Su vida

Cuando la luna se abría paso entre el fulgurante sol, ahí es cuando Jared se daba cuenta de lo mucho que extrañaba a Mel.

Porque recordar las noches de antaño. Aquellas en las que, mientras el pequeño Jamie dormía pacíficamente, él apretaba a Mel firmemente sobre su pecho, y ella se encargaba de depositar besos sobre cada centímetro de su piel, quemándolo todo a su paso. Aquellas en las que los gemidos eran ahogados y las caricias furiosas. Aquellas cuyos recuerdos solían volverlo loco.

También venían a su mente las noches en las que simplemente se sentaban a contar las estrellas en el firmamento. O aquellas en las que alguno de los dos solía contarle a otro sobre su familia y todo aquello que jamás volverían a poseer.

La extrañaba demasiado, más de lo que se creía capaz de reconocer.

Porque tener su cuerpo pegado al suyo era su más profundo deseo, porque no sentir el roce de sus manos trazando figuras en su pecho era su martirio, porque mantenerla abrazada a su lado durante la noche era su necesidad.

Mel era su vida y no descansaría hasta traerla de vuelta.