Lo prometido es deuda.

Hola de nuevo! Acá estoy trayendoles la historia que les prometí hace unas semanas. Les dije que mi mente es demasiado inquieta y a veces no para.

Para los que no me conocen mi nombre es Valeria, pero por favor, diganme Val. Ya tngo un tiempo de subir mis historia aki, y muchos de ustedes me siguen hace bastante y les estoy muy agradecida por ello.

Quería pedirles que lean y le den una oportunidad a la historia. Prometo mucha miel, mucho amor y muchas escenas altamente romanticas. ¿Drama? Oigan, ¿Se olvidaron de con kien hablan? Aun no sé si habrá lemmon xq nunca lo escribí, kizás lime, pero no prometo nada. Como ya dije muchas veces, la historia tiene vida propia y casi nunca sé en como va a terminar, asi q, el tiempo lo dirá.

En cuanto a las parejas... Descubranló por ustedes mismos y q su instinto no les fallé. Espero moverles un poco la estantería si se puede.

Nada mas, disfruten mucho la lectura.


Prólogo

Todos pasamos nuestra vida buscando algo. Algunos buscan dinero, otros, gloria. Pero lo que todos, sin ninguna excepción, siempre buscamos, es el amor.

El amor de un padre, de un hermano, de un hijo. El amor de un amigo. El amor de aquella persona que nos complementa. Buscamos aun sin ser conscientes de que lo estamos haciendo, y solo cuando alcanzamos nuestra meta nos detenemos a pensar en el camino recorrido y lo mucho que anduvimos hasta hallarlo.

Pero, cuando perdemos, es difícil seguir. ¿Cómo lograr recuperar aquello que alguna vez nos perteneció? ¿Como recuperar lo que tuvimos y anhelamos y que por obra del destino se nos fue?

Esa es la búsqueda que mas importa.

La mañana se presentaba nublada, y un viento frío demasiado inusual la acompañaba. El reloj despertador sonó a las 7am, como todos los días, aunque este no era un día como cualquier otro.

Ronald Weasley despertó al instante, como si estuviera esperando la más mínima señal para reaccionar.

"22 de septiembre, una vez más." Repetía en su fuero interno. Y aquella frase lo apeno, como cada 22 de septiembre de su vida.

Recordaba un día similar hace ya siete años.

"Siete años es demasiado tiempo…"

Y lo era. Cada año se repetía que ese sería el último en que esa fecha lo atormentara, y sin embargo, acá estaba otra vez.

- Quizás debería probar algo diferente esta vez. Quizás no debería esperar nada.

Porque, al fin y al cabo, tener esperanzas cada año solo lo llevaba a frustrarse cada vez mas, y no era eso lo que se había prometido a si mismo. Pero sobretodo, no era eso lo que le había prometido a ella. Aunque no importara que ella desconociera la existencia de tal promesa, y solo lo sabría, si su búsqueda llegaba a buen puerto.

Se sentó en el borde de la cama e inspiró profundo.

En sus veintiséis años de vida, Ronald Weasley, sentía que había perdido muy pocas cosas en su vida, y la mayoría de ellas, eran prescindibles. Como la bicicleta que su padre le había regalado una navidad, después de meses de rogarle y que él creyó que nunca conseguiría. Hacía ya bastantes años que él mismo se la había regalado a un niño que en esos momentos la necesitaba más que él. Debían tener edades similares, pero nunca más lo volvió a ver.

O su larga cabellera pelirroja, que antaño le llegaba unos centímetros debajo de los hombros y que ahora, había civilizado solo un poco.

Pero como siempre pasa, a él le toco perder, pero al ser una de las pocas veces que le tocaba, había perdido una de las cosas más importantes que había conseguido, al amor de su vida.

Se puso de pie negándose a dejar que los recuerdos de ella lo atormentaran. Pero era difícil.

Un nudo se formó en su pecho y el atisbo de una lágrima rodó por su mejilla. Él nunca lloraba, jamás, pero por ella, lloraría mares enteros si con eso fuera a recuperarla.

Se acercó a la ventana de la habitación y descorrió levemente la cortina. Londres. Era la primera vez que estaba en aquella ciudad y esperaba no irse por mucho tiempo. Una postal hermosa se presentaba ante sus ojos, y él solo tenía lugar para recorrer las imágenes que desfilaban por su memoria. Imágenes de aquellos ojos trasparentes que lo cautivaron al instante y de los que se enamoró sin remedio.

Ni siquiera tenía una foto suya pero no le importaba. Recordaba a la perfección cada uno de los detalles de su rostro, de su cuerpo. Podía rememorar los matices perfectos de su voz. El olor que la caracterizaba, una mezcla perfecta entre rosas y miel. Podía sentir aún la electricidad recorriendo cada parte de su ser, la primera vez que la besó, y que desde el día que la perdió, fue incapaz de volver a experimentar.

Podía recordar todos los detalles, y cada vez que lo hacía, no podía dejar de repetirse lo enamorado que estaba, aún después de siete años sin verla, sin tener la más mínima señal de ella. Aun después de ser consciente de que el día que ella desapareció, lo hizo para nunca más volver.

El sabor salado de las lágrimas invadió su lengua recordándole que seguía doliendo tanto como siempre. Un dolor profundo en el pecho, que solo desaparecería el día en el que ella se metiera de nuevo en su vida.

- Solo espero que ese día ocurra pronto… - susurró, dejando caer su frente sobre el cristal frío.

Si, era extremadamente temprano. Más aún considerando el hecho de que era domingo. Hacía demasiado frío y la amenaza de lluvia era latente. Pero así era ella, Hermione Granger. Sabía que ese día en particular y más que ningún otro, debía estar allí, en el cementerio. Aún después de siete años esa herida no se cerraba, y tal vez nunca lo hiciera.

Caminó despacio y sin mirar adonde iba. No lo necesitaba. Sus pies conocían el recorrido de memoria y no necesitaban ser guiados. Se detuvo solo cuando supo que había encontrado la tumba que buscaba y se arrodilló frente a ella.

Al contrario de Ronald, Hermione si lloraba. No es que lo hiciera siempre, pero si cada vez que lo necesito. Nunca tuvo miedo de demostrar sus sentimientos y en ocasiones como esta, lloró. Los 22 de septiembre constituían la regla. No derramar lágrimas en esa fecha significaría que una parte de ella, tal vez la mas importante, había dejado de funcionar y juraba por su vida que eso nunca pasaría.

- Me haces tanta falta… - Susurró mientras con una mano delineaba las letras escritas en el mármol blanco, y con la otra sujetaba fuertemente el pequeño relicario de plata que colgaba de su cuello. Dejó descansar su frente contra la lápida y cerró los ojos con fuerza.

"Debes ser fuerte… Debes seguir".

Siempre tenía la vana esperanza de que cada año doliera un poco menos, que de alguna forma, el paso del tiempo la ayudaría a sanar, que le ayudaría a seguir adelante. ¿Pero como hacerlo cuando lo que mas anhelabas en tu vida te lo arrebatan incluso antes de darte cuenta? No, nunca se repondría.

Unas gotas pequeñas fueron a caer en su rostro. El cielo también lloraba. Luego las gotas empezaron a caer más rápido y más fuerte. Impactaban contra su cuerpo de manera implacable, y antes de lo que tardó en procesar la idea de que estaba lloviendo, ella ya estaba completamente empapada.

- No me importa que llueva… me quedaré aquí contigo… no te voy a abandonar…

Y así fue, sin importar que la lluvia castigara a su cuerpo con fuerza y el viento y el frío le calaran los huesos. Ella debía permanecer ahí. Hoy, después de siete años, igual que desde entonces. Una vez más.

"¿Cómo se hace para seguir? ¿Cómo?"

Definitivamente, desde aquel lugar podía disfrutar de las mejores vistas de la ciudad. Los escasos rayos del sol se reflejaban tenuemente en las aguas del Támesis. El silencio que gobernaba el ambiente invitaba a relajarse, y la combinación de colores del cielo remataba la escena de una forma maravillosa y le brindaban a su corazón una paz única.

Tomó su cámara y lo fotografió. Las fotografías tienen la capacidad de capturar momentos únicos e irrepetibles, y este constituía uno de ellos.

Pansy Parkinson bajó el artefacto para seguir disfrutando de aquella extraña calma que la rodeaba y que hoy más que nunca ansiaba. Si, le encantaba ser capaz de capturar aquellos momentos inalcanzables y de esa forma, poder disfrutarlos cuando mas los necesitaba. La fotografía, más que un hobby, constituía una parte determinante de su vida. Era su nexo con su madre… lo único que recordaba haber compartido con ella y lo único que le quedaba. Era su forma de expresarse y su forma de recordar. Aunque algunas veces, se odiaba cuando lo hacía. Se mostraba débil y no se permitía verse así.

Generalmente revisaba su trabajo y veía fotos viejas. Fotos de cuando su madre aún vivía. Fotos con su padre, de la época en la que eran felices. Fotos de sus amigos, cuando aún se consideraba capaz de tener amigos.

Pero había fotos que estaban prohibidas. Fotos que traen consigo un trasfondo muy lejano, demasiado feliz y triste al mismo tiempo. Fotos de hace tantos años y que aunque pase el tiempo, no dejan de doler.

Vuelve a ellas cada vez que la determinación se le quiebra y se permite ser débil por unas horas. Horas en las que llora por la amistad que ya no es. Horas en las que llora por el amor que nunca debió haber sido. El amor que no deja de ser…

Si tan solo las fotos le permitieran volver siete años atrás, tal vez ahora, no sentiría un hueco vacío en medio de su pecho. Tal vez nunca se hubiera permitido enamorarse como nunca más, lo volvería a hacer. Porque no se lo permitía, y porque era consciente que así solo se ama una vez en la vida.

Se tumbó en el piso de la terraza en donde estaba. Había pasado prácticamente toda la noche ahí, acurrucada entre mantas, buscando en vano la forma de dejar de pensar.

Pensar te lleva a recordar, y recordar, indefectiblemente, duele. Porque siempre habrá cosas de las que nos arrepentimos y que duelen, demasiado.

- Solo permíteme olvidar… ya no quiero sufrir… mas.

Las lágrimas caían rudas por sus mejillas. Odiaba sentirse vulnerable, sobretodo después de jurarse a si misma que ya nadie jugaría con ella. Por eso buscaba estos lugares, lugares que fueran solo de ella y en los que no tuviera que fingir ser algo que no era. En donde llorar estaba permitido.

- Duele demasiado.

La lluvia se abrió paso entre las nubes y cayó estrepitosa sobre ella. Se irguió solo para guardar la cámara dentro de una bolsa plástica y meterla en su bolso. Los años en los que se refugió en la fotografía le habían enseñado a ser precavida. Luego, se permitió caer otra vez.

Cuando estas abajo, ya no tienes nada más que perder.

Las gotas de lluvia se estrellaban furiosas contra el parabrisas de su auto, producto más de la velocidad a la que conducía, que a la intensidad de la tormenta.

Se odiaba a si mismo. Odiaba darse cuenta que seguía siendo un inmaduro incapaz de enfrentar sus problemas como debía. Seguía resultando muchísimo mas fácil salir de fiesta toda la noche, beber cualquier cosa que contenga alcohol y terminar acostándose con cualquiera solo para mantener su mente ocupada. Enfrentarse a sus problemas significaba que los tenía, y esa era la parte verdaderamente difícil.

Ya no tenía edad para seguir actuando así. Ya no tenía ganas de seguir haciéndolo tampoco, que para el caso, es lo más importante. Porque más allá de la cantidad de fiestas a las que asistía, o la cantidad de mujeres que fuera capaz de conquistar, eso no lo llenaba. El agujero en su pecho, en lugar de desaparecer, se intensificaba.

Después de mucho tiempo, estaba logrando ser consciente de que necesitaba más. De que el espacio en su corazón tenía un solo nombre capaz de llenarlo, solo le restaba saber cual.

Draco Malfoy rió cínico. Él, uno de los solteros más codiciados de todo Londres, ya sea por su dinero o por su atractivo físico, lloraba por no encontrar el amor de una mujer.

- Estás jodido Malfoy –Se dijo a si mismo-, tu madre te advirtió que algún día esto pasaría.

Un pinchazo. Su madre. Como desearía poder decirle que ella tenía razón después de todo. Como desearía poder verla una vez más.

Giró el espejo retrovisor para poder contemplarse a él mismo. No lloraba pero el rojo que adquirieron sus ojos no era por el alcohol. Se sintió aún peor.

Pero lo peor del asunto es que él creía saber cual era la mujer destinada a él. Había bastado con escucharla una sola vez para saber que era la mujer de su vida y eso le seguía resultando tan extraño como aquella vez. Pero el sentir su voz le produjo una sensación indescriptible y por un momento, el agujero de su corazón, desapareció.

Y tan rápido como llegó, desapareció.

Nunca supo de quien se trataba ni tampoco se esforzó por saberlo. Por miedo quizás. Lo que sintió fue demasiado poderoso y no se sintió lo demasiado fuerte como para averiguar si aquello era lo que necesitaba. Así que simplemente lo dejó.

La lluvia lo distrajo de sus pensamientos. Debía poner atención al tránsito, escaso eso si, de Londres, a menos que quisiera terminar recordando en la cama de un hospital.

- Ya debemos dejar esta vida… ya no es divertido…

"Debo encontrarla".

Cuatro vidas incompletas. Cuatro vidas marcadas por el destino, que moverá sus hilos y los llevará a encontrarse y tratar de sanarse mutuamente. Aunque a veces esto lleve tiempo y les produzca contradicciones. Aunque las vueltas del destino, les juegue malas pasadas.


Ok, si llegaron hasta acá al menos haganme saber si les gustó o no. Lo odiaron?

Espero que no. Esta es mi apuesta fuerte del año y me hace mucha ilusión, asi que espero que les guste de corazón.

Los espero en los comentarios.

Ahh, x cierto, ya tengo en mente el Harmony que muchos pidieron asi q en poco tiempo estará en las vidrieras, no desesperen!

Gracias!

Val