Capítulo 1: La monstruosa humanidad
Había pasado mucho tiempo desde que todo había terminado. En la mansión Hellsing reinaba un silencio sepulcral. Integra había cumplido recientemente 37 años, los cuales "celebró" en completa soledad. La chica policía siempre se había ofrecido a hacerle compañía a su ama, pero los años solo la habían vuelto más huraña y la habían sumido en una brutal depresión que solo ella podía ocultar. Nunca fue normal en la heredera de Hellsing expresar emociones, pero el hecho de que pudiera mantener el autocontrol no significaba que verdaderamente no sintiera, aunque para muchos la humanidad de esa mujer era más cuestionable que la de la vampiresa que la acompañaba. En muchas formas ella sentía que había fracasado.
Los miembros de la mesa redonda le recordaban incesantemente que el plazo para conseguir un esposo ya había vencido, y que la corona estaba por determinar quién sería su marido. En el fondo Integra sentía que era su culpa, pues nunca le interesó salir con nadie ni perder su tiempo en conversaciones triviales con hombres insulsos. Pensó durante mucho tiempo que eso era una virtud, pero ahora se veía atrapada en ella.
Hace 10 años que Millenium había dejado de existir y desde ese momento su única acompañante había sido Seras Victoria. No le molestaba la presencia de la chica policía, pero su mera existencia le traía a la mente la imagen de ese monstruo al que durante tanto tiempo repudió, pero cuya ausencia había dejado un vacío muy profundo dentro de ella.
-No se trata de amor – pensó en la soledad de su habitación mientras se disponía a dormir – quizás simplemente cuando él se encontraba conmigo me sentía invulnerable… quizás solo era más joven y no tenía que cargar con todo esto. Aun así, lo necesito y ya no está…
La noche acabó y con ello el descanso de aquella mujer. Iba a ser un día particularmente estresante ya que debía presentarse ante la reina para conocer a quien sería su esposo. Antes de llegar al palacio de Buckingham Integra ya había fumado 4 puros y se encontraba particularmente nerviosa, aunque proyectaba la misma indiferencia de siempre. Al llegar, un asistente de la reina le dijo que su majestad quería hablar con ella antes de presentarle a quien, en menos de una semana, sería su esposo. Integra supuso que esta sería una conversación para que la reina pudiera justificarse a sí misma por obligarla a realizar tan repudiable espectáculo, y así liberarse de toda culpa.
Apagó el último puro que tenía entre los dedos antes de ingresar a la estancia donde se encontraba la reina. Aquella mujer que bordeaba los 90 años tenía un halo de tristeza en la mirada. Integra hizo una reverencia y se acercó a su majestad, sentándose en frente de ella.
-Sir Hellsing… Integra… muy a mi pesar me veo en esta situación ya que es prioridad de la corona mantener el linaje de la organización que lidera, para así garantizar la protección de la Iglesia Protestante, y del país en sí mismo.
-Entiendo su majestad. Sabía que esto tarde o temprano pasaría y usted fue bastante generosa al brindarme cinco largos años para que buscara por mi cuenta alguien que pudiera asistirme en esto, pero sinceramente preferí dedicarme a las labores inherentes de la organización.
-Integra, te he pedido que vengas no para juzgarte. Nadie más que yo entiende lo difícil que es para una mujer asumir una posición de tanto poder como la tuya… y, más aún, comprendo lo complicado que es tener que dejar tu destino en manos de otros cuyos intereses son considerados superiores a los tuyos. Sin embargo, esto escapa tanto de mis manos como de las tuyas.
-Comprendo, es mi deber cumplir con esa labor –dijo Integra mientras pensaba que eso implicaba aceptar que un hombre, que probablemente intentaría tomar el control de Hellsing, la ultrajara innumerables veces para engendrar a un hijo a quien seguramente no querría.
-En verdad lo lamento –dijo la reina.
Al terminar esa breve charla, fueron a otra estancia donde se encontraba un hombre alto, entrado en sus 40, de cabello rojizo y ojos verdosos. Aunque a simple vista no resultada poco atractivo, para Integra su sola presencia le producía cierto rechazo. El hombre se acercó a ella y tomó su mano con el propósito de besarla, frente a lo cual Integra se sintió asqueada pero, como siempre, supo ocultar su desprecio esbozando una leve sonrisa.
-Él es Sir Maximilian Willrow, gerente de los bancos Willrow. Él y su familia siempre han sido amigos cercanos de la corona y conozco a este joven desde que era un niño.
En verdad la reina solo lo había visto 4 veces en toda su vida, pero con su apretada agenda podía decir que eso era suficiente como para conocer a una persona. Pese a ello, durante los últimos meses, intercambiaron varias conversaciones telefónicas para concertar esta unión. Para el magnate, este matrimonio no suponía ninguna obligación, ya que en una ocasión, hace ya varios años, Integra se había visto obligada a utilizar ropa femenina en un evento formal de la realeza, al cual también asistió quien ahora sería su prometido. Desde ese momento, la belleza de Integra había quedado grabada en la mente de aquel sujeto, quien además sentía que de alguna manera se vería beneficiado a los ojos de la reina si lograra cumplir con el objetivo de mantener el linaje de Hellsing. Sumado a ello, el tener acceso a los fondos que la realeza destinaba para la organización era algo que podría favorecer bastante a sus bancos, por cuanto la situación de crisis económica había afectado significativamente sus ganancias.
-Será mejor que los deje solos – dijo la reina mientras se dirigía a la puerta y salía presurosamente.
Sir Hellsing hubiera deseado que se quedara más tiempo, pero la reina, aún con sus años, salió en segundos e Integra no alcanzó a detenerla.
-Aun en esos trajes debo admitir que tu belleza es imponente –dijo Maximiliam.
-Supongo que debo agradecer ese cumplido –musitó Integra desviando la mirada mientras se disponía a prender un puro.
-No pretendo entrometerme en tus hábitos, pero ahora que nos vamos a casar con el objetivo de engendrar un heredero, creo que deberías abandonar los cigarrillos.
Integra frunció el ceño, pero lo ignoró y prendió el puro
-No es un cigarro, es un puro y hasta donde yo sé todavía no estoy embarazada.
-Cuando lo estés, que será pronto, no permitiré que tengas esos hábitos. Solo quiero lo mejor para ti – dijo en tono desafiante.
A Integra le sorprendió un poco su cambio de actitud, pero no le hizo mucho caso y desvió la mirada. A los pocos segundos sonó su celular y atendió inmediatamente la llamada. Había una emergencia, unos vampiros ingresaron a la mansión Hellsing y varios de sus hombres habían muerto. Si bien Integra lamentaba lo que había pasado con ellos, internamente se sentía aliviada de tener que abandonar ese lugar.
Se dirigió inmediatamente a la mansión sin despedirse de aquel sujeto, apelando a que en tal situación lo primero era velar por la seguridad de sus hombres y demás sirvientes que habitaban dicho lugar.
Al llegar, encontró a la chica policía con heridas bastante graves que muy lentamente se iban regenerando.
-Ya está todo bajo control –dijo Seras Victoria antes de desmayarse.
Aunque la joven era una vampiresa, la ausencia de su amo la había debilitado considerablemente. Sus heridas sanaban mucho más lento y, sin Alucard, ella solo era un vampiro en decadencia.
Integra le ordenó a sus hombres que la llevaran a su ataúd y le dieran toda la sangre que requiriese hasta que se recuperara. Era lo menos que podía hacer por alguien que continuamente arriesgaba su existencia por ella pues, a estas alturas, Integra dudaba mucho que ella fuera totalmente inmortal.
Los días pasaron y mientras las heridas de la chica policía iban sanando, la preocupación en la líder de Hellsing iba aumentando a medida de que se acercaba el día de la boda. A ella le generaba una profunda repulsión cada mínimo aspecto del lamentable espectáculo que suponía dicho evento. Sin embargo, ya no había vuelta atrás. Si quería mantener la organización, si quería seguir cumpliendo su deber, tenía que aceptar esas condiciones.
Una noche antes de la boda, ella se encontraba en su habitación leyendo uno de los tantos libros de conjuros que su padre le había heredado para que aprendiera a controlar los poderes de Alucard. En ningún lado se mencionaba que él pudiera morir, pues a fin de cuentas ya estaba muerto, pero de alguna manera su existencia podría hacerse tan ligera, tan etérea, que a fin de cuentas, sería lo mismo que no existir.
-Al menos cuando alguien muere tienes la certeza que de alguna manera existe, pues tiene un alma – eso lo sabía con seguridad luego de lo acontecido con Millenium, cuando vio que Alucard había absorbido muchas almas – en algún momento pensé que regresarías, pero creo que eso no depende de ti.
La noche pasaba muy lentamente y ella solo podía dormir unos minutos de tanto en tanto. No estaba nerviosa, pero no podía dejar de pensar en cientos de cosas. Se había cuestionado tantos aspectos de sí misma como de su relación con aquel Vampiro. Él era un monstruo y ella no, pero, qué implicaba ser un monstruo… ¿causar daño? ¿abandonar tu humanidad? Y, si fuera así, qué implicaba ser un humano. Al final de cuentas, lo actos más despreciables que ella había presenciado no los habían maquinado los monstruos, sino los propios humanos, pero, ¿fue por abandonar su humanidad que cometieron tales cosas o por motivos más allá de ello? ¿puede un monstruo ser más humano?. En esos momentos pensó en Seras Victoria, quien en líneas generales nunca había abandonado su humanidad y ya llevaba más de 10 años siento un "monstruo". Luego de pensar eso se sintió un poco más tranquila y se pudo dormir, aunque solo faltaban un par de horas antes de que amaneciera.
Aunque la chica policía sabía del pesar de Integra, le ayudó entusiastamente con los arreglos que tenía que realizar en sí misma para la boda. Seras se quedó asombrada con lo hermosa que lucía su ama con ese vestido blanco, el cual entallaba perfectamente en su esbelta figura y resaltaba sus bien formados pechos. Integra se rehusó a usar lentes de contacto, pero tuvo que dejar que la maquillaran a pesar de que inicialmente se negó. Al llegar al palacio de Buckingham, en donde se realizaría la boda, la reina la recibió afectuosamente, destacando de manera reiterada lo bien que le sentaba lucir más femenina. Ella fingió agrado frente a sus comentarios y se dirigió al sitio donde se realizaría la ceremonia con el propósito de terminar cuanto antes con esto.
El hombre con el que se casaría se veía particularmente apuesto con su smoking negro, pero a ella no le llamó la atención en lo más mínimo. Sin embargo, él sí se entusiasmó mucho al verla con ese atuendo y, mientras ella se acercaba al altar, no podía dejar de pensar en lo afortunado que sería de tenerla una vez que pudiera "domarla".
-Esta misma noche serás mía – pensó esbozando una sonrisa maquiavélica.
Integra miraba de frente, sin posar sus ojos en nadie, y proyectando una frialdad que en cierta medida opacaba el atuendo tan llamativo que estaba utilizando. Para ella, era como ir a su propio entierro, o incluso peor.
Luego de decir los votos que la propia reina había escrito para ella, tuvo que besarlo, o, mejor dicho, dejarse besar por él, quien no dudó en pegar su boca a la de ella una vez que escuchó "puede besar a la novia".
Ella sintió repulsión. No era su primer beso pues en una ocasión Alucard la había besado y, aunque en ese momento ella mencionó que sintió asco, nada se comparaba al profundo desprecio que en estos instantes ella estaba experimentando.
-Con el tiempo aprenderás a besar, querida – dijo el banquero.
Integra no respondió. Pero a los pocos minutos se vio obligada a tener que bailar con él, ya que era lo esperado para este tipo de situaciones. Aunque no era muy diestra en el baile, sabía unos pasos que repetía mecánicamente intentando no mirar a quien ahora era su esposo para evitar que él la volviera a besar.
La fiesta transcurrió con normalidad, aunque para ella eso resultara particularmente aburrido. En algunos momentos se vio obligada a bailar con él, pero intentaba evitarlo yendo al baño o perdiéndose entre la multitud. Pese a ello, no quería demostrar demasiado desprecio frente al hombre con quien se vería obligada a compartir el lecho esa misma noche.
Al terminar, le agradeció a la reina por la ceremonia y por la fiesta, y se dirigió con ese sujeto a la mansión Hellsing. A pedido de ella pasarían la noche de bodas allí, ya que con los últimos ataques era sumamente importante que se quedara. Sin embargo, como los miembros de la mesa redonda temían que Integra le ordenara a la chica policía que asesinara a su reciente esposo, le pusieron un chip para monitorear su pulso cardiaco y saber si estaba con vida. Si algo pasaba con él, Integra tendría que asumir la responsabilidad y eso podría significar su ruina.
Sir Hellsing todavía tenía puesto el vestido de bodas cuando ingresó a su habitación, en donde ya se encontraba el magnate.
-En verdad eres hermosa – dijo mientras la miraba con admiración y lujuria – soy un hombre muy afortunado a pesar de lo que dicen los de la mesa redonda… Mira Integra, no espero que para ti sea fácil todo esto, pero tenemos que cumplir un deber y…
-Entiendo – le interrumpió – pero primero iré a bañarme.
-Creo que ya te bañaste en la mañana y sinceramente tal cual estás te ves hermosa – dijo mientras se acercaba a ella – déjame que yo te ayudo con el vestido – puso sus manos alrededor de su cintura.
-No… yo puedo hacerlo sola –musitó nerviosamente.
-Integra, todo será más fácil si me dejas hacer lo que debo de hacer. Tranquilízate mujer, ahora eres mi esposa, eres mía.
Integra se sintió profundamente vulnerable y asqueada. Pertenecer a alguien ya era algo que ella nunca podría haber admitido, pero pertenecerle a un ser tan despreciable, era peor que morir – pensó.
El magnate la tomó más bruscamente y empezó a romper el vestido. Ella se quedó quieta mientras él le arrancaba cada pedazo de aquel atuendo y la dejaba únicamente en ropa interior.
-Ahora incluso te ves mejor – dijo sonriendo mientras posaba una de sus manos sobre un pecho de Integra y lo apretaba.
Integra no pudo contenerse más y le propinó un golpe seco en la cabeza. No lo había matado, solo estaba inconsciente. Al verse en esa situación, cogió un abrigo y salió corriendo de la habitación queriendo huir de todo. En ese momento, pasaron muchas ideas por su cabeza, desde suicidarse hasta volver y esperar a que se despierte para disculparse y acceder a sus pedidos. Pero sabía que en el fondo la primera idea era mejor; sin embargo, no podía abandonar Hellsing. Todo lo que su familia había construido para mantener alejados a esos monstruos que día tras día acababan con vidas inocentes perdería sentido si no estuviera ella allí para dirigirlo. No podía suicidarse, no podía entregarse, no tenía escapatoria.
Corrió tan rápidamente como pudo y fue al único lugar donde sabía que no podrían encontrarla, al calabozo en el cual hace 20 años había conocido a quien fue su sirviente por tanto tiempo. Cuando llegó, cerró la puerta tras de sí y se sentó en la silla que en otrora le perteneció al vampiro.
Todo el autocontrol que había caracterizado a esa mujer durante tantos años se desvaneció en instantes cuando tomó consciencia del punto donde se encontraba. No tenía cómo escapar, no podía hacerlo. Varias lágrimas comenzaron a deslizarse lentamente por su rostro.
-En verdad ya no puedo más Alucard. El destino que me depara es peor que la muerte y ni siquiera puedo tomar esa opción. Mi alma quedaría eternamente condenada y estaría abandonando mi deber. Todo esto me está llevando a la locura, al punto en el que me encuentro hablando totalmente sola – dijo mientras se paraba en medio de la habitación y veía al techo – Si estás en algún lado, por favor, ven.
Nada pasó. Ella se sintió ridícula rogándole al vampiro que apareciera, cuando probablemente él no solo no la escuchaba, sino que quizás tampoco existía. Integra estuvo largo rato considerando todas las opciones que tenía, hasta que de pronto se le ocurrió una alternativa que bastante radical.
-Debí aceptar el ofrecimiento que me hiciste durante todos estos años. Mi orgullo… mi maldito orgullo, me hizo aferrarme a esta naturaleza que me traiciona a cada instante. Debí dejar que me mordieras, abandonar esa humanidad, y asumir mi rol por siempre como jefa de Hellsing. Pero no… en el fondo tenía miedo de volverme presa de mis propios instintos, de perder el control… quizás en el fondo creí que no era lo suficientemente fuerte como para controlarme a mí misma en esas circunstancias. Pero es tan irónico, hasta la chica policía pudo… y yo, siento vergüenza de mí misma en estos momentos. Siento que ya no soy quien era… Alucard, si en algún lugar estás escúchame… te ofrezco mi sangre, a cambio de que me permitas seguir cumpliendo con mi deber.
Aunque Integra se sentía avergonzada por decir esas palabras, de alguna forma se sintió liberada y hasta un poco esperanzada luego de terminar de hablar, a pesar de que, en el fondo, no esperaba que nada verdaderamente pasara. Sin embargo, a los pocos minutos, frente a ella se materializó una presencia oscura y bastante débil, y unos ojos rojizos que pudo reconocer instantáneamente.
Disclaimer: Hellsing le pertenece a Hirano Kouta
Subiré el siguiente capítulo tan pronto como pueda. Agradecería saber si les gustó o no.
