Advertencia: Este fic es un slash, así que a quien no le gusten este tipo de historias, ya puede pulsar el botón de atrás en su navegador.

Disclaimer: Todos los pesonajes de este fic son propiedad de JK Rowling (excepto el nuevo maestro de DCAO) y no gano dinero con esta historia, escribo por diversión.

A leer y disfrutar ^^


1. Cuestión de suerte

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El paisaje se hacía cada vez más agreste a medida que el carruaje se acercaba al castillo. Cada vez había menos luz. El sol se estaba escondiendo, tiñendo el paisaje de sombras traicioneras y oscuridad inquietante. El viaje había terminado, su último viaje en el expreso de Hogwarts, el tren que le había abierto las puertas a un nuevo mundo, a un hogar. Allí había hecho verdaderos amigos, había descubierto la magia y, en cierto modo, se había encontrado a sí mismo. En cada muro, en cada escalera, en cada compañero que compartía el secreto de la magia…

Iba a echarlo de menos cuando terminase el año.

Harry sabía que en algún momento tendría que cumplir su destino, que en algún punto tendría que enfrentarse al señor tenebroso cara a cara, en un duelo con conocimiento de causa, pero eso ahora no le preocupaba. Voldemort no podría hacerle nada mientras permaneciera en Hogwarts, y cuando saliera Harry estaría preparado, esperándolo. Era inútil pensar ahora en ese futuro, cuando nadie era capaz de asegurar que tendría uno.

No. Harry pensaba disfrutar de ese año, sin preocuparse de nada más. Después todo cambiaría, y ese final sería un nuevo comienzo. Pero hasta entonces, cualquier cosa podía suceder.

Levantó la vista buscando la luna, con esa confianza que sólo se tiene cuando la ilusión tiñe cada paso. En el cielo no brillaba ni una sola estrella. La noche estaba oscura cual sombrío presagio, y las nubes amenazaban tormenta. Dentro del carruaje no se oía ningún ruido, ya que sus habitantes parecían perdidos en sus propias ensoñaciones… o quizá era simplemente que el cansancio se había apoderado de todos. El traqueteo incesante de los thestrals parecía invitarlos a dormir y dejar las preocupaciones para el día siguiente.

Cuando por fin el castillo se erigió ante ellos, las primeras gotas de lluvia cayeron del cielo, transformándose rápidamente en una feroz tormenta. Nada más bajar del carruaje, Harry sintió cómo las gotas colisionaban contra su cuerpo, dejándolo empapado en cuestión de segundos. Agarró su túnica y comenzó a correr hacia la entrada abarrotada de alumnos empapados, deseando cobijarse de la lluvia y descansar del viaje. Ni siquiera estaba viendo por dónde pisaba en su carrera desenfrenada, e inevitablemente tropezó con alguien.

Harry cayó al suelo, salpicándose la túnica con el barro fresco que se había formado por la intempestiva lluvia.

—Puaj, ¡Qué asco! —exclamó Harry al contemplar su túnica totalmente empapada y llena de barro—. Lo siento, no pretendía…

Se quedó paralizado al levantar la vista y encontrarse con unos furiosos ojos plateados, cuyo dueño era la última persona a la que hubiese querido ver a su llegada al colegio. Harry se puso en pie rápidamente, con la furia destellando también en su mirada.

—¡Mira por dónde vas, Potter! —dijo Draco despectivamente, arrastrando las palabras cual serpiente y enfatizando su nombre con un deje de arrogancia—. Mira cómo me has puesto, ¿es que necesitas gafas nuevas o estás intentando mejorar tu récord de probar el barro antes del primer partido de Quidditch?

—¡Cállate, Malfoy! —contestó enfurecido, dándole la espalda para acercarse a la puerta—. Cuando puedas ganarme al Quidditch te permitiré humillarme. Pero mientras tanto, ¡Olvídame!

Sonrió, imaginándose la cara de Draco a su espalda, crispándose por la rabia ante su velado insulto.

—¡Piérdete, Potter! —casi gritó el Slytherin, cogiendo furiosamente su varita—. Al menos yo nunca me he caído de la escoba durante un partido. Deberían diseñar una para "Héroes Perdidos", con hechizo fijador al palo, por si los dementores aparecen durante un encuentro de Quidditch, ¿no crees, Potter?

Esta vez era la voz de Draco la que estaba teñida de diversión. Era evidente que todavía podía recordar con claridad cómo Harry se había caído aparatosamente de la escoba en su tercer año, gracias a la súbita aparición de esas criaturas.

Harry se dio la vuelta, con la varita firmemente sujeta a la mano derecha, temblando de rabia al recordar el único partido que había perdido en su vida. Ya iba a responder cuando, de la nada, apareció la profesora McGonagall interrumpiendo su acalorada discusión.

—¿Se puede saber qué estáis haciendo? —preguntó con su habitual gesto severo—. Entrad en el castillo inmediatamente y limpiáos un poco. Estáis de barro hasta las orejas.

—Es culpa de Potter, que parece encontrar gran placer en tropezar con la gente y dejar sus trajes inservibles —respondió Draco mordazmente—. Me ha estropeado la túnica.

—No quiero saber de quién es la culpa. Los dos estáis manchados, discutiendo varita en mano y provocando un tumulto. Los dos sois igual de responsables. Debería castigaros. Lleváis seis cursos igual, ya deberíais dejar estas peleas de críos. Y no quiero oír ni una palabra más al respecto.

Harry y Draco se miraban con odio, casi con la secreta esperanza de lanzarse al cuello del otro y estrangularlo con sus propias manos, pero ninguno dijo nada. Ambos eran conscientes de cuan apretados se veían los labios de McGonagall, y ninguno estaba tan loco como para querer pasar el resto del curso arrestado con ella, intentando que las aulas se mantuvieran lo más limpias posibles con medios muggles.

Al llegar al gran comedor, cada uno se dirigió hacia su mesa, sin ni siquiera volver la vista atrás. Harry estaba tan enfadado que ni siquiera respondió a sus amigos cuando le preguntaron por qué se había retrasado y por qué tenía barro hasta en las orejas. Se limitó a sentarse y esperar con pocas ganas a que acabara la selección de asustados alumnos que estaban agrupados frente al sombrero seleccionador. La fila se fue reduciendo poco a poco hasta que la última Slytherin fue seleccionada.

Fue una cena ruidosa y animada, pero Harry apenas participó en en ninguna de las conversaciones que se desarrollaban a su alrededor. Después de que todos hubieron cenado, cuando ya se preparaban para ir a descansar, el director se levantó para dar su habitual discurso de bienvenida, y el silencio se hizo en el Gran Comedor.

—¡Queridos alumnos! —dijo mirándolos con ojos brillantes y aparentemente encantados—. Nos hallamos ante un nuevo curso, en el que espero que pronto vuestras cabezas se llenen de conocimiento y vuestras varitas iluminen con magia las aulas y pasillos de este colegio. Aunque... —añadió guiñándoles un ojo—, según me recuerda el señor Filch, no está permitido hacer magia en los pasillos.

Todos sonrieron ante el guiño del director, sabiendo que la mayoría de los presentes se saltarían esa norma y provocarían al huraño conserje de todas las formas posibles, tratando de lograr que se retirara por agotamiento de una vez.

—Bueno —continuó Dumbledore, recuperando un poco de seriedad—, antes que nada quiero recordar a todos los alumnos que el bosque oscuro está fuera de los límites permitidos, ya seáis de primero o de séptimo —una significativa mirada hacia la mesa de Gryffindor, hacia cierto trío en particular, dejó bien claro a quién iba dirigida la advertencia—. En segundo lugar, es un placer presentaros al nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, el señor Richard LaMieux.

Unos corteses aplausos se oyeron durante unos breves instantes, mientras un hombre bastante alto, de pelo castaño y ojos verdes, se ponía en pie. Cuando los aplausos se hubieron apagado y el profesor volvió a sentarse, el silencio cayó de nuevo sobre el Gran Comedor.

—Y por último, sólo quiero añadir que no os detengáis ante nada, que no permitáis que nada ni nadie os impida disfrutar de lo que más deseáis. Para muchos, ésta será la última oportunidad de encontrar el camino correcto. Para otros, la ocasión de decidir que queréis hacer con vuestra vida, o si merece la pena desperdiciarla sin hacer nada de provecho —hizo una pausa y los miró a todos antes e añadir—. Disfrutad de cada instante, porque con seguridad serán irrepetibles. Sentid el momento, el ahora, sin permitir que nada más importe. Buscad noches bellas para días felices.

Todos aplaudieron el discurso de Dumbledore desganadamente, excepto un grupo en la mesa de Slytherin, en cuyo centro se encontraba Draco Malfoy.

Ninguno comprendió muy bien a qué se refería el director, o a qué venían sus palabras, pero pocas veces entendían el discurso de bienvenida que siempre venía adornado con frases crípticas, carentes de profundidad o sentido. O quizá era simplemente que siempre lo escuchaban tan cansados tras el viaje que no le daban la importancia que quizá tenía.

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~oOo~—

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La mañana siguiente llegó demasiado rápido, aunque a la mayoría no le importó realmente, pues estaban deseando encontrarse con sus amigos para terminar de contar las historias que habían quedado inconclusas el día anterior al terminar el viaje. Historias que hablaban de vacaciones, sol y diversión.

Harry, por el contrario, no tenía grandes historias que contar, y estaba deseando empezar las clases y la rutina que era habitual en Hogwarts, para sentir que realmente estaba en casa.

Cuando llegó al Gran Comedor lo abordó una muy emocionada Hermione, entregándole inmediatamente su horario de lo que sería el nuevo curso.

—¡Harry! ¿Dónde estabas? ¡Llevo dos horas despierta! Por fin estamos en el último curso, ¡No me lo puedo creer! Hay tanto que estudiar, tanto que hacer con todas esas asignaturas interesantes y…

—Tranquilízate Hermione, te va a dar un ataque al corazón antes de empezar las clases —respondió Harry, divertido ante el evidente entusiasmo de su mejor amiga.

—Oh, cállate Harry. Presiento que este va a ser un curso muy emocionante. Fíjate, la primera clase que tenemos es Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿cómo podría empezar mejor el curso?

—Sinceramente, Hermione, creo que aunque la primera asignatura que tuviésemos fuera pociones, creerías igualmente que este va a ser un gran curso —rió Harry.

Hermione frunció el entrecejo justo en el instante en que Ron entraba en el Gran Comedor y se dejaba caer pesadamente al lado de Harry, con cara de sueño.

—Buenos días, Ron —dijo este, sonriendo—. ¿Tampoco te dejaron dormir los nervios?

—Que va, las que no me dejaron dormir fueron las arañas. Anoche me desperté y hallé una en mi cama. Pasé toda la noche en la sala común —murmuró enfadado, mientras cogía una tostada y empezaba a untarle mantequilla.

Harry se abstuvo de hacer ningún comentario. Conocía de sobra la fobia que su amigo Ron le tenía a las arañas. Pero sólo de imaginarse a su compañero en la sala común toda la noche, subido a un sofá con un cojín entre los brazos y mirando expectante a todas partes, varita en mano, se le retorcían las tripas como serpientes enfurecidas, haciendo que se quedara sin aliento en su intento por no reírse de su amigo.

Después del desayuno se dirigieron a su clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, en el primer piso. Cuando hubieron llegado frente al aula se dieron cuenta de que no sólo los alumnos de Gryffindor estaban ahí: los de Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin se hallaban también en el pasillo, esperando a que el profesor abriera el aula.

Harry se preguntó vagamente qué hacían todos ahí, puesto que a pesar de que los alumnos dejaban parte de sus asignaturas tras pasar los TIMOS, Defensa Contra las Artes Oscuras seguía siendo de las más populares, y solía impartirse en clases compartidas por alumnos de, a lo sumo, dos casas.

Pero antes de que pudiera hacer ninguna observación al respecto, el profesor LaMieux apareció en el umbral de la puerta, indicándoles con una seña que pasaran.

El aula había sido amplificada para que todos los alumnos pudiesen acomodarse perfectamente sin necesidad de sentirse como sardinas enlatadas. Harry, Ron y Hermione se dirigieron hacia la parte delantera del aula, mientras el resto de alumnos se iba distribuyendo por el resto de la estancia. Cuando todos hubieron tomado asiento, el profesor comenzó a hablar:

—¡Bienvenidos a todos! Soy vuestro nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, Richard LaMieux, pero podéis llamarme Richard. Este año recibiréis las lecciones más duras, las que más falta os podrán hacer en vuestro futuro. En determinados momentos una lección bien aprendida puede llegar a ser vital, así que es importante que aprendáis lo máximo posible durante este curso. Para ello, mis compañeros y yo hemos decidido implementar un sistema novedoso en Hogwarts que llevamos empleando desde hace unos años en la academia Beauxbatons, con excelentes resultados. Con este nuevo sistema de estudio nos aseguraremos de que tanto la teoría como la práctica sea las máximas posibles, así como de que se alcancen los conocimientos requeridos y, en la mayoría de ocasiones, incluso se superen nuestras expectativas.

Hermione escuchaba expectante, sentada al borde de su silla como si fuese a saltar en cualquier momento, y Harry tenía que reconocer que el profesor también había captado su atención. Se giró un poco para contemplar al resto de la clase, y la mayoría parecían igual de interesados que él mismo. La única excepción era, para variar, el grupo de Slytherin del fondo del aula, que cuchicheaban por lo bajo con aspecto de aburridos.

Harry se obligó a dejar de mirarlos y volver a centrar su atención en el profesor LaMieux.

—Si os fijáis en vuestros nuevos horarios —un súbito revuelo de mochilas abriéndose y pergaminos desplegándose inundó el aula—, veréis que solamente los lunes tenéis clases teóricas, y además sólo una con cada profesor a la semana. Por supuesto, el resto del tiempo podréis encontrarnos en los horarios de tutorías que están detallados en vuestros horarios, pero en ningún caso serán clases particulares. En esas horas podréis consultarnos dudas, presentarnos trabajos extras, o consultar cualquier dificultad que estéis teniendo con los desafíos.

LaMieux hizo una breve pausa, en la cual la mano de Hermione se alzó en el aire. El profesor le hizo una seña para que hablara.

—Profesor, ¿ha dicho desafíos?

—Sí, señorita…

—Granger —se apresuró a responder Hermione.

—Y esa será la palabra clave durante este curso. Durante las clases dobles con los profesores, estos os enseñarán la materia y os impondrán ciertos desafíos. Son estos, junto con las tareas habituales, los que tendréis que llevar a cabo durante la semana, y son la razón de que contéis con tantas horas libres en vuestros horarios. En estos retos, con frecuencia tendréis que buscar información, practicar hechizos, buscar ingredientes, o cualquier otra cosa que requiera destreza, conocimiento y una buena cantidad de trabajo en equipo. Cada profesor os impondrá un tiempo límite para terminar los desafíos, nunca superior a quince días, y en ese tiempo debéis resolverlos y extraer los resultados para presentárselos al profesor correspondiente.

—¿Estos desafíos contarán como los deberes normales para el promedio trimestral? —preguntó una chica de Ravenclaw a la cuál Harry no conocía.

—No, no se evaluarán del mismo modo porque con seguridad van a requerir más tiempo y una forma distinta de trabajar. Es importante que tratéis de resolver los desafíos lo más rápido posible, ya que cada uno que resolváis antes que el resto de vuestros compañeros, y sea correcto, por supuesto, os dará cuatro créditos y sesenta puntos para vuestras casas. En caso de que alguien se os adelante, pero el resultado del desafío sea igualmente correcto, recibiréis un crédito y diez puntos para vuestra casa. A final de curso, aquellos que consigan más créditos estarán exentos de pasar los EXTASIS, considerándose aprobados con Excede las Expectativas en todas las materias, lo cual da opción a escoger cualquier carrera.

Los alumnos se quedaron en silencio unos instantes ante esta revelación, contemplando la posibilidad de ser vencedores y evitar los exámenes más duros de sus vidas. La idea era demasiado tentadora, y Harry comprendió perfectamente por qué sólo pensar en lograr tal hazaña haría que los alumnos se esforzasen. Sería raro y probablemente costaría acostumbrarse a ese método de enseñanza, pero, no obstante, parecía que también iba a ser divertido.

—Ha dicho que habría que trabajar en equipo —volvió a decir Hermione, sacando a todos del silencio en el que se habían sumido—, pero no ha especificado cómo se formarán dichos grupos o cómo se hará la repartición de créditos y puntos. Es decir, ¿se trabajará entre compañeros de casa? ¿Se puede hacer de manera individual?

—Muy buena observación, señorita Granger. Sí, he dicho trabajo en equipo, y eso es lo que vamos a determinar en esta primera clase. Los desafíos se harán por parejas, y cada miembro del equipo recibirá la totalidad de los créditos y la mitad de los puntos para su casa. Es decir, si un equipo formado por un Ravenclaw y un Hufflepuff resolviera en primer lugar un desafío, cada uno de ellos recibiría los cuatro créditos y se dividirían los sesenta puntos en treinta para Ravenclaw y treinta para Hufflepuff. No se podrá hacer el trabajo de manera individual, ni buscar ayuda fuera de vuestro equipo. Cualquier infracción al respecto será sancionada muy duramente por parte del claustro de profesores.

—¿Se podrá elegir al compañero de equipo? —preguntó con voz desagradable Blaise Zabini desde el fondo del aula.

—No, señor…

—Zabini.

—Eso sería un tanto injusto y poco imparcial, ya que aquellos con mejor promedio anual en cursos anteriores estarían muy solicitados, mientras que aquellos alumnos no tan sobresalientes podrían encontrarse con problemas para hallar un compañero. Además, de esta forma lo más probable es que los alumnos se emparejasen con personas de su misma casa, y lo que se busca también con este método es la cooperación entre todas. Estáis en vuestro último curso, las separaciones entre Gryffindor, Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin dejarán de tener importancia al finalizar el año, y debéis aprender a colaborar, conocer y apreciar el talento de cualquier persona independientemente de la casa a la que pertenezca.

—¿Se podrá cambiar de pareja para cada desafío? —volvieron a interrumpirlo, en este caso Hannah Abbott.

—No, el compañero de equipo será el mismo de aquí a final de curso, así que es vital que tratéis de llevaos bien desde el principio, puesto que vais a pasar una buena cantidad de horas con esa persona —hizo una pausa, y al ver que nadie preguntaba nada más, continuó—. Bien, ahora quiero que cada uno de vosotros coja un trozo de pergamino y escriba su nombre en él. Cuando todos lo tengáis, los convocaré a este recipiente —señaló una vasija de barro cocido que había sobre la mesa—, e iré sacando nombres dos a dos. De esta forma quedarán constituidos los equipos y podremos ponernos a trabajar.

Ninguno dijo nada más mientras todos rebuscaban en sus mochilas tratando de encontrar pergamino y una pluma para escribir sus nombres. Estaban bastante emocionados ante la perspectiva de pasar todo un año estudiando de esa forma tan diferente.

Cuando todos hubieron terminado, el profesor LaMieux convocó todos los pergaminos y los depositó en la vasija, al tiempo que sacaba él también una pluma y pergamino para ir anotando los equipos que se fuesen formando.

—Elisabeth McKenzi con… Justin Finch Fletchey.

Así dio comienzo la larga lista de nombres que fueron siendo emparejados de dos en dos. Cada vez que el profesor sacaba dos nuevos nombres, los anotaba en el pergamino antes de continuar, seguramente con intención de pasarle la lista al resto de profesores. Cuando un nombre era pronunciado, el dueño del mismo reflejaba primero su angustia e incertidumbre por no saber cuál sería su pareja, y después alivio, alegría o consternación cuando esta era confirmada.

Ron pronto quedó emparejado con Susan Bones, y un poco después, Hermione se convirtió en la compañera de una chica de Hufflepuff apellidada Guilmain.

Harry estaba deseando salir de dudas y saber con quién tendría que pasar sus horas de estudio y búsqueda de información durante ese curso, pero parecía que su nombre estaba al fondo de la vasija. Eventualmente, el número de alumnos se fue reduciendo, hasta que por fin el profesor sacó su nombre.

Harry esperó unos segundos, nervioso, mientras LaMieux desdoblaba el pergamino del que sería su compañero o compañera.

Finalmente dijo:

—Draco Malfoy.

El horror se reflejó en los ojos de Harry mientras miraba al profesor con incredulidad. Y enseguida giró su cabeza hacia el otro lado del aula, donde el rubio Slytherin se sentaba. El rostro habitualmente inmutable de Draco también lo miraba, con rabia y odio reflejados en sus ojos grises. Una mueca de desprecio curvó sus labios, y Harry apartó la vista, sintiendo como la aversión se reflejaba también en su propio rostro.

—Pero… —intentó decir, aunque sin saber muy bien cómo continuar. Todavía estaba demasiado consternado por su mala suerte.

—¿Sí, señor Potter? —preguntó LaMieux, levantando su vista del pergamino.

No supo que contestar, y volvió a desviar su mirada hacia el fondo del aula, hacia cierto rubio Slytherin en particular.

En su lugar fue Hermione la que respondió:

—Eso… no es una buena idea, profesor.

—¿Por qué? —respondió este un tanto curioso.

Aunque era evidente que se había dado cuenta de que a varios alumnos no les había hecho gracia su compañero de equipo, ninguno había protestado.

—Bueno… —Hermione se mordió un labio, indecisa, y también lanzó una subrepticia mirada hacia Malfoy—. Ellos no… es decir, honestamente, ¿pretende que Hogwarts siga en pie al finalizar el curso?

El profesor la miró interrogante, sin entender, y luego desvió la vista hacia Harry y hacia Draco respectivamente, antes de volver a mirar a Hermione.

—¿Debo entender que Potter y Malfoy no se llevan muy bien?

—Eso es decir poco —saltó el siempre pomposo Ernie MacMillan—. Se han odiado desde su primer año, y con frecuencia saltan chispas entre ellos cuando se encuentran en los pasillos. Que el padre de Malfoy haya sido encarcelado gracias a Potter tampoco ayuda demasiado… —miró dudoso al rubio, que le regresó una mirada despectiva y furiosa.

—Excelente, así podrán aprender a tolerarse —concluyó práctico el profesor.

—Pero… —volvió a decir Harry, mirando suplicante a LaMieux.

—Lo siento, pero no hay más que hablar. Que trabajéis juntos me parece una excelente manera de que aprendáis a ver los puntos de vista del otro, cosa que estoy seguro de que no habéis tratado de hacer en ninguna situación anterior. Como dije, este método no sólo consiste en saltarse los exámenes de fin de curso, sino que también pretende la cooperación entre casas, y vosotros seréis un buen ejemplo del resultado en este campo.

El profesor volvió a bajar la vista hacia el pergamino para seguir emparejando a los alumnos, mientras Harry miraba hacia su pupitre y hundía los hombros, derrotado.

Todavía estaba demasiado sorprendido y enfadado de que le hubiera tocado como compañero Draco Malfoy. Aquello no podía salir bien, era absurdo. Los dos rivales más sonados del colegio, el Gryffindor y el Slytherin que mantenían viva la vieja rivalidad de los fundadores, los dos buscadores más enfrentados en la historia de Hogwarts…

Dos enemigos… trabajando en equipo.

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Continuará...


Espero que os haya gustado. Para cualquier comentario, duda o sugerencia, estoy a un review de distancia.

Besos,

missginni