El Fandom de InuYasha y sus personajes no me pertenecen.

Agradecimientos a: Sery por su opinión (L).

Advertencia: El fic no termina bien espero tengan esto en cuenta.


En el Espejo.

Capítulo 1: El espejo.

Por: Breen Martínez.


—¿Qué le gustaría comprar? —Preguntó la dueña de la tienda a la señora Higurashi.

—Por el momento estoy observando… —dijo, con una sonrisa. La mayor asintió mientras volvía a su lugar detrás de la barra.

Naomi seguía observando todo lo que había en aquella banda de antigüedades, su hija mayor Kagome, se iba a ir en un par de días y ella quería regalarle algo que le fuera de ayuda en su departamento. Pero nada parecía llamarle la atención, había ido a aquella tienda porque deseaba regalarle algo único a su hija y no algo que cualquier persona pudiera tener de manera fácil. Por ende esa tienda había parecido perfecta para lo que buscaba.

Sus ojos cafés recorrieron cada mueble que había en el local. Pero nada, ¿por qué absolutamente ningún objeto decía «llévame»? Suspiró y se ajustó la bolsa mientras daba media vuelta, pero entonces un ruido proveniente de su lado izquierdo la hizo voltear y entonces encontró lo que estaba buscando.

—Ese espejo… ¿qué precio tiene?

La señora canosa volteó y miró el espejo que su clienta señalaba. —¿Segura qué quiere comprarlo?

La señora se extrañó de aquella pregunta. —¡Por supuesto! ¿Por qué no querría hacerlo? —Se acercó al espejo y acarició el marco de madera—. La madera está bien tallada y es un espejo de cuerpo completo. A mi hija probablemente le gustará.

—Me han devuelto ese espejo muchas veces —confesó la dueña—, siempre dicen que está embrujado y huyen despavoridas.

Naomi nunca había sido una persona que se creía lo que decía la gente con facilidad. ¿Qué tal si todo eso era mentira para querer regresar el espejo qué se veía a leguas que era caro? Ella no se dejaría llevar por aquellos comentarios, había escogido ese espejo por algo y estaba completamente segura de que a su hija le encantaría.

—Me lo llevo —decidió, completamente segura—. ¿Cuánto va a ser?

La mujer le miró de forma desinteresada mientras volvía su vista a su revista.

—Lléveselo —dijo finalmente—, estoy segura de qué me lo regresará.


Kagome estaba en su nuevo hogar bajando las cajas del carro de mudanza. Estaba nerviosa por empezar a vivir sola, pero eso hacía las cosas más emocionantes. Cuándo terminó de bajar todas las cajas, pudo apreciar el departamento una vez más —lo había hecho antes cuándo buscaba dónde mudarse—, sin duda alguna era un departamento chico, ideal para una sola persona, pero aquello no era lo que le había llamado la atención.

Lo que le gustó de aquel lugar era la vista que había. Cómo su departamento estaba en un piso alto podía ver todas las casas desde arriba, las calles, los autos que transitaban y podía apostar que desde el balcón se vería hermosa la luna. Ese astro que le había llamado la atención desde que era una niña pequeña.

Sonrió mientras abría la puerta del balcón y salía para que la brisa le diera la bienvenida a su nuevo hogar. Miró hacía abajo, no se había equivocado sin duda alguna sobre el lugar.

A ella le gustaba la fotografía; le gustaba captar la belleza de las cosas en una foto. Siempre había buscado los lugares más hermosos para fotografiar y que fueran conocidos para los demás.

A pesar de que estudió algo completamente diferente a la fotografía, fue gracias a su amiga Sango que consiguió un trabajo en un estudio donde le pagaban bien. Tenía un buen empleo, le gustaba mucho la vida que tenía y, a pesar de amar a su familia, no quería seguir ahí. Sabía que tarde o temprano tendría que hacer su propio hogar.

Suspiró mientras volvía a entrar en el departamento y buscaba entre sus pertenencias las bocinas para colocar música para que desempacar no fuera tan pesado cómo sabía que lo era.

Colocó una de sus canciones favoritas y rápidamente fue por un trapo para empezar a limpiar y acomodar. Sería un día largo.


Cuándo dieron las ocho de la noche, Kagome llevaba desempacado más de la mistad de sus cosas, sin embargo todavía faltaba mucho por hacer. Pero tenía hambre y estaba cansada, por lo tanto se metió a dar un año y posteriormente salió a comprar cosas para hacerse algo de comer.

El supermercado no estaba lejos, estaba dos cuadras caminando y fue eso lo qué hizo. Mientras iba caminando trató de grabarse la fachada de las casas que veía en el recorrido, fue así hasta que llegó al supermercado.

—¡Kagome!

Ella volteó, encontrándose con la figura de Ayame que venía de la mano de Kōga. —¡Ayame, Kōga! —Saludó, abrazándolos a ambos. Llevaba más de un mes sin verlos.

Cuándo se separó de ambos notó aquellas sortijas que brillaban en los dedos de ambos; sus anillos de casados. Ambos se habían casado cuándo estaban en la universidad, Kagome había tenido el privilegio de ser una de las damas de honor en la boda. Sonrió al verlos tan felices cómo los recordaba.

—¿Qué haces por aquí? —Inquirió la pelirroja—. Nunca te había visto por aquí.

—Acabo de mudarme —explicó mientras revolvía su cabello azabache—. ¿Ustedes viven por aquí?

—Sí —Kōga se separó un poco de ambas para ir por un carrito—. Vivimos a cuatro cuadras de aquí, ¿y tú?

—A dos —rió levemente por lo pequeño que resultaba ser el mundo.

—Bueno —Ayame volteó a ver a Kōga—, si necesitas ayuda para desempacar no dudes en avisarnos. —Dijo, guiñándole un ojo a su amiga—. ¡Fue un placer volver a verte, Kag!

—Igual, Ayame —la abrazó de nueva cuenta. Sí que la había extrañado—. Los veo después.

—¡Hasta luego! —Dijeron ambos al unísono y desaparecieron de la vista de la pelinegra.

Kagome entró en el supermercado y escogió de forma rápida lo que se haría de cenar; unos hot-cakes. Aunque estaba lo suficientemente cansada cómo para desear llegar a su departamento, tirarse en el futón y no despertar hasta el día siguiente para continuar con sus deberes.

Suspiró, ojalá pudiera hacer eso; todavía tenía que revisar varias fotografías que había tomado para sus últimos clientes y tendría que revelarlas al día siguiente.

Pagó sus alimentos y regresó caminando por el mismo camino, está vez no prestó tanta atención a su alrededor, pero si recordó que Ayame le había dicho que ella a cuatro cuadras del supermercado, miró más allá y se dio cuenta de varias casas más. ¿Cuál sería la de Ayame y Kōga? Resultaba divertido ese acertijo, pero podía apostar que era aquella que tenía el jardín mejor cuidado y al que se le podía ver una figura cómo de un lobo en la entrada.

Rió internamente, Kōga y Ayame siempre habían tenido un amor especial por los lobos. Esa era una de las cosas que tenían en común.


Cuándo finalmente terminó de cenar y acomodó un poco las cajas para que no le estorbaran a la primera hora de la mañana cuándo saliera corriente de su departamento hacía el trabajo, se sentó en el pequeño futón y prendió la computadora para ver las imágenes que habían sido tomadas y habían agradado a sus clientes. Era un número considerable, lo que para otras personas consideraría una paga mayor pero por ende un trabajo más pesado.

Suspiró, tan siquiera ya tenía a la mano las fotos que tendría que revelar a la primera hora de la mañana para que en la tarde sus clientes no quedaran desilusionados. Pensó en llamar a Sango para decirle que ella llegaría primero y su amiga descansara un poco más —su amiga se había estado desvelando últimamente— pero al darse cuenta de que se había tomado más tiempo del necesario y que ya era tarde, desistió de la idea. Lo mejor sería dejarle un mensaje en la mañana.

Cerró su laptop y salió al balcón con su cámara en mano. Había adivinado; la luna se veía preciosa. Contractaba muy bien con las luces de la ciudad y sonrió al momento que se preparaba para tomar la fotografía.

Cuándo la hizo la observó por unos momentos y luego miró su nueva pared. En su habitación en casa de sus padres había tenido una pared completamente llena de fotografía de paisajes. Ahora mismo podía hacer lo mismo, con la diferencia de qué ahora podía hacerlo con todas las paredes.

Dejó la cámara en un pequeño mueble de manera y apagó las luces. Se metió en el futón y se tapó, había dejado la puerta de balcón abierto, por lo que la brisa nocturna refrescaba el departamento y lo hacía sentirse fresco. Pero Kagome tenía la costumbre de taparse aunque tuviera calor.

Cerró los ojos y se venció ante el sueño.


Se removió en el futón y abrió los ojos al sentir la presencia de alguien mirándola. Kagome nunca había creído en los fantasmas, no sólo porque nunca había visto uno, sino porque pensaba que solamente eran almas que se habían quedado atascadas en este mundo y que sólo necesitaban la ayuda de alguien para alcanzar la vida eterna.

Por eso no sintió miedo, pero sí se extrañó, siempre había tenido el sueño ligero, por lo que siempre se levantaba ante la presencia de alguien en su habitación, pero ahora mismo no había nadie más aparte de ella, de eso estaba segura. Se levantó y talló un ojo con brusquedad, se dio cuenta de que todavía eran las cuatro de la mañana y que tenía más de dos horas de sueño todavía.

Se dejó caer hacía atrás de nuevo, abrazando su almohada en el proceso y esperando que el sueño llegara a ella. Pero nada, ¿qué era lo que pasaba? Todavía se sentía observada. Soltó un bufido y se dio la vuelta y fue entonces que lo vio.

Estaba en el espejo.

Se sentó de nuevo movida por el pensamiento de que lo que estaba viendo no era real. Se talló ambos ojos y volteó de nuevo a ver el espejo y lo que se veía no era ni más ni menos que la figura de un ser humano atrapado en aquel espejo. Por su vestimenta Kagome dedujo que probablemente era un príncipe en otro tiempo, pero ¿por qué estaba ahí?

Quiso decir algo, pero las palabras se atoraron en su garganta y se negaban a emitir tan siquiera un susurro. El soberano frente a ella tenía el cabello plateado, su traje tenía algunos bordes azules y otros amarillos. Su rostro no mostraba expresión alguna, pero sus ojos ámbares la miraban detenidamente. Cómo si la conociera o quisiera algo de ella.

Respiró y exhalo un par de veces hasta que finalmente pudo articular una palabra.

—H-Hola —su voz salió temblorosa, ¿qué pasaba con ella?—. ¿Quién eres?

Él pareció reparar en lo que estaba haciendo, o más bien en el hecho de que ella lo estaba mirando y volteó su mirada a la luna. Cómo si buscara algo en ella o como si fuera más entretenido que mirar a la humana frente a él.

Despegó sus labios un poco y pronunció finalmente—: Sesshōmaru Taishō.


Continuará…


Chan, chan, chan~ ¿Llegaron hasta aquí? Son masoquistas, yo lo sé (?)xd. Siendo sincera el fic me ha dado dolores de cabeza, tenía la imagen de portada (me inspiré en una qué encontré por ahí[?]) y lo perdí. Pasé horas buscándolo. Tengo tres usb y en todas las busque, también en san google y en tumblr. ¿Tuve suerte? No c: vale ketchup. ¿Eso a qué viene? Necesitaba desahogarme(?)
Ya, hablando enserio éste es otro experimento mío c: traté de hacer tragedia (creo que es más angustia) sin meter romance de por medio (¿no hay, breen? Poco, en realidad).
En fin, ¡espero les haya causado curiosidad o les haya gustado el primer capítulo!(: Saben que es hecho con amor -corazones-. Por cierto, ¡gracias a las personitas que han estado stalkeando(?) mi ask! Un abrazo fuerte a ustedes y un beso (?)
Saludines.