¿Cómo habían llegado de nuevo a aquella situación? La respuesta fácil era que era la consecuencia de una serie de decisiones pero les gustaba pensar que era el destino.

Habían pasado casi cinco años desde que habían estado juntos en ese mismo lugar, pero aquella vez la atmósfera era triste, pesada y asfixiante.

Ambos recordaban con total claridad aquellos momentos, grabados a fuego en su memoria. No hacía mucho que habían celebrado su segundo aniversario como pareja, todo a su alrededor era perfecto, se amaban como solo ellos dos podían hacerlo y sus vidas eran tan normales y felices como la de cualquier otro adolescente.

Caminaron de vuelta a casa juntos, como todos los días, y Takeru invitó a Hikari a su casa a tomar algo y a estudiar juntos. Al abrir la puerta Takeru recogió el correo y al ver una carta en concreto se congeló. Así lo encontró Hikari después de darse cuenta de que su novio no la seguía.

— ¿Estás bien, Takeru? – dijo preocupada.

— Es la carta.

— ¿La que has estado esperando?

— Sí.

— Pues ábrela. – dijo divertida.

— Pero quédate conmigo, por si acaso.

— No hacía falta que me lo pidieras.

Se sentaron en el sofá y Takeru abrió la carta con lentitud, no quiso mirar las letras y le pasó el trozo de papel a Hikari.

— ¡Estás dentro!

— ¿De verdad? – Esta vez sí leyó la carta con todo detenimiento.

— Estoy muy orgullosa de ti, Takeru. Lo has conseguido. – Dijo, para después abrazarlo.

— No puedo creerlo, he entrado. Me voy a Francia a estudiar.

Takeru la abrazó con fuerza mientras sentía las lágrimas cayendo, su sueño se estaba haciendo realidad. Soñaba con ser escritor desde hacía años y ahora una de las universidades más prestigiosas lo había aceptado después de probar su talento leyendo algunos escritos del chico.

— Tengo que avisar a todos. ¡Mi madre se va a poner tan contenta! ¡También tengo que llamar a Yamato!

Después de varias horas de excitación, de llamadas, de visitas inesperadas y una cena en familia Hikari se dirigió a la puerta para despedirse de su novio.

— Estaba segura de que lo conseguirías, tienes mucho talento.

— Gracias, Hikari. Por todo. Has creído en mí cuando ni yo mismo lo hacía.

Se despidieron con un beso y un te quiero. En cuanto se cerró la puerta la burbuja reventó. Ahora que estaban solos con sus pensamientos la realidad tomaba fuerza: Takeru se iría a estudiar al extranjero y estarían sin verse meses.

Hasta ese momento no habían hablado de qué pasaría con ellos si le concedían la beca, la posibilidad era remota y Takeru se ponía ansioso cuando alguien mencionaba el nombre de aquella universidad, así que lo habían dejado estar, pensando que nunca tendrían que enfrentarse a ese dilema, pero allí estaba.

El primer pensamiento de ambos fue que no era para tanto, que podían mantener una relación a distancia durante aquel tiempo. Pero ahora, con la inminencia del viaje sobre ellos 4 años pesaban mucho. 4 años, 48 meses, 1460 días separados. Siendo optimistas podían buscar trabajo y ahorrar para pasar juntos al menos los dos meses de verano, pero aun así se enfrentaban a 40 meses sin poder estar juntos. Eran cifras devastadoras.

¿Qué hacer en esa situación? La respuesta no era fácil. Takeru sentía el peso de la decisión sobre sus hombros, era su sueño, era él quién había pedido aquella beca, era él quién había fantaseado siempre con vivir en el país de sus antepasados y ahora la realidad de aquellos sueños le golpeaba, cumplir aquel sueño significaba sacrificar algo a cambio, ¿Quería hacerlo?

Hikari por otra parte también se debatía, quería decirle a Takeru que no fuera, que se quedara con ella, pero su cabeza le decía que aquello no era justo. ¿Qué clase de amor le profesaba a aquel chico si le pedía que renunciara a sus sueños solo para estar con ella? ¿Qué clase de relación era una en la que no se apoyaban el uno al otro? Sabía que debía dejarlo ir. Pero también sabía lo dolorosa que sería la separación, aunque decidieses intentarlo sabía que las cosas podían salir mal en cualquier momento. Podían intentarlo, quería intentarlo, pero si algo salía mal no habría posibilidad de arreglo. Las cosas podían malinterpretase y no existía la opción de arreglarlo con un gesto porque estarían a miles de kilómetros de distancia. Era demasiado tiempo.

Pero no querían. Sus corazones se resistían a renunciar el uno al otro, seguían queriéndose como el primer día, pero sabían que una relación a distancia durante 4 años no era justo para ninguno. Eran aún jóvenes, inmaduros, con muchas inseguridades aún, asustados por la nueva etapa que estaba a punto de comenzar en sus vidas y sentían que intentar seguir juntos era demasiado duro, demasiado aterrador.

Tardaron más de un mes en sentarse a hablar de aquello. Al principio quisieron ignorarlo, hacer como si nada hubiera cambiado, pero aquello solo hizo que se fueran distanciando poco a poco. Cada vez que estaban juntos no hacían más que pensar en aquella decisión y pronto comenzaron a buscar excusas para no estar a solas. Pero el tiempo apremiaba y no faltaba mucho para que Takeru cogiera el avión rumbo a París y las cosas entre ellos no estaban nada claras.

Caminaron hasta un mirador de la colina más cercana a su instituto. En aquel mimo punto se habían dado su primer beso hacía más de dos años y su primer "te quiero". Ahora sería testigo de algo más doloroso.

— Tenemos que hablar – dijo decaído Takeru.

— Lo sé. – No quería tener esta conversación.

— ¿Qué vamos a hacer?

— ¿Qué quieres hacer tú?

— No estoy seguro.

Se quedaron en silencio un buen rato, sin saber por dónde empezar, sin querer decir nada.

— ¿Qué crees que será lo mejor? – Preguntó cauteloso Takeru.

— No lo sé, Takeru. No sé si quiera si hay respuesta correcta.

Takeru notaba que se ahogaba. Era él quién se marchaba y por lo tanto era él quién debía decidir.

— 4 años es mucho tiempo. – Puntualizó Hikari.

— Lo es.

— Con suerte podremos vernos dos meses al año.

— Sí. – Se sentía como un cobarde, estaba dejando que fuera ella quien tomara aquella pesada decisión. – Sería muy duro continuar con la relación.

— Muy duro.

Otra vez el silencio hablaba por ellos. Sólo tenían que decir claramente lo que había estado diciendo veladamente. Y ambos sentían que aquella responsabilidad recaía sobre el chico.

— No quiero hacerte sufrir durante 4 años, no sería justo. – No sabía cómo continuar.

— Vamos a estar muy ocupados, sobre todo tú. No quiero que esta relación sea una carga para ti. Quiero que seas libre de cumplir tu sueño sin ataduras. – Completó Hikari.

— Esto es tan difícil. Te quiero, Hikari. No piensen ni por un momento que no me importas. Es solo que… - no pudo continuar, la garganta se le cerraba por la fuerza de las lágrimas.

Hikari lo abrazó con fuerza. Lo entendía perfectamente, ella también seguía queriéndole con cada fibra de su ser. Por eso estaba resultándoles tan duro, rompían una relación llena de amor y confianza. Tenían que separarse cuando cada poro de su piel les pedía lo contrario. Pero en aquel momento les parecía la única salida.

— Yo también te quiero, Takeru. Prométeme que serás feliz, que cumplirás tu sueño.

— Te lo prometo.

Hikari veía a Takeru tan destrozado, tan hundido por la carga que suponía cumplir su sueño que no pudo más que sonreírle, como solo le sonreía a él cuando estaba a solas.

— Digamos que esto no es un adiós, que es un hasta pronto. Quizá algún día volvamos a encontrarnos.

Takeru la miró. Queriendo creer cada palabra que la mujer que amaba había pronunciado. No se separaron hasta que el sol comenzó a morir en el horizonte, señalando el final de aquel encuentro.

— ¿Puedo besarte por última vez? – Pidió tímida Hikari.

Takeru no dudó cuando la cogió entre sus brazos por última vez y unieron sus labrios. Sabía a tristeza y lágrimas. Hikari lo atrajo hacia sí, concentrando toda su fuerza de voluntad en no gritarle que se quedara, que no se separase de ella jamás. Pero no lo hizo. Ninguno miró atrás después del último beso.