas...ausentarse por un par de horas o algo así, pero siempre es para pasear o para algunas compras que tenga que hacer.

-Pero ya son más de las ocho de la noche.

-De seguro no tardará –fue la respuesta de Yoh. Su amigo suspiró de nuevo tratando de descansar. Media hora después, ambos oyeron como el portal de la pensión se abría, tras lo cual Anna apareció sobre el mismo pasillo en el que encontraba.

-Estás de cabeza –dijo su prometido riendo a forma de saludo, según su forma de verla, ya que yacía de espaldas al pasillo acostado.

-Me voy a dormir –anunció son saludar siquiera, dirigiéndose a su habitación.

-Buenas noches Annita n_n Que descanses –contestó el shaman sin recibir respuesta alguna.

-Creo que lo mejor será que ya me vaya a mi casa –dijo Manta levantándose en silencio; su amigo hizo lo mismo sonriendo, acompañándolo hasta el portal de la vieja pensión.

-Está bien. Buenas noches Manta.

-Nos vemos –respondió el rubio saliendo de la casa de Asakura a paso ligero, sin ninguna prisa por llegar a su casa. No notó que un par de ojos obscuros observaban sus movimientos...unos ojos cuya dueña era la misma que sostenía entre sus manos un collar de esferas azules.

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-Ya llegué –dijo Manta dejando su mochila en el recibidor y descalzándose en este, pues la servidumbre ya se había retirado.

-Ya era hora de que llegarás hijo –contestó una voz que hizo que el joven se quedara estupefacto.

-¡Padre! –exclamó antónito, su mirada clavándose en el sillón en el que se encontraba cómodamente Mansumi Oyamada, quien miraba a su hijo con un aire autoritario. Normalmente llegaba más tarde de su trabajo.

-No te hace bien andar tanto tiempo vagando con tus amigos –contestó el hombre en lo que su hijo avanzaba hasta detenerse a mitad de la sala, enfrente de donde se encontraba.

-No ando vagando; estoy todo el día en casa de Yoh –replicó débilmente, notando que su madre y su hermana también estaban ahí, en un sofá al lado del sillón de Mansumi, mirándolo atentamente; Keiko con algo de misterio y Mannoko son sorpresa. Su padre se limitó a hacer un gesto bastante vago de que entendía y habló.

-Lo que importa es que estás aquí –dijo mirándolo fijamente, ante la mirada inquisitiva del rubio, la misma que les dirigió a su madre y a Mannoko, quienes solo siguieron viéndolo, sin decirle nada.

-Manta...hoy es un día muy importante para ti...y para toda la familia –musitó Keiko mirando a su hijo cariñosamente.

-¿Ah si? –preguntó, tratando de aparentar que estaba interesado en la nueva que les darían sus padres, que de seguro sería la noticia de una adquisición reciente, o de que las acciones de la Compañía Eléctrica Oyamada habían subido de precio- ¿Por qué?

-Porque...-Mannoko lo miró intensamente, mas su madre la miró a su vez.

-Mannoko, silencio. –Oyamada hijo levantó una ceja...¿Qué estaba pasando aquí?

-Manta, queremos presentarte a una persona muy especial –dijo su padre rebosando orgullo;- alguien que será parte fundamental de tu vida de hoy en adelante –agregó dedicándole una mirada a su esposa, quien se limitó a sonreír.

-¿Y quién es esa persona tan importante, si se puede saber? –preguntó ligeramente divertido...¿Acaso conocería a su futuro corredor de bolsa personal? Mansumi Oyamada se levantó del sillón, dejando su pipa y mirando a su hijo gallardamente.

-Manta, te presento a tu prometida.

Continuará...