Esta es una idea que me lleva rondando por la cabeza un tiempo y finalmente me he atrevido a darle forma.

No quería empezar otro fanfic al mismo tiempo que Magia y Sangre pero había algo que me molestaba, me sentía mal por todos los fans del Mikaannie que siguen mi fic y llevan 12 capítulos sin que Annie y Mikasa compartan ni una sola escena. El momento llegará, no os preocupéis, todos nos emocionaremos y lloraremos y nos desesperaremos juntos. Pero para eso aun tienen que pasar unas cuantas cosas en la historia. Por eso mismo, para compensaros por esa falta de Mikaannie voy a publicar este otro fic. No será muy largo, pero creo que la trama va a ser muy interesante y mas intensa de lo que esta siendo hasta ahora Magia y Sangre.


Advertencia: Este fanfic contiene escenas detalladas de violencia (agresión, maltrato, violación, suicidio...) y de contenido sexual (en ocasiones BDSM). La entrada está clasificada como "M" pero aun así quería especificarlo. Si eres sensible a alguna de estas cosas no sigas leyendo por favor.


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El viento frío otoñal soplaba meciendo los arboles y haciendo que sus hojas levantaran el vuelo. No había mucha gente en esa calle pese a ser medio día y apenas había trafico. La chica estaba algo lejos del centro de la ciudad, caminaba por una zona llena de bloques de pisos. Comprobó su apariencia aprovechando el cristal del escaparate de una tienda cerrada. No le preocupaban mucho las modas del momento entre humanos pero le gustaba encajar entre la multitud y no llamar la atención así que al menos intentaba no llevar nada que alguien pudiera considerar ridículo. Vestía unos vaqueros negros acompañados de una de sus cómodas sudaderas y encima de ella una chaqueta de cuero de un tono azul oscuro que hacia juego con sus ojos. Se había recogido sin mucho miramiento su pelo rubio en un moño para evitar que le molestase con el viento. Al parecer su ropa seguía impecable, temía llevar alguna mancha de sangre. Annie volvió a ponerse en marcha, tenía ganas de llegar a casa. Hoy había sido un día productivo, por fin después de más de un mes había conseguido su objetivo. Levaba rondando a aquel chico todo ese tiempo y aprovechando sus inseguridades y problemas había conseguido que finalmente se suicidara. Simplemente hubiera preferido un método menos sangriento. El joven se había pegado un tiro en la cabeza y por poco no la había salpicado con su sangre. Todo lo que quedaba era volver al infierno y hacerle una visita a su jefe, el mayor de todos los demonios, y contarle que había tenido éxito. Entonces podría tomarse unos días bien merecidos de descanso antes de volver a buscar una nueva víctima. Con cada paso las hojas crujían bajo sus pies. Estaba pensando que hacer durante sus próximas vacaciones cuando por el rabillo del ojo captó algo extraño. Se detuvo y giró la cabeza para comprobar si había visto bien. En un hueco entre dos edificios demasiado estrecho como para ser llamado callejón había alguien tirado en el suelo. Se acercó lentamente y contemplo más de cerca la imagen. Era una chica la que estaba en el suelo, estaba llena de golpes y sangraba por todas partes. Su ropa estaba rota y fuera de lugar. Sin embargo, lo que más llamaba la atención eran dos enormes alas que salían de su espalda. Las plumas eran de un blanco impoluto pero así como pasaba el tiempo se iban tornando de un gris muy claro. Se agachó para verle la cara de cerca, debajo de todos los moratones su piel parecía muy pálida. Su pelo por el contrario era de un negro profundo. La chica seguía respirando aunque parecía que le costaba esfuerzo. No estaba segura de si permanecía consciente. Annie volvió a erguirse y todavía con las manos en los bolsillos acercó el pie a una de las alas de la chica. Podía verse que estaba rota. Aun sabiéndolo la golpeó ligeramente, buscando alguna reacción ante el dolor. La joven encogió ligeramente las alas y contrajo el rostro. La rubia vio como intentaba abrir los ojos pero apenas podía hacerlo por la paliza recibida. Annie miró alrededor en busca de un posible culpable. El aspecto de las heridas indicaba que la chica no llevaba allí más de cinco minutos. Era fácil adivinar que había pasado. No había nada más tentador para un demonio que acabar con un ángel. Los demonios normalmente se dedicaban a torcer y hundir vidas humanas pero de vez en cuando se topaban con algún ángel, quienes se dedicaban justamente a lo contrario. El conflicto es evidente y siendo contrarios naturales es imposible que ambas especies convivan pacíficamente. Eso sin mencionar que la recompensa por acabar con una vida celestial era más que suficiente para correr el riesgo de enzarzarse en una pelea. Para dejarla así de maltrecha debía de haber sido un grupo de demonios quien la había atacado. Annie permaneció pensativa contemplándola como quien contempla un cuadro. Delante de ella había una gran oportunidad de escalar posiciones dentro del infierno. Podía matarla pero también podía hacer que esas alas se volvieran tan negras como el carbón. Eso ultimo le daría muchísimos más puntos pero también le costaría tiempo y esfuerzo. Sin decantarse por nada decidió que de momento la llevaría a casa y pensaría que hacer más adelante. Lo primero ahora mismo era reclamar por fin sus vacaciones. Sin darle más vueltas la cargó en brazos y un leve quejido se escapó entre los labios del ángel que parecía ya no tener fuerzas para nada y que no se resistió en ningún momento. Entonces unas grandes alas negras aparecieron en la espalda de Annie, las empezó a mover y salió volando.

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El paso de sus botas resonaba a lo largo del pasillo, la suela rozaba ligeramente con el pulido suelo ya que no se molestaba en levantar el pie lo suficiente al caminar. Llevaba un paso lento, no quería alargar la visita más de lo necesario pero por otro lado necesitaba tomarse su tiempo antes de pasar por las grandes puertas de metal forjado que veía al fondo. Cada vez que tenía que dar parte de sus progresos se ponía nerviosa, no porque dudara de sus capacidades sino porque el demonio al que iba a ver siempre la hacía sentir algo incomoda. El demonio más fuerte y poderoso de todo el infierno, el rey del inframundo. A lo largo de los milenios el puesto había sido ocupado por varios demonios dándole diferentes nombres: Lucifer, Satán, Lilith, Diablo, Belcebú… Ella iba a ver a Ymir, quien llevaba reinando desde hacía siglos. Finalmente oyó como las puertas se cerraban a su espalda y se paró en seco esperando a que su presencia fuera percibida. La sala era inmensamente grande, el techo estaba tan alto que era imposible calcular la altura. Una alfombra de color purpura iba desde la puerta hasta el gran trono que estaba hecho de oro, hierro y rubíes. Sobre el estaba sentada una mujer, Annie nunca la había visto de pie pero era evidente que era bastante alta. Tenía la piel morena y cubierta de pecas que le restaban algo de seriedad pese a ser quien era. Su pelo era castaño y le enmarcaba la cara, siempre lo llevaba despeinado y rara vez lo llevaba recogido. Sobre ella había otra mujer de pelo largo y rubio. Era delgada y de poca estatura. Podía vérsele unas alas a la espalda de un sucio gris ceniza. Estaba totalmente desnuda así que podían apreciarse todos los mordiscos y arañazos que coleccionaba en su cuerpo. Estaba encadenada de pies y manos, incluso tenía un grillete en el cuello a modo de collar que llevaba una cadena de la cual Ymir tiraba para atraerla más hacia ella. La más alta devoraba sin compasión la boca de la otra quien la recibía con pasividad. Durante unos segundos la mente de Annie se acordó del ángel que tenía en casa. Las alas de aquella chica rubia eran mucho más oscuras pero seguía siendo un ángel también. Después de lo que pareció una eternidad Ymir dejó que aquella pobre chica cogiera aire e indicó al demonio que se acercara. Caminó hasta el trono quedándose a la distancia de respeto establecida. Saludó inclinando brevemente la cabeza y esperó a que le dieran permiso para hablar.

-¡Bienvenida de nuevo pequeña Annie!

La reina siempre había tenido cierta fijación con su altura y le encantaba recordarle cada vez que podía su escasa estatura. Esto era algo que a Annie le importaba poco así que no le afectaba lo más mínimo.

-Gracias Ymir.

-¿Qué te trae por aquí?

-He conseguido acabar con otro de mis objetivos.

-Bien, eso hacen ya tres en lo que llevamos de mes. –Ymir agarró de las muñecas al ángel que seguía en su regazo y las movió de forma que las palmas de la chica se juntaran obligándola a aplaudir repetidas veces.- Bravo. Buen trabajo.

Annie vio como la mirada de la rubia estaba vacía, sin rastro de emoción alguna.

-¿Cómo ha sido?

-Se voló la cabeza con un arma.

-Que aburrido.

En eso Annie le daba toda la razón. Llevaba tan solo unos años dedicándose a esto ya que era bastante joven pero estaba deseando ganarse el favor de Ymir impresionándola para ascender rápido y poder pasar a cosas más interesantes. Los suicidios y los crímenes pasionales eran demasiado comunes, ella quería hacer tambalear países, quebrar economías, llevar desesperación a miles de personas a la vez. Sin embargo, más adelante le gustaría poder quedarse en el infierno con un cargo importante donde poder mangonear a demonios de niveles inferiores para que hicieran su trabajo por ella o torturar almas. Sabía que aun quedaban muchos años para eso pero lo cierto era que de alguna forma Ymir tenía cierto favoritismo por ella. Desconocía la razón pero sería estúpida si no aprovechase esa ventaja. El único problema es que de igual forma que estaba más pendiente de sus logros que de los de otros demonios de su nivel, también lo estaba de sus errores. Afortunadamente Annie trabajaba a la perfección y rara vez perdía algún objetivo.

-No te preocupes porque mi próxima víctima será alguien muy interesante.

Annie se detuvo ahí pero Ymir le instó a que continuara hablando con la mirada.

-Un ángel.

No pudo evitar desviar la mirada un instante hacia la chica en el regazo de la reina. El derroche de malicia que había presenciado desde que había entrado allí la había convencido de que hacer con su nueva huésped. Haría que sus alas se oscurecieran, mucho más que las del ángel que tenía delante y así superaría a Ymir y esta tendría que reconocer su valía.

La castaña se rió por lo bajo y pasó una de sus manos por el muslo de la chica que tenia encima.

-¿Te ha dado envidia?

-Lo corromperé tanto que será incapaz de volver a salvar ningún alma.

Ymir conocía bien la determinación de Annie y sabia que si se lo proponía podría conseguir lo que quisiera. Durante unos segundos se quedó pensativa.

-Si lo consigues te daré un área para que la gestiones como quieras.

Esta era su oportunidad. No podía fallar.

-De todas formas no hagas ninguna locura.

Ymir se refería a que no buscara un enfrentamiento directo con un ángel ya que eran igual de poderosos que los demonios o incluso más fuertes. Para alguien con poca experiencia podía ser peligroso. Lo que ella no sabía es que no necesitaba hacer nada porque el ángel estaba durmiendo en su propia cama. Aunque eso no se lo iba a contar a Ymir porque perdería merito.

Annie volvió a inclinar la cabeza a modo de despedida dando por finalizada la conversación y se dio media vuelta. Antes de salir oyó un gemido en el que se podía distinguir cierto tono de sorpresa pero no se giró a ver, sinceramente prefería no ver aquello.

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La habitación apenas tenía luz. Estaba anocheciendo y la lámpara estaba apagada. Al llegar había encontrado todo como lo había dejado así que seguramente el ángel no se había despertado en toda la tarde. Annie se acercó a la cama silenciosamente y se quedó mirando durante minutos. La chica dormía profundamente recostada de lado. Sus alas estaban desplegadas y captaban toda la atención. Lo cierto era que, sin contar a las esclavas de Ymir, nunca antes había visto un ángel. Le había sorprendido el blanco intenso de sus plumas tan diferentes a las suyas. En algún rincón de su interior le daba un poco de pena que hubieran perdido su color puro. Lentamente se subió a la cama y se colocó sobre la chica, con cuidado de no despertarla y sin tocarla en ningún momento. Sus caras estaban a escasos centímetros. Su primera idea fue tomarla por la fuerza pero en seguida se dio cuenta de que eso no resultaría. Viendo como la encontró era evidente que no solo le habían pegado una paliza, también la habían violado. No era raro encontrar un caso así. Los ángeles solo podían dedicarse a salvar almas, nada más. Apenas tenían vida aparte de eso. Debían mantenerse puros en cuerpo y espíritu así que no podían entregarse a nadie o perderían las alas. Muchos demonios disfrutaban arrebatándoles la pureza ya que es lo peor que le puede pasar a un ángel. Sin embargo parecía ser que había diferencia entre perderla a la fuerza o por propio deseo. Era verdad que el color de sus alas se había oscurecido pero ínfimamente comparadas con las de aquella esclava. Si quería que realmente se volvieran negras tenía que actuar igual que con los humanos. Empezar presionando ligeramente pero de forma constante para finalmente apretar más y más hasta que su víctima decidiese acabar con todo con el fin de dejar de oírla a ella. Con un casi imperceptible suspiro se retiró y cerró la puerta. Se fue al sofá, su casa solo tenía un dormitorio así que tendría que dormir allí. Aun así no descansó mucho, tenía que preparar bien su estrategia a seguir porque una vez que esa chica se despertara tendría que empezar a actuar y si fallaba y la descubría todo se echaría a perder.