-¡Henry fue quien vino a buscarme!-
-¡No me importa señorita Swan! ¡El es un ñino no sabe lo que es mejor para el!- Los ojos de Regina sacaban chispas. Estaba furiosa porque otra vez su hijo había desparecido de la escuela y, como ella supuso desde el principio, estaba con Emma. -Yo si se lo que es mejor para el, porque soy su madre- Y puso especial enfasis en esa ultima palabra. Regina quería dejarle a Emma eso muy claro, el era su hijo.
-¡Al menos me preocupé por traertelo!- Emma le gritó irritada a la Alcaldesa.
-Es lo menos que podía hacer considerando que de otra manera se trataría de un secuestro- Contesto esta recuperando un poco la calma. Aunque le duraría poco.
-No sería secuestro, porque no puedo secuestrar a mi propio hijo. Y si el me busca a mi, por algo será, ¿No te parece?- La arrogancia de la rubia bastó para sacar de las casillas a la morena.
Con la voz vibrante de ira le preguntó entonces -¿Usted se levantó en las noche a verlo cuando lloraba de bebé? ¿Usted le cambió los pañales? ¿Usted le lavó a ropa? ¿Usted lo llevó al jardin? ¿Usted le compro juguetes? ¿Usted le leyó para que se durmiera? ¿Usted se quedó a su lado cuando estaba enfermo? ¿Usted le rentó una pelicula y se sentó a verla con el?- Al recordar todo lo que había vivido con su hijo, al que tanto amaba, no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lagrimas, entonces giró la cara hacia otro lado para que Emma no lo notara y se limpió discretamente. Al ver el silencio de la rubia continuó.
-Si no lo hizo, entonces no es su madre-
Emma tragó en seco y presa de la rabia se acercó a Regina y mirandola a los ojos, a apenas unos centimetros de su cara le dijo asperamente:
-Eso lo veremos- Y abandonó la oficina de la funcionaria.
Cuando se quedó sola, Regina descargó su ira golpeando su puño sobre el escritorio, provocando que los papeles y bolígrafos sobre el tembraran, y que el portarretratos en la esquina derecha de este fuera directo al suelo. Al ruido del cristal partiendose en pedazos en el piso Regina se levantó de su silla y se arrodilló desesperadamente sobre el objeto roto, y sin darse cuenta, en su arrebato, apoyó su mano sobre algunos trozos de vidrio roto. Aunque las astillas de cristal se clavaron en su palma, lo unico que a Regina le importaba salvar era la foto. A pesar de el dolor por las heridas, ella sonrio cuando tomó la foto, en la cual, un Henry de unos cinco años posaba alegremente con su guardapolvo y mochilita de jardin de infantes. Regina abrazó la imagen mientras un llanto silencioso y amargo trazaba caminos de lagrimas en sus mejillas.
Y otra vez volvió a sentir ese doloroso y tan temido frío en el pecho, que solo había experimentado una vez en su vida, ese que solo se siente cuando te estan arrancando un amor.
