La primera vez que Mohinder Suresh detuvo su mirada en Peter Petrelli, no pensó en todos los quebraderos de cabeza que le iba a producir ese chico, que parecía tímido, pero al mismo tiempo estaba feliz al salir del edifio Devoir, que parecía tan similar a cualquier otra persona, pero que desprendía algo especial, algo que por aquel entonces, Mohinder no era capaz de expresar, pero que más tarde supo que lo llamaría amor.

Aunque no llevaba mucho tiempo como taxista, empezaba a saber antes que el propio cliente, cuando iba a necesitar un taxi y en el caso de Peter no fue para menos. En cuanto lo vio salir por la puerta, vio que estaba punto de solicitar un medio de transporte y por algún extraño motivo, que por aquel entonces el genetista desconocía, no quería perder a este cliente por nada del mundo.

Acercó lentamente el coche a la acera y un segundo más tarde, Peter le estaba haciendo señas para que parara. Al subirse, Mohinder no pudo evitar aspirar su aroma. No era normal en él fijarse en ese tipo de cosas, normalmente el trabajo lo absorbía de tal manera que apenas sabía lo que ocurría en el mundo exterior fuera de su cabeza, de sus antiguas clases en la universidad de Madras y de las anotaciones del trabajo de su padre.

Sin embargo esta vez era distinto y si se había percatado en el aroma tan especial que desprendía su nuevo cliente, suave al mismo tiempo que penetrante, del tipo que sigues recordando aunque no los vuelvas a oler en mucho tiempo, pero sobretodo muy relajante.

Cuando Peter le habló por fin y le pregunto si creía que había personas especiales, destinadas a hacer grandes cosas, Mohinder casi se sonrojó, si es que en realidad no lo había hecho, porque se dio cuenta que los últimos minutos había estado, como decirlo, casi ensimisnado con aquel aroma que tanto le fascinaba, pero prefirió no salir de dudas, porque temía saber la respuesta.

Por ello al principio no supo que respoder, esas nuevas emociones, esas reacciones que casi le hacían recordar lo que solía hacer de adolescente cuando conocía alguna chica que le gustaba, no eran nada normal en él. Sin embargo, quería hablar con su atrayente desconocido, ¿realmente había pensado eso, atrayente? Tal se estuviera volviendo loco.

"Atractivo" como una bomba en plena guerra, esa palabra apareció en su cabeza sin haberlo provocado y casi dio un respingo en el asiento del taxi al escucharla rebotar en su conciencia. De donde había salido, lo desconocía, pero lo cierto era que no trataba de cambiarla por otra palabra, por lo mismo que podía de quitar los ojos de Peter

Pero si, quería hablar con él, escuchar de nuevo su tono de voz. De repente se dio cuenta de que lo seguí mirando a traves del espejo retrovisor y que no quitaba atención de sus ojos, en los que hasta un momento antes no se había detenido y del mismo modo que le había pasado con su aroma, ahora le estaba ocurriendo con sus ojos, grandes, de un color que había visto pocas veces y con un brillo especial, o a lo mejor es que se había fijado pocas veces en el color de ojos de la gente, si es que lo había hecho alguna vez; ahora que lo pensaba, nunca se había parado a pensar de que color tenía los ojos su propio padre y se preguntó porque lo estaba haciendo ahora, aunque la respuesta la tenía demasiado cerca como para cogerla.

Ahora en cambio, no podía dejar de mirar los de ese desconocido, tratar de ver en su interior, de conocer todos los secretos de ese hombre que seguramente, no iba a volver a ver nunca más. El estómago le dio un vuelco sólo de pensar aquello de no volver a verlo, como le había ocurrido cuando dejó todo el mundo que conocía en La India para dejar la pista de su padre. Definitivamente, había algo raro en si mismo ese día y tenía que averiguar lo que era.

Cuando Peter se bajó del taxi, tras una llamada que le había hecho cambiar de dirección, Mohinder se detuvo unos momentos, viendo como se alejaba ese misterioso hombre, que le había hecho pensar cosas y comportarse de formas nada comunes en Mohinder. Lo miró caminar, como si no hubiera nadie más a su alrededor, como si de repente todo Manhattan hubiera desaparecido y sólo estuviera él.

Mohinder cerró los ojos y trató de pensar en otra cosa. Al volver a casa, también intentó desviar la imagen de Peter de su cabeza, quería quitar de su pensamientos esos dos ojos que se habían clavado dentro de él y que ahora no querían salir. Quría dejar de oler por todas partes el aroma que había dejado tras de si.

Pero no pudo, ni ese día, ni al siguiete, ni al otro. Nada le hacía olvidar el nombre que siempre llenaba su mente, Peter Petrelli. Y más difícil se hacía, cuando continuamente escuchaba por la radio y veía por la calle los carteles de la campaña de quien suponía sería su hermano, Nathan Petrelli.

Petrelli, un apellido difícil de olvidar normalmente, por lo poco común que resultaba, pero que en este caso le estaba volviendo loco y tenía que hacer algo, tenía que volver a verlo. Porque lo cierto es que sólo dos cosas ocupaban su mente esos días, la investigación de su padre y Peter Petrelli, sólo era capaz de pensar en eso.

Entonces, día, mientras trataba de seguir estudiando los pasos que había dado su padre, junto con su recientemente conocida vecina Eden, esta le señaló la foto de Nathan que estaba colgada en el mapa en el que su padre estaba trabajando para encontar a la gente que era especial. Nathan tenía poder. Ahí tenía la clave y la forma de volver a encontrar a Peter, su hermano le llevaría a él y podría matar dos pájaros de un tiro, encontrar y hablar con la primera persona con poderes y al mismo tiempo, localizar la forma de volver a encontrar a Perter.

Se dijo que el destino le había llevado hasta Peter, de la misma forma que su padre había dado sin querer con ese tal Sylar, él había encontrado a alguien especial, aunque de otro modo, alguien especial para Mohinder y solo para él (le había costado reconocerlo, pero al final había tenido que dar lar razón a su corazón, el que, lo mismo que un reloj de cuco marca las horas, le había recordado una y otra vez, que no había vuelto a ver a Peter desde el día del taxi), alguien que se había instalado en su pensamiento más profundo, alguien con el que ya había empezado a soñar incluso, sueños del tipo que nunca hubiera creído tener, pero de los que no se arrepentía. Alguien que tal vez también le podría ayudar en su investigación, en encontrar a otra gente especial, avisarles del peligro de Sylar y protegerlos. Creía que juntos lo podrían hacer

Pero primero tenía que dar con su paradero y para eso, debía hablar primero con Nathan, contarle quien era él y lo que podía hacer para ayudarlo. Debía llegar al candidato al congreso cuanto antes, porque se estaba volviendo una obsesión, sólo que una obsesión que no quería perder, si no una obsesión que quería tener lo más cerca posible, una obsesion llamada Peter Petrelli.