Heridas
Hessefan
Disclaimer: Sí, soy Hajime Isayama escribiendo un fanfiction en español sobre mi serie. De más está decir que Shingeki no Kyojin no me pertenece.
Prompt: 16. Heridas (Tabla Muralla María — Kyojin-tón)
Advertencia: Spoilers a partir del capítulo 51, no muy significativos, pero spoilers a fin de cuentas. Rating T de comienzo, pero subirá a M.
Notas: Al igual que con los fics "Sonrisa" y "Respuesta", este también puede considerarse una continuación (o tercera parte), pero como one shot se entiende sin necesidad de leer los anteriores :)
I
Una vieja y sucia pero bella cabaña a los pies de la montaña podría ser el hogar perfecto para cualquiera, sin embargo ellos no podían concebirlo como más que un refugio. Debido a la considerable distancia, y a la necesidad de pasar desapercibidos, habían hecho una sola visita a la ciudad en busca de suministros que debían durar los días que estuvieran escondidos.
Pero lo que se creyó que serían días terminó por convertirse en semanas.
Aprovechar el tiempo al máximo era la premisa del sargento. Día tras día había que limpiar, cortar leña, contabilizar y racionar las provisiones, sin olvidar un riguroso entrenamiento que incluía a Eren como titán.
Era eso o ponerse a bordar.
A Levi estar en una quietud tan extrema lo llevaba al borde de un ataque de nervios, muy a su estilo: nadie podía saber con tan solo mirarlo todo lo que bullía en su interior. No le agradaba la idea de aguardar, como Hanji había aconsejado; no obstante entendía que era necesario y que debía lidiar con ello.
Lo peor de todo es que no lo estaba consiguiendo, porque estar sumido en esa inactividad le permitía reparar en aquellos detalles que en el día a día podía ignorar con exagerada facilidad. Nada difícil cuando en campo abierto uno debía concentrarse en conservar la cabeza en su lugar.
Ahora, en el presente, no podía evitar reparar en esos pormenores, como en lo intensivo que era el entrenamiento personal de Mikasa y en lo mucho que le exigía a su cuerpo. Podía verlo en los músculos formados, en la transpiración empapando su camiseta que se le pegaba al cuerpo, en cada una de esas curvas masculinamente femeninas.
Frente a ella, Levi se convertía en un hombre más; a fin de cuentas no era un dios puro, inmortal y divino. Nunca lo había sido. Incluso si se ponía a un lado de Jean para supervisar ese entrenamiento, hasta podía sentir que compartían algunos pensamientos. Quizás no de la misma impúdica manera, pero no dudaba de que las ideas bordeaban una idéntica intención.
Un suspiro, una mención del cuerpo de Mikasa que alguno de sus compañeros, tan observadores, resaltaba, y Levi dejaba de lado la mancha sobre la mesa, que no salía por mucho que llevara horas fregando, para buscar a la muchacha con la mirada.
No era un pecado mirarla, y si lo era, feliz pecador; pero precisamente por ser un hombre (y no un chiquillo hormonal con cara y atributos de caballo) su apreciación sobre Mikasa era formal y hasta podría decirse que educada.
A su manera era bonita, eso ni Eren podía negarlo si bien lo hacía cada vez que alguien se lo increpaba (las orejas rojas lo delataban). También era jovencita, por mucho que Levi quisiera que creciera un poco más en edad y no en altura. Algunas cuestiones genéticas no cambiarían nunca.
Era un fiel observador de Mikasa tanto como los demás muchachos, solo que él era un voyerista más artero y disimulado. Lo que lo distanciaba de esa juventud apasionada, tal vez, radicaba en que a diferencia de los otros su observación no estaba impregnada de lujuria únicamente, sino también de pura y llana admiración.
Benditos experimentos de Hanji.
Levi nunca creyó que llegaría el día en que llegara a admitirlo, pero prestarle atención a otras cuestiones que no versaban sobre la cantidad de papas faltantes o el contorno de Mikasa, le ayudaba a recordar qué lugar ocupaba él no solo como adulto, aún más importante, como cabecilla de ese grupo.
En esa nueva ocasión el cuerpo de Eren como titán no alcanzó ni los diez metros. En el fondo sabía que era inhumano exigirle tanto, a duras penas habían pasado unas horas desde que el chico se había recuperado de la última transformación, pero este se había mostrado tan dispuesto a hacer nuevos ensayos que Hanji ni siquiera se molestó en pedirle una respetuosa autorización, al menos para hacerlo participe en la toma de decisiones. Hubiera sido un bonito gesto de su parte.
Aunque de igual forma él le hubiera dicho lo evidente: Eren no estaba en condiciones de enfrentar un nuevo entrenamiento. Esa percepción fue más clara cuando el grupo debió replegarse para evitar que un titán, fuera de sí, los matara a golpes o de un susto.
Mikasa, como una domadora temeraria, dejó a su caballo e intentó escalar hasta el hombro de su hermano para hablarle. Levi lo vio en un segundo: esa ingenuidad le costaría la vida y se perdería mucho más que tardes enteras escuchando a Jean y a Connie debatir sobre los atributos masculinamente femeninos de Mikasa.
Perderla a ella era algo que no podía suceder ni permitirlo.
Haciendo uso del equipo Levi se impulsó hacia ella y tuvieron un déjà vu involuntario de la vez que trabajaron en conjunto para rescatar a Eren de Annie.
Mikasa cambió el rumbo de su vuelo y esperó a que el sargento hablara o mostrara sus intenciones, dándole la pauta al hombre que, por primera vez, ella parecía poder dejar de lado su obsesión por Eren y confiar plenamente en él.
—Hazte a un lado. —No había sido una buena manera de iniciar un entendimiento con la chica.
—¿Qué hará? —Se preocupó por Eren. Dejó la seguridad de la rama para ganar distancia. Además tenía muy presente que el tobillo del sargento todavía no estaba recuperado como para que este hiciera gala de sus habilidades.
—Lo cortaré.
—¡Espere! —Mikasa frenó casi en el acto; casi porque estaba en el aire y frenar implicaba caer en las fauces del titán.
La mirada que él le dedicó pareció ser una de reproche y ese ínfimo segundo de turbación fue lo que Levi necesitó para tomar ventaja y dejarla atrás.
Solo debía cortar brazos y piernas, rebanarle los tendones para que perdiera movilidad, quizás la boca.
—¡Cuidado, Levi! —gritó Hanji llevándoselo por delante en su vuelo errático mientras trataba de escapar de un manotazo.
Hanji buscaba lo mismo que Levi, solo que Eren era un titán demasiado querido por todos, eso era claro porque hasta entonces nadie había podido lograr lo propuesto. Y el único capaz de hacerlo había sido tumbado.
Levi tuvo un impulso no previsto hacia la enorme y horrorosa figura que en ese instante representaba Eren. Lo común sería evitar el contacto impulsándose de nuevo, pero con tanta adrenalina no había sentido el dolor en el tobillo ya malherido, no obstante el cuerpo se encargó de recordárselo.
Tanto ir y venir, saltar y correr, consiguiendo dar esos cortes certeros, terminó sumando más daño a la herida.
Ni el héroe de la humanidad podía, en esas circunstancias, escapar de un destino anunciado. El tobillo le falló y el dolor consiguió distraerlo lo suficiente como para que la mano del titán lo tumbara al suelo como si de una mosca se tratase. Mikasa contuvo el aire compartiendo el pensamiento colectivo de que Levi había tenido una muerte muy injusta, ¿y qué decirle a Eren? ¿Cómo explicarle que él había matado al héroe de la humanidad, a su propio héroe?
Fue en ese momento que el grupo se tomó la amenaza más en serio y no como un simple y condescendiente "es Eren". Acabaron con el titán en un suspiro, cuidando de no lastimar a quien lo comandaba. Mikasa no podía negar que, pese a su preocupación por Eren, una vez que este estuvo en sus brazos y respirando con normalidad, su ansiedad estaba dirigida junto con su mirada al rejunte de soldados en el centro de la escena del "crimen".
Bajó de un salto, entre asustada y culpable, sintiendo un inmenso alivio al escuchar un inconfundible: "¡Mierda, quítame las manos de encima, cuatro ojos!" que solo podía pertenecerle al sargento, porque usar la palabra "mierda" y "cuatro ojos" en una misma oración era algo muy propio de él.
El sargento trataba de evitar que Hanji lo desnudara de la cintura para abajo, en pos de comprobar qué tan grave eran las heridas. Intentó incorporarse, pero le resultó imposible, el tobillo estaba tan hinchado que parecía la pata de un elefante. Le confortaba saber qué, más allá del golpe y del daño en la pierna, no sentía ningún dolor más agudo que le indicara alguna fractura o herida peor.
En su cuerpo solo había raspones, producto de las ramas que habían amortiguado su funesta caída, y una cortada profunda en la cara interna del muslo a causa de la corteza del árbol que Eren había estrujado, pero nada demasiado serio que pusiera en peligro su vida.
Sentía que estaba tajeado de pies a cabeza y sabía que debía atender cada herida con atención si no pretendía ganarse una infección que empeorara un cuadro tan sencillo. ¿Cuántos soldados habían muerto por no atenderse una inocente magulladura? ¿Cuántos habían terminado con extremidades amputadas por una gangrena iniciada con una simple cortadura por las filosas cuchillas? Levi lo sabía, lo había visto miles de veces. Por eso, cuando llegó al altillo que hacía de cuarto de los hombres y se desplomó sobre la cama, pidió el botiquín para encargarse él mismo, como todo hombre de guerra, de ese asunto.
A su lado estaba la cama de Eren, pero no prestó atención al titán ni a la muchacha que observaba sus pobres intentos por atenderse esas lastimaduras. Hanji estaba con el grupo, recopilando la información que habían podido sacar en limpio de la última transformación, por eso, tanta calma dentro de un reducido altillo donde había tres personas, se le antojaba extraño a Mikasa.
El silencio era apenas interrumpido por los gemidos ahogados del sargento. Sonrió de manera muy interna ante esa imagen; lo empezaba a ver como a un niño pequeño, caprichoso y mal humorado.
No sabía si en esas circunstancias convenía abrir la boca, por eso no dijo nada, pero dejó de custodiar a su hermano para acercarse conmovida por esos pobres intentos del hombre por llegar a un corte en el tobillo ya lastimado. Era evidente que le dolía todo el cuerpo y que encorvarse suponía una proeza difícil de realizar en esas circunstancias.
—¿Qué haces? —reclamó al ver que la muchacha le quitaba el trozo de tela.
—No llega, déjeme a mí. —Mikasa no esperó aprobación alguna, solía tener experiencia lidiando con la tozudez de Eren; y aunque creyó que el sargento se lo impediría o reclamaría tanta desfachatez de su parte, el hombre guardó silencio.
A fin de cuentas no era tan orgulloso para negar la realidad: por mucho que quisiera, no llegaría a ciertas heridas. Sintió el escozor y frunció el ceño, tratando de distraerse del dolor al contemplar la labor de Mikasa. Lo hacía bien y no era de extrañar, después de todo sabía que era ella quien se encargaba de las heridas de Eren cuando este estaba inconsciente.
Contuvo el aire perdiéndose en su imaginación, sintiendo una delicadeza para tratar heridas que no le conocía, pero volvió a tierra cuando ella lo miró y le habló.
—La espalda.
—No hace falta —negó con seriedad, quizás sintiéndose incómodo por la idea de representarle una molestia, a pesar de ser ella quien le estaba ofreciendo ayuda.
De repente creyó entender por qué desobedecía sus peticiones tratándolo como si fuera Eren. Tal vez Mikasa se sentía responsable. Era cierto, una vez más la culpa hacía mella en su persona y odiaba sentirse así, odiaba a Levi por orillarla a ese sentimiento que no tenía por qué sentir. Eso quedó más claro cuando le quitó la camiseta de malos modos. Levi tuvo ganas de recordarle que no era Eren para que lo tratara con tanta confianza, pero algo de esa desfachatada libertad le agradaba.
—Dese vuelta.
Obedeció manso como feligrés, incapaz de negarse a la autoridad que de golpe ella representaba. Quedó boca abajo con la cabeza ladeada y en esa posición pudo ver a Eren con los ojos cerrados y la boca abierta, y pensó… en qué haría o diría si despertase y viera lo que su hermana hacía.
No era nada indecoroso, pero sí un gesto muy personal de su parte. No había ninguna necesidad de provocar tanta intimidad con un acercamiento corporal, pero le parecía grosero de su parte pedirle que no se sentara en la cama cuando ella estaba haciéndole un favor.
De nuevo ese escozor, que no le permitía dejarse llevar demasiado por la cálida sensación de ser cuidado por una muchacha que le agradaba. Le molestaba, no solo la actitud de ella sino el descubrir lo mucho que le gustaba esa situación, así que volteó, con el fin de que dejara de atenderle esos raspones inalcanzables; prefería morirse de gangrena, que se le cayera la espalda, le daba igual, pero su cuerpo comenzaba a responder al estímulo del perfume natural de Mikasa y eso no era bueno.
—Gracias —murmuró al girar, Mikasa aprovechó para pasar el trapo sobre las heridas que había en el pecho.
Y llegaba… Levi alcanzaba sin ninguna dificultad esa herida minúscula, insignificante y que por serlo se le había pasado por alto, pero no la detuvo; es más, encontró otra marca muy cerca de esa, que señaló con el dedo para que la atendiera. Y carraspeó, porque el trapo dejaba de tener tanto protagonismo y podía sentir no solo la tela áspera impregnada en alcohol, también las yemas de esos dedos, cálidos y suaves.
—¿Dónde más? —cuestionó ella y Levi volvió en sí buscando heridas que no existían, cicatrices viejas que ya habían curado. Desvergonzado, se desabrochó el botón, pero no era tan idiota para dejarse llevar e ir hasta ese punto de no retorno.
—De estas me encargo yo.
Asintió, pidiéndole de manera solapada intimidad para desnudarse. Mikasa, en cambio, no se dio por aludida. Se quedó sentada en el sitio y dirigió su mirada hacia el muslo del sargento; el pantalón estaba roto y manchado de sangre. Esa era la herida que había preocupado a Hanji, pues estaba muy cerca de una arteria importante.
—No se preocupe —dijo, sorprendiéndolo—, a Eren le he curado muchas heridas.
Levi no daba crédito a las osadas intenciones de la muchacha, porque era claro que no se mostraba incómoda ante la idea de que le pedía privacidad porque buscaba quitarse el pantalón; es más, parecía dispuesta a seguir atendiendo heridas de las que él podía encargarse a la perfección.
Sí, se supone que es un one shot, pero no me da el tiempo, hoy es el último día del Kyojin-tón y apenas alcancé a releer una mísera vez estas poquitas palabras para subirlo, así que prefiero ir publicándolo en partes porque si subo a las apuradas después encuentro errores horribles que me hacen querer meter los dedos en el enchufe. Tengo más Rikasas dando vuelta, comenzados y a mitad de camino (ojalá el mes tuviera 365 días), pero los terminaré más adelante cuando se dé la oportunidad :) Confieso que en realidad… el mundial consumió mi tiempo :P
¡Y ya sé que lo de las heridas es un cliché! Déjenme vivir (?) XD Igual, la presencia de Eren le echa pimienta al asunto. ¿No? Bueno, no importa, yo soy feliz (!)
¡Muchas gracias por leer!
