Bueno decir que esto es una adaptacion de la novela "Por una noche de luna" escrita por milagro gabriel, ni la historia ni los personajes de Kuroko no Basket me pertenecen, si no hace rato hubiera juntado a varias parejas ya x3 bueno espero que disfruten y que me dejn una que otro review que eso me animara a segui subiendo los capitulos :3
La joven pantera dorada caminaba con la cola al viento moviéndola de un modo despreocupado, del modo que solo un felino puede hacerlo. El día había sido infernalmente caliente, así que la noche presentaba una brisa fresca que hacía más llevadero el verano. La manada entera había salido de paseo.
El bosque era propiedad de la manada de lobos, los felinos eran animales de ciudad, pero en ocasiones necesitaban estirar las patas. La abuela, una gata vieja y testaruda había metido cabeza de que seria fantástico ir al campo. Por un módico precio se les había permitido vagabundear todo el fin de semana por los paisajes agrestes.
Kise se había separado del resto, recién había cumplido sus veinticinco años, ya era un cachorro grande, no necesitaba la constante vigilancia de sus hermanos mayores; en ocasiones eran una gran y contundente patada en el culo, aprovechando su recién adquirida independencia camino junto al cauce del rio.
La luna llena brillaba en lo alto del cielo reinando sobre los bosques. Por ser un gatito joven todavía no superaba ese asunto de perseguir cualquier cosa que se moviera y la curiosidad era precisamente la que había matado al gato. De un salto subió a una roca de al menos metro y medio de alto, la cual estaba enterrada junto al rio; la vista era hermosa, moviendo la cola se hecho sobre sus patas. Era un gatito feliz, la abuela le había dado un enorme tazón de leche y su padre había asado un buen filete de carne cocinaba en un término medio jugoso. Recostando la cabeza en sus patas delanteras balanceo su cola de un lado a otro. Sus hermanos siempre bromeaban diciendo que tenia una cola hiperactiva, solían decir que la movía a un estando dormido.
Un conejo gris salto entre la hierba llamando la atención del felino; Parándose en sus patas delanteras observo al pequeño animalillo tentarlo, lamiéndose el hocico con la pequeña lengua rosa sintió como todos sus instintos básicos despertaban, iba a cazar, bajando las orejas y tensando la cola salto sobre la tierra húmeda, las almohadillas de las patas amortizaron el sonido de sus pasos entre la hierba, los ojos verdes brillaban permitiendo ver en los mas oscuro bajo los arboles.
El inocente roedor comía tranquilamente algunos brotes de hierba, sin sospechar la enorme sombra depredadora que vigilaba cada uno de sus movimientos. Kise nunca había perseguido a una presa viva, el felino aunque estaba lleno, quería jugar. Preparado para una emboscada se agacho hasta pegar el pecho a tierra, impulsándose en sus patas traseras cayo justo en el lugar en el que el conejo había estado comiendo.
El animalillo corrió algunos metros y luego se paro en sus patas traseras olisqueando el aire. El maldito roedor se estaba burlando. El pelo del lomo se erizo, un gruñido salió desde lo profundo del pecho, ese ratón sobre engordado iba a saber de primera mano que era meterse con un felino cambia formas; mostrando los filosos dientes lo amenazo, el animalillo le dio la espalda y hasta se atrevió a mordisquear una ramita que estaba cerca. Esa mínima provocación fue lo único que necesito para comenzar la loca carrera. Habría conejo para el desayuno o el acabaría limpiando las habitaciones de sus hermanos por ser tan inútil.
El conejo no se la puso fácil, ambos corrieron desenfrenadamente saltando y esquivando enormes troncos. Uno corría por su vida y el otro por su honra. La persecución era encarnizada, en más de una ocasión tuvo al animalillo tan cerca que sus garras quedaron con algunos pelitos blancos.
El roedor corrió junto al rio, en cinco hábiles saltos cayó en la horilla opuesta, Kise ya no estaba en sus cabales, olvidando cualquier advertencia fue tras el infractor.
Después de tanto ir y venir tenia a la bolita de pelos atrapada contra unas rocas, estaba justo por caerle encima cuando sintió que alguien o algo lo observaba; los pelos de la nuca se le erizaron, dejando ir al conejo comenzó a observar los alrededores.
Su corazón felino se encogió, levantando la cabeza trato de encontrar en el aire la esencia de algo conocido; Nada, no había ninguna maldita cosa que le fuera familiar, los arboles formaban una muralla verde, la hierba alta no le permitía ver mas allá de algunos metros. La luna llena era un enorme ojo plateado que fisgoneaba entre las ramas.
Todos sus instintos le gritaban que tenía que volver con el resto de la manada.
Los aullidos de los lobos rompían el silencio de la noche, ahora sonaban más cerca que cuando estaba en el campamento. Un mal presentimiento lo golpeo como si una tonelada de ladrillos le hubiera caído encima. En su persecución había cruzado el rio, el límite que impusieron los perros.
Bajando la cabeza comenzó hiperventilar, algo lo estaba observando y no podía encontrar desde donde. De cazador había caído a la categoría de presa, y no le gustaba para nada la sensación. Sacudiendo la cabeza decidió enfrentar como todo un felino lo que viniera; atrapado contra las rocas chillo mostrando los dientes, esperaba verse amenazante al arquear
la espalda doblando su tamaño.
Un gruñido bajo llego desde algún lugar frente a él. Kise solo tenía una oportunidad y no la iba a desperdiciar. Tal vez si hubiera sido un felino tan experimentado como su padre o tan fiero como sus hermanos mayores, pero él era simplemente Kise Ryota, el chico que no mataría una mosca, bueno, quizás solo a un conejo.
El sonido de las ramitas al romperse le advirtió que algo se acercaba y anunciaba su presencia a propósito. Con solo dos opciones, quedarse y morir dignamente o correr para pelear otro día, se decidió por la última. Por algo su padre le había enseñado a usar sus patas antes que las garras.
Un aullido profundo marco la posición del lobo para el resto de la manada. La pantera se erizo sabiendo que probablemente no solo tendría que vérselas con un enorme lobo,si no que tendría a todo un grupo listo para ajusticiarlo. Sin esperar más tiempo salto lejos de las piedras que lo acorralaban y comenzó a correr tratando de encontrar el rio que marcaba el límite permitido para las panteras por ese fin de semana.
Las garras filosas herían la tierra buscando aumentar el agarre, aunque no podía ver a su perseguidor sabia que lo tenía cerca. Estaba seguro de que era un animal grande por la manera en que la hierba era apartada.
Silencio.
Frenando de golpe se dedico a escuchar.
Podía ser una pantera de ciudad, pero tenía la noción de una emboscada cuando la sufría. Levantando su cara peluda olisqueo el aire.
Nada parecía estar fuera de lugar, no llegaba hasta él el olor de algún depredador. Los arboles continuaban en su actitud indolente, una suave brisa movía las hojas que formaban el techo verde; ahora si que estaba asustado, tratando de calmarse respiro profundo, estaba tan concentrado en escapar de su perseguidor que había acabado alejándose del rio, ya ni siquiera podía escuchar el agua correr entre las piedras.
Estaba en medio del territorio de los lobos, era carne muerta.
Sin saber a dónde ir o que hacer entro en pánico, su parte felina ya no estaba para escuchar razones de la parte humana que insistía en buscar un lugar para esconderse. Con las garras extendidas para lograr mejor tracción escapo hacia ninguna parte, solo quería alejarse, regresar a casa.
Allí esta.
Un enorme lobo negro salió de entre la maleza. Estaba en franca carrera tras el gatito desgastado; Ryota ya no podía mas, era rápido y ágil, pero su cuerpo había llegado al límite. Antes de poder tener cualquier tipo de reacción sintió el enorme peso de su perseguidor aplastarlo contra la hierba. Era gato muerto.
Kise ya podía sentir las enormes fauces del lobo alrededor de su cuello peludo, seria fácil para ese enorme animal romperlo como si fuera una ramita. Temblando se quedo quieto con la cabeza entre sus patas delanteras, podía tener las de perder, pero no rebajaría a la manada felina suplicando por su vida.
Una enorme lengua comenzó a lamer desde el cuello hasta llegar a sus orejas felinas causándole escalofríos. El lobo lo cubría con su enorme cuerpo impidiéndole cualquier movimiento. Para cualquier ojo no entrenado era simplemente un gran perro descansando en una noche de luna. Para total consternación de Ryota se encontró a si mismo ronroneando encantado por lo que ese enorme perro le estaba haciendo con la lengua.
Era una pantera dorada, trababa de convencerse a si mismo, debía de tener algo de dignidad. Las cosas solo empeoraron cuando el chucho comenzó a restregar el vientre sobre la espalda de Kise, lo estaba marcando y el no podía hacer nada al respecto. Iba a oler a perro por días si ese animal confianzudo no se detenía.
Concentrando la fuerza en las patas trato de ponerse de pie sin lograr nada. El lobo no le iba permitir ir a ninguna parte. Del miedo paso a sentirse enfadado, luego comenzó a sentirse raro. Tenía mucho calor y no era el clima del verano ni la gran manta térmica peluda que tenia encima, era un calor que le venía desde a dentro.
Si no podía ir a ninguna parte al menos aprovecharía que le estaban limpiando la piel dorada concienzudamente. Ese lobo era un experto, de seguro fue gato en otra vida.
Con esos interesantes pensamientos se dejo hacer, podía ser joven pero no era estúpido; de todos modos, no era como que pudiera levantarse y salir corriendo de allí. Cerró los ojos relajo el cuerpo, tenia deseos de balancear la cola, lástima que estuviera prensada entre los cuerpos.
Unas manos grandes recorrieron su costado, manos de hombre; el peso que tenia sobre si había cambiado significativamente, aunque seguía siendo lo suficiente para mantenerlo fijo contra el suelo. A lo lejos escucho los aullidos de la manada, la luna plateada reinaba sobre la noche del bosque y el felino se sentía como el gato en una fiesta de sillas mecedoras.
-!Cambia!- La orden llego fuerte y clara desde el hombre sobre él. Antes de que pudiera detenerse a razonar la situación, se encontró obedeciendo.
La piel suave y peluda de la pantera cambio por una lampiña y de delicioso color blanquecino-Eres una hermosa presa –Sentencio la voz del lobo, baja y profunda - Digna de un lobo hambriento
Kise quiso levantar la cabeza para ver a su captor, pero un brazo fuerte se lo impidió.
-Déjame ir -Exigió la pantera tratando de darle cierta dureza a la voz, sin lograrlo –Mi manada me espera del otro lado del rio.
Una risa ronca vibro en el pecho tibio a su espalda - Ese es exactamente el problema, estas de este lado del rio. Nadie entra a nuestro territorio sin estar dispuesto a recibir un merecido castigo.
El miedo comenzó a invadir cada célula del cuerpo de Ryota
me harás?
Una mano grande recorrió su costado y llego a la cadera apretándola - Tengo el castigo perfecto para ti… Sé cómo vas a pagarme por haber invadido.
Algo muy distinto del miedo tenso el cuerpo de la pantera, el hombre a su espada se bajo quedando acostado de lado. Kise estaba tan asustado que no podía moverse cuando lo único que tenia sobre su espalda era una mano grande que la recorría desde la nuca hasta el comienzo de la curva de su trasero.
Ryota seguía acostado con la mejilla pegada al suelo y las manos a los costados de su cabeza. Un temblor recorrió su cuerpo, se sentía tan caliente que comparado con él, el infierno era una nevera. Desnudo sobre su vientre el pene duro se friccionaba contra la hierba.
fue tu primer cambio?- La voz ronca del hombre junto a él pregunto.
-Hace menos de un año - Jadeo cuando el hombre planto un golpe con la mano abierta en el trasero redondo - Lo juro.
-Mas te vale -Gruño el hombre- No me gusta que me mientan… Eres demasiado joven, pero es hora de que te hagas responsable de tus actos.
Kise decidió que era el momento de correr. "Nunca huyas de un lobo a menos que estés seguro de que puedes escapar", le había advertido su padre en una ocasión. Aprovechando que el lobo parecía encantado frotando los globos de su trasero; sin tiempo para cambiar, se puso de pie y corrió tan rápido como su cuerpo humano se lo permitió.
En su escape pudo escuchar claramente el aullido furioso del cambia formas a su espalda, estaba seguro que el chucho no lo dejaría escapar; la luna era ahora un disco enorme entre los árboles, era simplemente algo difícil de ignorar.
Jadeando salto sobre un tronco podrido, esquivo los enormes arboles, sus pies desnudos se resbalaron un par de veces, no estaban hechos para ese tipo de terreno.
Kise simplemente no podía creer como podía llegarse a complicar tanto un perfecto día de verano. Un paseo familiar se había convertido en una carrera por su vida; lo peor, era que el resto de la manada pensaba que estaba durmiendo en su tienda de campaña, no perdido en medio de ninguna parte, escapando de un enorme canino furioso.
Jadeando se sostuvo de un tronco, las piernas le pesaban como dos plomos, se dejo caer sobre el suelo sintiendo a la enorme bestia que caía sobre él, un gruñido profundo y salvaje lleno el aire. Estaba atrapado.
Bajo la sombra de un gran árbol, que convertía la noche en una tumba, fue puesto con la espalda sobre el suelo. El lobo estaba nuevamente en su forma humana, debía medir por lo menos dos metros de alto como hombre, el cabello corto y azulado, unos ojos azul rey le miraban airados
– Eres mío -Sentencio con voz rasposa sentándose sobre la cadera de Kise- !Mío!
En ese momento la pantera supo que su destino estaba sellado, la enorme erección del lobo hombre que se presionaba contra su vientre era clara pista de cual sería su castigo.
Siendo el menor de una familia de nueve hijos siempre había sido protegido, una vez se había escapado con un amigo de la escuela, su hermano mayor lo descubrió cuando por fin iba a recibir su primer beso. Ahora lo que nunca había entregado seria tomado por la fuerza.
Los grandes ojos verdes de Kise miraban a su captor suplicando en silencio lo liberara; La piel blanquecina contrastaba con la morena del guerrero sobre él, El humano en el estaba aterrado, extrañamente la pantera estaba simplemente curiosa.
-Déjame ir -Susurro Ryota – Por favor… -Se mordió los labios. El hombre podía tomar su inocencia, pero jamás lo sabría por su boca, jamás.
Una mano grande recorrió su quijada, un gruñido animal resonó en el pecho del hombre sobre el. A través de los ojos azulados pudo ver al lobo que observaba atentamente a su presa. Kise estaba seguro que de haberse topado a su enemigo en un club nocturno o en la calle, lo habría perseguido babeando.
Una lástima.
El lobo cambia formas bajo su rostro hasta quedar a milímetros de la boca de Ryota, buscando un beso. El hombre más pequeño aparto el rostro. Lagrimas brillaban en los ojos verdes de la pantera
–Haz lo que te dé la gana.
Una sonrisa cruel se dibujo en el duro rostro masculino –Eso es precisamente lo que voy a hacer, pequeño gatito.
Kise apretó los labios negándose a si mismo la opción de suplicar. Era un hombre, no un cachorro, actuaria en consecuencia.
Una lengua húmeda y tibia recorrió su quijada hasta llegar al lóbulo de su oreja causando un estremecimiento que llego hasta la base de su polla, luchando para no tocar el suave cabello del lobo hombre puso las manos a cada lado de su cabeza cerrándolas en un puño hasta que los nudillos se le pusieron blancos.
-Sabes tan bien -Comento el desconocido acariciando sus costillas mientras la boca asaltaba una de sus tetillas haciendo que Kise arquera la espalda se hubiera imaginado que los estirados felinos fueran tan putas?
-!Aaaah! -Jadeo Tommy al sentir el pellizco cruel en el pezón que no era torturado por la lengua y los dientes del can – Déjame!
- Tu boca me pide una cosa -Se burlo el lobo lamiendo su camino vientre a bajo -Mientras tu pene llora por falta de atención.
Ryota estuvo seguro de una cosa, jamas había deseado tanto y odiado hasta el punto del dolor a otro ser
– !Te odio!- Chillo cuando sintió los labios alrededor de su pene.
-Lo noto -Comento el enorme guerrero entre sus piernas mientras se tragaba la erección de un sorprendido Kise.
Metiendo un dedo grueso en el culo apretado del hombre más pequeño comenzó con su dulce ataque a la próstata. Un gruñido felino rasgo el velo de la noche cuando después de unos cuantos lametazos se venía duro en la boca del hombre mientras este ya tenía dos dedos excavando dentro de el.
-!Ahhhh! –Grito Kise cuando volvió a ser consciente de si mismo después de los espasmos de su primer real orgasmo; estaba sobre sus manos y rodillas, con el culo al aire.
Antes de que pudiera protestar sintió como el enorme eje se introducía en el hasta las bolas sin ninguna otra preparación.
–!Noooo! –El ardor fue tan intenso que pensó que se desmayaría, ese hombre era tan grande como un caballo.
Arañando la tierra con sus garras extendidas comenzó a arrancar la hierba desde la raíz. A lo lejos aullidos y gruñidos de lobos se escuchaban desde la espesura a unos cuantos kilómetros, al parecer estaban en su propia fiesta.
La luna, diosa de los lobos ejercía toda su influencia sobre los cambia formas llevando a las criaturas hasta un frenesí por encontrar a su pareja destinada.
Los constantes golpes en su próstata estaban acabando con la cordura de Kise. Estaba siendo tomado duro y sin ningún tipo de contemplación. No sabía si suplicar que se detuviera o que siguiera fallándoselo hasta llevarlo a la estratosfera. Justo cuando sus bolas se estaban pegando a su cuerpo, listas para liberar su semilla.
El hombre más grande a su espalda se vino fuerte dentro del apretado culo sin importarle en lo más mínimo la condición precaria de Kise. Antes de que el nudo se formara y aun liberando semen el hombre se retiro abandonando a la joven pantera a su suerte en medio de la espesura del bosque.
La sensación de abandono que sintió Tommy no tenía punto de comparación. Había sido tomado, usado y luego dejado atrás. Todas sus estúpidas ideas románticas rotas en solo acto que lo hizo sentir sucio.
Si tan solo pudiera decir que no lo había querido, eso salvaría algo de su dignidad, pero si el lobo continuara allí estaba seguro que le estaría rogando para que le ayudara a correrse.
Tomando su forma animal Kise camino tambaleándose, alejándose lo mas rápido que sus patas temblorosas le permitían, del lugar donde sus sueños habían muerto. Camino sin rumbo por un tiempo hasta que escucho el sonido del agua que se golpeaba entre las piedras.
El rio estaba cerca.
Un kilometro y llego a la orilla del agua. La nariz felina levantada al viento, estaba cerca del campamento familiar. Caminando por la orilla logro encontrar un estrecho por donde cruzo en unos cuantos saltos sin mojarse mucho las patas peludas.
Apenas se metió dentro de la tienda se escondió bajo las mantas. Su hermano mayor dormía como un tronco, así que no escucho la llegada del gatito fugitivo. No había terminado de calentar el saco de dormir cuando escucho los aullidos de los lobos desde el otro lado del rio y los gruñidos de los felinos que respondían desde el campamento.
Lo que había sido un tranquilo paseo familiar se transformo en una salida de emergencia. El territorio de los lobos había sido invadido y las panteras doradas debían salir de allí para no acabar en medio de un fuego cruzado. En medio de todo el alboroto nadie noto el semblante pálido del felino más joven, ni el olor a lobo que se le había pegado a la piel blanquecina.
Semanas después
— !Niño por Dios! — La voz de la abuela llego desde el otro lado de la puerta — por tu culpa tus hermanos van a llegar tarde otra vez.
— Tengo veinticinco años— se quejo el felino por enésima vez, aun a sabiendas de que sería como sembrar entre piedras —. Debería tener mi propio auto y no tener que viajar con mis hermanos ¡No es justo!
— Justo o no viajaras con tu hermano Niño—, gruño la vieja gata— y mas te vale que no sigas enfurruñado o yo misma entrare a zurrarte el trasero.
La amenaza, fuerte y clara de la gata, fue suficiente para que Kise reevaluara la situación. De un salto salió de las mantas y corrió al baño, había que ser muy idiota para meterse con la madre del Alfa de la manada felina.
En ocasiones le parecía ver a su propio padre encogerse en su propia piel cuando ella lanzaba miradas asesinas a la familia cuando alguien quería pasarse de listo. La abuela tenía sus muy bien plantados quinientos años. Aunque a simple vista parecía una mujer de unos robustos cincuenta.
Ryota no quería arriesgar su fino pellejo, así que se ducho rápido, luego se vistió con lo primero que encontró en el armario. Pasando por el espejo estudio sus tristes ojos verdes, con una liga ato los ensortijados mechones rubios que conformaban su cabello. Terminando de cerrar el botón de la cinturilla de sus pantalones bajo corriendo las escaleras. Cuando llego al comedor, ya sus hermanos estaban terminando de desayunar.
— !Lo siento! — Se disculpo sin mucha sinceridad—, me quede dormido—
— .Dormido? — Gruño Taiga mostrando los colmillos—antes eras el niño estudioso de la familia, y ahora prácticamente hay que arrastrarte a la escuela.
Kise le dio un mordisco a la rebanada de pan tostado que tenia a la mano, levantado los hombros y dejándolos caer, trato de fingir despreocupación.
— No eres el único con derecho a ser un holgazán— se defendió llevando el vaso de leche a su boca para tratar de meterse a la fuerza el desayuno.
Taiga era un chico grande, ya tenía los treinta años, aunque en el mundo felino era lo mismo que decir un adolescente, ser el séptimo hijo de nueve hermanos lo hacía comportarse como todo un hermano mayor con Ryota. Levantándose de la mesa, extendió todo su metro ochenta de altura, tratando de imponer su presencia al metro setenta de la pantera más joven.
La piel trigueña un poco más oscura que la de Tommy, el cabello rojo como el mismo fuego y los ojos del mismo color mirando al chico mas pequeño como si se lo fuera a servir de postre.
— No te atrevas a llamarme holgazán—, advirtió Taiga mostrando los colmillos—, eres una pequeña mierda consentida, eso es todo.
Los demás hermanos salieron del comedor, cada uno a ocuparse de sus asuntos, dejando a los dos felinos revoltosos solos para que fueran el desayuno de la abuela. Kise podía ser pequeño, pero no se la iba a poner fácil a Taiga, estaba cansado de ser el hermano menor, el bebe de la familia.
Tirando la silla se puso en posición de ataque contra su hermano, las finas garras se extendieron en sus dedos y los colmillos se prepararon para encajarse en la piel del hermano metido. Estaban a punto de caer uno contra el otro cuando sintieron el agua fría empaparlos de pies a cabeza. La abuela había tirado una cubeta de agua con hielo encima de los nietos revoltosos.
—Dejen de comportase como unos críos o voy a usar sus pieles como alfombra en la entrada principal—, sentencio la mujer.
Sus ojos negros miraban de uno a otro, dejando claro que no quería más jueguecitos.
—Si llego a darme cuenta de que se pusieron a pelear en la escuela —… dejo la frase inconclusa, a sabiendas de que sus nietecitos sabrían perfectamente cuales serian las consecuencias.
La madre del Alfa era algo digno de temer. Desde que la madre de los felinos había sido asesinada unos anos atrás, la abuela tomo muy enserio su papel con los pequeños cachorros.
—!Si abuela! — Respondieron los chicos sin mucho convencimiento.
Después de subir a sus habitaciones y vestirse otra vez, en la entrada los esperaba Takao con una sonrisa de oreja a oreja
— Ustedes son unos imbéciles—, comento el felino mientras seguía a sus hermanos hasta el coche— tenían que saber que la abuela los oiría desde la cocina—.
Si las miradas pudieran matar, Takao, el octavo hijo, seria hombre muerto desde que había comenzado a hablar. El chico media menos que Taiga, pero su bocaza superaba con creces su falta de estatura.
La manada aparentaba ser una familia grande, todos sus miembros vivían en un imponente condominio. Juntos manejaban varios clubes nocturnos que nunca pasaban de moda en la ciudad. Tal vez todo se debía a que los cambia formas pantera eran criaturas hermosas en su forma humana. La piel color clara, el cabello de variados colores, y los ojos de mirada lujuriosa, hacían de los especímenes de esa raza, tanto machos como hembras, sexo en dos piernas.
En la escuela todo marchaba igual. Todo lo que antes había sido importante para Kise había perdido color, era como si el mundo estuviera envuelto en sombras grises.
Para un cambia formas felino, tener veinticinco años era lo mismo que para un humano tener dieciocho, su proceso de crecimiento era lento, cuando alcanzara los cincuenta años sería considerado un adulto, aunque a su edad ya era apto para tener pareja. Lástima que su padre había hecho público de que quien tocara a su hijo se debía considerar cadáver.
Con una sonrisa triste fue a su salón de clases, otro día más en el infierno. El profesor de filosofía comenzó a hablar de sustancias, de fenómenos y otras tonterías. Después de los primeros veinte minutos, Ryota se perdió viendo por la ventana.
Era otoño, así que los arboles lucían sus hojas de un interesante color oro, una brisa fría movía las ramas meciéndolas cansinamente.
Cerrando los ojos dejo salir un suspiro cansado, desde el asunto con el enorme lobo no era el mismo. Sabia por los otros cachorros de la manada, que muchos tenían sexo por diversión con desconocidos en los clubes de la familia y ninguno pasaba de tener un buen rato. Pero en su caso las cosas no eran así, sentía un vacio y una tristeza que se le había metido por la piel hasta llegar a sus huesos. Como si extrañara algo que nunca había tenido.
—!Señor Kise! — Trono la voz del profesor— otra vez pensando en la razón de la existencia.
Kise era tímido por naturaleza, el ver a toda la clase mirándolo como si fuera algún espécimen del laboratorio de biología, no ayudo con su sonrojo
—Lo siento— logro balbucear sintiéndose aun más tonto. El profesor le dedico una mirada reprobatoria y continuo con la clase dándose por satisfecho con la cara compungida del chico.
El timbre que anunciaba el receso para el almuerzo lo saco de su triste ensoñación; en ocasiones sentía deseos de decirle todo a su padre, como Alfa de los felinos este pediría el pellejo del que se atrevió a ponerle más que una pata encima a su hijo más joven, pero llegado el momento no se atrevía.
— !Ryota! — La voz de su mejor amiga le gritaba desde el otro lado del comedor —. .Donde te habías metido? —
