Tal como eres
ArokuRaita
Disclaimer: 'Haikyuu!' pertenece a Haruichi Furudate y este fanfic fue escrito sin fines de lucro.
¡Hola! He vuelto con un nuevo fic. La idea está basada en un capítulo de 'Hey Arnold!', cuando Helga se golpea en la cabeza y se vuelve una niña pequeña por un día ;)
Espero que les guste, saludos.
1. No soy yo, eres tú
- ¡Hinata idiota! ¡Deja de ser tan... idiota!
Como siempre, los números 9 y 10 discutían. En el gimnasio, en los recreos, frente a la máquina expendedora, a la entrada y la salida de clases, era habitual verlos corriendo, golpeándose o gritándose tonterías. Por lo mismo, nadie les prestaba atención. Incluso el vicerrector desistió de hacerles callar, por eso no decía nada al capitán del equipo de vóleibol: mantener a esos dos tranquilos era tan difícil como congelar el sol con una pala de juguete.
- Deberías aprender más insultos, Bakageyama- rió Hinata mientras arrancaba del setter.
- ¡Hey, basta de estupideces! Vamos a comenzar la práctica- anunció Daichi, fulminando al par con una mirada terrorífica. Se hizo el silencio de inmediato y la clase se desarrolló con normalidad hasta que llegó la hora de practicar saques.
Como Asahi y Kageyama tenían saques poderosos, se mantuvieron aparte para practicar otras jugadas, mientras que el resto golpeaba pelotas una y otra vez. Yamaguchi mejoraba cada vez más su saque flotante, Tsukishima apuntaba mejor hacia las áreas difíciles y Tanaka mostraba más agresividad. Sin embargo, Hinata dejaba mucho que desear: la pelota chocaba contra la red, salía de la cancha o caía a unos pasos frente a él. Era un desastre.
Preocupado, Sugawara se acercó al muchacho y trató de animarlo:
- Hinata, no te preocupes, puedes...
- ¡Hinata estúpido! ¡Ya deja de hacer el tonto!- gritó Tobio desde el otro extremo de la cancha, interrumpiendo a su senpai.
- ¡Ca-cállate, Kageyama! ¡Ocúpate de tus asuntos!- respondió el colorín, con la cara roja. Suga sonrió: Kageyama sabía cómo animar al número 10.
- Bueno, inténtalo de nuevo. ¡No pierdes nada!- exclamó el joven de cabellos grises, palmeándole la espalda al pequeño wing spiker.
Envalentonado por las palabras de Sugawara-san y molesto por el regaño de su compañero, el colorín tiró la pelota al aire y, con un salto tremendo, la golpeó al otro lado de la cancha. "¡Mírame, Kageyama! ¡Ahora sí pasará!", gritó para sus adentros.
Todos quedaron con la boca abierta: ¡era como ver el saque de Oikawa! Se dirigía al otro lado de la red con la velocidad de un rayo y la potencia de un tren. Quien tratara de detenerlo podía verse seriamente dañado.
"¿No está silencioso de pronto?", se preguntó el moreno. Como le daba la espalda al resto de los chicos, no vio el magnífico saque del número 10. Tampoco la expresión de asombro -y luego de horror- de sus compañeros de equipo. Y estaba tan concentrado que no escuchó el grito de Nishinoya.
- ¡AGÁCHATE, KAGEYA...!
Fue demasiado tarde.
- Hinata, ¿de verdad querías golpear a Kageyama?- preguntó Daichi, asustado. Takeda-sensei y el entrenador Ukai corrieron a la enfermería de Karasuno y todos rodeaban al moreno setter, quien permanecía desmayado en el suelo. Yachi y Kiyoko-san le habían dado los primeros auxilios, pero no había mucho más que hacer salvo esperar.
- ¡NO! ¡Yo sólo quería que viera mi saque! ¿No me escucharon gritarle?
- No tenemos telepatía, tonto- respondió Tsukishima, meneando la cabeza. Los demás imitaron su gesto. Shouyou palideció.
- ¿O sea que... no le avisé...?
"Como se enfocó en Kageyama al sacar, sin quererlo, dirigió la pelota hacia él. Qué miedo...", pensó Sugawara.
El profesor y Ukai llegaron con la gente de la enfermería, quienes revisaron cuidadosamente al joven y lo llevaron en una camilla. También había un doctor.
- Le haremos unos exámenes en el hospital y les haremos saber cómo evoluciona- aseguró, dejándolos a todos en silencio.
Esa noche, Hinata no pudo dormir. Su madre y su hermana trataron de consolarlo, mas fue imposible: sentía demasiada culpa. Nunca supo en qué momento se quedó dormido, pero debió ser tarde, porque al día siguiente tenía unas ojeras enormes.
Al llegar a la escuela, se concentró en conseguir apuntes para su compañero herido. No tenía muchas ganas de ir a las clases de vóleibol, pues aún no se recuperaba del día anterior, pero fue igual. "Por último, diré que estoy enfermo. No es mentira", se dijo. Ya en el gimnasio, vio que todo el equipo lo estaba esperando.
- Decidimos tomarnos la clase de hoy para visitar a Kageyama en el hospital- anunció alegremente el profesor Takeda.
- ¡Oh, quiero ir! Pero... quizás Kageyama no quiera verme- suspiró Hinata.
- Nunca lo sabrás si no nos acompañas- sonrió Suga. El colorín le devolvió la sonrisa y caminó junto a ellos hacia el establecimiento de salud, que no estaba tan lejos de la escuela.
Una vez allá, llegaron a la habitación del setter y descubrieron que estaba dormido. El doctor los recibió con amabilidad.
- No se preocupen, su amigo está perfectamente bien y todos los exámenes tuvieron resultados positivos. Parece que este muchacho tiene la cabeza muy dura.
"Supiera", pensaron todos.
- ¿Podemos entrar a verlo?- consultó Takeda-sensei.
- Claro, pero de a dos o tres.
Tsukishima decidió no entrar y Yamaguchi le hizo compañía. El profesor Takeda y el entrenador Ukai estuvieron un momento junto al joven y salieron. Luego entraron Asahi, Daichi y Sugawara, Kiyoko y Yachi, Nishinoya y Tanaka, y Ennoshita y sus compañeros de curso. Hinata fue el último en visitar a Kageyama. Los demás se habían ido, luego de preguntarle si se sentía bien y si no tenía problemas para irse a casa. Prefería quedarse todo el tiempo posible junto al setter.
- Perdóname, Kageyama. De verdad no quería golpearte. Nunca más lo haré... ¡Despierta, por favor!- dijo cuando estuvo a solas con él.
Se le llenaron los ojos de lágrimas y se las secó de inmediato. Por un inexplicable impulso, tomó la mano del joven que dormía plácidamente en la cama. Al mirarlo a la cara, se sonrojó: el rostro de Tobio era tan dulce y relajado como el de un bebé.
Ah, me encantaría verte siempre así, Kageyama. Y que me perdonaras, también.
Dicho esto, soltó su mano y salió rápidamente de la habitación para evitar una nueva oleada de lágrimas. ¿Qué le pasaba? Atrás, Kageyama apretó la mano que Hinata había sostenido.
- ¿Kageyama?- preguntó Sugawara, mirando hacia la puerta del gimnasio. La clase estaba recién comenzando y el moreno estaba en la puerta, vestido para la práctica. Estaba serio, pero no como antes.
- ¿Estás seguro de que puedes volver tan pronto a jugar?- preguntó el profesor Takeda. Kageyama le entregó un certificado firmado por el doctor que lo atendió, donde se expresaba que el joven estaba perfectamente bien, pero que debía integrarse lentamente a la práctica.
- Bueno, si el doctor dice que no hay problema, entonces quizás pueda practicar en un espacio aparte de los demás- respondió el entrenador Ukai.
- ¡Muchas gracias, entrenador! Realmente quiero jugar.
- Estoy seguro de eso, muchach...-. Ukai se interrumpió solo y miró extrañado a Kageyama. Takeda-sensei se unió, boquiabierto. El joven sonreía con una candidez digna de Sugawara. Era como un milagro.
Corrió a ubicarse en una esquina, sin ser consciente de la sorpresa de los adultos, y comenzó a practicar pases en la pared. Extrañado, Yamaguchi se acercó a él. Ya se había cansado de hacer saques flotantes y quería mejorar sus recibos, pero Tsukki no estaba interesado.
- Este... ¿Kageyama? ¿Te parece si practicamos recibos juntos?
El pecoso sabía que el moreno podía ser desagradable y se preparó para lo peor. Por eso, casi se fue de espaldas cuando Tobio le sonrió y dijo: "¡Claro, no hay problema!".
Estuvieron un buen rato lanzándose pases y riendo. Si Tadashi se equivocaba, su compañero le daba apoyo, y viceversa.
- Oye, Kageyama, ¿de verdad te sientes bien? Digo, el golpe de anteayer fue fuerte...
- Me siento mejor que nunca, Yamaguchi. Es genial... ¡Como si no tuviera ninguna preocupación!- rió el muchacho. Su compañero se sonrojó.
"No sabía que este tipo podía ser tan amable. De hecho, aparte de Sugawara-san, no puedo creer que haya alguien así. No sé qué pensar. No recuerdo haberme sentido tan contento al conversar con otra persona, ni siquiera con Tsukki", pensó el joven.
En eso, llegó Hinata a saludar al moreno. No saltaba ni gritaba como solía hacer habitualmente, sino que parecía un poco compungido y miraba al suelo.
"¿Por qué viene a interrumpir? ¡Salúdalo y vete ya!", masculló Yamaguchi para sus adentros. El pensamiento lo sorprendió. ¿Era posible que se sintiera un poco... celoso?
- Kageyama, me alegro que estés bien. ¡Perdóname! No volveré a pegarle mal a un saque nunca más.
- ¿Eh? Tranquilo, Hinata. Me dolió mucho, pero no estoy enojado contigo-. Dicho esto, el moreno esbozó una sonrisa tan luminosa que hizo brillar los ojos de Hinata (y, de paso, los de Yamaguchi).
Cuando Tsukishima notó que ya había practicado lo suficiente, salió de la cancha y se sentó en la banca. Desde hacía un rato que no veía a Yamaguchi. Se notaba tan emocionado con aprender el saque flotante que ya no era tan cercano como antes. "Me parece bien que cada uno de nosotros tenga su espacio", pensó con indiferencia.
Mientras miraba a su alrededor, vio que su amigo practicaba recibos con el 'parcito raro'. Estuvo a punto de ignorarlos, cuando algo en el rostro de Yamaguchi le llamó la atención: tenía la mirada de adoración que siempre reservaba para Tsukki. "A QUIÉN ESTÁ MIRANDO", exclamó su cerebro, sin tono de pregunta. Más bien parecía una declaración de guerra.
A Hinata no era, ese enano no tenía nada de admirable. Kageyama tampoco podía ser, hasta que vio su sonrisa. Sintió náuseas.
"Yamaguchi está mirando a ese idiota... ¿con esa cara? ¿Y qué significa esa sonrisa tan inocente? Esto no puede quedar así", pensó. Molesto, tiró la toalla a la banca y se dirigió al baño. Las náuseas estaban aumentando.
