¡Hola!

Este es un regalo por el intercambio navideño que hacemos en la página de Facebook

Por los que amamos rojo y negro, dedicada al hermoso fic Rojo y Negro.

¡Feliz navidad!

Disclaimer: Cabe aclarar que los personajes no son míos sino de la genial J.K Rowling, aunque este fic gira alrededor de la maravillosa historia de Alejandra Delgado alias MonicaAlejandra55 en Fanfiction, llamada "Rojo y negro". Fic que OBVIAMENTE recomiendo leer, con una alta dosis de paciencia y amor.

Esta larguito, pero a falta de actualización me deje llevar. sin más a leer!

-Namba64


Se levantó desesperada. Estaba temblando y supo al tocarse la frente, que estaba sudando.

Es sólo una pesadilla. Ya pasó todo, ya pasó…

Tenía que mirar sus ojos astutos y taimados para relajarse, esos que a esa hora de la mañana le miraban con picardía, dándole a entender cómo quería recibir sus buenos días.

Pero no estaban.

En su pesadilla tampoco estaban porque se había dado cuenta de la clase de monstruo que era ella. Un ser atroz que había sido capaz de hacer cosas inhumanas y necesarias en una guerra que ella no había provocado, pero que había tenido que protagonizar.

No lo culpaba.

Hubo días en los que no reconocía la Rose que había en ella y temía que la rabia la consumiese. El dolor la cegaba, y la rabia impedía que pudiese sentir algo más que odio en los años que duró la masacre, que hoy en día es reconocida como la más grande ocurrida en el mundo mágico, inclusive, más grande que la que enfrentaron sus padres. Claro que ellos fueron condecorados como los héroes inminentes y admirados. Ella fue condenada como un ser al nivel de voldemort.

Como había dicho, su humanidad se había ido el día en el que Asban cruzó la raya.

Cerró las cortinas, ventanas y puertas en su habitación con solo pensarlo. Se aproximó lo más que pudo a la cabecera de la cama y abrazó sus rodillas. Podía sentir su corazón latiendo junto al de otro que en este momento envolvía su cuerpo.

Eros nunca la había abandonado.

Sabía que poco a poco la piel de Eros cubría la suya con lentitud, como si estuviera acariciándola, solo para protegerla como lo había hecho tantas veces, frente a tantos ataques. Podía sentir las puntas de su cabello incendiándose, y el pequeño cosquilleo de las palmas de su mano incitándolas a usar su tan temido y a la vez amado don.

El cielo gruñó y en poco tiempo empezó a llover, siendo el predecesor de una fuerte tormenta.

Podía sentir pequeñas punzadas en su cabeza dada la rapidez con la que viajaban recuerdos e imágenes de la guerra. De su secuestro en el campo de concentración, de las torturas y masacres que vio, de su familia y amigos en las batallas, de cómo poco a poco el mundo mágico se fue desmoronando. De las casas destruidas, de los cuerpos sin vida de muchas personas y personitas que aún no habían alcanzado siquiera a ir a Hogwarts.

Lo vio todo, absolutamente todo.

- ¡NO…NO MÁS…!

Gritaba sabiendo que desgarraba su garganta. Su cuerpo empezaba a arder. Abrió los ojos y observó el cuarto en el que estaba. Empezaba a incendiarse mientras se escuchaban los truenos y relámpagos, hijos de la tormenta en el exterior.

Cerró los ojos nuevamente.

Podía sentir el aliento de Asban en su nuca como aquellas veces, y las miradas de desprecio y asco que muchos le dirigieron cuando ella empezó a luchar.

No. No lo culpaba de haberse ido. Ella había sido capaz de destruir muchas vidas sin que le temblara siquiera la mano. Había quemado con sus propias manos a más de una persona, que pudo haber sido él.

Mentira.

Jamás podría haberlo lastimado.

Y no le importo nunca que él hubiera luchado en contra suya durante tantos años. Sabía que su corazón era amable, que sus ojos de mercurio, esos que tanto extrañaba, estuvieron siempre con la determinación marcada para luchar a favor del mundo mágico, el cual, la tenía a ella como enemiga.

Ese era el precio que había tenido que pagar por ser quién era. Pero al igual que Morgana, el precio le resultaba demasiado lo que estaba a su alrededor caía calcinado cerca de su cuerpo, pero las escamas la protegían. Sintió entonces que había algo que no estaba bien.

Había algo que no cuadraba en ese lugar.

Intentó controlar el dolor y el miedo que impulsaban sus poderes.

Empezó a sentir.

Tocó su rostro: había estado llorando todo ese tiempo y su voz ahora estaba ronca, después de tanto haber gritado.

Abrió los ojos y observó el bello espectáculo ante sus ojos: Las llamas estaban en pleno apogeo y destruían todo a su paso. Se dio cuenta entonces de que el mueble que había caído era un tocador amplio que tenía cuadros en el suelo. Había algo familiar en ellos, quizá por la forma o por el color verde en uno de ó levantarse a recogerlos y reparo entonces en la cama en la que había estado. Era demasiado grande y las sabanas se habían chamuscado, pero alcanzó a reconocer que eran de un color verde menta. Conocer eso, caló fondo en su mente y no supo por qué.

Entonces, pudo dejar de llorar. Seguía sintiendo y su cuerpo le seguía doliendo, recordando cada uno de los golpes y hechizos que había recibido, pero pudo controlarse un poco. Empezó a escuchar los truenos nuevamente y algo extraño que hizo que su corazón latiera con ferocidad y que las lágrimas empezaran a salir nuevamente. Se levantó de la cama y sin poder controlar su cuerpo, cayó al suelo, cerca de los cuadros.

Por alguna razón éstos no se quemaron.

Había una foto.

Su piel regreso a ser pálida y suave y las puntas de su cabello volvieron a ser rojas, como el resto de su cabello.

Una niña pequeña, con unos hermosos ojos azules le devolvían la mirada sonriendo. Estaba en los brazos de un chico más grande que posaba con una sonrisa ladina a la foto.

Él tenía los ojos oscuros como los de su propia madre. Su cabello era de un tono más oscuro que el rubio de la niña, y se parecía demasiado a él, con aquella ropa sobria y elegante. La niña, de quien se había enamorado de inmediato, tenía el cabello rubio recogido en dos coletas. Traía puesto un vestido rosado crema y un sombrero que decía "Hoy es mi cumpleaños".

Su corazón latió con más fuerza y las lágrimas empezaron a cubrir la fotografía. A lo lejos, pudo escuchar más claro el sonido que le había parecido extraño, pero sólo un poco.

Era alguien que gritaba con fuerzas.

Pero no le importaba, si llegaba el momento de su juicio a ella no le iba a importar más que saber quiénes eran ellos, porque ¡Eran hermosos! Sin saber por qué, tenía la urgencia de cargar a esa pequeña en sus brazos, y abrazar a ese chico que se veía tan rígido y serio, pero tierno a la vez.

¿Por qué se parecían tanto a él?

-Quién…¿Quiénes son ustedes? -se preguntó, asombrándose por lo ronca y gruesa de su voz. Tocó con sus dedos la fotografía frente a ella y pudo notar que tenía en un extremo de ella un papel que extrañamente había sobrevivido al fuego.

MaMiTa fElis QumPleAños, pApi DiJo K te EzcRibiera para decirte que eres la mejor mamá del mundo, por favor no te enojes por haber volado por el bosque prohibido con Sabrina, tío Albus ya me regañó y tía Megara ya lo regaño a él.

TE KierEmoZ

De: JaNe y Orion Malfoy-Weasley.

Posdata: Jane escribe horrible, pero papá dejo que escribiera.

La fotografía y el papel cayeron al suelo y tuvo que agarrarse fuertemente la cabeza porque le dolía terriblemente. Miles de pensamientos se arremolinaban en su mente y le sorprendía no haberlos tenido antes.

Jane había sido el nombre de su abuela.

Scorpius le había dicho una vez que era una tradición de familia escoger el nombre de los primogénitos de las constelaciones.

También había dicho que en su familia sólo nacía un hijo o hija gracias a un hechizo que solo un gran poder podía derrotar. Un poder extinto: el poder de Morgana.

En su mente, las palabras Malfoy-Weasley empezaron a hacer eco, cuando de repente escuchó de manera más inteligible el sonido extraño. Parecían palabras.

Estaban llamando a alguien, pero ¿a quién?

Volvió a mirar la fotografía y su corazón se aceleró. Ella tenía sus ojos y él se parecía tanto a él, Pero tenía pequeñas pecas que podían pasar desapercibidas.

Él no tenía pecas, pero ella venía de una familia de pecosos.

-ROSE, ROSE ABRE LA PUERTA, ¡ROSE! - Escuchó desde afuera- DEMONIOS, ABRE LA MALDITA PUERTA ROSE, AMOR.

De pronto todo cobro sentido.

La habitación dejo de arder de inmediato y pudo enfocar sus ojos por primera vez en la puerta al final que estaba frente a ella. Alguien la había dañado y se encontraba parado mirándola con intensidad. Era indescifrable esa mirada, pero pudo percibir miedo y preocupación.

Su cuerpo dejo de arder.

-Soy Scorpius cariño, soy tu esposo…Llevamos siete años casados y tenemos dos hijos- se explicó aún con temor en su mirada. El hombre frente a ella era alto, fornido, atractivo y parecía una versión más adulta de Scorpius. Ajeno a sus pensamientos, él hombre frente a ella continúo hablando- La guerra termino hace nueve años un jueves 25 de diciembre. Hoy hace nueve años cariño.

No se parecía a él.

Era él.

No se había marchado.

No la había dejado

Él no…Él no la había dejado porque era un monstruo…él

-Te quedaste…Tu…estás aquí- dijo en un murmullo. Su mirada se llenó de lágrimas nuevamente, y con conmoción abrazó de nuevo sus piernas con sus brazos y agacho su rostro. - Estás aquí.

-Estoy aquí Rose, siempre he estado aquí y nunca me he ido- Le dijo acercándose. La veía temblar allí tirada como si hubiera salido de una pesadilla. Bueno, en realidad era lo más cercano para explicar lo que le ocurría a Rose en estas fechas. Pues, aunque habían logrado sobrevivir, con sus amigos y familiares intactos, Rose había quedado muy herida de la batalla final, no solo física, sino también mentalmente. Cayó en coma, hablando en términos muggles, durante un año y cuando despertó se había comportado exactamente como lo había hecho ahora. En San Mungo le habían dicho que era una secuela emocional que aparecería al principio, como reflejo del miedo, terror y dolor que había vivido, y que desaparecería con el tiempo, ayuda y mucho amor.

Por eso no le sorprendía ver su habitación en ese estado, pero había esperado que ese episodio no volviera a aparecer, pues hacía más de dos años que había dejado de ocurrirle. Pero si le sorprendió saberse estúpido al haber aceptado que cerraran su habitación con magia; ella decía que podía controlarse, pero si eso no hubiera pasado, y ahora se daba cuenta, en este momento ella…ella no estaría más

-Sabía que querías remodelar el cuarto, pero debiste hablarlo conmigo cariño, quemarlo todo no es la solución. -le susurró abrazándola, sintiendo los espasmos del llanto que poco a poco se calmaban.

Ella levantó su rostro. Sólo pudo preguntar- ¿Scorpius?

Sabe que se burlará de ella después por esa pregunta, pero ahora, al ver el rostro de la mujer que más ama y por la que ha dado la vida tantas veces en tal estado, lo único que puede hacer es acunar su rostro en sus manos y besarla como solo él podría hacerlo. Porque de esa manera había podido salvarla, de esa manera había podido salvar el hospital de un posible incendio cuando ella despertó del coma, porque así había podido descansar cuando la sintió respondiendo contra sus labios, porque así podía decirle que era él y porque al igual que antes, necesitaba demostrarle cuanto la amaba y cuanto la quería tener para sí.

Se quedaron así un rato, hasta que ella rompió el beso y puso su frente contra la de él para descansar por unos minutos que bien podrían haber sido horas, hasta que él sintió como el cuerpo de ella se relajaba y caía suavemente contra su cuerpo. La cargo delicadamente, como había hecho el día de su boda, y la acomodó en el colchón nuevamente.

Con un movimiento de su varita, la habitación volvió a la normalidad y él se acomodó al lado de su esposa para abrazarla hasta que despertará, y pudiera sacarla nuevamente de su pesadilla. Agradecía al cielo que Megara estuviera cuidando a sus hijos y haber llegado a tiempo para cuidar a su esposa.

Se sintió culpable por haberse levantado antes y no haber estado allí cuando el episodio comenzara, pero su pequeña había querido hacerle una fiesta sorpresa a su mamá para celebrar por el hermanito que venía en camino. Quizá tendrían que aplazar la fiesta, pero por ahora, le agradecía también a Eros por haber cuidado el cuerpo de su esposa y de su futuro hijo, porque el bien sabía que, en ese estado, las llamas de Rose habrían podido descontrolarse hasta terminar matándola.

Acarició su espalda hasta que el sueño lo venció, teniendo como último pensamiento, que nunca la iba a dejar sola nuevamente, ya había cometido ese error en el pasado. Ahora tenía que ser más responsable porque otro Malfoy-Weasley llegaba a la familia y no quería por nada del mundo que tuviera que aplazar una fiesta por su culpa.


¡Fin!

Espero que les haya gustado y que quieran comentarme qué les pareció.