Inuyasha, por mucho que yo quiera, sigue sin ser mío. Rumiko Takahashi es su dueña y señora.
Pαrticipαnte de la «Ronda de retos: Mini-reto estacional», del foro «¡Siéntate!»
Vαriαbles: otoño y añoranza.
Personαje: Naomi Higurashi.
Cαntidαd de pαlαbrαs: 500, según Word.
Aureoli lucellum, en latín «fulgor», o «destello»
Aureoli lucellum
I
El viento trajo consigo el sonido de unas campanadas lejanas. Naomi Higurashi alcanzó a escuchar el griterío de los niños al salir de la escuela. Sonrió, apenas, mientras tomaba una escoba y se dirigía al patio del Templo.
Comenzó a barrer las hojas secas que el árbol sagrado había convertido en oro y dejado a merced del viento de abril. Los pensamientos de la madura mujer se hallaban muy lejos: en el Sengoku, quinientos años atrás. En Kagome.
¡Había pasado tanto tiempo ya! Kagome se había marchado con las prímulas de verano. Naomi solamente necesita cerrar los ojos para verla como aquella última vez: a orillas del pozo devorahuesos, vestida de gala y con la vieja mochila amarilla colgada del hombro; toda sonrisas y lágrimas. Feliz y triste a partes iguales.
Ella no quiso dejarla ir. Era su madre, y a veces pensaba que todavía le hacían falta varias lecciones antes de emprender su propio vuelo. Naomi la quería mantener cálida y protegida bajo sus alas.
Empero el tiempo, ese maestro inefable, le hizo ver que quizás no había estado del todo acertada. Adivinó en las miradas de su hija, siempre fijas en la cicatriz del árbol, una añoranza tan infinita como dolorosa. Comprendió al fin que la muchacha ya no le pertenecía, que ni siquiera era parte de ese tiempo, sino de uno muy remoto, apenas atisbado por los relatos fantásticos guardados en pergaminos antiguos y confirmados por la propia boca de la muchacha.
Y la dejó volar entonces, con una sonrisa en los labios, un abrazo fuerte y el corazón hecho trizas. La dejó ir en busca de su mundo, de sus leyendas y de su felicidad que, bien sabía, tenía el porte de un humano y orejas de perro.
Después de todo, ¿acaso una madre puede permanecer indolente y permitir que el pichón se estanque para siempre en el nido? Naomi sabía que no.
La siguió amando con el mismo fervor de siempre, y la añoró ahínco. Incluso años después, cuando Sōta le trajo una nuera a la que recibió con los brazos abiertos, y a una parvada de nietos que llenaban la casa con sus gritos y energías incombustibles. La añoró aun cuando sus pies comenzaron a arrastrarse y su vista perdió la agudeza de otros tiempos. Siguió esperándola cuando el verano pasó, y muchos otoños, después lo siguió haciendo. Paciente, siempre paciente.
Terminó de barrer las hojas sin darse cuenta, sumida en sus pensamientos. Las acumuló en un montoncito, y se dirigió al pozo. El cielo comenzaba a vestir los colores del atardecer.
Acarició maternalmente el viejo brocal de madera que rodeaba al antiguo depósito de monstruos, casi esperando que aquella caricia pudiera burlar la lógica y llegar hasta su pequeña. Volvió a sonreír.
Naomi Higurashi no tenía forma de saber que, a la misma hora, en el fulguroso atardecer del Sengoku, la joven a la que había traído al mundo, y a la que amaba tanto, acariciaba el borde del pozo pensando en ella.
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¿Se merece un review?
Bitácorα de Jαz: OKEY, lo admito: estoy oxidada. Sin embargo, el poder de persuasión de las chicas del foro es demasiado poderoso. Y heme aquí con el resultado.
¡Gracias Yumi por las variables! De verdad, disfruté de lo lindo durante la redacción de este pequeño drabble. El personaje de Naomi me encanta, y me parece admirable que haya apoyado a su hija desde el minuto cero hasta el final. Y como el destino del pozo quedó abierto, usé la teoría fanom de que el pozo se cerró después de la despedida de Kagome.
Espero que les haya agradado C:.
25 de septiembre de 2015, viernes.
¡Jajohecha pevê!
