Como ya saben, Gorillaz no me pertenece.
¡Aló, aló, amiguirijillos! Yea, it's me. No es un espejismo.
Acá les traigo una idea vieeeeeeeja que nunca llevé a cabo. En realidad, el personaje de Charlotte Cook tiene varias historias, así que se imaginarán el tiempo que lleva en mi cabeza. Tuvo mil formas, mil rostros, misma personalidad. Hasta que me decidí por ésta, que fue la que me gustó más. Éste capítulo es corto, si. O por lo menos me parece. Es más o menos para que conozcan a Cook.
¡El siguiente episodio transcurre cinco años después de éste!
¡Ah! Y para los lectores de mi otro fic, TODABÍA NO LO DEJÉ EN EL OLVIDO. Estoy escribiendo ya el otro capítulo.
¡See you soon, BYE BYE!
Luces. Gritos de un público enloquecido y eufórico. Adrenalina en el aire.
-¡Damas y caballeros…!- gritó una voz masculina por los enormes parlantes.
Música comenzando a sonar. Un par de palmadas en la espalda por parte del manager.
-Siete segundos.-murmuró éste.
-¡…Chicos y chicas…!-continuaba gritando aquella grave voz
Respira hondo y relájate, recuerda, uno, dos, tres…
-¡…Charlotte!
Más gritos. Aplausos. La música para un segundo.
-¡Vamos, Cook, tu puedes, corre!
Una joven de tez bronceada, un cabello negro largo y muy poca ropa, comenzó a caminar con rapidez. Su corazón latía a mil por hora.
No era la primera vez que hacía esto. Ya hasta se lo sabía de memoria, pero igualmente no podía evitar estar nerviosa. Como odiaba su trabajo.
Ahora ustedes pensarán; si… claro, odiar su trabajo. Ser famosa y millonaria, no existe nada peor. Pero, déjenme decirles, la cosa se pone fea cuando tienes que cantar una música pedorra y comercial digna de retrete, vestirse y comportarse como una gata en celo. Eso es una mierda.
Pero claro, las palabras mágicas contrato millonario lo dicen todo. Al menos para Charlotte, que si no fuese por todo esto seguiría tocando y cantando en el garaje de su casa en Canadá, como cuando era una adolescente y apenas tenía dinero para un equipo de sonido barato.
Los viejos tiempos, pensaba y suspiraba cada tanto mientras recordaba los momentos en los que era una persona normal. También recordaba cómo odiaba a los grupos y cantantes que hacían el mismo tipo de música que ella ahora. Que ironía de la vida ¿no?
Lo que más extrañaba en verdad, eran sus amigos. Pocahontas, le decían por su parecido con el personaje. De seguro ahora todos la odiaban por haberle vendido su alma a una disquera.
En fin, así estaba ahora. Cantando en un escenario frente a mil y pico de personas, canciones como "Nos vamos de fiesta, que lindo es estar ebria, nos vamos de fiesta-ta-ta-ta" con un fondo pop-electrónico. Tampoco faltaba un rap en el estribillo.
-¡Gracias, Francia!- gritó cuando el show acabó, empapada en sudor e intentando recuperar el aliento.
Aquella noche apenas pudo dormir por la adrenalina en su cuerpo. Sería su cumpleaños número veintiocho, y no tenía un muy buen presentimiento. Algo le decía que las cosas cambiarían, pero simplemente ignoró el pensamiento.
El sol colarse por la ventana del hotel indicaba el amanecer. El sonido de las persianas subirse y unos pasos despertaron a la cantante.
-Buenos días, princesa.- canturreó afeminadamente Bob, su manager.
Charlotte murmuró algunas maldiciones contra la almohada.
-Los de la disquera llamaron hoy. Quieren hablar con tigo.- dijo el hombre con un tono de voz serio de un momento para otro.
La joven suspiró.
-¿De qué?- preguntó con malhumor.
-No lo sé.- se dio la vuelta y emprendió su retirada. -¡Ah! Y feliz cumpleaños. Hay algunas cartas y flores enviadas por los fanáticos en el comedor. Te digo que no se puede ni caminar.-rió.
-Las ventas bajaron.- dijo el hombre con voz grave detrás del reluciente escritorio de madera oscura.
Todo en la habitación se veía impecable. En la pared, descansaban fotografías de artistas pertenecientes a la disquera, entre ellos, Charlotte.
-¿Cuánto es que cumples el día de hoy…?- preguntó, y puso un falso rostro pensativo. -¡Ah, veintiocho! Cada vez más cerca de los treinta. Los dulces, dulces treinta años. Las mujeres comienzan a verse maduras. Una cana por aquí, otra por allá… ¿Ya te salieron algunas, Cook?
-Eh…no, señor.- respondió algo confusa.
-Mmh, que bien por ti. Mejor voy al grano ¿qué te parece?
Silencio
-¿Qué te parece?- repitió el hombre, aparentemente sin perder la paciencia.
-¡Ah! si, si.
-Como recién dije, las ventas bajaron. ¿Y sabes a qué se debe eso, linda?
-No, señor.
-Vejez, Cook. Ancianidad. Vamos a ser sinceros, ya no eres aquella linda, sexy y enérgica joven de antes. Y eso no le gusta a la gente.
-¿¡Qué estás diciendo! ¿Ancianidad? ¡No jodas!
El hombre la observó por un segundo, serio. Charlotte, que se había levantado de su asiento al gritar, se volvió a sentar en silencio.
-Déjame terminar.- hizo una pausa-Los jóvenes…ellos ya no te quieren, amor. Estás acabada.
-¡Pero…! ¡Si ayer di un concierto, y-y asistieron mil y algo! ¡Y mi cuerpo está igual! ¡Y no tengo canas!- chilló desesperada.
-La entrada estaba barata. Acéptalo. Tu música, NO VENDE.
-¡Canto y toco de maravilla! ¡Puedo hacer algo decente, y no esta mierda que me obligan a hacer!
-Que te obligaban.- corrigió con el dedo índice levantado.
-Que… ¿Qué quieres decir?
Él, sin dejar de mirarla, se levantó de su asiento y camino con lentitud hacia su foto recuadrada en la pared. Se encontraba con un micrófono, guiñando el ojo derecho. La tomó con cuidado y la observó, manteniéndola en alto.
Y sin decir más, el hijo de puta la dejó caer, haciéndose pedazos en el suelo.
-Estás despedida.
Un silencio sepulcral dominó la habitación. Charlotte no se movió. Millones de palabras e imágenes dominaron su mente, pero su voz no funcionaba.
El hombre la miró con ambas cejas alzadas y movió la cabeza a un costado.
-¿Y bien?
-Esto…-salió como un susurro. –No estaba…en el contrato
-Já, já.- se burló él- ¿Cómo que no? Venga, no me hagas perder el tiempo o llamo a seguridad.- dijo mientras apretaba un botón en su escritorio. -¿Sara? Trae al personal de limpieza. Se me calló algo de basura al piso. Rápido.
Charlotte lo observó con el seño fruncido y la boca abierta.
-Claro, señor.- respondió una voz detrás del altavoz.
-¡Esto no puede ser! ¡Mi carrera no terminó! ¡Al carajo con el pop industrial! ¡Quiero hacer rock, reggae! ¡Por favor, señor, se lo ruego!- comenzó a gritar como una loca mientras se arrodillaba en el suelo ante él, suplicante.
-¡No me toques, loca!- gritó cuando ella tironeó un poco del saco de su elegante traje mientras no dejaba de lloriquear. Se estiró un poco hasta tocar nuevamente el botón en su escritorio.- ¡Sara, llama a seguridad! ¡Rápido, rápido!
-¡No, por favor, se lo suplico!-continuaba Charlotte
-¡En seguida, señor!- respondió la voz de la mujer.
-¡Suéltame, suéltame!
-¡No, no, no! ¡Mi carrera no terminó!
-¡Suéltame, perra!
En ese momento, entraron dos hombres vestidos de traje negro y gafas, con una etiqueta que rezaba, seguridad.
-¡Llévensela, YA!
Sin emitir palabra, la tomaron por ambos brazos y la levantaron en el aire mientras ella pataleaba.
-¡Suéltenme! ¡Déjenme que le patee la cara a este gordo desgraciado! ¡Hijo de puta, hijo de puta! ¡Púdrete en el inf…!
Y la puerta se cerró. Los gritos de Charlotte se continuaban escuchando desde la otra sala.
-Puta loca.- murmuró el hombre mientras acomodaba su traje y sacaba una botella de whisky de su escritorio.
