Disclaimer:

Se acuerdan del capítulo en el cual Sirius proclama que está completa y perdidamente enamorado de mí? No? Bueno eso demuestra que todo esto no me pertenece si no que es única y exclusivamente propiedad de la Sra. J.K. Rowling (Rubia, para los amigos) que se empecina en hacerme sufrir y quitarme a aquellos que me alegraron las tardes.


Envidia.

Emulación, deseo de algo que no se posee.

No sabía que era lo que estaba haciendo caminando entre esos muggles. Ella, una de las descendientes de una familia de sangres puras más importantes y reconocidas de todos los tiempos.

Suspiró tratando de no pensar en esos indignos que pasaban a su lado; la verdad es que tenía problemas más urgentes de momento. El tercer cumpleaños de su hijo se acercaba, y ella tenía que cargar con todo sola. Cerró los ojos por un momento al percibir de nuevo esa opresión en el pecho que se le formaba cada vez que pensaba en lo sola que la estaba dejando Lucius. Y esa sensación de desasosiego aumentó al pensar en que su marido jamás amaría a Draco como ella.

Para Lucius, Draco significaba el heredero perfecto de los Malfoy, la persona a la cual debía educar para seguir con todas las tradiciones y costumbres de una familia arcaica.

Para ella, Draco era su pequeña porción de cielo, desde pequeña había estado acostumbrada a los mimos de su familia, quizá por ser la más pequeña o la más disciplinada, pero siempre había sido el centro de las alabanzas y palabras de afecto, incluso en una familia tan rígida y fría como la suya. Pero las cosas habían cambiado, la familia ya no es lo que era en sus tiempos. Bellatrix, prisionera. Andrómeda, equivocada. Sirius, desterrado. Regulus, muerto. Alzó sus ojos azules al cielo, aún era de día pero podía claramente identificar, cuando el sol cayera, donde estaría cada una de las estrellas que les daban nombre. Quizá, con un poco de suerte, Draco no viviría la guerra como ella y no tendría que sufrir el esperar el regreso de sus seres más cercanos luego de cada misión.

¿Por qué demonios ese maldito medallón estaría en un mercado muggle tan conocido? Sí a Lucius no se le hubiese ocurrido recuperar ese medallón para obsequiárselo a Draco ella no tendría que soportar estar en compañía de esos muggles. ¿Cómo llegó el medallón a manos de los muggles? Ni Merlín lo sabía! Seguro que era para castigarla a ella.

De pronto paró en seco su continuo paso rápido. Reconocería esa figura aún estando ciega. Pero no podía ser ella. No ahora. Seguro que la había invocado al haber estado pensando todo eso acerca de la familia. ¡Lucius y Draco eran su familia ahora¿Por qué tendría que haber pensado en todos esa tarde?

Pero no cabía lugar a dudas…era ella.

Narcisa, estática, observó a su hermana mayor por detrás de un espeso follaje de árboles.

En el parque, Andrómeda, su maldito e indigno esposo muggle y una pequeña reían.

Merlín! Sí hasta había tenido una hija.

La niña que jugaba divertida, elevó sus ojos a los de su madre y comentó algo. Alguna ocurrencia. Narcisa estaba segura, pese a la distancia podía ver nítidamente los ojos almendrados de Andrómeda riendo, como siempre; de la misma manera que lo hacía cuando la regañaba a ella por intentar pintarse la cara con sus maquillajes.

Era injusto, sin duda que lo era.

Ella había pasado un día espantoso, en compañía de muggles y amargándose al pensar en su futuro y en el de Draco, de hecho, hacía mucho que no pasaba un momento realmente ameno.

Andrómeda, la traidora, la que había elegido al muggle para formar una familia estaba riendo de lo lindo junto a su hija y marido.

Narcisa aún no daba crédito de lo que veía, ni mucho menos se cuestionaba el por qué seguía parada ahí, observando a su hermana si era más que evidente que le importaba nada lo que tenía que ver en relación a ella.

De pronto Ted Tonks acurrucó a su esposa sobre su pecho, le susurró algo al oído y la meció suavemente. Andrómeda parecía segura en sus brazos. Segura y feliz.

Entonces Narcisa, enfurecida, dio media vuelta sobre sus talones bruscamente y continuó su camino.

Una sola vez había sentido que un abrazo podía darle seguridad. Pero ella sabía lo que era lo correcto.

Realmente era injusto. Ella se había casado con quien debía. Con quien era correcto y si bien había aprendido a amar a Lucius con el tiempo, él nunca logró infundirle la seguridad que los brazos de Severus le otorgaron aquella vez.

¡Era injusto!

Ella había elegido lo correcto, lo que se debía hacer…y sin embargo no podía dejar de sentir esa sensación contra su hermana.

Andrómeda había desterrado todos los valores familiares, había elegido la causa perdida, había traicionado a su familia. Y aún así era feliz.

Entonces Narcisa comprendió, que su frustración iba más allá de haber visto a su hermana a la cual había enterrado en su memoria hacía mucho tiempo.

No, Narcisa sabía que algo más pasaba ahí.

Y era Envidia.

Eso es lo que sentía por Andrómeda. Envidia de que ella aún eligiendo la deshonra de su familia y el repudio de los de su clase era feliz. Pese a todo tenía un marido que la amaba, no uno el cual la consideraba un adorno costoso, tenía un marido que la acompañaba en la crianza de su hija y además que parecía disfrutar de ello.

Jamás creyó poder sentir envidia de nada, ella, la porcelana de la familia, la mimada, la pequeña, la consentida, estaba llena de joyas, vestidos, zapatos, tendría el mundo si lo pedía. Todo, menos lo que Andrómeda tenía. Una familia. Unida y aparentemente feliz. Sí. Definitivamente. De alguna manera u otra, Narcisa envidiaba a su hermana, aunque jamás lo admitiría.


Espero que les haya gustado, así que para levantarme un poco el ánimo y felicitarme por animarme a subir, me dejan un Review.

Que estén bien.

(Gracias hermanita por subir el Cap. Te adoro)

Lita Black, la única y amada esposa de Sirius :)