Love Live Sunshine!

Cuando el cielo oscurece

Disclaimer: Love Live! Pertenece a su creadora Sakurako Kimino y a ASCII media works junto con Sunrise.

NdelA: Pequeña mini historia sobre una You con instinto asesino. No es con el fin de maltratar a Chika, osea si me cae, más o menos, pero en ocasiones me pregunto cómo sería si You no reaccionara muy bien sobre el rechazo de Chika en ella después de la aparición de Riko. Tengo muchas ideas sobre esto pero solo desarrollo un poco, quizás continué, quizás no, está Yousoro está influenciada por el School Idols Days.

Lo admito, no es mi fuerte, de hecho quizás te de cáncer leer esto pero solo quería sacarlo del sistema.

— o —

La primera vez nunca se olvida. Eso es lo que suelen decir y creo que es verdad. La primera vez resulta ser tan hermosa, es una sensación única, el poder sentir la adrenalina recorriendo tu cuerpo, los nervios que hacen temblar tus manos y que vuelven agitada tu respiración. Los labios que se estremecen bajo un último beso cálido y el ligero gemido que emana de ellos cuando el suave aliento abandona el cuerpo que tiembla entre tus manos. Es una estampa única e irrepetible. Un momento que no volverá ni se repetirá jamás, porque cada una es única, cada instante es nuevo, cada memoria se vuelve perfecta como una flor que florece y se marchita rápidamente solo quedando el recuerdo de su belleza.

El aroma dulce, las palabras tiernas pronunciadas antes de que la amante ocasional parta, su esencia inocente que es arrebatada de súbito por un apasionado acto de amor. La sonrisa que se apaga de a poco antes de que el sueño caiga sobre su rostro. Todas son tan hermosas cuando las acuno en mis brazos y tarareo una canción para ayudarlas a dormir.

Aún tengo grabado a fuego esa primera vez de las muchas que vinieron después.

Era linda, una chica de facciones tiernas que se sonrojaba con facilidad otorgándole un aire de inocencia que me atrajo desde el inicio. En cierto modo me recordó al delirio de mis sueños. Quizás eran sus ojos carmín o la forma de sus labios lo que me hacía pensar en ella. Tal vez fue eso lo que me hizo terminar de decidir acercarme.

Dicen que es la sonrisa y no el grado de belleza lo que atrae a las mujeres, aunque debo decir que yo tengo ambos talentos. La sonrisa más atractiva y la personalidad magnética que te hace querer venir conmigo como si fueses una rata bajo el hechizo de Hamelin… y todos sabemos lo que les sucede a esas ratas.

¿Quien las puede culpar de ceder a la tentación? Yo no al menos. Son mis ángeles a los que desgarró sus alas para hacerlas terrenales. Les dió el don de el más grande placer antes de llevarlas de la mano al divino momento de su eclipse.

Fue simple. La conocí un día en un viaje escolar a Tokio. La ciudad por excelencia para cometer los pecados sin ser culpado pues estas bajo el cobijo del anonimato citadino en el que a nadie le importa lo que sucede fuera de su casa. Ella se acercó a mí, yo le sonreí y al instante supe que estaba en mi bolsa. La llevé aparte, lejos de las miradas curiosas en una pequeña cita en medio de un poco concurrido parque.

La noche sirvió de testigo junto a la luna que iluminó el escenario para nuestra presentación. Recuerdo tus palabras, que eran dulces como la miel por el candor y la inocencia que irradiaban.

—Eres muy linda... me gusta tu sonrisa —me halagaba poniendo sus mejillas rosadas y sentí mi pecho latir más fuerte.

—Es porque he sido afortunada de que quisieras venir conmigo. ¡Yousoro~! —hice mi pose y la ví estremecer murmurando un silencioso ¡Que lindo!

No perdí el tiempo y la guíe hasta donde nadie pudiera vernos. Su cuerpo estaba a mi Merced y mis manos se apoderaron de sus manos.

—¿Me dejaras besarte chica hermosa? —le hablé al oído y apenas pudo asentir cuando mis labios rozaron sus mejillas para trasladarse a su boca.

¡Oh! El dulce sabor de su néctar virginal. Sus labios se entreabrieron para dejarme pasar con un poco de resistencia que cedió ante las caricias de mi lengua y de mis manos en su cintura.

—Watanabe-san ¿no cree que es muy pronto? —dijo cuando me retiré para dejarla respirar.

—No puedo esperar a hacerte mía. ¡Por favor, permíteme entregarte mis sentimientos de amor! —la abracé con fervor y ella no pudo negarse a mi petición.

Deshice el nudo de su moños, desabotoné los botones de su camisa escolar dejando al descubierto sus preciosos y redondos senos incipientes que poseían el encanto propio de su juventud. Bese cada uno dedicándole mi atención y mi amor infinito. Subí su falda hasta llegar al borde de su ropa interior y la hice a un lado para entrar en lo profundo de su intimidad. Era hermosa, la más bella de las doncellas, una princesa en un cuento de hadas a la que el príncipe que conoce del primer día la hace suya para unirse con ella por la eternidad.

Sus pequeños gemidos eran como música para mis oídos. Sus manos se aferraban a la solapa de mi sudadera y su cara sonrojada era el más celestial de los premios que no podía dejar de mirar.

Sin embargo mi pequeño cielo se vio opacado por nubes de tormenta cuando el reflejo de la luz de la luna en contraste con la oscuridad de las sombras me hicieron creer que ella se había convertido en la obsesión de mi corazón. Aquella a la que no podía tener aunque yo quisiera, la única que jamás caería bajo mis encantos, aquella que no apreciaba mi sonrisa ni mis esfuerzos por hacerla feliz.

No pude soportarlo.

Hiperventilé furiosa. Con ganas de vengarme de cada una de las veces en que ella, mi obsesión, me miró y me dijo lo buena amiga que era para después ignorarme vilmente cuando intentaba confesarle mis sentimientos.

—¡Aahh! —se quejó cuando la violencia de mis pensamientos bajó hasta mis manos y fui brusca con mis actos.

Trate de calmarme, tenía que enfocarme pero no podía dejar de mirar sus delirantes ojos carmín y evitar no pensar en ella, en Takami Chika, la obsesión que comía mi mente, mi cuerpo y mi alma.

Respire profundo besando sus labios metiendo mi lengua para apropiarme de la suya. Me separé pero aún persistía la imagen de Chika en ella.

Ese fue el fin.

No pude evitarlo. Mi cuerpo actuó por sí mismo impulsado por una fuerza oscura que dominó todo mi ser.

La lleve hasta la cima moviendo mis dedos dentro de ella y cuando estuvo vulnerable callé sus labios con un beso al tiempo que una de mis manos cerraban la única vía que le ofrecía aliento y voz a su vida.

Se resistió, sólo que estaba débil, cansada por el amor que mis manos le habían prodigado y no pudo hacer nada bajo el peso de mi cuerpo que le impedía moverse. Poco a poco espere a que el calor residual de su hermoso cuerpo la abandonara.

Acomode su ropa para que estuviera presentable, bese sus labios fríos para un último adiós y baje sus párpados para que pareciera un ángel que acababa de caer a la tierra.

Dicen que la primera vez siempre es torpe, ciertamente creo que es así.

Me quedé sentada a su lado sin saber que hacer. Presa del pánico no podía moverme o más bien no lograba coordinar ni hilar ningún pensamiento.

—¡¿Qué hice?! ¡¿Qué hice?! —me repetí una y otra vez golpeándome la cabeza con los puños.

Sin embargo no importó cuando la lluvia se llevó los restos de cualquier evidencia sobre mi en ella.

Dejé que el agua lavara mis lágrimas y empapara mi cabellera y mis ropas. No hice más por ella. Sólo quería irme. Huir lejos y no volver a ese lugar nunca más.

Pero…

Era algo irresistible… y me hizo volver de nuevo una y otra vez.

Cada una era única.

Cada una tenía un final diferente.

Cada una me recordaba a ti... tenía que acabar con eso.

Dejar atrás tu memoria, desaparecer el rastro de todo tu ser.

Te odio Takami Chika y vas a morir bajo mis manos… algún día.

— o —