Buenas! aquí os traigo otro nuevo fic, no es un one-shot pero sólo tendrá dos capitulos. Espero que os guste y nos leemos abajo ^^

Abrió los ojos e intentó adaptarse a la tenue y artificial luz que incidía sobre su cara. Poco a poco, y con cierta dificultad, consiguió enfocar la mirada en la persona que se inclinaba sobre él, reconociendo la sonrisa que sólo servía de adorno en aquel rostro familiar.

A pesar de que la mente de Sherlock siempre había destacado por trabajar de forma indiscutiblemente rápida y eficaz, le llevó algo más de un par de segundos lograr adaptarse a la realidad y reconocer dónde estaba. De repente, la situación se volvió aplastante: la vía de su mano izquierda dejó constancia de su existencia, el olor a suero le inundó los pulmones y la habitación, fría y vacía, se expandió ante su campo de visión.

Se estrujó los sesos intentando averiguar qué lo había conducido hasta aquella situación, pero no lograba recordar cómo había llegado hasta allí y, lo que era aún más alarmante; ni siquiera era capaz de deducirlo.

Sus ojos se abrieron con renovada lucidez e inmediatamente intentó incorporarse un poco. Trató de hablar, pero las palabras se atascaron en su garganta reseca. El hombre que tenía a los pies de la cama se movió, haciendo ademán de retenerlo.

-No te levantes aún.

Sherlock carraspeó sonoramente para recuperar la voz.

-¿Cómo demonios he llegado hasta aquí?-preguntó, obligando a sus brazos a sostener el peso de su cuerpo.

-No recuerdas nada- inquirió el hombre sin demasiada sorpresa. No era una pregunta.

-Es evidente que no. Mycroft, ¿qué hago en el hospital?

Su hermano se limitó a mirarlo significativamente, como si esperara que Sherlock pudiera comprenderlo de un momento a otro, pero la mente de este seguía turbada, y la impaciencia comenzó a apoderarse de él.

-¿No vas a decirme qué demonios me ha pasado? ¿Es que quieres que juguemos a las adivinanzas?-repitió frustrado, haciendo ligeros movimientos con todo su cuerpo para cerciorarse de que, aparentemente, no tenía ninguna herida.

Volvió a clavar la mirada en Mycroft, que continuaba observándolo en silencio, esperando tal vez a que él lo dedujera por si solo. Encajó la mandíbula fuertemente y se concentró en todo lo que tenía a su alrededor; con un solo vistazo supo el tiempo que llevaba inconsciente por la actitud de su hermano y el hecho de que aún llevara el paraguas en la mano, supo que el suero aún no había sido cambiado y dedujo que la perdida de consciencia no había sido por un simple desmayo.

-¿Dónde está John?-preguntó repentinamente alarmado. Estaba tan aturdido que no se le había pasado por la cabeza que el hecho de que su compañero no estuviera allí era extraño y preocupante.

-¿John? ¿John Watson?

-Sí, claro, John.

-¿Ese médico ex militar que vive contigo?-cuestionó, levantando una ceja. A Sherlock le pareció intuir cierta ironía en la voz de su hermano y no entendió a qué se debían esas preguntas absurdas.

-¿Es que conoces a otro John Watson?

Una vez más, Mycroft permaneció callado, mirando a su hermano con el rostro ligeramente alzado.

-¿Qué?

-Sherlock.

-¿Dónde está John?-repitió, alzando el tono de voz e incorporándose aun más a pesar de las intenciones de su hermano de volver a tumbarlo.

-Cálmate Sherlock. John no está aquí ahora.

-¿Y dónde está? ¿Le ha pasado algo?

-Todo está bien. No ha pasado nada.

-¿Entonces porqué no está aquí? No es normal que John no…

-¡Sherlock!-exclamó el mayor, cortándole bruscamente. Sherlock clavó sus ojos en él con el ceño fruncido-Ya basta.

-¿Basta el qué?

Mycroft aspiró aire lentamente, entrecerrando los ojos e intentando no perder la compostura.

-Sólo quiero que me expliques porqué estoy aquí y dónde está John- insistió el menor pausadamente, haciendo uso de todo su autocontrol para mantenerse a raya.

-Has tenido un pequeño ataque psicótico.-respondió su hermano, acompañando la palabra "psicótico" con una de sus sonrisas frías y falsas.

-¿Qué?

Sherlock intentó rememorar algo que pudiera dar veracidad a las palabras de su hermano, pero su mente estaba en blanco. No podía sorprenderse demasiado; él entraba y salía constantemente de estados mentales que nunca podía controlar, se había calificado a si mismo como sociópata e imaginaba que algún día acabaría en una situación como esa. Sin embargo, era otra idea la que comenzó a helarle la sangre; lo más lógico era que el ataque se hubiese producido en su propia casa y no podía estar seguro de no haber arremetido contra su compañero mientras se encontraba en ese estado.

-Por el amor de dios, dime que John no…

-Sherlock, de verdad, ya basta.-imploró Mycroft, dedicándole una mirada de advertencia que Sherlock no supo comprender- No hagas esto más difícil, acéptalo de una maldita vez.

-¿Qué acepte qué, Mycroft?- el detective pudo sentir como le aumentaban las pulsaciones con cada segundo.

-Dios mío, no vamos a pasar por esto otra vez, Sherlock. John Watson no está aquí, ¡Porque nunca lo ha estado!

-¿Qué estás diciendo?

-Digo, que John Watson no está aquí porque sólo ha estado existiendo en tu imaginación.

-Pero de qué diablos me estás hablando, ¿es que has perdido la cabeza?

-¡No, maldita sea, tú eres el que la ha perdido!

La mirada de Sherlock se clavó con incredulidad en los ojos del hombre que tenía al lado, intentando comprender porqué le estaba diciendo todas esas cosas sin sentido.

-Sherlock…-habló de nuevo, bajando el tono de voz y adquiriendo una mirada compasiva- …hace tiempo que intentamos explicártelo. Ya hemos tenido esta conversación antes y siempre acabas por evadirte, pero si no comienzas a aceptar la realidad de una vez, si no cooperas, no hay nada que nosotros podamos hacer para ayudarte a salir de esto.

Sherlock escuchó a su hermano con la vista fija en un punto de la habitación, temblando por dentro mientras lo que oía iba adquiriendo un nuevo significado. Pequeños flashes de recuerdos acudían a su memoria, y de repente pudo verse a si mismo perdiendo los estribos en Baker Street, gritando y arremetiendo contra todo lo que tenía a su lado.

-Aún no podemos estar del todo seguros-continuó Mycroft tras un largo silencio, aprovechando el momento de calma en el que parecía encontrarse su hermano pequeño. Tenía la esperanza de que estuviera comprendiéndolo- pero al parecer todos los síntomas apuntan a que sufres esquizof...

-Cállate-le cortó el más joven, levantando una mano temblorosa para detener las palabras de Mycroft. La cabeza le daba vueltas y unas náuseas terribles le oprimían el pecho. Todo le dolía demasiado como para ser sólo una simple pesadilla -Márchate de aquí-le ordenó, mordiéndose los labios para mantener un tono neutral, incapaz de levantar la cabeza.

Su hermano asintió en silencio y dio media vuelta, haciendo oscilar el paraguas de un lado a otro. No estaba seguro de que esa fuera la opción más sensata, pero ninguno de los dos estaban preparados para compartir con el otro un momento tan delicado como ese. Mycroft salió de la habitación, y se apoyó junto a la puerta entreabierta con los ojos cerrados, rogando en silencio porque Sherlock comenzara a aceptar la realidad, esa que es igual para todos y de la que, sin querer, él había estado excluido durante tanto tiempo.

La conciencia de Mycroft se volvía contra si mismo, insistiendo y asegurándole que de haber pasado un poco más de tiempo con su hermano, quizás habría podido evitar gran parte de toda esa horrible situación. Tal vez, Sherlock no tendría que aceptar el hecho de perder tantos recuerdos irreales, de despedirse de seres que nunca habían existido pero a los que, sin embargo, había amado con todas sus fuerzas. Si hubiese estado a su lado, él no tendría que aceptar que muchos de los momentos más importantes de su vida desaparecerían porque jamás habían ocurrido.

No se sentía con las fuerzas suficientes para volver a entrar en aquella habitación y contemplar la deplorable situación de su hermano menor enfrentándose con su propia cordura. No se sentía capaz de entrar, mirar esos ojos grises y observar como se apagaban lentamente a la par que las ilusiones desaparecían de su mente trastocada mientras recordaba, comprendía y se negaba a aceptar.

Mycroft aspiró el aire lentamente y escuchó el silencio sepulcral de la habitación de al lado. No tenía fuerzas, pero reunió los últimos despojos y dio unos pasos al interior. Sherlock no levantó la vista para mirarle, pero Mycroft supo que sus ojos ya habían comenzado a apagarse. Los rizos oscuros le caían sobre la frente, proyectando tenues sombras sobre toda su cara, y los labios se le habían fruncido en una casi imperceptible mueca de disgusto y dolor. La sangre le había abandonado el rostro y los brazos le temblaban ligeramente. Mycroft se acercó a su lado y, al posar la mano sobre su hombro, comprendió que Sherlock se estaba dando de bruces contra la realidad.

Sherlock lucho contra la realidad hasta que esta acabó venciéndolo. Le mostró las imágenes más duras a las que se había enfrentado…evaporó a la persona más importante de su vida, se la mostró como un espejismo, como un alma que se desvanecía hasta que sólo quedaba la realidad; un sillón en el que nunca nadie se había sentado a leer el periódico, un salón en el que nunca hubo nadie atendiendo a sus brillantes deducciones, un violín que había entonado melodías para un hombre que jamás pudo escucharlas. Una habitación desamueblada y vacía que nunca había servido de reposo para un ex militar con pesadillas.

Y, cuando observó su reflejo en el espejo, la realidad le devolvió la imagen de un hombre roto que jamás había estado completo, un hombre que había olvidado el sentido de la vida para siempre.

Caminó por el salón, escuchando el crujir de sus pasos sobre el suelo de madera, atento a las motas de polvo que se arremolinaban en el aire, consciente de la realidad que le rodeaba en aquella casa vacía, y se dejó caer sobre su sillón, con la mirada perdida en el que tenía delante. El sitio de John.

Intentó imaginarlo…volver a ver su silueta resurgir de la nada, y, por un momento, rememoró sus ojos azules y su sonrisa cálida, intentó plasmar su rostro en el aire y traerlo a la realidad. Sólo una vez más. Pero su sombra se fundió en la tela verde de la butaca y entonces sólo quedó la nada y unas lágrimas que se deslizaban silenciosamente por sus pómulos altos.

N/A: Y hasta aquí el primer capitulo. No sé si se ha entendido correctamente, pero básicamente lo que intento bordear con este fic es qué pasaría si de repente Sherlock descubriera que muchos aspectos de su vida, entre ellos John, no habían sido más que ilusiones provocadas por una enfermedad mental.

Por otro lado, solo por aclarar; los esquizofrénicos no son esos "locos que escuchan voces", son personas que pierden el contacto con la realidad y pueden, como Sherlock en este caso, imaginar que viven momentos y conocer a personas que no son reales. También quiero aclarar que evidentemente no soy ninguna experta en el tema xD y hay muchas cosas que seguramente no tengan sentido.

En fin, siento haberme extendido tanto con todo esto (casi es mas largo que el fic xD), espero que os gustara y que sepáis que me haríais muy feliz con vuestras críticas/opiniones :3