En la aparente soledad de la casa y profundo silencio se apreciaba la tranquilidad. Una luz pálida e invernal entraba por la ventana, iluminando la estancia. Esa clase de momentos eran los que ella apreciaba más, esa insipiente intimidad robada con la persona más importante en su vida. Posó sus ojos claros en él en una especie de 'Te amo' sobreentendido. Él giró su cabeza, lo que hizo que zafiros y amatistas se encontraran en un efímero momento lleno de sentimientos vividos al límite. Él sonrió tiernamente. No había necesidad de palabras. Precisamente esa es la magia del primer amor.
