Nunca había tenido problemas para controlar su ira hasta esa noche, hasta hacía exactamente dos horas con catorce minutos, y se estaba volviendo loco.

Por momentos sentía la urgencia de llamar al maniático de Hodgins y pedirle consejo, después de todo, él llevaba años controlando su ira… "¡una liga eso es, necesito una liga!" se dijo y con cuidado deslizó una de sus piernas fuera de la cama, después la otra y entonces se dio cuenta que estaba atrapado.

Ella tenía sujeto uno de sus brazos contra su pecho, recostada de lado sobre la cama con el brazo derecho entrelazado en el suyo, la perfecta barbilla apoyada sobre él y sus tibios labios rozándolo, acariciándolo aún dormida… "me ha convertido en un maldito peluche" susurró y por un instante una sonrisa cruzó su rostro, pero un segundo después nuevamente sentía como la furia recorría su espina dorsal inundando todo su cuerpo de adrenalina… deseaba estar en el campo de tiro y disparar por lo menos una docena de cargas de su revólver.

Con cuidado fue separando su brazo del cuerpo de la mujer a la que amaba más que a nadie en el mundo, en silencio dio gracias porque el embarazo la hacía dormir profundamente. Cuando por fin logró sentarse en el borde de la cama se quedó inmóvil, rogando porque ella no despertara, unos segundos después antes de levantarse miró por sobre su hombro derecho para comprobar que ella seguía dormida… y entonces tuvo una perfecta visión de ellos, de ese par de maravillosos, turgentes, suaves y prominentes regalos del cielo.

"Santa Madre de Dios esos senos son los que me están desquiciando" se sobresaltó un poco al escuchar como sus pensamientos escapaban de sus labios, mientras sentía como la ola de excitación bajaba hasta su entrepierna y al instante, tuvo la urgente necesidad de confesarse al darse cuenta que acababa de unir en un mismo pensamiento, a la santísima virgen con los senos de su querida Huesos.

Se puso de pie y procurando no hacer ruido, caminó hasta el mueble del cuarto de estar en el que guardaba los materiales de escritorio, buscó con impaciencia desordenando todo a su paso, hasta que encontró una caja de ligas, tomo una y la puso alrededor de su muñeca, luego respiró intentando recuperar la calma, tiró de ella y la soltó contra su piel, la sensación inicial fue de un suave latigazo y luego un ligero escozor en la muñeca; por un segundo, su mente quedó en blanco, pero al instante siguiente sus pensamientos volvieron a ser los mismos, su ira no había cedido ni un milímetro.

No se consideraba un hombre violento, realmente eran muy pocas las ocasiones en que se enfurecía realmente, por lo general, la mayoría de hombres reconocían inmediatamente lo que Huesos llamaba su estatus de macho alfa y evitaban provocarlo… entonces, no entendía, "¿qué diablos pasó por la mente de ese muchacho?, no se supone que todos son unos genios, verdaderos cerebritos, con un alto coeficiente y todo eso" murmuró para si mismo mientras se rascaba nerviosamente la nuca, y entonces la escuchó reír a sus espaldas.

"Booth, ¿por qué estás aquí hablando solo?" la voz somnolienta de la mujer que lo convertía en padre por segunda vez lo sorprendió, se giró en dirección hacia ella y entonces la vio en la penumbra, de pie en el corredor que unía la sala con su dormitorio, apoyada en una repisa, más dormida que despierta y casi totalmente desnuda, solo llevaba puestos unos diminutos shorts de algodón que no dejaban nada a la imaginación.

Sonriendo recordó la conversación que sostuvieron esa tarde en el auto, cuando ella le había preguntado ¿te molesta si pasó la noche desnuda?, cómo se le ocurría soltar una pregunta así en medio del tráfico, fue un verdadero milagro que no terminará chocando contra otro auto, empotrado en un árbol o metido en una pileta, después de esa inocente pregunta pasaron unos buenos segundos en los que no vio nada de lo que ocurría frente a sus ojos, solo tenía una imagen ante él, una visión en la que solo estaba ella luciendo sus deliciosas curvas.

Casi inmediatamente, el ex francotirador sintió el agrandamiento en el interior de sus bóxers, sin responder a la pregunta que su pareja le acababa de hacer, se acercó a ella en silencio y la envolvió en un tierno abrazo, besándola en los labios con deseo… al principio, solo era él intentando devorar los labios de ella, pero poco a poco, ella fue despertando del amodorramiento en que se encontraba sumergida y entonces respondió con entusiasmo a las intenciones de él… unos pocos minutos después estaban de nuevo en la cama, comprobando por segunda vez en esa noche que sí era posible que dos cuerpos se convirtieran en uno solo.

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Era imposible, no conseguiría dormir hasta que tuviera claro lo que haría al respecto, habían transcurrido exactamente cuatro horas y veinte minutos desde el momento en que la mujer de su vida le empezó a contar sobre la extraña conversación que ella y el Dr. Edison habían sostenido esa mañana… ¿quizá podría echarle una mano?, esas habían sido las palabras de Clark, según había recordado ella.

La sola idea de ese muchacho ofreciéndose a ayudar a su Huesos con sus pechos tiernos e hinchados, lo hacían desear tenerlo en frente para enseñarle lo que es el respeto, qué ganas tenía de cruzar un par de golpes con ese chico, es que acaso ese dizque genio solo sabía de ciencia, es que nadie le había explicado que existe un noveno mandamiento, "respetarás a la mujer de tu prójimo… ya me encargaré yo de que nunca olvides las leyes de Dios" reclamó indignado en una todo de voz más alto del que hubiera querido.

Su corazón latía agitado, podía sentir su pulso acelerado, intentó recuperar su tranquilidad mirándola a ella, así dormida tenía el rostro de un ángel, recostada a su lado, tal y como lo había deseado desde la primera vez que la vio… lentamente, sus latidos volvieron a su ritmo normal y sin darse cuenta se quedó dormido.

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La alarma del despertador los sorprendió a ambos, de un manotazo el mejor agente del FBI lo silenció, y entonces escuchó la voz de ella, un poco más ronquita de lo habitual por las horas de sueño, pidiéndole en una perfecta combinación de ruego y orden, "báñate tu primero… todavía quiero dormir un poco más".

Se inclinó sobre ella y bromeando le susurro al oído "doctora Brennan quien creería que es usted perezosa", luego recogió la sábana que estaba totalmente arrugada a los pies de la cama y estirándola lentamente fue cubriendo todo el cuerpo de su pareja, hasta llegar a la altura de sus hombros; en ese momento, se detuvo, la beso tiernamente en la frente y le dijo "no haga planes doctora Brennan, hoy almorzamos juntos".

Mientras se duchaba, al enjabonarse, se percató de la liga que tenía en la muñeca y entonces volvió a sentir como la ola de ira resurgía en él. De pronto, solo podía pensar en que el pequeño Clark había osado mirar detenidamente a los pechos de su mujer, afirmándole con descaro están mucho más grandes,"demonios" exclamó esparciendo el champú sobre su cabello, "ya te enseñaré yo lo mucho más grandes que son tus problemas" agregó con una maliciosa sonrisa.