Je, primera vez que me lanzo con algo más largo y ya me está dando cositas… aunque no creo que me dé para más de unos seis caps, de todas formas, ahí veremos.

Disclaimer:

Advertencia: De momento ninguna. Eso sí, sé que se le han dado diversos nombres a Fem! Alemania, pero me decanté por Mónica… simplemente porque me suena a rubia, voladas propias :D

1: La Metamorfosis

Una mañana tras un sueño intranquilo, Ludwig Weillschmidt se despertó convertido en una hermosa mujer. Estaba acostado como siempre en su cama y, al alzar la cabeza, vio un abultado pecho debajo de su camiseta de dormir, antecediendo a una esbelta cintura.

- ¡¿Qué me ha pasado?

Dijo con una voz femenina que obviamente no era la suya. El horror comenzó a invadir su ahora desconocido cuerpo y empeoró al notar que la persona a su lado comenzaba a despertarse.

-¿Lud? –Preguntó un adormecido italiano- Ciao ¿Quién eres tú?

-¡AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH!

Después de pasadas las impresiones, el alemán se dispuso a racionalizar el asunto, aunque para entonces ya se encontraban en su cuarto unos muy desconcertados Italia del Norte y Prusia. Sin embargo, por más que trataba de hallar una explicación seria, solo había un hecho claro: Estaba convertido en mujer.

-Ve… pero en una muy linda.

Aportó Feliciano. Alemania ni siquiera quiso responder y continuó sobándose las sienes con desesperación para calmar sus ya colapsados nervios. Su hermano Prusia, a su vez, permanecía mirándolo en silencio, incrédulo.

-Esto obviamente es cosa de magia, por lo tanto el cejotas debe estar detrás de todo.

Dijo finalmente. Alemania asintió todavía al borde de la desesperación.

-¡Entonces debemos viajar a la casa de Inglaterra ahora mismo!

Italia y Prusia se quedaron quietos, mirándose entre sí algo turbados.

-… Mónica, creo que antes deberías ponerte algo más adecuado.

Alemania miró a su hermano aun más desconcertado… o desconcertada.

-¿Mónica?

-Sí, es un nombre grandioso ¿no?- sonrió Gilbert con autosuficiencia- Cuando recién estábamos hablando de la Unificación pensé en varios nombres por si resultabas ser chico o chica.

-¡Es un bello nombre como tú, Mónica!

Alemania no supo qué responder a ese par de locos que parecían no estar ni la mitad de espantados con la situación. Miró en un espejo su nueva imagen, el cabello seguía siendo corto y rubio, al igual que sus ojos azules, pero sus facciones se habían vuelto más delicadas y su musculosa complexión ahora tenía la escultural forma que cualquier mujer envidiaría. Se horrorizó aun más al descubrirse pensando de ese modo. Luego reparó en que su camiseta negra y los bóxer que usara para dormir acentuaban provocativamente su nuevo cuerpo y comprendió lo que su hermano había querido decirle, sonrojándose al instante.

-Ve ¡Mónica, estás toda sonrojada!

-¡Dejen de llamarme así, mi nombre es Ludwig!- chilló- ¡Y salgan de mi cuarto, pervertidos!

Bien, no sabía exactamente por qué había dicho lo último si se encontraba frente a su hermano y su novio, pero de todas formas sacó a la fuerza a los invasores de su espacio íntimo y, como medida de emergencia, buscó en su armario la ropa de repuesto de Italia, pues ahora eran casi del mismo tamaño.

Solo cuando estuvo aseada y vestida con unos jeans, una camisa que le quedaba ajustada y uno de sus propios abrigos encima (en lo cual, para su asombro, demoró exactamente 4 minutos más de lo usual), dejó el cuarto para arrastrar a sus compañeros y tomar el primer vuelo a Londres que encontraron.

Arthur dejó la cama, se quitó los cubre cejas que usaba para dormir, se puso una bata y buscó sus pantuflas a tientas, maldiciendo por lo bajo al bastard que en ese momento aporreaba el timbre de su residencia. Pensó que podía tratarse de sus jefes o, peor, de Alfred con algún dudoso ranking comparando las ventas de Crepúsculo contra las de Harry Potter, por lo que abrió la puerta sin el más mínimo atisbo de emoción. Sin embargo, lo que encontró fue a una extraña chica que antes de que pudiera decir algo ya lo tenía agarrado por el cuello del pijama y lo miraba con furor.

-¡Devuélveme mi cuerpo!

-Mire señorita, no recuerdo haberla conocido así que si hice algo reprochable estando ebrio le ruego que se tranquilice y conversemos civilizadamente -Dijo rápidamente el inglés, al notar la fuerza de la dama- ¡Créame si le digo que soy un auténtico caballero…!

-¡Idiota, soy yo, Alemania!

-¿Ah?

Al instante Gilbert y Feliciano llegaron jadeantes por la carrera que se habían pegado desde el aeropuerto.

-¡Mo… Mónica… te dijimos que… no era nada Awesome… que corrieras de ese… modo!

-¿Germany? ¿Mónica?

Inglaterra estaba cada vez más confuso, hasta que entre los tres rápidamente le explicaron la situación.

-De acuerdo… creo entender lo que sucede- concedió el inglés después de ordenar la información recibida- Lo que no me queda claro es qué mierda hacen en mi casa a esta hora y por qué.

-¡No lo niegues, tú eres el culpable!

-Lamento haber sido tan impulsiv…o, pero pensamos en ti por tu supuesta relación con la magia, Inglaterra.

-Ve

Inglaterra resopló.

-Es cierto que manejo magia, pero el transformismo no es mi rubro, así que lamento decirte que yo no tengo nada que ver en esto y no sé cómo ayudarte. Y de paso les recomiendo que dejen de achacarme todos sus asuntos inexplicables como si yo no tuviera nada mejor que hacer que andarle cambiando el sexo a la gente por ahí…

Italia iba a responder algo, pero Alemania lo detuvo con un codazo.

-Como sea, muchas gracias por atendernos, Inglaterra. Disculpa las molestias.

-Sí, sí… de todas formas buscaré algo que pueda serles de ayuda.

Cuando regresó a la cama, Arthur aun pensaba que todo se trataba de un extraño sueño.

Ya de vuelta en Berlín, el trío avanzaba como si se tratara de un funeral. Prusia iba haciendo sus característicos escándalos, rezongando por la tragedia de su hermanita (aunque parecía haberlo aceptado rápidamente), Italia iba pensativo y silencioso, en tanto tomada de su mano, Alemania parecía ir en sincera picada hacia la desolación.

-¿Stella?

Murmuró Italia, de repente.

-¿Qué es lo que dices, Feliciano?

El aludido se quedó un momento estancado en una sonrisa tonta, pensando en lo lindo que sonaba su nombre en esa voz tan delicada y firme a la vez, pero luego sacudió su cabeza y contestó.

-Me preguntaba si esto tendrá que ver con la estrella fugaz que vi anoche… Es que yo le pedí…- su voz comenzó a descender el tono- le pedí… que me mostrara a un Alemania más suave y dulce y después despertaste así, entonces…

Alemania recordó inmediatamente lo ocurrido décadas atrás, cuando Italia los había salvado de un ataque inglés (la única vez, quizá) por pedirle a una estrella fugaz que le causara un dolor de cabeza a Inglaterra ¿Sería que Feliciano tenía una especie de conexión especial con las estrellas fugaces? ¿Tendría eso que ver con la astronomía de Galilei? ¿Por qué demonios las malditas no se quedaban en el cielo en lugar de bajar a cumplir los bizarros deseos de su novio? La mente de Alemania estaba a punto de colapsar de una manera u otra, pero al final ocurrió del modo más inesperado.

Dos finas lágrimas comenzaron a descender de los zarcos ojos de la joven que miraba con dolor al italiano, conmoviendo hasta lo más hondo de su corazón.

-Feliciano… no puedo creer que me hayas hecho esto…

-¿Mónica?

-¡No me llames así, mi nombre es Ludwig, LUDWIG! ¡Soy Hombre!- las personas que pasaban por ahí apuraron el paso extrañadas y asustadas- ¡Mira lo que me has hecho! ¡Ya no quiero volver a verte!

Una espina de angustia se clavó de lleno en el corazón del italiano, lo que le impidió seguir a Alemania, quien se alejó corriendo, secundada por su preocupado hermano.

Al llegar Mónica a su casa sintió la extraña Urgencia de comer algo dulce y de preferencia con chocolate, ni siquiera era capaz de preguntarse el porqué de ese impulso como solía hacer, solo asaltó su cocina y corrió a encerrarse en su cuarto a llorar y comer golosinas, antes de que su hermano Gilbert llegara y comenzara a golpear la puerta con desesperación para intentar hablar con ella.

En tanto en casa de los Vargas, Romano hacía lo mismo con su propio hermano. Lo cierto es que no terminaba de entender la situación, solo había logrado captar entre los sollozos de Feliciano algo como "Hice llorar a Alemania…", lo cual había agradado bastante a Lovino en un principio, mezclado con unos "Alemania me odia, ya no me quiere" "Por mi culpa Lud se fue…" "Mónica, Oh, Mónica…" y todo esto condimentado con sus clásicos "Ve, ve".

De todas formas, en parte por su espíritu de hermano mayor, como por las simples ganas de ir a molestar a su cuñado y para silenciar a ese manojo de lágrimas y lamentos que tenía por hermano, no necesitó entender el contexto para decidir ir a encarar al macho patatas.

-¡Dónde está ese mutante patatero!

-¿Romano, qué haces aquí?

Le preguntó Mónica, esperando lo peor. En cambio, Lovino estaba desconcertado, podría ser que…

-¿Q-Quién eres tú?

-Soy Alemania ¿No te contó Feliciano? –Dijo la mujer severamente- Él y su estúpido deseo me hicieron esto…

Algo en la mente de Lovino hizo "click" y todos los sollozos de su hermano cobraron sentido, aun así él seguía desconcertado.

-¡No importa, tú…! ¡Eres un…! -Sabía lo que tenía que hacer, todos los insultos de su mente estaban en la punta de su lengua pero no podía salir de allí- ¡Mierda, no puedo insultar a una mujer!

Masculló antes de largarse tan sorpresivamente como había llegado, pues él podía ser un malhablado, pero un principio del espíritu italiano era que a las damas bellas se les trataba (no podía negar que alemana o no, la nueva versión de su cuñado era muy linda) con galantería y delicadeza.

De vuelta en Italia, Romano encaró a su hermano menor.

-¡Idiota, levántate y deja de llorar!

-Ve, pero Alemania…

-Mira, no esperes que vuelva a decir esto en la vida ¿capito? ¡Si realmente quieres a ese Idio… esa mujer, debes luchar por que vuelva a tu lado! ¿Cuándo se ha visto que un italiano fracase en el amor? ¡Vuelve allá y reconquista lo que es tuyo, imbécil!

Feliciano miró a su hermano con los ojos aun llorosos y se sonó la nariz con el último pañuelito de la caja.

-… Tienes razón, fratello… -dijo con voz trémula- Yo… recuperaré a Lud, digo… ¡Conquistaré a Mónica!

Notas:

El primer párrafo parafrasea el inicio de La Metamorfosis de Franz Kafka, para quien no se diera cuenta.

La idea de los cubrecejas de Inglaterra están inspirados en lolas bigoteras que se usaran en Francia en el pasado para evitar que el bigote se despeinara al dormir.

Después de todo, Lovi es un buen hermano n_n