- Kageyama… tengo sueño.

- ¡No, Hinata, resiste!

La carretera ardiente por la temporada de primavera era usada de escenario como el primer capítulo de una pequeña tragedia. El esfuerzo humano por sobrevivir nos lleva también a no sobrevivir solos, sino siempre con la compañía que deseamos que sea lo más longeva posible. Un desastroso accidente estaba tomando el asfalto, un auto fue chocado por una camioneta que transportaba comestibles, tanto fue la fuerza del impacto que el vehículo particular quedó postrado al revés dejando heridas gravísimas a sus pasajeros, que en este caso eran una pareja de muchachos que iban de viaje al campo.

- ¡Hinata, mirame! – el muchacho de cabello negro intentaba reanimar a su pareja, que estaba enganchada todavía en el cinturón de seguridad del automóvil, además al romperse los vidrios del auto, el muchacho tenía una cortada gravísima en su brazo derecho. El cuerpo de su compañero flotaba con el cinturón, gracias a que el auto estaba al revés y rodeándose de humo.

- Kage…yama – No tenía ya fuerzas, su vista se nublaba y estaba perdiendo mucho sangre. La desesperación empezó a tomar protagonismo.

A lo lejos se escuchaba un sonido de sirena, pero el chico que estaba sacando al otro del auto ya no tenía fe de que llegaran a tiempo. Por cada minuto que pasaba, más llamas y hedores a gasolina rondaban la zona y menos lógica se volvía la mente de Kageyama.

-¿Realmente está pasando?- dijo para sí. Ya la esperanza de salir de ahí él y su acompañante se había ido, a pesar de toda la fuerza que usó para poder desatar los cinturones él no pudo hacer nada, tuvo al menos suerte de que salió disparado del auto con lesiones graves, pero por supuesto no iba a dejar que el destino le quitara la vida al otro chico. No a Hinata.

-Vete – dijo el atrapado - Vete, vete… - intentaba decirlo con toda la fuerza que le quedaba.

- ¡No me digas eso! – Sollozó - ¡Te haré salir, te lo juro! – Lágrimas, millones de ellas, empezaron a fluir en su cara - ¡Pero no me digas eso, por favor!

De repente el sonido de la sirena se hizo muy cercano. Llegaron al menos los bomberos, que podrían hacer algo por Hinata. Su procedimiento fue rápido, eficaz, o al menos en lo posible. Kageyama los llamó con la garganta ya casi desgarrada, se acercaron y vieron la situación; las llamas casi tocando la gasolina, dos personas en medio, un auto totalmente destruido y volcado. Lo primero, como se dice, que era prioridad, era poner a las víctimas a salvo, pero extrañamente por la fuerza se llevaron al muchacho que gritaba con toda su rabia el nombre del muchacho dentro del auto. "Hinata, Hinata" Tanto forcejeo por no saber lo que pasaba. ¿Por qué dejaban a su amado ahí tirado? Aquel nombre resonaba en la carretera como un eco lamentable, pero no solo aquel sonido era entendible, sino que en unos segundos más tarde, una explosión se tornó al centro del accidente tomando como principal el auto que estaba volcado, silenciando aquellos grito. Al ver esto, Kageyama se desplomó al instante. Simplemente no lo entiende. Empieza a sollozar sin final.