Disclaimer: Nada es mío, nadie me paga, todo es de George R.R. Martin.
La pastora de Antigua
(Basado en la Pastora de los Gansos de los Hermanos Grimm)
Cap.1
La reina Arya estaba en el patio de prácticas con Caeta.
— Levanta más el brazo— le dijo a su hija, la princesa lo hizo y tensó el arco, estaba a punto de disparar cuando su madre se acercó casi sin hacer ruido y sopló en su oído. Cat erró el tiro— ¡Madre! ¡Arruinaste mi tiro!
— No arruiné nada, sólo quería enseñarte que no es tan fácil acertar cuando hay distracciones alrededor, un espectro o un clan de las montañas por ejemplo.
— Hiciste trampa.
— Claro que lo hice, si no, no sería divertido.
El ruido de las armaduras de la guardia real las distrajo. El rey bajaba los escalones rodeado por "esos imbéciles disfrazados de hojalata" como le gustaba llamarlos. "No soy una niñita indefensa, no necesito que me protejan", pero Ser Davos insistía en que estuviera acompañado, al menos por dos guardias.
— ¡Arya!— gritó— ¡Carta de Cassie!
Arya y Cat subieron corriendo las escaleras con las faldas levantadas sin preocuparse mucho por la cara de sorpresa de los pajes.
— ¿Qué dice, está bien?
— Sí y no.
— Olvídalo, yo la leeré.
Podía ser rey, pero Gendry todavía no dominaba las letras como quisiera:
"Sus majestades:
Queridos Madre y Padre, estarán contentos de saber que el clima en la isla de Tarth es una delicia, mi señor Esposo se ha dado a la tarea de enseñarme a nadar y nunca creí que pudiera ser tan divertido. Sobre mis buenos padres no tengo queja alguna. Es verdad que Lady Brienne sigue rehusándose a usar joyas, aunque logré convencer a Ser Jaime de regalarle un collar de zafiros bellísimo para festejar su día del nombre. También tuvo la gran gentileza de mandar a hacer una barcaza de paseo para que pueda acompañar a mi esposo en sus travesías. Ha sido tan gentil conmigo que casi no puedo creer que se hable tan mal de él en los reinos. Seguramente se trata de gente ignorante que no sabe que le deben la vida. He adornado mi barcaza con unas telas en tonos dorados en honor a nuestra Casa, no tienen de que preocuparse, en mi corazón sigo siendo un ciervo coronado y nada lo cambiará. Deberían ver lo bonito que se refleja el sol en las velas cuando voy navegando.
La comida sigue sin gustarme. Ya he reprendido al cocinero muchas veces por no seguir al pie de la letra las instrucciones que Pastel Caliente hizo que le enviarán. ¡Parece que ese hombre disfruta contrariarme! Pero Britos insiste en que le dé tiempo para acostumbrarse y estoy determinada a ser una esposa obediente, a cambio, él ha decidido complacerme con algunos caprichos. Me he confeccionado algunos vestidos con mis nuevos blasones y aunque no sea modesto de mi parte debo confesar que el color azul me sienta maravillosamente, resalta mis ojos. Las telas que han llegado desde Mereen son infinitamente superiores a lo que se producen en la isla y afortunadamente Lord Britos no ha reparado en gastos para que pueda coserme un ajuar nuevo con ellas. Mis bordados han mejorado mucho, incluso me permití un pequeño lujo adquiriendo hilo de oro de Lannisport y he adornado los corpiños con soles y lunas que le quedan muy bien a mis nuevos vestidos. Estoy muy contenta, y ustedes serán más felices cuando sepan los avances que he logrado aprendiendo a gobernar el castillo. Lady Brienne no duda en ayudarme cuando me encuentro con alguna dificultad, porque algunas de las criadas son muy flojas para hacer mantequilla y si ella no les hubiera ordenado que me tuvieran lista una ración fresca por las mañanas, no sé cómo podría soportar el desayuno. También tengo grandes noticias que quería comunicarles yo misma. Muy pronto habrá un heredero del castillo del Amanecer. ¡No se imaginan la alegría que nos ha dado confirmar que estoy esperando un bebé! O al menos espero que sea niño, si fuera niña, no podría evitar que Lady Brienne quisiera entrenarla en las armas y eso sí que causaría una gran discusión que espero no tener jamás.
Los amo y extraño enormemente
Su obediente hija
Lady Cassana de Tarth"
Ahí terminaba la carta, serían abuelos de nuevo. Ned había recibido un niño fuerte y saludable al que— otra vez por consejo de Ser Davos— llamaron Robert.
Cat les arrancó la carta y corrió a enseñársela a sus hermanos. Arya y Gendry se quedaron en silencio, los dos pensaban lo mismo: Faltaban cuatro.
Sus hijos mayores estaban casados y establecidos, también estaban extrañamente felices con sus cónyuges, lo que era una cosa muy rara entre los príncipes y princesas. Todavía quedaban en la Fortaleza Roja Caeta, Yoren, Orys y Elenei, pero siendo Caeta la preferida por los dos reyes, decidieron que Yoren debía ser el siguiente en casarse. Él no tendría que trasladarse a la casa de su esposa y era un muchacho muy práctico que seguramente no resentiría hacer un matrimonio arreglado para beneficio de la Casa Baratheon
¿Quién podría ser? La amistad del Dominio estaba garantizada, y todos los hijos de Lord Tarly ya tenían compromisos, tal vez una boda norteña, pero hacía poco el mayor de los Tarly se había casado con la hija de Tormund Matagigantes, lo que garantizaba la paz con el reino del norte y el pueblo libre. Dorne estaba arreglado. ¿El Nido del Águila? No, descartaron esa idea recordando lo poco amigable que fue para Sansa. ¿Tal vez alguna casa menor? Todas las hijas de Lord Edmure estaban casadas o comprometidas. ¿Bracken, tal vez?
Llegó la hora de la cena y la discusión seguía. Caeta sugería que dejaran a Yoren escoger a quien se le antojara, Oryx decía que lo mejor era casarlo con la chica más rica y más fea que pudieran encontrar. Tal vez alguna de las hijas de Ser Bronn y Lollys la lerda para que le guardaran las más bonitas a él cuando fuera su turno. Cuando recibió un sonoro golpe en la cabeza de parte de su hermano, Orys decidió callarse y concentrarse en su estofado, que como todo lo que cocinaba Pastel Caliente estaba delicioso. Elenei estaba callada, se preguntaba cómo le preguntaría a sus padres si habría forma de que se casara con el segundo hijo de Lord Tarly, en quien no dejaba de pensar desde el último torneo. Prefirió guardarse esa idea por el momento, si sus hermanos hacían buenas alianzas, ella pudiera hacer una que no sirviera de gran cosa.
Al terminar la cena, Arya se deshacía la trenza mientras Gendry se iba quitando el jubón con ayuda de un pobre paje que no sabía de qué tan mal humor estaba su señor hasta que le gritó:
— ¡Basta, puedo desnudarme yo solo! Mejor ve por vino, y que sea una buena garrafa.
—Pero, pero… pero Su majestad, Pastel Caliente dice…
— ¡Me importan un cuerno lo que diga Pastel Caliente!
— Enojarte con el pobre muchacho no te va a servir de nada. Si tanto te molesta el asunto del matrimonio, podemos pedirle a Sansa que lo arregle, le encanta hacer esas cosas.
— Yo soy el padre, debería poder opinar.
— ¡Te estoy dejando opinar, grandísimo testarudo toro!
En ese momento tocaron a la puerta. Llegó un cuervo de Antigua para el Rey.
Gendry tomó el pergamino pero se lo entregó a Arya en cuanto el maestre se fue.
— ¿Qué dice?— preguntó Gendry.
— Lord Baelor Hightower nos ofrece a su hija mayor para alguno de nuestros hijos.
— ¿Eso dice, la ofrece como si fuera una vaca?
— Claro que no, grandísimo bruto, dice un montón de idioteces sobre el honor que sería unir nuestras casas y blah blah blah, pero al final es lo mismo.
— ¿Dice algo de la muchacha?
— Un montón de cosas buenas que probablemente son mentiras… pero un matrimonio con los Hightower sería una buena idea. ¿Se lo decimos a Yoren?
— Mañana, ahora olvidemos este embrollo. ¿Le gustaría a milady compartir el lecho con este humilde herrero? Prometo no aprovecharme de ti, no mucho al menos— Gendry por fin estaba de buen humor, y con el problema resuelto Arya irrumpió en una sonora carcajada y brincó sobre su regazo.
— Más vale que te aproveches todo lo que yo quiera o mandaré por la guardia para te encierren en las celdas negras.
Rieron a carcajadas sueltas y por una noche olvidaron que tendrían que darle noticias desagradables a uno de sus hijos por la mañana.
Yoren, por su parte, estaba inquieto. Cumpliría con su deber, por supuesto, al fin y al cabo sabía que él solo era el repuesto. Ned era el heredero y eso le había dado toda la libertad del mundo para dedicarse a sus libros sin que nadie se preocupara por instruirlo en cosas tediosas como gobernar. Eso era cosa de Ned. Por otro lado, tampoco había tenido que ocuparse de hacer el papel de "príncipe encantador", Orys se las arreglaba perfectamente bien en esos asuntos. Cada vez que por alguna razón debían asistir a festines o torneos, Ned se ocupaba del combate y Orys del baile. Todos estabas contentos. Desafortunadamente, no podría librarse del matrimonio, aunque tampoco tenía razones para intentarlo. Todas las jóvenes de la corte que conocía se le hacían increíblemente tontas y muy aburridas, sin mencionar que lo veían con el deseo secreto de que Ned sufriera una muerte espantosa y él se convirtiera en heredero para poder ser reinas. Le molestaba esa mirada. Alguna se lo había mencionado incluso, en aquella ocasión en que Ned se cayó del caballo durante unas justas. "Si desafortunadamente nuestro príncipe no sobreviviera…", dijo la muy estúpida. Yoren sintió unas ganas increíbles de robarse el martillo de su hermano y darle un buen golpe en esa cabeza hueca que tenía, pero no era suficientemente fuerte como para levantar esa cosa infernal que al parecer todos los Baratheon menos él, amaban. ¿Cómo se llamaba esa boba? ¿Era alguna parienta lejana de los Florent, o era una Westerling? Ni siquiera lo recordaba. Bien, fuera quien fuera la novia que le destinaran sus padres, se casaría con ella y procuraría ser un buen esposo, a menos que fuera una completa estúpida, en ese caso se vería obligado a huir a Antigua y convertirse en maestre, tal como había sido su sueño de la juventud.
Cuando encontró a sus padres y hermanos sentados en el solar supo que se había decidido. Ni qué decir, el dio rojo de su padre trabaja rápido.
— ¿Y bien, cuál es la sentencia?
— Llegó un cuervo de Antigua.
— ¡Ah, una Hightower entonces!
— Podríamos pedir a Lord Baelor que venga con todas sus hijas, para que la elección sea a tu gusto—sugirió Gendry.
— No tiene caso, acepta y que manden a la que quieran, al final todas serán iguales.
— Eso es una tontería, nosotros somos totalmente diferentes, los dioses serían muy crueles si me hubieran dado una cara como la tuya— dijo Orys y Caeta se rió del chiste con él. Yoren no lo encontró gracioso.
— No desperdicies la oportunidad que te da tu padre, podrías arrepentirte después— insistió Arya.
— No desperdicio nada, sólo se los hago más fácil. Dicen que Lord Baelor está enfermo de casi todo menos soriagris, ¿para que lo obligamos a venir hasta acá? Que mande a su hija, me caso con ella y en un tiempo los visitamos. Siempre he querido ver Antigua.
— Bien, entonces está decidido, el cuervo vuela hoy mismo.
En Antigua, la hija mayor de Lord Baelor recibía la noticia. Todavía no había confirmación, pero su padre aseguraba que el rey bastardo no rechazaría a una Hightower de Antigua, en especial porque su hijo mayor estaba casado, sólo podía ofrecer a los segundones mientras que él ofrecía a la más bella de sus hijas— las hermanas menores se sintieron ligeramente ofendidas por esa afirmación pero como era la verdad no se quejaron— Alerie agradeció a su padre tan honroso casamiento y se retiró a llorar a sus habitaciones. Tal vez el príncipe sería un buen hombre. Todos decían que los príncipes eran altos, fuertes y guapos, como el rey Gendry, al que apodaban el Toro, pero ella siempre había esperado casarse con un hombre más amable, más tranquilo y con sentido del humor, que no pensara en guerra y matanzas todo el tiempo. Sin embargo, era su deber, debía honrar a su Casa y establecer lazos con la Casa reinante, que al parecer perduraría por varios siglos más, especialmente después de la vergüenza que había caído sobre su nombre cuando su tía Alysanne abandonó a su esposo, Ser Jorah Mormont, para convertirse en la amante de un príncipe quesero. Sí, se casaría.
