¡Holi!~
Se que no es el cumpleaños de Oikawa, pero esto se me había ocurrido para el cumpleaños del año pasado y lo tenía guardado en mis archivos desde entonces y, por alguna razón, no lo había subido. Hoy que estuve revisando mi pc, encontré esto que data desde mayo del 2017 xD así que me dije: "¿por qué no subirlo ahora? Qué importa que no sea el cumple de Kiwis", y por lo tanto, eme aquí :v
Disclaimer: NO poseo los personajes que aquí se utilizan; lo único que es mío es la trama que leerán a continuación.
Regalo perfecto.
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―No puedo creer esta mierda ―frunciendo el ceño, Iwaizumi exhaló bruscamente antes de intentar por vigésima vez luchar contra aquellas cuerdas que lo mantenían cautivo. Maldiciendo en voz baja, le deseó la muerte a Matsukawa y Hanamaki. No importaba cuan inocentes se volvieran a mostrar nuevamente frente a él, no volvería a confiar nunca más en ellos. Y pensar que creía que eran buenos amigos.
"Buenos amigos mi culo", pensó acaloradamente, mientras intentaba, sin mucho éxito, liberar sus manos de las ataduras.
Sintiéndose abatido, Iwaizumi cerró los ojos e inhaló lentamente en un intento por calmarse. Mirándose así mismo, palideció al encontrar que ese maldito cabeza de algodón de azúcar―entiéndase por Hanamaki―le había quitado toda prenda que trajese consigo, dejándolo expuesto al cálido aire del verano. Una única cinta de seda de color rojo envolvía su cuerpo, uniendo sus piernas y brazos―¿Cómo lo habían conseguido? un gran misterio para la estrella de Aoba Johsai―. El color rojo de aquella seda contrastaba con su piel bronceada, podía notar. Continuó enrollándose alrededor de su cuerpo, pero aquel nudo estaba especialmente bien hecho.
Como si en realidad no quisiesen que él escapara de aquella recóndita habitación.
"Qué irónico", reflexionó mientras miraba aquella cinta, "Ese es el mismo color que salpicará las paredes cuando salga de aquí y encuentre a ese par de imbéciles".
Después de varios minutos más de insoportable silencio―en los que planeó el asesinato de Hanamaki y Matsukawa hasta el último detalle―voces amortiguadas flotaron por fuera de la puerta. Sus ojos se abrieron de par en par ante la impresión, pero frunció el ceño al reconocer las voces.
Por una jodida mierda.
―No creo que esté aquí ―dijo Kindaichi.
―No te preocupes tanto. Si no está aquí, seguiremos buscando hasta que lo encontremos ―aseguró Kunimi.
Hajime gimió con horror cuando vio que el picaporte de la puerta comenzó a girarse. Que los chicos de primer año lo viesen en ese estado era terriblemente vergonzoso. Él nunca vivirá su vida naturalmente por el resto de sus días. Entrecerrando los ojos, miró a través de la luz brillante que entraba por la puerta de la habitación recién abierta. Apenas podía distinguir la figura de Kindaichi, vestido con la ropa de entrenamiento, acompañado por Kunimi, que traía su respectiva vestimenta de entrenamiento.
―Te dije que aquí no estaba ―frunciendo el ceño, Kindaichi se asomó a la habitación como si pudiera encontrar algo que pudiese darle una pista sobre a donde tenían que ir a buscar a Oikawa. Después de un momento de escanear la habitación, su mirar se fijó en Iwaizumi. Con los ojos cada vez más abiertos, él simplemente lo miró, abriendo y cerrando la boca, mientras sus mejillas se sonrosaban un poco.
Al darse cuenta de la apariencia rígida de su compañero, Kunimi le miró confundido, codeándolo para llamar su atención. ―¿Qué pasa?
―¿E-ese no es….? ―hizo una pausa para tragar espesamente, su mirada se reusaba a abandonar la furiosa del Vice-capitán. ―¿Ese no es Iwaizumi-senpai?
―¿Eh? ―echando un vistazo por la habitación, Kunimi encontró al pelinegro atado y una sonrisa que no prometía nada bueno se extendió a lo largo de su rostro. ―Sí, tienes razón. Es él. Digámosle hola.
Justo cuando los chicos de primer año cruzaron el umbral de la puerta, las luces de la habitación se encendieron y el confeti cayó del techo. Kindaichi y Kunimi se tambalearon hacia atrás cuando Hanamaki y Matsukawa saltaron hacia ellos.
―¡Feliz cumpleaños, Oikawa! ―gritaron al unísono.
Parpadeando por la sorpresa, ambos chicos de primero sólo podían observar con horror la escena que se desarrollaba ante ellos.
―Espera…. ¡No son Oikawa! ―acusó Hanamaki, señalando a los dos muchachos.
―¡Por supuesto que no! ―exclamó Kindaichi, algo acalorado por toda la situación.
―¿Qué están haciendo? ―cuestionó Kunimi. ―¿Y por qué Iwaizumi-senpai está atado y…?
―¿Desnudo? ―ofreció Iwaizumi, pues llevaba haciéndose la misma maldita pregunta desde hace bastante rato.
―Sí.
―Bueno ―empezó Hanamaki con la explicación. ―Pensamos que a Oikawa le gustaría tener a este para su regalo de cumpleaños.
Silencio.
―¡¿Soy un qué?! ―gritó finalmente el pelinegro de tercer año, jurando que después de ese día, nadie jamás volvería a saber acerca de ese par de idiotas.
―¿Han visto a Oikawa? ―pregunto Matsukawa, ignorando las maldiciones que brotaban de la boca de Hajime.
―También estábamos buscándole ―dijo Kunimi.
En ese momento, la puerta de la habitación se abrió nuevamente―¿cuándo se había cerrado?―revelando la figura de nada más y nada menos del tipo del cumpleaños en cuestión.
―¡Allí están todos! ¿Dónde carajo habían estado metidos?
Todos se voltearon para mirar hacia la puerta, con una sensación de sorpresa al ver a Oikawa mirando a todos con curiosidad. Sus ojos cafés parpadearon confundidos al ver la expresión desconcertada de Kunimi, la avergonzada de Kindaichi, hasta las divertidas que le ofrecían Matsukawa y Hanamaki. Sintiendo entonces un aura asesina filtrándose a través de la habitación, su mirada cayó lentamente sobre Iwaizumi. Sus mejillas enrojecieron levemente al analizarlo de pies a cabeza y, sin poder evitarlo, su lengua salió a lamer sus labios.
―¡Feliz cumpleaños, Oikawa! ―corearon entonces las mentes maestras de todo aquel calvario para Hajime.
―Gracias ―dijo. ―¿Qué está haciendo Iwa-chan en el piso? ―preguntó lentamente, eligiendo sus palabras sabiamente. ―¿Y por qué no está usando ropa?
―Él es tu regalo ―le dijo Hanamaki con una voz burlona.
―¡Váyanse ustedes dos a la mierda! ―Iwaizumi se enfureció más al ver como aquel par de payasos salían disparados riéndose de su "gran" hazaña.
―Disfruta tu regalo ―le había dicho Matsukawa al Capitán finalmente, antes de desaparecer.
Oikawa entonces miró a Kindaichi y Kunimi. ―Me gustaría hablar con Iwa-chan por un momento, a solas.
Ambos chicos se miraron, y comprendieron lo que no necesitaban saber acerca de su Capitán y Vice-capitán. Siguiendo los pasos de los otros chicos mayores que se habían ido antes, dejaron solos al par de amigos de infancia.
La mirada de Iwaizumi se redujo cuando vio a Oikawa acercándose a él, con un ligero balanceo en sus movimientos y una sonrisa pícara adornando su rostro. Él se arrodilló frente al pelinegro, arrastrando un dedo sobre la cinta roja de seda.
―¿Qué diablos crees que estás haciendo, Mierdakawa? ―Hajime preguntó.
―Desenvolviendo mi regalo.
Sí, a Oikawa también lo mataría, pero después de hacer ciertas cosas.
El IwaOi es vida, el IwaOi es amor (o viceversa, como sea, pero que sean ellos dos) *corazones*
Sé que fue súper cortito, pero espero que hayan disfrutado de este relato :3 la intención es que les guste y se diviertan mientras lo leen.
Ya saben que cualquier comentario expresando si les gustó, si no les gustó, si me quieren matar xD es bien recibido. ¡Yo no me quejo! (a no ser que me insultes, eso si no u.u)
¡Adiosito y nos leemos luego! :3
Besos, flores y chocolates ^3^
