Acercándose cada vez al borde de un precipicio Naraku, quien acaba de emerger como un nuevo ser, permanecía quieto mirando fijamente al suelo, estiraba y contraía los dedos de sus manos, estaba concentrado, quería sentir plenamente esa fortaleza que le proporcionaba su nuevo cuerpo, a punto de dar vuelta sobre si, el sombrío personaje se percató de la llegada de su razón para estar ahí, Kikyo.
La mujer llegó con un andar lento, seguro, autoritario. Si hubiera podido, Naraku habría hecho avanzar al tiempo más despacio, para que el eco de los pasos de la sacerdotisa, que se acercaba a sus espaldas, se quedaran mejor guardados en su memoria.
La mujer de larga cabellera ,apenas dejo de andar, exigió saber las verdaderas intenciones de su opuesto. El pelinegro reía para sí mismo, después de darse vuelta para mirar cara a cara a su adversaria. Sin más vacilación, y con orgullo de sí mismo, comenzó a alardear de la planeación que hubo tras las coincidencias que llevaron a la sacerdotisa al monte.
-Yo fui quien te llamo a este lugar-
Si no fuera por el corazón de Onigumo que, se suponía, se encontraba en el interior del villano, Kikyo nunca se hubiera presentado frente a Naraku, pero está en su inconsciencia de que el pelinegro ya se había encargado previamente de ese ,"minúsculo" , incapacitante inconveniente, apuntó con su arco al reformado Naraku, con demasiada confianza a decir verdad.
El ser en que se convirtió Naraku, quien recién había culminado su metamorfosis, en un movimiento rápido, atacó a la sacerdotisa, desgarrando su atuendo. En el hombro específicamente, tenía un tajo profundo, que revelaba la fuerza inmensurable con la que el más alto había atacado a la mujer.
"-Naraku, insolente…-" Se quejo Kikyo cayendo al piso, el impacto se lo llevó una de sus rodillas, con la cual sostuvo su peso para inmediatamente después intentar levantarse apoyando la palma de su mano el rocoso suelo.
El nombrado disfruto de la visión que le proporcionó su acción, una Kikyo malherida, de rodillas, justo a sus pies.
-!Este lugar será tu tumba¡-
Y antes de que la sacerdotisa pudiera levantarse, con las extremidades de sus dedos, Naraku atravesó a la mujer que alguna vez amó Onigumo.
Del otro lado del precipicio, que en el fondo resguardaba un letal río al que habría de caer Kikyo, una pequeña niña de tez pálida y ropa a juego, colocaba su espejo en posición para recibir las almas que escapaban del cuerpo herido de la sacerdotisa y que en un comienzo le pertenecieron a Kagome. Kanna vio el cuerpo de Kikyo caer, mismo del cual las almas de mujeres recolectadas por las serpientes se desprendían y se esparcieron por el cielo.
Al terminar su recolección y haber escuchado el sonido del cuerpo de barro zambullirse en el agua dirigió su mirada a Naraku en señal de que había terminado con su encomienda.
Sonriente y a punto de irse el pelinegro fue detenido por una voz que hizo un comentario carente, para él, de gracia.
-Veo que querías mucho a esa mujer... puesto que esperaste el momento indicado para deshacerte de ella-
-Sesshomaru, vaya...-Naraku permaneció un momento observando la corriente del río y se limitó a ver a su nuevo acompañante, no deseado, por el rabillo del ojo.
-Apártate de aquí Jaken- El albino había desenvainado su espada
-Que sorpresa, no esperaba que tú también vinieras a buscarme…Y dime es tanto tu interés por mi -
El lacayo de Sesshomaru estuvo a punto de intervenir, pero el demonio Inu le dio una orden -No te metas Jaken -
-Veo que has salido de aquel campo de energía, eso significa que tus fuerzas se han incrementado considerablemente o me equivoco -
-¿Quieres comprobarlo?-
Y tras un breve enfrentamiento del demonio Inu, Sesshomaru, contra Naraku, el alter ego, Kanna y su propietario, se retiraron del lugar.
Sesshomaru se retiraba del escenario donde se había cumplido el objetivo de Naraku; Matar a Kikyo; cuando su medio hermano hizo acto presencia. Un mal presentimiento había hecho correr a Inuyasha hacia donde presintió se encontraba la sacerdotisa que de alguna manera sobrenatural le había llamado. Por supuesto no fue el caso, en su lugar encontró el arco destrozado de la mujer que esperaba ver.
Inuyasha, tras discutir con su, en sus propias palabras, odioso medio hermano, volvió con su grupo. Inconscientemente su entorno le importaba menos en ese momento, estaba molesto, destrozado…frustrado. En su razonamiento, él era la causa de la muerte de Kikyo, él no había sido capaz de defender a su amada. Un momento, un descuido… algo tan mísero como un efímero momento de retraso le había costado la vida a la mujer que había, y que amaba.
Según habían oído, Naraku se dirigía al sur, así que le seguirían, pero les hacía falta reabastecerse y descansar.
De camino a la aldea donde los estaría esperando la vieja Kaede, se toparon con un pequeño pueblito que había sido destruido por el grupo de demonios que habían escapado del monte de las ánimas, era todo un espectáculo para la vista, habían cuerpos de mujeres, hombres y niños, regados por el frío suelo, que rivalizaba con la temperatura de los cuerpos despojados de sus almas.
El grupo de amigos se decidió a brindarles un sepulcro. Durante su labor un viejo monje se les acercó ofreciendo ayuda, estos aceptaron, pues el número de muertos lo ameritaba
Cuando terminaron el trabajo que se había autoasignado, el monje les contó "su" historia, de cómo se encaminó hacia el monte, y de cómo ahora creía en las palabras dichas por una miko hace dos días, pues se la había encontrado a la orilla del río que se originaba en su destino, el monte de las animas. La miko había sido herida por un ser maligno que respondía al nombre de Naraku, y debido a que se encontraba débil fue arrastrada por la corriente hasta ahí, pese a que se encontraba débil, y más bien moribunda, dijo que tenía ir a donde Naraku, para enfrentarlo de nuevo.
-Una miko-Inuyasha inmediatamente pensó en que por supuesto, Kikyo no podía morir, no ella. Debía ser ella.
Kagome tardó una milésima de segundo menos que su compañero peliblanco, en entender las palabras del viejo, y como un reflejo involuntario dirigió su mirada a Inuyasha, vio una sutil sonrisa de lado plasmarse en su boca. Señal de que había arropado la esperanza de que Kikyo estuviera viva dentro de él.
-Sin embargo sus heridas se veían algo graves, es probable que ya no siga con vida- comentó el monje
- Ve a buscarla Inuyasha-Habló inmediatamente Kagome. Inuyasha por su parte se sorprendió al escuchar estas palabras.
-Se trata de una emergencia, date prisa, Kikyo debe estar esperándote-
Kagome no comprendía de dónde había sacado el coraje, o la estupidez, para decir aquello.
En realidad lo sabía, amaba a Inuyasha, y si él entristecía por la muerte de su antepasado, si era así, entonces ella también deseaba que Kikyo se encontrara bien.
-Si- Fue todo lo que el medio Inu dijo, dio medio vuelta y se marchó corriendo.
Aquella imagen de la espalda de Inuyasha alejándose corriendo se quedaría grabada en la memoria de Kagome permanentemente.
El grupo, de un integrante ausente, siguió con su camino de regreso, Inuyasha los alcanzaría después.
En una o dos ocasiones escucharon el nombre de la familia a quien pertenecían las tierras por las que estaban de paso. Cuando creyeron llegar a los límites de dicho territorio unos soldados que cabalgaban en dirección opuesta a la suya, al alcanzarlos de frente, les preguntaron quienes eran y qué hacían ahí, sus explicaciones de poco les sirvieron pues estos hombres obedecieron de manera estricta las órdenes de su señora: "Apresar a todos las personas que calificaran como sospechosas"
En aquel palacio, lugar a que los habían llevado atados, en el patio se formaba una fila que llevaba al edificio centrar, ahí una mujer tras una especie de persiana juzgaba a las personas que una tras una. Sin excepción hasta el momento, habían sido decapitados.
Cuando el grupo se acercaba al frente de la mujer está reconoció a Kagome y le dio indicaciones a uno de sus hombres.
-Quiero a la mujer-
La señora del lugar dio instrucciones de matar a todos y de llevar a Kagome ante ella, un hombre hizo las señas para que ejecutarán a todos, fue por la chica que le habían indicado, y con lujo de fuerza la arrastró hasta la habitación donde una mujer de kimono se encontraba sentada tras una mesa baja, cargando a un niño en brazos.
-Ahora que Kikyo ha muerto, tú eres la única que puede ver el brillo de la perla-
-¿Qué?- La confusión que Kagome sentía en ese momento no solo se debía a lo que la mujer acababa de decir, si no que por alguna razón podía asegurar que aquella voz no era de la mujer que se encontraba delante de ella.
Una alarmada y estupefacta Kagome, sintió una presencia detrás de ella, que no era otro que el monje con que se habían topado el día anterior, este cayó al suelo estrepitosamente, dejando ver a una mujer de abanico que había estado controlando el ahora cadáver que retomaba su aspecto deteriorado
-¡ Kagura! -
Cayendo en cuenta del peligro en el que se encontraba Kagome intentó levantarse sin mucho éxito, ya que Kagura la había tomado de los hombros ejerciendo la suficiente fuerza como para obligarla a colocarse de cuclillas mientras la mujer que cargaba al bebé se le acercaba lentamente.
-Que quieres, no te me acerques, no- Gritaba en su desesperación la joven. La pelinegra solo forcejeaba sin conseguir nada.
-Tus ojos- En el momento en que la mujer dijo esto, o supuestamente lo dijo, se encontraba a escasos pasos de Kagome, la mujer con sumo cuidado acerco al bebe a la inmóvil chica y esta sintió una punzada en el pecho, esta punzada comenzó a repetirse, causando cada vez un dolor más intenso.
-Ahg, ¡NO!- Kagome se quejo, sin recibir alguna respuesta.
La mujer se detuvo.
-Kagura, libérala-
-¿Estás seguro?-
-¡Seguro?- Se preguntó Kagome al momento que cayó al piso retorciéndose por el dolor que iba en aumento, alzó la mirada y así puedo ver el pequeño bulto que era aquel bebé, el niño se movió de forma tal que se le podía ver la cara desde la perspectiva de Kagome.
La mujer de nuevo avanzó hacia la pelinegra, entonces Kagura tomo de nueva cuenta a Kagome para levantarla, así está sintió un palpitar en su cuerpo, tenía miedo, pero aun así, involuntariamente estiró sus brazos para sostener al bebé. Algo dentro de ella le pedía recibir al niño junto a ella, ¿Su alma? Si era su alma, ambas presencias se llamaban entre ellas.
-Eso es, abrázame fuerte-
Y como si estuviera entrando en un trance, Kagome obedeció, sin decir nada, pues el dolor había cesado en cuanto tuvo al bebé entre sus brazos, trataba de entender lo que estaba ocurriendo, pero esto era imposible para ella, puesto que el bebé, Akago, estaba invadiendo su mente, su corazón, su alma.
Inmediatamente después de que Kagome sintiera la intrusión del alma ajena en la suya, por el temor que esto le genero, pensó en Inuyasha.
-Inu ...Inuya…Inuyasha-
-La encontré-
Mientras Kagome intentaba hacerse cargo de su mente, Akago buscaba la oscuridad que pudiera resguardar el alma "pura" de su adversario, en cuanto la mujer que aún se encontraba de rodillas al suelo nombró al medio demonio su corazón reveló a aquello que podría llevarla a las profundidades de la oscuridad, de la maldad. Eso era Inuyasha.
-Entonces te alegraste por su muerte, ¿No?-
-¿De qué hablas?- A Kagome le temblaba la voz, su cuerpo estaba estático, con Akago invadiendo su corazón, estos diálogos se desarrollaban en el interior de Kagome
- De aquella miko. Y ahora que sabes que realmente está muerta, ¿Qué harás?, Inuyasha no vendrá, ya que está ocupado persiguiendo su fantasma-
-Yo… no-
-Tu corazón me dice otra cosa- El pequeño se acurruco en el busto de la pelinegra, como si estuviera escuchando el palpitar de esta.
-Yo no podría, no… Él, la ama, lo sé… Y yo-
-Te quedaras sola, aunque vuelva contigo, el siempre amara a Kikyo, su corazón siempre le ha pertenecido a Kikyo-Y con esto, el pequeño destello negro que se resguardaba en lo más profundo del corazón de Kagome comenzó a crecer.
Ella, ahora bajo el completo control de Akago, se levantó, un destello de pronto cubrió su cuerpo, era una barrera de un distintivo brillo rosado, era una barrera purificadora, era de un brillo tenue pero poderosa, ninguno de los dos, ni Kagura ni Akago, sabían decir que tan fuerte era esa barrera, por un momento se preocuparon, más bien temieron por su existencia.
Cuando la barrera lucía más amenazante, el bebé Akago sonrió relajadamente, ya no lucía preocupado, pues ahora comprendía que Kagome era aún más peligrosa que Kikyo, por mucho, esa simple barrera que se mostraba, aún con Kagome bajo su control, fácilmente podría protegerla de Naraku, pues dentro de ella ni él mismo podría sentir su presencia. Siempre y cuando Kagome estuviera bajo su control, esa fuerza sólo iría contra Inuyasha, le tuvo lástima por un momento, pues pronto presenciaría a lo que se atendrá con Kagome en su contra.
Por fin, para alivio de Kagura, la barrera se dispersó de una manera muy vistosa, se esparció en ondas, imitando las que produce una gota al caer al agua, dejando al descubierto la esencia humana de Kagome, ahora, todo ese poder sagrado capaz de purificar la perla de Shikon, ya no era nada, estaba corrompido, ahora era oscuro, o por lo menos comenzaba a serlo.
En esta condición de Kagome sería más fácil de manipular, su corazón entendía que era innecesaria para Inuyasha, él podría arreglárselas sin ella, él no la amaba, y eso le dolía, ella siempre estaría opacada por Kikyo ante el albino.
-Vámonos- Dijo el bebe que ahora era abrazado con más fuerza por Kagome, pues en su cabeza aquel bebé era el alivio al dolor que sentía en su pecho.
Mientras todo esto había sucedido, afuera del palacio principal, Miroku y Sango peleaban contra los hombres que planeaban matarlos en nombre de su señora, Shippo había ido en busca de Inuyasha, pues le necesitaban.
Por la parte trasera del palacio salían Kagura, Akago y Kagome, se retiraban a uno de los escondites de Naraku.
-Dormiré un poco- Dijo el bebé
-Hasta para él esta chiquilla es demasiado, ¿no?, entiendo porque Naraku la prefiere de su lado- Pensó Kagura.
Mientras Akago dormía, al estar inconsciente tenía mejor acceso al alma de Kagome, pudo hurgar más en su corazón, así se dio cuenta de cuánto amaba a Inuyasha y entonces supuso, que si ella estuviera enamorada de igual forma de Naraku, esta nunca lo traicionaría y le servirá sin protestar o resistirse, además si esta estuviera enamorada no lo abandonaría.
Y así, gracias al acceso que tenía en ese momento, se adentro a los recuerdos de Kagome para jugar con estos, los resquebrajó sólo para armarlos a su gusto.
Un tiempo después, el trió de Kagura, Kagome y Akago, este último en brazos de Kagome, llegaron a una casa oculta entre árboles altos y frondosos, ahí, gracias a la esencia de Kagome, esperaban que Inuyasha y sus amigos llegarán por la pelinegra, mientras Kagome se arrodillaba al suelo y se recargaba en una pared, una marioneta de Naraku hizo aparición.
-¿Qué has hecho?-
-Lo que me pediste- Naraku sabía que Akago había hecho algo con Kagome, pero no sabía qué.
-Apresúrense, él viene en camino, y espero que cumplas con tu objetivo-
-Hum- Dijo altanero el niño como si le hubieran ofendido. Y la marioneta desapareció al dar la espalda.
-Sostenme- Dijo el bebé.
-¿Ha?- … Kagura reflexiono un momento -¿Por qué?-
-Necesito que despierte-
Y el alter ego mayor tomó a Akago, y casi inmediatamente los ojos de Kagome retomaron cierto brillo.
-A… Akago, mi amor, Akago. ¡Kagura!, podrías darme a mi bebé- Kagome había buscado rápidamente por el cuarto al bebé con la vista, así cuando lo vio en brazos ajenos a los suyos de manera rápida Kagome se levanto y arrebató a Akago de los brazos de Kagura, esta abrió los ojos sorprendida y se preguntó qué le había hecho aquel niño a la joven, pues está acariciaba el rostro del infante con sumo cuidado y cariño.
-Kagomeee…!- Se escuchó un grito, a la par que un joven de cabellos blancos atravesaba la pared.
-Kagome donde estas…- E Inuyasha vio a la chica sosteniendo a un niño
-Kagome, ¿Estás bien? –
Después de la partida de Kagura y Akago con Kagome, Shippo había regresado con Inuyasha, todos habían buscado a su amiga en los interiores del palacio, pero no encontraron más que el cuerpo de una mujer y en esa misma habitación estaba el cuerpo del monje con el que se habían encontrado, rápidamente salieron para mirar alrededor, y así deambulando, Inuyasha se topó con un aroma que no reconocía, pero le recordaba a Naraku, el aroma de Kagura, y el de Kagome. Así habían dado con aquel lugar.
-Tu… - Kagome no dijo nada mas, solo vio con, ¿Miedo?, ¿Odio?, quizá desdén, a Inuyasha, con el niño en brazos retrocedió y de una esquina tomó un arco y unas flechas, sin vacilación tensó su cuerda y disparó, rozando el hombro del peliblanco y desgarrando un poco su traje.
Tras la escena Sango, Miroku, Kirara y Shippo entraron a la habitación y lo que vieron los consterno, su amiga despedía un aura maligna, tenía un niño sostenido en un solo brazo, con la mano de este sostenía la flecha que mantenía en su arco, en esta comenzó a formarse un resplandor negro que cubrió la punta de la flecha, era como las que usaba para purificar, pero esta daba la sensación de que si te alcanzaba, te daría justamente en la cabeza.
-¿Qué quieren?- Kagura se mantenía inmóvil, observando la escena, noto que Akago volteo a mirarla, y entendió que debía atacar.
-Largo…- Kagura había arrojado una ventisca de aire con su abanico que arrastró al grupo de amigos. Por la polvareda que se había alzado, el grupo cerró los ojos y se cubrían con sus brazos, y mientras hacían esto, una flecha impacto al suelo a sus pies y una grieta comenzó a abrirse, pronto el crujido de la madera reveló que, por lo menos la sección en la que estaban parados se vendría abajo… El techo cayó impidiendo que Inuyasha corriera tras Kagome, que desaparecía con Kagura tras los escombros y una cortina de polvo.
