¡Hey! He aquí mi nuevo bastardo, el primero que me hace sentir orgullosa y el único que pienso legitimar.
Es un AU ambientado en la Antigua Roma & Grecia con una fuerte influencia en los mitos de la misma época. Las advertencias son demasiadas pero cuando vean la lista de parejas que presentare ya sabrán decidirlo por sí mismos.
Parejas: Ramsay Bolton/Theon Greyjoy; Damon Bailaparamí/Jon Snow; Roose Bolton/Robb Stark. Y algunas menores como Theon Greyjoy/Robb Stark; Samwell Tarly/Jon Snow; Theon Greyjoy/Jon Snow; Roose Bolton/Theon Greyjoy; Roose Bolton/Jon Snow; Ramsay Bolton/Jon Snow o Damon/Todos.
Referencias:
Dominus/Domina: Amo/Ama.
Servus: Esclavo.
Consul y Praetor: Durante la Republica, los que empleaban mayor cargo político en Roma eran dos consules, cuales tenían un rango similar al de un Rey y Reina. Y un praetor por debajo, sería el equivalente de la Mano del Rey. Estos cambiaban cada semana, pero aquí esto no sucederá.
De Poniente a Roma:
Invernalia= Gallia.
Desembarco del Rey= Roma.
Islas del Hierro= Grecia; Macedonia es equivalente a Pyke.
Prólogo
En el 148 a. E. C., escondido en medio de los pechos de su madre presenció el momento en que las rodillas de su padre se hincaban en el suelo y los ojos que con anterioridad estaban llenos de deseos de apoderamiento de Grecia, lentamente se enfriaron y se colocaron a la altura de las sandalias del gran bárbaro que lo derrotó con el gigantesco mazo, cual le quitaba unas cuantas cabezas de diferencia. Y con los gritos y pataleos que un pequeño niño de nueve años lograba crear, vio por última vez la ausente despedida de su padre y las compungidas lágrimas de su madre y su hermana.
Él también quiso llorar, no obstante, se reprimió cualquier sentimiento que pudiera tener. El Mare Superum era inmenso a la vista de un niño, y en el barco que lo alejaba de la húmeda libertad de Macedonia iba acompañado de robustas bestias que le sonreían con una amabilidad que le calaba el miedo mucho más profundo que el tridente de su buen amado Poseidón. Mostrar debilidad en ese escenario no sería bueno, él debía manifestar su fortaleza y erguir el cuello ante las oscuras nubes que cubrían lo que en algún tiempo llamó hogar.
Hasta ese entonces hubiese asegurado que esas fueron las nubes más oscuras que jamás haya conocido, y el negro de las que actualmente cubrían el cielo de Gallia las convertía en un cruel chiste. Theon Greyjoy se entretuvo en las formas que las mismas establecían y volvió su mente a la situación cuando su cuello comenzó a palpitar y doler.
—¿Esta segura, Domina? —El mercader preguntó mirándolo de reojo. —Ya sabe, aún puede conservarlos, son de muy buena calidad.
—No, ya he tomado una decisión. No los quiero más aquí.
Catelyn Tully siquiera alzó los azules ojos para darle al menos una dulce mirada en la que ocultara lo poco contenta que estaba con su presencia. Desde un tiempo que la mujer ansiaba lograr su cometido, para ser exactos a partir de la defunción de su esposo. El Dominus Eddard Stark pereció no hacía más de unos ligeros meses, en las manos de los verdugos del Consul Joffrey Baratheon y Cat en la tristeza decidió deshacerse de las molestias que su esposo acarreó con las guerras.
Theon ladeó la cabeza y suspiró encontrándose con la maraña azabache que conformaba la brillante cabellera de Jon Snow. Los ojos grises de este estaban caídos, sin expresión alguna, y en contraste los dientes rechinaban, demostrando la irritación que le colmaba el corazón.
—Si quieres puedes decir algo y oponerte, Snow. —Sonrió socarrón, al igual que el día en que nació esta llegaba siempre en un mal momento.
—Cierra la maldita boca, Greyjoy. —La voz de Jon era suave, otra de las cuantas cualidades que le enriquecían la belleza. —¿Crees que no lo haría? Robb lo intentó y de mucho que nos ha servido.
Si Robb Stark estuviera presente su suerte sería otra y no estaría ahogando lamentos en su interior. La noche en la que Catelyn confesó su idea, Robb enrojeció y saltó de la mesa exaltado, unos rastros del trozo de carne que se había llevado a la boca todavía eran visibles y parecía que en cualquier santiamén se atragantaría con ellos.
—¡No, madre! ¡No puedes! —Gritó golpeando la mesa con los puños muy apretados. —¿Acaso te has vuelto loca? ¡Es inhumano! ¡Ellos son parte de nuestra familia!
—Somos Stark. Snow y Greyjoy, ellos no son parte de nuestra familia, Robb. —Catelyn se limpió las manos y le dio un leve empuje hacia atrás a la silla.
—¡Los apellidos no importan! ¡Son mis hermanos! —Robb volvió a golpear la mesa, la saliva espumeaba en las comisuras de su boca. Catelyn se estremeció y bajó la vista. —¡Ellos forman parte del recuerdo de padre!
—El recuerdo de tu padre vive en ti, Robb y en tus hermanos, tus verdaderos hermanos. No ellos, ellos no lo son.
—¡Si lo son! Ellos son las victorias de padre, los mejores recuerdos sobre él. —El tono de Robb fue débil y aun así remarcó la firmeza en la sentencia. —¡Padre nunca aprobaría tal barbarie! ¡No te permitiré hacerlo! ¿Me has oído, madre? ¡Te prohíbo volver a decirlo!
En su vida imaginó ver en tal estado de cólera al joven galo que lo llamaba hermano. Se paralizó apenas este inició a gritar, a la par con Catelyn. Y en el final, se lo agradeció en el desarrollo de los días. No supo cómo, pero Robb de una forma u otra apaciguó el arrebato de su madre, cual desapareció con la insistencia y se remontó aún más poderoso con la partida de Robb al centro de la ciudad de Roma en busca de la cabeza de su padre.
Theon se detuvo en el rostro del mercader, era un hombre de facciones gruesas y morena piel con manchas. Con los siete pies y dos pulgadas de altura tuvo que encorvarse para extenderle la bolsa de monedas a la señora. «Tienes que estar ebrio para creer que me meterás allí.» Levantó una ceja junto a su labio superior, exponiendo con minucia los dientes al calcular lo diminutas que eran las jaulas en la carreta. Si no tuviera las manos fijamente encadenadas, daba por hecho que tendría una espada entre los dedos y sus muñecas se estarían meneando entorno al mango de la misma, y no como ahora que se amontonaban en el bronce que laceraba su piel.
—Le pediré que espere a que cumpla dieciocho. —Catelyn susurró refiriéndose a Jon. —Es muy joven para esto.
El muchacho esbelto que alcanzó sus quince años se paralizó en un escalofrío y los grises ojos se humedecieron. Theon advirtió que hasta el momento Jon anduvo entre sus fantasías y recién con las últimas palabras que la Tully le dedicó al mercader regresó en sí. Sintió la idéntica lástima que sentía por sí mismo sabiendo que por uno sobrepasó los dieciocho años de edad.
El mercader con una negra sonrisa lo agarró por las cadenas y tironeando de estas le hizo dar torpes pasos hacia adelante, traqueteó al quedarse enfrente a Catelyn. Jon fue más ágil y llegó allí con la espalda derecha.
—Ahora, servus. —El hombre se aclaró la gruesa voz. —Despediros.
Ninguno de los dos movió los labios. Theon solo le dio una corta agitación a las cadenas, consiguiendo un nimio tintinear, y fijó el rabillo del ojo en Jon, quien agachó la cabeza.
—Despediros, servus. —El mercader volvió a ordenar.
—No es necesario. —Catelyn comentó.
—Créame, Domina, es totalmente necesario. —El mercader replicó. —Tienen que comenzar a aprender en qué posición están y comportarse como tal.
El hombre robusto se humedeció los dientes incisivos, enredó los gordos dedos en el rizado cabello de Snow y tiró de este hacia atrás con tan fuerza que Theon sintió un punzante dolor en las finas hebras de su pelo, tal como si fueron estas jaladas. Jon gimió y crujió los dientes, la Domina de Gallia expulsó un temeroso gritito al cubrirse la boca.
— ¡Despediros, servus!—El mercader gruñó. —No me hagáis repetirlo.
Sus piernas temblaron y estuvo a punto de caerse de bruces, el hombre le daba tanto miedo como en sus tiempos le dio la afilada espada del Dominus Stark.
—Por favor, Domina. —Suplicó por lo bajo. —Por favor, no.
Aguardó a que el mercader viniera a por él, seguramente hubiese escuchado su desobediencia si Jon no habría elevado la voz.
—Aprecio la cortesía que ha tenido para conmigo durante tanto tiempo, le estaré eternamente agradecido por todo lo que ha hecho por mí. —Jon comenzó con sobriedad. —Pero es hora de despedirse. Adiós, Domina.
Theon se sorprendió, Catelyn empalideció mientras se le llenaron los ojos de un profundo e inocultable desprecio. El mercader soltó una hosca risa y los cabellos del muchacho, y le palmeó la espalda.
—Buen chico. —Lo alagó. —Ahora es tu turno, Griego.
Al despedirse de Catelyn su voz salió vacilante y el mercader en consecuencia lo derribó de un puñetazo en el rostro. Theon Greyjoy se frotó las mejillas tratando de apaciguar el dolor durante los tres días que conllevó el traslado de Gallia a la abultada y llamativa ciudad de Roma.
Los tres días encerrado en la pequeña jaula fueron de los más tortuosos que pasó en su corta vida. Los barrotes se pegaban a su túnica y en la fricción cosquillaban su piel ocasionando que sus uñas deambularan sin cesar por las áreas afectadas y crearan ronchas o aberturas en ellas. Parte de la piel que se arrancaba se amontonaba debajo de sus uñas.
Sus rodillas se doblaban en torno a su vientre y su espalda junto con su cuello se inclinaba en desmedida obteniendo un lugar en la superficie. Sus labios se secaban, el mercader pasaba por alto los pedidos y tiraba con más fuerza de las riendas. Los caballos galopaban con mayor velocidad y en los caminos rocosos las jaulas revotaban, al igual que su cabeza que se golpeaba contra los duros fierros.
Los relinches de los animales y el olor a orín que emanaban sus ropas no le permitían el sueño, las oscuras bolsas caían en sus parpados y sus ojos se enrojecían cada vez que los frotaba. Y expuesto al quemante sol romano, su cabeza ardía y punzaba con los potentes golpeteos de los rayos de este.
Jon Snow no la pasaba mejor, su aspecto era terrible. Tenía los cabellos enmarañados, quebradizos y secos, las marcas del ceño fruncido ya incorporadas en su frente y los brazos enredados en las ropas desacomodadas. Ambos compartían la curvada postura y los duros huesos que en cualquier nuevo y mínimo movimiento sonaban estrepitosos.
El muchacho a ratos dormía, Theon envidiaba la facilidad con la que conseguía hacerlo. Y al verlo despertar, le dedicaba una áspera sonrisa, la cual era correspondida con un bufido e indiferencia.
—Nunca quisiste acostarte con las esclavas y ahora serás uno de ellos. ¿Irónico, verdad?
Los Stark a pesar de su moralidad anti esclavista eran una de las familias con mayor cantidad de esclavos, casi alcanzando a los Baratheon y Lannister. Theon folló con cada una de las esclavas, desde la más agraciada y virginal hasta la más ordinaria y mancillada. El discrepaba con la excentricidad del bastardo, mientras se tuviera un coño húmedo no habría razón de queja.
—Ya podrás dejar de tenerles miedo.
Entendía lo sentimentalista que era Jon en cuanto a su origen, no obstante, si de él se tratara, no conquistaría el desinterés que su sangre necesitaría para poner resistencia a los deseos de su cuerpo. Después de todo él era un hombre de hechos impulsivos y no uno sentimental.
—No recuerdo cuantas veces te he dicho que tienen dientes pero que no muerden. —Relamió sus labios con la escasa saliva. —Ellas saben usar sus bocas.
—Yo se usar mis manos. —Jon refunfuñó. —Y si pudiera las estamparía en tu estúpido rostro.
—Lo sé, es una ventaja que estés en esa jaula. —Bostezó. —Solo quería animar el viaje, eres un aburrido y jodido aguafiestas.
—No quiero ser parte de tu diversión.
A su alrededor se hallaba puro verde, desde los empinados árboles, los hinchados arbustos y los extensos montes. Lejos del frio y la nieve de Gallia, el trópico clima de la ciudad de Roma se acercaba. Sería la primera vez que la conocería, oyó de la historia de los Consules, los numerosos entretenimientos en las arenas de Roma, la guerra entre las dinásticas familias Baratheon y Lannister, entre otras tantas cosas que componían la sublime Roma. Antes hubiese querido establecerse allí y disfrutar de las extravagancias, y ahora que se encontraba en la plaza comercial deseaba regresar a los fríamente cálidos días del pasado.
—Estirad las manos.
Los caballos cesaron su andar enfrente del templo de Pietas. El mercader abrió la puerta de las celdas y ambos salieron de ellas con lentitud y torpeza. Tambalearon, incapaces de mantener tiesos sus propias piernas hasta que sus huesos y músculos reaccionaron por completo. Sus brazos se alzaron sin queja, tan rápidos como los de Jon. El mercader entrelazó la gruesa soga entre las cadenas y jaló de esta al iniciar su caminata. Su hombro se frotaba con el del otro a medida que el hombre acortaba la distancia de la soga y que los empujes progresaban.
En camino se constituía por diversos productos. De esquina a esquina, las calles se recubrían con vendedores de frutas, carnes, especias, telas y armaduras de baja calidad, y los que más destacaban y recibían la mayor atención eran los portadores de esclavos.
Una subasta pública estaba siendo llevada a cabo, una larga y proporcionada mujer de piel morena era expuesta desnuda sobre una alta plataforma. Los penetrantes ojos romanos se le calvaban, unos esbeltos y otros rollizos dedos le picaban la piel y un letrero le colgaba en el cuello, en este se leían las cualidades de la mujer, defectos y sus orígenes, ningún nombre se talló. Las desconocidas e indecorosas manos contorneaban la silueta de la mujer, deteniendo las uñas y presionando las ubicaciones más carnosas aun después de que un joven hombre realzara la voz reclamándola y mostrara la bolsa de denarios. Este tuvo su oportunidad de palpar el cuerpo de la mujer al entregar las monedas al cuestor. A diferencia de los demás, la acariciaba con fraternidad y la conducía con dulces palabras debajo de la plataforma.
—¿Es un buen amo? —Jon preguntó, el sonrojo le llenaba las mejillas y orejas.
—Puedo asegurarte lo contrario, servus. —El mercader sonrió divertido.
—¿Es uno de tus clientes recurrentes?
—Sí, no compra menos de diez esclavos por mes. Es un hombre insaciable, no ha nacido el esclavo que haya podido satisfacerlo. —El mercader se pausó tomando aire. —No dejes que te venda ese espectáculo, los huesos de esa esclava serán devueltos en una semana al vendedor. Es un coleccionista de pieles con perros de estómago sofisticado.
— ¿Nos venderás a él?
—No lo dudaría, sus monedas son de oro.
—¿T-tendremos que subirnos a esa plataforma? —Theon intervino con su lengua trabada en la conversación.
—No, servus. Tú eres un botín sofisticado, si permitiera que esas sucias manos te contaminaran tu precio se reduciría y estoy seguro que no querrías ser vendido a un amo pobre. —El mercader daba zancadas más amplias. —Serás vendido en un importante almacén.
—¿S-solo yo?
—No veo a otro servus apto para la venta, ¿tú sí?—El mercader respondió con ironía.
«Una sola venta, un solo hombre obligado a dejar atrás su historia.» Theon se estremeció. Él era Theon Greyjoy, el último hijo de Balon Greyjoy y heredero de Macedonia y la entera Grecia. No era nada más ni menos que un importante dominus, su descendencia y la leyenda de su casa eran legendarias.
Entraron a un abandonado almacén, la tierra disminuía la visual y los sollozos de los esclavos encerrados en las inhumanamente diminutas jaulas entorpecían el guiar del ruido de las sandalias del mercader. Al final del pasillo que las celdas formaban se encontraban otras dos con el triple del tamaño. El mercader los introdujo en ellas.
—No te pongas cómodo, Griego. —El mercader dijo al asegurarse de que la puerta estuviera bien cerrada. —Mañana apenas el sol se ponga tendrás visitas.
—¿M-mañana?
—¿Eres sordo, servus estúpido? —El hombre gritó pateando los barrotes. —Mañana es mañana ¿oíste? Sera mejor que ocultes tus deficiencias en la subasta, nadie desea un esclavo imbécil.
—¡No! ¡No puedes venderme! —Liberó la voz desde lo más profundo de su pecho. —¡Soy Theon Greyjoy, heredero y príncipe de Macedonia! ¡Mi padre te matara por esto! —Theon estaba seguro que el moriría antes de que su padre se enterara siquiera de la menor proporción de su situación.
—Hablas mucho, servus. Mantén quieta esa viperina lengua si quieres seguir teniéndola dentro de tu boca. ¿Cuánto crees que valga un griego sin lengua? Sabes, es una desventaja para ambos. —El mercader se rascó los sucios cabellos. —Te recomiendo dormir durante estas últimas horas y empieza a despedirte, no quiero que mañana me hagas perder tiempo con cuestiones de amor.
El mercader se volteó y echándoles un rápido vistazo a los demás esclavos, se marchó. Les deseó buenas noches en general y cerró la puerta con gran estrepito.
—No, por favor, no me venda. —Coreó con el chirrido de la bisagra.
Era una habitación oscura, demasiado oscura o el fondo de una pesadilla de la que aún no despertaba. Los esclavos con menos fortuna que él se durmieron entre los gritos y llantos, oyó voces de mujeres, hombres, niños y niñas. Él se lamentó por lo bajo y se acurrucó en una esquina. Esta celda contaba con paredes que le obstruían el paisaje, cual se traslucía en los barrotes de la puerta de la misma.
—Theon. —Jon lo llamó. —Theon, ¿estás despierto?
Theon se arrastró de la esquina a los barrotes de la puerta, solo sus muñecas cabían en las separaciones de estas. Sacudió sus manos entre la longitud que alcanzaron a salir y golpeó con suavidad los fierros causando ecos.
—Por ahora lo estoy.
Jon también filtró las manos por medio de los barrotes. Theon escuchó el sigiloso andar de este por la jaula.
—Tenemos que hacer algo, Theon.
—¿Qué cosa? —Rio tratando de ocultar su desesperación. —No me digas que piensas en escapar, Snow. No me hagas reír por algo tan estúpido.
—¿Estúpido? Tu eres estúpido, Greyjoy. —Jon retomó su seco tono. —Debemos escapar antes de que el sol se ponga, tenemos que irnos de aquí. ¿Acaso quieres ser vendido?
—¡Claro que no! Pero, dime, ¿cómo se supone que saldremos de estas celdas? —Silencio, Jon no supo ni tuvo una lógica respuesta a su pregunta. —Lo sabía, quieres escapar pero no sabes cómo empezar ¿cierto?
Theon chasqueó la lengua y se acomodó una vez más en una de las sombrías esquinas. No estaba en sus planes sonar tan hosco, él deseaba ser libre más que nadie en esa habitación y el saber que era algo tan imposible como el obtener agua le jugaba en contra de sus esperanzas.
— ¡Se cómo! Sé cómo y necesito de tu ayuda Theon.
—¿Dime en que ayudaría? —Preguntó recostando la cabeza en los brazos cruzados en sus rodillas. —¿Cómo se supone que escaparíamos?
—Primero debemos procurar que mañana no seas vendido, cuanto más tiempo tengamos juntos podremos planificar un buen escape.
—¿Cómo? Ya lo oíste, el me venderá.
—Lo sé, pero no podrá venderte si estas herido.
—¿Herido? —La palabra agriaba su lengua. —¿Y dime como lo haré? No tengo nada más que mi túnica. La oscuridad no te está dejando pensar apropiadamente, Snow.
—Hay una forma, Theon, solo escúchame. Tienes que quebrarte una pierna o un brazo, es la única forma. ¿Recuerdas cuando te quebraste el dedo en los bosques de Gallia? Tardo tres semanas en soldar, pero si es algo más grave más tiempo tardará en repararse.
—¿Estas realmente loco, Snow? Nunca haré tal cosa. ¿Y después? ¿Cómo escaparé con una pierna rota? ¿Cómo sobreviviré al dolor de un brazo desprendido?
—Tienes que hacerlo, Theon. Es la única forma de que no te vendan. Cuando salgamos de aquí cuidare de ti, contratare a todos los doctores para que te curen.
—No, no, prefiero ser vendido. —Mintió, imaginar cómo sus huesos se quebraban le daba nauseas. —No lo haré.
En los largos inviernos de Gallia, a sus cortos once años, junto a Robb y Jon jugaba a la guerra en los nevados bosques. A veces era el escudero del Stark, otras el del Snow o simplemente un guerrero isleño que se alzaba en contra de sus enemigos. Ese día participaba como el escudero de Jon, no le gustaba tener un puesto inferior al bastardo pero el azar lo decidió así y ninguna queja salió de sus fríos labios. Siguiendo a Jon se escabulló entre los árboles para aproximarse a Robb y luego, traicionar a su caballero. Fue descubierto por el mismo mucho antes de que sus planes se efectuaran.
—Nunca confíes en un Greyjoy. —Jon le dijo con el ceño fruncido alzando la rama que utilizaba como espada. —En nombre de Robert de la Casa Baratheon, el primero de su nombre, gobernante de los ándalos, los rhoynar y los primeros hombres, señor de Roma y Protector de la Republica; y por orden de Jon-
—Tú no puedes matarme, bastardo.
Theon se echó a correr sin dar tiempo a que Jon terminara el discurso y la rama descendiera a su cuello. Jon soltó un sorpresivo alarido y arrojando la rama al suelo lo persiguió. Corrió tan rápido como sus piernas le permitían y entretanto giró la cabeza para asegurarse de que el bastardo siguiera lejos.
En la exaltación no se percató de que enfrente tenía el torso de Robb, cuyo le hizo caer de improvisto. Su rostro fue amortiguado por la blanda nieve y sus manos cayeron entre las rocas cubiertas. El dedo medio de su mano derecha impactó tieso en estas, doblándose forzoso. Theon supo lo mal que se encontraba al oír el ruido del hueso cortando la piel y exponiéndose al exterior.
Chilló al ver lo blancuzco del hueso y lo rojo en la sangre que untaba su mano, y lo hizo mucho más alto al momento en que Luwin le introdujo el dedo entre dos maderas y presionó estas metiendo el hueso en su lugar. Durante toda una semana vivió a base de leche de amapola y en las otras dos se mantuvo sin actividad, con una mano no podía utilizar el arco ni cabalgar debidamente, solo estudiar latín junto al aburrido preceptor. Se sentía estúpido con los grandes y pesados trozos de maderas enlazados en su dedo, no por el hecho de que no podía usar guantes y su mano se congelaba, sino que las muchachas al ver el ridículo adorno en su mano se reían de él.
El dolor fue tal que incorporó cierta antipatía a correr en la nieve y traicionar a Jon Snow. No obstante, en ese entonces había sido un dedo ahora se le pedía un brazo o una pierna por completo. Al pensarlo sentía picazón en los lugares solicitados y su estómago revolver llevando la bilis a su garganta.
—Por favor, Theon, hazlo. —Jon insistió. —Hazlo por mí, no te atrevas a dejarme solo aquí. No podré sobrepasar esto solo, si ese hombre me compra me quitará la piel. Y a ti Theon, si es a ti, él te matara y yo sufriré con tu muerte. —Sorbió. —No me hagas esto, por favor.
«Es un juego sucio.» Theon no emitió sonido alguno y se mordió el labio inferior. Con la espalda en el final de la jaula estiró su pierna izquierda situando los primeros dedos en medio de los barrotes. Inhaló y exhaló tantas veces que la sucesión de segundos que trascurrieron podían transcribirse en unas extensas horas.
El desgarrador grito que llenó la habitación le dio a Jon una noticia de su valentía y el crujido procedido por un mínimo levantar de la tibia le proporcionó a Theon la atormentada noción y unas lágrimas en sus pestañas.
Fue la noche más larga de su vida, en los alaridos el dolor se acrecentaba. Siquiera quitó su pie de los barrotes y trató de resistir inmóvil en esa incómoda posición. Su hueso no alcanzó a perforar la piel, rozando los dedos por encima de la rodilla lograba captarse el levantamiento.
Tal como prometió, el mercader en la temprana salida del sol abrió la puerta, llevaba las llaves en los dedos y jugaba con estos invadiendo el importunado ambiente con un armonioso tintineo. Las tumultuosas zancadas del robusto hombre se hicieron más potentes en su cercanía.
—Espero que hayas tenido un buen sueño.
El mercader se acuclilló enfrente de la puerta y al abrirla la pierna de Theon cayó, el talón golpeó el frio metal y rebotó agravando la herida. Gritó y estiró los brazos escondiendo su pierna.
—¿Qué es lo que sucede, Griego?
El hombre agachándose le tomó el pie y jaló de este con tal fuerza que Theon se sintió en el propio infierno. Las lágrimas como cuencas se instalaron en sus mejillas y se desbordaron por su barbilla.
—No, por favor, deténgase. ¡Duele! ¡Duele mucho!
El mercader habló entre dientes y enganchó los dedos en sus revueltos cabellos. Fue tironeado de estos hacia afuera, sus rodillas se chocaron con el suelo y en el arrastre el hueso golpeteó implantando un corte en su piel.
—¿Qué has hecho? —El mercader preguntó con rapidez, la saliva que este escupía se dirigía a su rostro.
—N-nada, no hice nada. —Lloriqueó. —¡Por favor, haga que deje de doler!
El mercader se dirigió a una de las jaulas pequeñas, de esta agarró las esbeltas piernas de una mujer que ponía resistencia. Con unos cuantos golpes el hombre alcanzó su quehacer y la mujer se puso en pie con torpeza. Theon observó a Jon por encima de sus hombros, los ojos se matizaban de casi el mismo miedo que lo revestía.
—Cuéntame, servus, ¿está el griego diciendo la verdad?
Theon negó con la cabeza, si el mercader sabía la verdad lo mataría. La mujer temblaba siendo palpada por las gruesas y callosas manos. Sus ojos se conectaron a los cristalinos de ella, le suplicó con ellos hasta que se separaron y la mujer estuvo en el perímetro del mercader.
—¿Cuánto piensas tardar para darme una respuesta? Rápido, dime si miente, ¿o debo golpearte para que muestres esa horrible lengua que tienes?
—El mintió. —Ella dijo, era la voz de una niña angustiada. —Lo hizo para escapar, junto a él. —Apuntó a Jon Snow. —Él fue quien planificó todo, le dijo que se rompiera la pierna.
—Buena niña, vuelve a tu hogar.
La mujer le dio una reverencia antes de refugiarse en la jaula. El mercader desató de las tiras de su soga el látigo, Theon tragó saliva con horror. Nada le salía bien, la suerte lo abandonó en el momento en que dejó atrás a Gallia. Si no hubiese escuchado a Jon, tal vez podría defenderse, patear al hombre cuando lo sacara a rastras de la celda o correr sin mirar atrás, sin Jon.
—Interesante. —El mercader acarició con anheló el cuero. —Es la primera mercancía inteligente que tengo. Quita esa cara larga, me harás ganar mucho oro, servus. —Le sonrió al bastardo y a él le cedió una hosca expresión. —Oh griego, ¿qué haré contigo? ¿Qué se supone que haga con un esclavo que no puede ponerse en pie? Esos esclavos no sirven, ¿quién pagará por ellos? Nadie, son solo un desperdicio, una molestia.
El mercader llevó el codo hacia atrás y volvió adelante con el látigo danzando en el aire. Se cubrió el rostro con las manos y chilló al tener el cuero hincándose en su vientre. Al tomar aire otro azote se clavó en sus pulmones atorando la inhalación en su tráquea. Su cuerpo ardía, era difícil respirar, cubrirse y llorar en alaridos.
—Me decepcionas, Griego, yo que había conseguido un buen amo para ti. El realmente debe quererte para querer gastar mil trecientos denarios. Hubieses sido el primer esclavo por el que recibo tanto dinero, pero ahora ¿quién pagaría mil trecientos denarios por ti?
— ¡Lo harán! ¡Pagará el triple de denarios por el! —Los agobiados gritos de Jon detuvieron la mano del mercader, suspendida en el aire. —Créame, ganará mucho más.
—Te escucho, servus.
—Es Theon Greyjoy, Príncipe de Macedonia y heredero de Grecia. —El mercader bostezó, molesto. —Ese nombre tiene mucho peso, porta el apellido que se ha levantado en contra de Roma. Estoy seguro de que habrá cientos de hombres que gastarían los denarios de sus vidas solamente para torturarlo. Además, es griego y tiene un perfecto dominio del latín, como usted ya bien sabe, ¿Cuántos esclavos saben siquiera manejar el latín? Es un esclavo exótico y eso duplica su valor. El vale el doble de todos los hombres y mujeres que tiene encerrados en las jaulas, vale mucho más de lo que yo puedo alcanzar. Si lo matas te perderás la oportunidad de ser rico. Si cuidas de él y lo vendes a un alto precio nunca más necesitarás de esta ingrata ocupación.
—¿Es eso cierto, servus? —El mercader configurando su antigua actitud le acarició la mejilla. —¿Es tanto lo que vales?
Theon tosió sangre y al limpiarse la boca asintió moviendo con lentitud la cabeza. El hombre curvó sus labios, brillantes de excitación.
—Bien, cuidare de tu tonta pierna y tú tienes que prometerme que no volverás a hacerlo, ¿sí?
—S-sí, lo prometo.
—Y tú, servus de dulce lengua, tú te harás responsable de él. Sera tu deber que se mantenga formidable, si no demuestra lo que vale te castigare a ti.
—Abre la boca. —El mercader indicó aproximando a sus labios un viejo trapo. —Muérdelo.
Apretó los dientes separados entre sí por la tela. Se acurrucó un poco más en las manos de Jon que le sostenían la espalda y respiró profundo. El mercader levantó con cuidado su pierna rota posicionándola encima del cuarto de madera, cada mínimo movimiento era igual a cientos de picaduras de puntas de espadas. La otra tapó su pierna desde el pie hasta la rodilla y al entrelazar las sogas, con firmeza, las maderas se pegaron llevando el hueso a su lugar inicial. Theon mordió con todos sus impulsos el trapo, haciéndose sangre en las encías. Jon chilló por lo bajo impresionado por el acto mientras que con sutileza clavó las uñas en sus hombros.
—Eres un chico valiente, Griego. —El mercader le revolvió los cabellos. —Ahora, servus de dulce lengua, ayúdame a levantarlo.
Jon traspasó los brazos por debajo de sus axilas y el mercader se encargó de tomar cuidado en sus pies. Theon gimió al tener su espalda tendida en el piso de la celda, con mucho esfuerzo la tiró hacia atrás y elevó su cintura consiguiendo una incómoda postura. Jon lo siguió por detrás y se acomodó a su lado.
—Recuerda cuidar de él, servus. —El mercader aseguró la puerta. —Mañana al atardecer cenarán, ahora duerman.
La jaula era más chica y cálida con dos integrantes dentro. Jon observaba con inquieto asombro su pierna enmaderada, en el grisáceo de sus ojos se escondía una pizca de miedo que se fue fortaleciendo en la llegada a Roma.
—¿Quieres tocarlo?
—¿Puedo?
Snow no esperó una respuesta y titubeando arrastró los dedos en la parte de su pierna que no era cubierta por las maderas. Theon dio un mínimo salto y un gritito de igual proporción. Jon apartó los dedos al oírlo.
—¿Duele? —Se veía mucho más hermoso con la pobre luz que entraba por los huecos del techo.
—No tanto como debería.
—Lo siento, no pensé que esto terminaría así. —Jon contempló cabizbajo la madera superior, inexpresivo como de costumbre.
—Te dije que el encierro no te dejaba pensar, Snow. Pero al menos has conseguido que no me venda. Ven aquí. —Sacudió las manos hacia sí. —Discúlpate durmiendo a mi lado.
El bastardo se sonrojó y avanzó hasta ubicarse en la separación de su brazo y pecho. Las enredadas hebras negruzcas cosquilleaban su mejilla y cuello. Posó su palma en estos y mezclándolos en sus dedos los acarició.
—Estaba pensando en Robb. —Jon suspiró. —¿Cuánto crees que haya enloquecido al enterarse de esto?
—Debe estar ahogándose en la rabia. Aunque no creo que Catelyn se lo confiese. —Torció su cabeza contra la contraria.
—Catelyn no, Arya sí. Ella estaba tan enojada como Robb sobre esto, temprano me dijo que iría en busca de Robb. Se lo prohibí, no importa cuán rápido sea el caballo, no llegaría a tiempo. Pero ya la conoces, nadie puede apaciguar la inquieta lobita que lleva dentro.
—¿No te resulta patético que una pequeña niña sea tu mejor amiga, Snow?
—Estoy hablando con seriedad, Greyjoy, no lo arruines con tu estúpido humor. —Los dedos de Snow anduvieron por los bordes de su túnica, distrayéndose con las tiras deshilachadas. —Los extraño ¿tú no? ¿No lo extrañas a Robb?
—Lo hago.
Theon en la oscuridad del pasillo imaginaba la formidable silueta de Robb Stark, los ojos azules brillando mientras le narraba los relatos de Poseidón y las históricas guerras de los Aqueos y los Troyanos. Los rizos rojizos iluminados por las velas que adornaban su cuarto esas noches en las que se escondía en medio de sus sábanas. Extrañaba todo de aquel dulce galo, extrañaba la sonrisa que alegraba sus días, la voz que lo ayudaba a dormir, esa especial noche en que le arrebató la inocencia, lo tuvo sudando en sus brazos y gimiéndole su nombre en la oreja.
—Lo extraño en este momento. Se hubiese desmayado al ver mi pierna. —Theon sonrió por haberle robado una risa a Jon.
—Sí, lo haría y después se avergonzaría por ello. El Joven Lobo desmayándose tan solo por ver un hueso salido de su lugar, es ridículo pensar que es real. De todas formas, tú estuviste cerca de desmayarte también, recuerdo lo mal que se veía tu rostro cubierto con la nieve, las lágrimas y los mocos.
—Y tú eras una aburrida abuela, Snow. Regañándome por haber corrido y haciéndome notar que si no hubiese hecho trampa nada de eso ocurriría. Siquiera eres divertido cuando tienes la oportunidad.
—Te lo dije, no seré divertido para entretenerte. —Jon bufó. —Mejor cállate, Greyjoy. Quiero dormir.
Su barba creció y tapó por completo su mentón, en Snow apenas se notaba. Su cabello le llegaba hasta los omóplatos, esto igual que el otro. No sabía con exactitud cuántos días transcurrieron en su encierro, solo sabía que fueron muchos días y noches.
Unos días veían como se llevaban a una numerosa cantidad de esclavos a las subastas públicas, pocos de ellos volvían y si regresaban eran castigados por no haber complacido los requisitos que los dominus solicitaban. Otros días era el espectador de un cruel circo, el mercader en sus días de furia se desquitaba con los esclavos viejos o los que no se vendían y los golpeaba hasta que estos morían, en esas ocasiones Theon deseaba ser vendido. Los castigos variaban, algunos recibían latigazos y golpes de puños, otros la venta o la muerte y el resto la falta de alimentación, Theon entraba en esta última categoría. El mercader desde el día en que se rompió la pierna le prohibió la comida que jamás le dio.
—¿Y yo que comeré? —Preguntó esa primera vez con su mirada recelosa.
—Nada.
—¿Nada? ¿Qué? Moriré si no como.
—No me importa si mueres o no, yo no soy responsable de tu salud, servus. Tendrías que estar reprochándole a otra persona.
Ese día se alimentó de golpes y los rugidos que su estómago lanzaba. Fue en ese entonces que comenzó a compartir la cena con Jon, unos escasos huesos de pollo y algunas semillas de soja. No solo era poco, sino que también era de un repulsivo gusto, sin embargo, se lo engullía como si se tratara de un manjar del propio Olimpo.
Temprano en la mañana el mercader entraba a la habitación con una cubeta rellena de agua tibia. Theon se encargaba de tallar la espalda de Jon, era una piel tercia y de un tono perfecto. El trapo descendía con languidez, al regresar a los hombros decrecía la velocidad teniendo más tiempo para apreciarlo.
—Date la vuelta.
El dolor en su pierna no se aplacaba pero si dejaba de ser tan latente. Encorvó su cuerpo y se sacudió al tener el húmedo trapo en su espalda, el agua ya estaba fría y congelaba sus huesos con el helado viento mañanero.
Las uñas de Snow eran más largas y filosas al raspar su piel, las manos aun las conservaba blandas y deleitables al tacto. El trapo era apretado y las gotas se precipitaban hacia su pelvis. Al tener las palmas de Jon quitando los excesos en sus hombros las cosquillas y el calor se dilataban por su cuerpo, con mayor compensación en su entrepierna.
La erección en su polla aumentaba su rigidez cuando el contorno de su vientre era mojado. Juntaba sus piernas tanto como las maderas se lo permitían y con disimulo encajaba las manos por estas. Jon se mordisqueó tenuemente los labios al enjuagar sus piernas y evitó concentrar la vista en él.
—¿Has tenido alguna vez una erección, Snow?
El rubor adornante en las mejillas de Jon se le desarrolló en las orejas, en su rostro también vislumbro un tenue matiz.
—¿Siquiera tienes pene, Snow?
—Lo tengo. —Jon a roces humedeció la sección de su pierna que no era cubierta por las maderas.
—Nunca lo he visto.
—Lo ves mientras me lavo.
—Nunca lo he visto despierto. —La socarrona sonrisa se trenzó en sus labios. —¿Ya te has masturbado?
—No creo propicio hablar de eso en tu estado, Greyjoy. —La voz le salió chillona. —Igual, no tengo porque decirte eso a ti.
Theon impulsó su cabeza hacia atrás y cerró sus ojos teniendo a unos exiguos centímetros el techo de la jaula. Las manos de Jon levantaron su huesuda pierna limpiándole el endurecido talón.
—Eres bonito ¿lo sabes? Tienes un hermoso trasero. —Era lo que mayor molestia le creaba a la hora de estar junto a Jon. Era un despreciable bastardo pero ese hermoso rostro y las esbeltas piernas le hacían olvidar cualquier pleito y lo inundaba de ganas de hacerlo gritar su nombre. —Lo más probable es que te venda como un esclavo sexual.
—¿Y eso tendría que preocuparte?
—Para ser sincero, no me importa. Pero soy griego y el amor por las putas es lo que he heredado, sentiría lastima por ti al saber que has sido vendido a un dominus bruto. Ya sabes, con toda tu virginidad, ¿aún no has besado por primera vez, estoy en lo correcto?
Jon asintió moviendo el cuello.
—Lo sabía, esto solo te traerá sufrimiento. Incursionar en el mundo sexual de esa forma, no se lo deseo ni a mi peor enemigo y ese eres tú Snow.
—¿Entonces, qué harás en contra del destino?
—Te preparare para el futuro. —Alzó su brazo izquierdo. —Acércate.
Jon soltó el trapo y se aproximó a hurtadillas, Theon separó sus parpados mucho después de que tuviera la agitada respiración de este en su nariz. Le situó una de sus manos en la mejilla diestra, el muchacho ladeó la cabeza acoplándose a esta.
—Cierra tus ojos.
Jon hizo cada cosa que le dijo. Theon se relamió los labios, tenerlo a su merced encendía mucho más su excitación. La boca contraria se abrió con pausa mientras que los temblores expectantes recaían en su mano. Sus dedos le sostuvieron el mentón, elevándolo e inmovilizando el rostro a la altura del suyo. Pasó por detrás de la oreja unas oscuras hebras al acercar los rostros. Jon jadeó esperando que completara la cercanía, esto remarcó su ego y sus deseos de verlo con esa ridícula expresión de primerizo.
—Theon. —Jon gimió. —Hazlo rápido.
—Tú no me das órdenes, bastardo.
Su queja fue acompañada por la obediencia. Sus dedos se fijaron en la proximidad de la barbilla y los labios, cuales se unieron con los suyos. Primero, con delicadeza le tomó el inferior, colocando un beso en este, separándose y volviendo otra vez sobre la boca. Con timidez Jon retomó el abrir de la boca, otorgándole el libre albedrío.
La lengua ajena se movió torpe en contraste a la suya intentando acompañarla en la danza. En el interior de la boca captaba un regusto endulzado. «Otro juego sucio.» Jon se aferró a sus hombros, estaba siendo en verdad encantador.
Un electrizante sonido llegó con el apartamiento de los labios, Jon regularizó su respiración y entretanto su mano se tendió en el cuello de este. Los labios del otro brillaban con su saliva y se enrojecían con la última mordedura que les dio, una degustación final.
—Besas como una pequeña niña. —Se secó la saliva en las comisuras de sus labios. —Espero que te compre un dominus pobre que bese igual de mal que tú.
—Yo espero que nadie te compre.
—Eso es cruel, Snow.
Como los playlist me tienen re manija últimamente hice uno para esta historia: [Escuchar en 8tracks: https /thandance-for-me/tenemene-fucia-et-revo-cameadomnum-et-viventium-in-aracallisti] De todas formas el link esta en mi biografía
/ I. Whore de In This Moment. / II. The Handler de Muse. / III. Sweet Dreams de Marilyn Manson. / IV. My Songs Know What You Did In The Dark de Fall Out Boy. / V. Lose You Toninght de H.I.M. / VI. The Devil Within de Digital Daggers. / VI. Stranger In A Stranger Land de Thirty Seconds To Mars. / VIII. The Bird and The Worm de The Used. / IX. Blood de In This Moment. / X. Not Strong Enough de Apocalyptica. / XI. And Love Said No de H.I.M. / XII. Sick Like Me de In This Moment.
