Dentro del Anima Crudelis

Decidí convertir esta historia en una serie de Drabbles. Tengo muchas ideas en mi cabeza y pienso que esa sera la major forma de expresarlas.

*Todo personaje que reconozcan pertenece a JK Rowling, los demás son mios.

Todos conocen y temen al poderoso Señor Oscuro, Lord Voldemort; pero pocos saben su verdadero pasado. Esta es la vida de un pequeño Tom Riddle, sus problemas, sus pequeños momentos de tranquilidad, sus miedos y sus más profundos deseos de niño.

Capitulo 1: El comienzo

Sentía un dolor terrible. No sabía como no había muerto aún, con lo debilitada que estaba. Esa era precisamente la razón por la que había acudido a ese orfanato muggle. Estaba débil y desesperada, y debía encontrar ayuda pronto porque su hijo iba a nacer. Las mujeres a su lado le decían palabras de aliento pero ella solo podía distinguir una que otra frase. Solo quería que todo acabara, el dolor... el dolor era inmenso. Aunque sabía que su bebé la necesitaba, también sabía que había pocas probabilidades de que lo lograra. Pero iba a dar lo mejor de sí, por su bebé, porque era lo único que le quedaba. Toda su vida había sido rechazada, humillada por su padre, su hermano y hasta por el amor de su vida. A su mente le llegó un breve recuerdo de ese día, el día que se enteró que estaba embarazada, el día en que Tom la dejó para siempre.

Ese día no le había puesto en su café la dosis de poción de amor que normalmente le ponía. Le restó importancia, nada de eso parecía importante ya. Estaba esperando un hijo, un hijo de su Tom. Eso cambiaría todo. Apenas podía contener la emoción...

"¿Qué? ¡¿Qué dices? -Veía como sus ojos comenzaban a cobrar vida, notaba un brillo en ellos que no había estado ahí en mucho tiempo.- ¡No! ¡Yo no voy a ser padre! ¡Ni siquiera sé quién eres! ¡Estás loca! ¡Loca!"

-Usted puede hacerlo señora, ¡vamos! Ya casi. -escuchó que una de las mujeres le decía.

Que fácil para ellas era decirlo, no tenían ni idea del dolor, ni de lo débil que se encontraba, ni de cuantos días llevaba sin comer bien...

Y entonces lo supo. Había terminado.

Escuchó el llanto del bebé y las exclamaciones de alegría de las mujeres. Su niño había nacido. Rápidamente demandó que se lo entregaran, tenía que verlo, tenía que ver a su bebé.

Cuando lo tomó en sus brazos sintió orgullo recorrer todo su ser. Era hermoso, simplemente hermoso, y era suyo. Entonces supo que su bebé estaba destinado a ser grande. A ser todo lo que ella no pudo ser. Y nadie lo rechazaría, como a ella, ni lo humillarían, porque él sería poderoso. Sí, sería brillante y poderoso, pondría en alto el nombre de su familia, y ella quería estar ahí para ver a su bebé hacer todo eso.

-Tom Marvolo Riddle.- dijo casi en un susurro, y sus fuerzas ya no dieron para más.

...

Encerrado en su cuarto, debajo de las viejas sábanas, se hallaba Tom, un niño de siete años, cabello y ojos negros; de tez pálida. Su cuarto solo tenía dos camas, una mesita de noche entre ellas, y un armario. Era pequeño y sencillo, y lo compartía con un niño mayor que él llamado Leni.

Tom miraba el pequeño objeto en sus manos. Era un collar de oro que tenía una medallita con las inscripciones "M.B" en ella. Parecía un objeto valioso, algo que su dueño extrañaría. Se lo había robado a un niño llamado Martin Baltor. Este debió tenerlo antes de llegar al orfanato, pues no había manera posible de que lo hubiera adquirido estando en este lugar donde apenas les daban lo necesario. En fin, se lo había robado a Martin porque le había dicho a Domer donde se estaba escondiendo. Domer y su ganga, por supuesto, lo encontraron y le dieron la paliza del siglo. Y todo porque Tom había tenido la descortesía de negarse a darle su almuerzo a Domer cuando éste exigió que se lo diera. Y esto no era nada nuevo. Domer Sheldon era el mayor de todos los niños del orfanato y creía que podía gobernarlos por eso. No era gordo, pero sí de complexiones anchas; tenía el pelo castaño y ojos de un verde oscuro. A Tom le hervía la sangre de tan solo pensar en él, o en cualquiera de los estupidos que lo seguía. Ya sea por miedo, por conveniencia (como en el caso de Martin), o por que simplemente les gustaba dar palizas a todo el mundo, Domer tenía sus seguidores y nadie le negaba nada sin enfrentar las consecuencias. Por eso, a sus 6 años de edad, Tom aprendió que el poder lo era todo.

Obviamente, Tom intentaba defenderse de los ataques de Domer, pero era muy pequeño y no podía hacer mucho. Sin embargo, recordaba una ves en la que Domer lo estaba golpeando por haber tropesado con él en un pasillo. Estaba tirado en el suelo, tratando de cubrirse el rostro con sus pequeños brazos y deseando con todas sus fuerzas que aquello acabara, cuando de pronto una de las rocas que había a su lado se levantó y se estampó contra el puño de Domer evitando el proximo golpe que iba directo a sus costillas. Domer gritó de dolor, tenía rotos los huesos de la mano derecha y Tom no pudo más que mirar asombrado a las dos encargadas que caminaban hacia ellos. Una trató de ayudar a Tom mientras la otra reprendía a Domer y lo jalaba bruscamente de la mano izquierda mientras decía que no quedaba más remedio que llamar, otra ves, al doctor. Tanto las encargadas como la Sra. Cole siempre lucían molestas cuando alguien salía lo suficientemente mal herido como para que hubiera que llamar a un doctor, ya que tenían que gastar del poco dinero que donaban las instituciones religiosas.

Hasta el día de hoy Tom se pregunta que ocurrió ese día. No tiene ni la menor idea de que fue magia accidental lo que lo ayudó; su propia magia cumpliendo sus deseos. Pero lo que sí sabía era que él no era como los demás niños. No, él era especial.

Y allí estaba, mirando su pobre intento de venganza; el collar de Martin. Este brillaba en sus manos a causa de la luz del sol que entraba por la ventana abierta y se colaba por un hueco entre sus sábanas, cuando su puerta se abrió de pronto y una voz femenina e infantil lo sobresaltó.

-¡Tom! Ven rápido, ¡tienes que ayudarme! - casi le gritaba una de sus compañeras de orfanato, Avril. -Es Liz, ¡está sangrando! ¡Tiene un hoyo enorme! Anda por favor, que no encuentro a ninguna de las encargadas y la Sra. Cole no me quiere hacer caso. - decía la niña visiblemente preocupada.

Probablemente solo la hubiera ignorado si no hubiera escuchado las frases 'está sangrando' y 'un hoyo enorme'. Pero esto parecía divertido.

-Esta bien. - dijo finalmente Tom con una mueca que se podría interpretar como una leve sonrisa.

Avril y Elizabeth (Liz), eran unas gemelitas de unos cinco años de edad. Tienen el cabello castaño lacio y los ojos verdes con un poco de marron alrededor de la pupila.

Avril guió a Tom hasta el pequeño cuarto que compartía con su gemela. En el marco de la puerta podían ver la pequeña silueta de Liz, acurrucada en una esquina, sollozando. Viendola más de cerca se podía intuir que no se había parado de allí en un buen rato. La pequeña, al sentir la precencia de alguien en su cuarto levantó su cabezita y Tom pudo notar lo despeinada y sucia que se veía, además de que tenía un poco de sangre seca en el rostro.

-¡Vayanse de aquí! No quiero que vean como me muero. - dijo Liz con su vocesita infantil cargada de tristeza.

-¡No, Liz! He traído a Tom. El nos ayudará. ¡Creo que a él le ha pasado antes y no ha muerto! - le dijo su hermana gemela, tratando de consolarla.

Ahora sí Tom estaba intrigado. ¿Que demonios le pasaba a la mocosa que ya le había pasado antes a él? No podía ver bien a Liz ya que estaba tirada en esa esquina con su cabello despeinado cubriendo gran parte de su visión.

-Ven Tom, mírala. Estoy segura de que sabes que hacer. -le dijo Avril apunto de llorar.

Tom se acercó a Liz y le dijo que levantara la cabeza. Sin embargo lo único que hizo la niña fue soltar un sollozo.

-Liz, por favor, deja que Tom te vea, por favor. - pequeñas lagrimas caían por las mejillas de Avril.

Esta ves, Liz obedeció. levantó su cabeza con ojos llorosos y miró a Tom. Este no pudo encontrar nada malo con ella, exeptuando la sangre seca que no sabía de donde diablos venía. Entonces la chica abrió su boquita dejando ver un gran hoyo en su encía inferior.

-¡Miga'! Eg hoggible' Tom, ¡voy a mogig!' - dijo la niña con la boca abierta aún, y los ojos brillantes por las lagrimas.

Ya entendía porque la estúpida de la Sra. Cole no les hacía caso.

Un diente, eso era todo. Se le había caído un endemoniado diente.

Malditas.

Nota de la autora: Espero que les haya gustado ^^. Han conocido a varios personajes mios que se van a ir desarrollando a través de la historia. Ustedes me dicen que opinan y me animan a continuar.

Adios!

-Fly From Death